En la fiesta de compromiso, descubrió que su prometido la estaba engañando. Decidió vengarse de él, pero no esperaba que, en ese preciso momento, apareciera Pablo Torres, con quien había tenido una relación. Ella pensaba que su vida transcurriría de manera tranquila y ordinaria, pero para su sorpresa, terminó convirtiéndose en la esposa de un magnate. —Pablo Torres, todo el mundo dice que tienes disfunción sexual. ¿Estás seguro de que fue contigo con quien tuve sexo esa noche? —Si no me crees, puedo hacerlo de nuevo contigo para que lo compruebes. —Pablo, ¿acaso has olvidado tu plan de venganza? —No lo he olvidado, lo estoy llevando a cabo personalmente cada noche.
Leer másAdriana estaba atónita por la cantidad de abrigos, pidiendo ayuda a las sirvientas para organizar los abrigos y vestidos en el vestidor. Ni siquiera notó la expresión molesta de José.Media hora después.El vestidor estaba medio organizado. Adriana dejó que las sirvientas se retiraran para descansar, con la intención de continuar al día siguiente. Una vez sola, con las manos en la cintura, miró el espacio lleno de vestidos y abrigos, y suspiró con resignación.Antes de irse, el anciano le había dado su número de teléfono, diciendo que la buscaría. Pero ¿cuántas fragancias tendría que ayudarle a hacer para pagar semejante deuda?Dio la vuelta, pensativa, y de pronto se llevó un gran susto.—¡Ah!De no haber caminado despacio, habría chocado con José, que estaba como una estatua apoyado contra la puerta del vestidor, mirándola fijamente.Adriana dio un brinco y preguntó:—¿Qué haces aquí?—¿No puedo estar aquí o qué? —respondió él con otra pregunta.Era su casa, claro que podía estar all
Adriana abrió los ojos, algo intrigada.Pero sabía que, aunque los empleados quisieran hacer algo contra Gracia, no se arriesgarían a perder un cliente. Entonces, ¿en serio había alguien que había comprado todos los abrigos a su nombre?Eso debió haberle costado un ojo de la cara…Le pidió a la dependienta que envolviera el abrigo amarillo que tenía puesto para llevárselo. Aprovechó la ocasión para preguntar en voz baja al gerente qué había pasado, pero él solo respondió que un hombre había comprado todos los abrigos para ella, sin revelar su identidad.Después de empacar el abrigo, las dependientas y el gerente se despidieron respetuosamente de Adriana y el viejo.Aunque aún no entendía quién podía haber sido tan generoso, Adriana decidió no desperdiciar la buena intención de ese cliente anónimo frente a Gracia, por lo que salió con la cabeza en alto y una cara de presumida:—Esta compra se la anotas en la cuenta de esa dependienta que me atendió. —dijo señalando a la empleada amable
El viejo se calmó al ver a Adriana, y dijo:—Acabo de llegar, salí a dar una vuelta.Recordando que en el armario del viejo había varios abrigos, Adriana supuso que a alguien cercano a él probablemente le gustaban mucho. Se acercó y le dijo en voz baja:—Si necesita comprar un abrigo, puedo llevarlo a la tienda de un sastre de confianza. Las cosas aquí son lujosas, pero no prácticas. Yo solo estoy comprando para aparentar.El viejo se echó a reír y asintió.—De acuerdo, pero espéreme un tantico. Iré a probarme algo de ropa —dijo ella, y luego se volvió hacia la dependienta.—A este señor yo lo conozco, por favor, atiéndanlo bien.—Por supuesto.Al ver que Adriana resolvía el conflicto, las dependientas se sintieron aliviadas. Algunas comenzaron a atender al viejo y lo llevaron hasta un sofá afuera para que esperara.—¡Ja, ja, ja!Gracia estaba al lado, mostrando aún más desprecio mientras se burlaba:—¡Lo sabía! No puede pagar nada.Luego, se dio la vuelta y escogió algunos abrigos, di
Adriana analizó la expresión de Gracia, mientras pensaba en silencio.En Marépolis, a Gracia los mosquitos le habían picado la cara hasta dejársela hinchada. Teniendo en cuenta el temperamento de Gracia, no iba a olvidar eso fácilmente. Pero ahora, que se volvieron a encontrar, Gracia ni siquiera se atrevía a mencionarlo. ¡Eso solo podía significar que no tenía la consciencia limpia!Eso también confirmaba que quien había ordenado empujarla al agua había sido Gracia, entonces lo que le pasó en la cara se lo tenía bien merecido. Ahora la familia Guillermo y la familia Blanco seguían peleando entre ellos, agotados y en crisis.—Esta tienda de abrigos es de lo más exclusivo, todo vale un ojo de la cara. ¿Vienes solo a ver cosas que no puedas comprar? —Gracia intentaba transformar toda su frustración en burlas hacia Adriana.Aunque la familia López no eran unos don nadie en Costa Sol, desde la muerte del padre de Adriana, su empresa había empezado a caer en picada. Gracia apostaba que Adri
—La hija mayor del Grupo López, Adriana López…… —respondió, sin pensarlo, el representante de la asociación.Don Lorenzo, que hasta ese momento había mostrado total desconfianza, se relajó un poco.—Ah, ¿ella? Muy bien… Que venga a explicarme —ordenó.El representante de la asociación quedó sorprendido, pero no se atrevió a preguntar por qué. Rápidamente envió a alguien a buscar a Adriana. Cuando ella llegó, Don Lorenzo, giró su silla para darle la espalda. Qué inusual.Adriana no perdió la concentración y, con una ligera sonrisa, dijo:—Don Lorenzo, vine a hablarle con la mayor sinceridad. Sobre la inesperada presencia de periodistas, necesitaré tiempo para investigar qué sucedió exactamente, pero puedo asegurarle que no fue idea mía contactar a la prensa. Todo el mundo en la industria sabe que usted detesta las entrevistas. Si yo tuviera algo de sentido común, jamás habría tomado una decisión tan imprudente que me perjudicara a mí misma.Él sonrió sarcásticamente:—De tu sentido comú
—¿Todavía está esperando el equipaje? —preguntó Adriana a los asistentes de don Lorenzo.Uno de ellos asintió.—Sí. Don Lorenzo, en efecto, tiene muchas esencias y fragancias raras en su equipaje. Nadie puede tocarlas excepto él.Adriana el jefe administrativo de su equipo se miraron el uno al otro. No era sorpresa que Don Lorenzo fuera tan peculiar, y que priorizara sus preciados ingredientes por encima de todo.Justo en ese momento, un grupo de periodistas apareció de la nada y rodeó al equipo.—¿Son ustedes los asistentes de don Lorenzo? —preguntaron, empujándose unos a otros mientras apuntaban con sus cámaras.—¿Por qué don Lorenzo no está aquí? ¿Es que no llegó o está retrasado?Los asistentes, evidentemente nerviosos, miraron a Adriana con desconfianza.—Señorita López, no mencionó que habría periodistas aquí.Adriana suspiró internamente. Esto solo podía ser obra de Lucas Blanco.—Debe ser un malentendido—Adriana mantuvo la calma.—Nosotros no contactamos a los medios, y descono
Después de escuchar lo que decían a su alrededor, Adriana empezó a dudar. Miró detrás de ellos, pero no vio a nadie que se pareciera a la descripción de don Lorenzo, el famoso y excéntrico presidente honorario.—Don Lorenzo está justo detrás de nosotros —respondió uno de los asistentes, inclinando un poco la cabeza.Adriana, junto con los representantes de la asociación y el equipo de su empresa, giraron la vista hacia donde señalaban los jóvenes. Un hombre mayor, de unos ochenta años, con una barba blanca impecable y vestido de manera sencilla pero elegante, caminaba con una calma imperturbable. Su bastón resonaba suavemente contra el suelo, y sus ojos, agudos y ágiles, parecían observarlo todo con una mezcla de desinterés y análisis.Era don Lorenzo.Adriana rápidamente se acercó para ofrecerle un saludo respetuoso:—Bienvenido, don Lorenzo. Soy Adriana, del Grupo López. He venido personalmente a recibirlo y asegurarme de que su estancia en Costa Sol sea perfecta.Don Lorenzo la miró
La mamá de Adriana invitó a Rafael… ¿es en serio?Los tres jóvenes quedaron perplejos.Rafael, consciente de la tensión, dio un paso adelante con una sonrisa educada y respondió:—Señora Carmen, mucho gusto. Sin embargo, debo aclarar que este caballero aquí es mi jefe, José, el presidente del Grupo Torres.—¡Ay! —exclamó Carmen, poniéndose de pie rápidamente con una expresión respetuosa.Aunque ya había oído hablar del famoso José, era la primera vez que lo veía en persona. Su presencia imponente y su porte profesional no dejaban dudas de quién era.—Señor José, por favor, acompáñenos. —Carmen lo invitó con cortesía.José, aunque no estaba ansioso por ir, asintió y tomó asiento.La cena fue tensa. Carmen, tratando de aligerar el ambiente, hacía preguntas… pero casi todas dirigidas a Rafael. "¿Es cierto que no eres de Costa Sol? ¿Cómo te sientes aquí? ¿Tu familia aún vive en tu ciudad natal? ¿Desde cuándo conoces a Adriana?".Adriana no pudo contenerse más y carraspeó.—Mamá, ¿por qué
Al escuchar el alboroto de los medios en la entrada, la señora Blanco finalmente se calmó un poco.Gracia aprovechó el momento para escapar de los guardaespaldas. Sin importarle su cabello desordenado ni su maquillaje corrido, salió corriendo.—¡Maldita perra sin vergüenza! ¡Si vuelves a acercarte a mi marido, te mataré! —gritó la Señora Blanco desde atrás, todavía furiosa.Adriana, escondida detrás de la multitud con una gorra, observaba fríamente cómo Gracia se tropezó cuando intentó salir, haciéndola verse aún más ridícula.—¡Saquen a los periodistas! —ordenó Christian a sus subordinados.La señora Blanco, todavía jadeando, se dirigió a los periodistas:—¿Por qué siguen grabándome a mí? ¡La sinvergüenza se escapó! ¡Vayan tras ella!Por supuesto, algunos periodistas siguieron a Gracia. La cantidad de cámaras persiguiéndola era mucho mayor que la que solía ver en sus eventos de moda. Nunca imaginó que Lucía, al llamar a los medios, podría convocar a tantos en tan poco tiempo.Sin tiem