Adriana se plantó de nuevo frente a Pablo, mirándolo directamente a los ojos y rechazó sin rodeos:—Lo siento mucho, pero no puedo aceptar su propuesta.Pablo, sin levantar la mirada, pareció no darle importancia a su respuesta, y continuó diciendo: —Hace un momento, un hombre entró en esta habitación. Te has metido en problemas.—No hace falta que te preocupes por mí, Pablo. Ya lo he resuelto por mi cuenta, — insistió Adriana, firme en su negativa.Pablo entrecerró un poco los ojos. Era evidente que esta mujer, con su aguda inteligencia, ya había deducido que el hombre de aquella noche había sido él. ¿Realmente le desagradaba tanto la idea de casarse con él?Con un tono más sombrío y amenazante, Pablo añadió: —Pero puedo hacer que vuelva a aparecer otro hombre cuando quiera.Adriana se tensó. —¿Me estás amenazando?—No es mi intención, — respondió Pablo, su voz tranquila pero cargada de autoridad. —Solo quiero ofrecerte algo: si aceptas, el Grupo Torres te brindará todo el apoyo que n
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