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Capítulo 7 Aceptar la Pérdida.
Al escuchar los murmullos a su alrededor, donde todos comentaban que Adriana había sido quien había mantenido a flote la empresa de Carlos, Fernando e Isabel no podían estar más incómodos. A pesar de eso, forzaron unas lindas sonrisas en sus rostros.

Los ancianos del consejo de administración del Grupo López también aprovecharon rápidamente la situación para cerrar acuerdos con los socios, y en sus caras ahora se dibujaban gratas sonrisas de alivio.

Adriana, por su parte, observaba todo con calma, sin dejar que sus emociones afloraran, aunque una ligera chispa de astucia se escondía en su mirada. Entonces, rompió el silencio con una voz firme y clara:

—Las apuestas son apuestas, así que ahora disfrutemos de la canción que Elena nos va a ofrecer.

Su voz resonó por encima del bullicio, y solo entonces la gente recordó la apuesta que aún estaba pendiente. Elena, siendo una celebridad, ahora se veía obligada a cumplir, y todos comenzaron a animarla con gran expectación.

—Hoy tengo la garganta un poco irritada, — trató de excusarse de inmediato Elena, levantando las manos en señal de rechazo.

—¡Vamos! ¿A una gran estrella que ha lanzado sencillos le cuesta tanto cantar una canción?

—No busques pretextos, incluso con la voz afectada puedes cantar. ¿Acaso quieres que pensemos que tus canciones no las cantaste tú misma?

Acorralada, Elena no tuvo más opción que morderse los labios y subir temerosa al escenario, colocándose de mala gana frente al micrófono.

La música comenzó a sonar y Elena empezó a tararear con una voz baja. Sin embargo, el técnico de sonido, sincronizado con el plan, bajó el volumen de la música aún más, haciendo que la desafinación de su canto se escuchara con total claridad. La reacción del público no tardó en llegar.

—¿Qué demonios está cantando?

—¡Esta voz es realmente terrible!

—Recuerdo que sus sencillos sonaban bien, ¿será todo falso?

Carlos se dio cuenta en ese momento de lo que estaba pasando y, desesperado, dio instrucciones a los encargados del sonido: —¡¿Qué está pasando?! ¡Corten el sonido ahora mismo!

—Carlos, parece que el sistema de sonido tiene un fallo, no podemos detenerlo por ahora, — respondieron los técnicos.

—¡Desconecten la corriente! —gritó Carlos alterado.

Desconectar la corriente sumiría todo en la oscuridad, pero Carlos parecía dispuesto a hacer lo que fuera necesario para salvar a Elena. Este acto, por sí solo, generó algunos comentarios sarcásticos entre los asistentes. Algunos comenzaron a preguntarse por qué Carlos estaba dispuesto a hacer tanto por proteger a Elena, cuando no había movido un dedo por defender a su prometida cuando ella fue atacada.

Dos minutos después, los técnicos volvieron corriendo, jadeando: —Carlos, no sirve de nada. Alguien ha activado el generador de emergencia. Desconectar la corriente no solucionará nada.

—¡Ya basta! —gritó Carlos furioso, agotado.

Aunque Elena solo había cantado unas pocas líneas, su actuación había sido lo suficientemente desastrosa como para hacer que el público sintiera una incomodidad abrumadora. La desafinación era una cosa, pero Elena lo había llevado a un nuevo nivel, sonando como si estuviera entonando una canción lúgubre en lugar de una simple y delicada melodía.

Los murmullos se extendieron por la sala mientras Elena, con lágrimas en los ojos y la vergüenza consumiéndola, deseaba que la tierra se la tragara en ese mismo instante.

Desde el borde de la sala, Adriana observaba en detalle todo con una fría indiferencia. Este espectáculo no era más que el aperitivo para Elena y Carlos; aún les esperaba una sorpresa mucho mayor.

Aprovechando el caos, Adriana y Julia salieron discretamente del salón. Una vez afuera, Adriana le preguntó: —¿Tienes todo preparado?

—Puedes estar tranquila, — respondió Julia, dándole una palmada en su pecho. —Hemos instalado cámaras de vigilancia cubriendo todos los ángulos, sin puntos ciegos. Además, el micrófono que colocaste en el bolsillo de Carlos ya está siendo monitoreado.

—Esos dos traidores pagarán por todo esto, — dijo Julia, incapaz de contener su furia. Estaba claramente indignada y hablaba entre dientes, deseando que la justicia cayera sobre ellos.

Adriana le hizo un gesto para que bajara la voz, ya que su propia rabia ya se había calmado: —Lo que tenemos que hacer ahora es pasar a la ofensiva.

—¡Sí, es hora de contraatacar!

Julia respiró profundamente para calmarse un poco, y luego agregó: —Ah, por cierto, descubrimos que Elena había metido a un hombre en la habitación que tenías en el piso de arriba, pero ya nos encargamos de sacarlo. No habrá más problemas de este tipo esta noche.

Adriana aceptó. Parecía que el plan de Elena y Carlos era hacer que perdiera su virginidad antes de la boda, y luego exponerla para arruinar por completo su reputación. Pero, afortunadamente, todo seguía bajo su control.

—Aún así, creo que es probable que hayan intentado poner algo en tu bebida. No habrás bebido nada, ¿verdad? Deberías tener cuidado, — le advirtió Julia.

—Lo sé.

Adriana había sido cautelosa y no había tocado nada en la fiesta. Aun así, su frente se arrugó ligeramente mientras consideraba las posibles implicaciones: —La bebida puede ser una trampa incidental, pero para estar completamente segura, debería revisar la habitación por mí misma.

Para este evento, Carlos había invitado a varios miembros influyentes de la sociedad de Costa del Sol.

La fiesta tal vez se prolongaría hasta muy tarde, y dado que el Refugio Exclusivo estaba ubicado cerca del mar, Carlos había reservado muchas habitaciones en el piso superior para los invitados que necesitaran quedarse a dormir y asistir a la fiesta de compromiso al día siguiente.

Adriana tenía en su poder una llave maestra, proporcionada por un detective privado, que le permitiría acceder a cualquier habitación en el momento que lo deseara. Así que, sin perder tiempo, se dirigió a los pisos superiores, utilizando una entrada especial, y revisó varias habitaciones antes de llegar a la suya, situada al final del pasillo.

Cuando abrió la puerta, de repente lo que vio la dejó sin palabras.

Se suponía que ya habían despejado la habitación. ¿Por qué seguía habiendo un hombre adentro?

Y no era cualquier hombre.

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