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Capítulo 4 Despedida de Soltera.
—¡No lo niegues! Acabo de ver a la que será mi futura tía, y ella me confundió contigo, ¡incluso intentó…!

—Cuéntame todo lo que pasó cuando se encontraron, de inmediato. Pablo cortó las divagaciones de Diego con una voz grave.

Diego, sin atreverse a perder tiempo, relató en detalle lo sucedido en su encuentro. Por supuesto, solo mencionó la segunda mitad de la conversación, omitiendo la parte en la que él había coqueteado. La sola idea de que su tío descubriera que había tratado de seducir a su mujer le hacía temblar por completo.

—A partir de ahora, harás exactamente lo que yo te diga.

La fría voz del otro lado del teléfono no contenía emoción alguna, pero transmitía un escalofrío aterrador.

Después de salir del aeropuerto, Adriana tomó un taxi y se dirigió directo al hospital.

La familia López había hecho su fortuna en el sector de la salud, y aunque tras la muerte de su padre habían perdido algo de su influencia, seguían siendo uno de los grandes nombres de la industria.

Adriana fue directamente a la clínica en la que más confiaba para consultar a un especialista en ortopedia sobre su pie.

El médico le explicó con detenimiento que la lesión en su pie no era grave, pero el tratamiento incorrecto había empeorado la situación. Con el medicamento adecuado y suficiente reposo, aún había esperanza de una recuperación completa.

Sus ojos se tornaron sombríos. Cada vez que había ido al médico, había sido acompañada por Carlos, y siempre habían estado todos los detalles arreglados de antemano. Al parecer, el hombre al que amaba estaba dispuesto a ser cruel hasta en lo más íntimo.

Tras recoger con ansias su medicación, se dirigió a la sala de rehabilitación para un masaje terapéutico.

Miró el reloj de la pared. A esa hora, Carlos debía seguir creyendo que ella estaba en Nueva Brisa, así que decidió aprovechar y gestionó su ingreso en el hospital para quedarse allí un tiempo.

Al día siguiente, al caer la tarde, Adriana completó su tratamiento de recuperación y salió alegre del hospital. De inmediato tomó un coche en dirección a el Refugio Exclusivo, donde Carlos había insistido en organizarle una fiesta de despedida de soltera.

Antes, había pensado que ese gesto mostraba lo mucho que él la valoraba. Ahora, comprendía que tal vez todo formaba parte del plan de Carlos y Elena para engañarla y destruirla.

Tenía mucho que planear.

Cuando entró al salón de la fiesta, lo primero que vio fue a Carlos y Elena charlando alegremente juntos.

Carlos la vio entrar, y sin prestar atención alguna la mirada inquisitiva de Adriana, habló en defensa de Elena:

—Adriana, ayer ni siquiera tuve tiempo de preguntarte. Como no pudiste reunirte con el agente de Diego, ¿lograste al menos adelantar algo para ayudar a Elena? ¿Crees que el Grupo Torres podría, en secreto, apoyar para que seleccionen a Elena para participar en el baile de debutantes?

Los ojos de Adriana se nublaron por un momento. ¿Había sido siempre tan ingenua?

Carlos y Elena eran descaradamente transparentes en su vil traición, justo delante de ella.

Con su mirada endurecida, Adriana respondió: —Por supuesto.

—¡Fantástico!

Carlos no pudo en ese instante contener su alegría: —¡Sabía que lo lograrías! Entonces, ponte en marcha para preparar la campaña de lanzamiento de Elena.

¿Se había olvidado de que mañana era su fiesta de compromiso?

Al ver que Adriana permanecía inmóvil, Elena intervino, con un aire de superioridad: —Gracias, Adriana. Bueno, los dejo para que sigan conversando. No quiero interrumpir.

Elena se fue, y Adriana se giró de manera intencionada para bloquear la vista de Carlos, esbozando una sonrisa mientras lo miraba.

—Querida, te ves hermosa esta noche. —Carlos finalmente la miró con atención.

Adriana sonrió y aceptó, levantando una copa de champán que estaba a su alcance.

—¡Por nosotros! —dijo, alzando su copa.

El tintineo de las copas al chocar resonó en el aire, un sonido agudo que hizo estremecer a Carlos.

Esa noche, Adriana llevaba un traje negro ajustado con un profundo escote en V, resaltando cada curva de su esbelta figura. Sus ojos brillaban con una intensidad inusual, como si se hubiera transformado en otra persona.

Carlos respondió con una sonrisa, levantando su copa en retorno y, casi sin pensarlo, rodeó su diminuta cintura con el brazo.

Adriana entrecerró los ojos, conteniendo el fuerte disgusto que sentía por dentro, mientras deslizaba su mano alrededor de su cuello, aprovechando el gesto para introducir un pequeño dispositivo de escucha en el bolsillo de su chaqueta.

Antes de que pudieran continuar hablando, el teléfono de Carlos comenzó a sonar de manera insistente. Con una sonrisa incómoda, miró la pantalla y cortó la llamada. —Es tu despedida de soltera, así que no quiero que te molesten. ¡Diviértete!

Observando cómo Carlos se alejaba apresurado, Adriana supo que iba a reunirse con Elena.

No podría culparla si ahora tomaba medidas drásticas contra Carlos y Elena.

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