Sinopsis Roxanne Meyers ha sido traicionada por su esposo, un adicto a las apuestas. Justo cuando estaba esperando un hijo, el destino le da un golpe devastador: encuentra a su esposo siéndole infiel con su propia prima. En medio de su desgracia, aparece Salvatore Gianluca, un temido mafioso al que su esposo le debe una fortuna. Para cobrar la deuda, Salvatore se lleva a Roxanne, consciente de que a su esposo no le importa, pero haciéndola creer que tiene que pagar el precio... con un hijo, el hijo que ella está esperando. Lo que comienza como un frío contrato de maternidad subrogada no asentida por parte de ella, termina en una interminable lucha por Roxanne para salvarse de Salvatore, quien no la dejara ir tan fácilmente. Sin embargo, las emociones entre Roxanne y Salvatore se vuelven irresistibles, arrastrándola cada vez más hacia él. Pero, mientras los sentimientos florecen, hay algo que los mantiene divididos: el hijo que Salvatore desea y que Roxanne no está dispuesta a perder. ¿Podrá Roxanne salir ilesa de esta peligrosa relación o terminará sucumbiendo a las redes del implacable Salvatore?
Leer másTiempo despuésSalvatore Gianluca Ajusté el corbatín y me miré en el espejo. Mi barba estaba un poco más larga, y mis ojos, marcados por el tiempo, reflejaban un hombre más serio, más maduro.No es cierto, no era el tiempo ¡bromeaba! Seguía igual de seductor… solo habían pasado tres años. Pero entre Hope y Roxanne me estaban volviendo loco, robándome toda la calma.—¡Papi!La vocecita irrumpió en la habitación y suspiré antes de girarme.Qué chulada de mujercita.Vestida con un traje rosa pastel, su cabello ondulado recogido en dos coletas, su piel blanca y esas mejillas regordetas teñidas de un suave rosa… era perfecta.—Aquí está la reina de papá. —La alcé en brazos y besé su carita, embobado con sus ojos grises.—Papi, dice la mamá que si ya estás listo… que pareces señorita arreglándote.Rodé los ojos y negué con la cabeza.—Tu mamá es un poco grosera, no le hagas caso. Y sí, ya estoy listo.Unos pasos de tacones afilados resonaron en la habitación, y su perfume, ese que siempre
Salvatore Gianluca Logramos detener el ataque, aunque frente a nosotros todo estaba teñido por un visceral río de sangre. Sacudí la cabeza y me dirigí hacia donde yacía Violetta.Seguía con vida, custodiada por dos de sus hombres que intentaban auxiliarla. Verla en ese estado me provocó sentimientos encontrados: si la dejaba vivir, seguiría con su maldito hostigamiento; si la mataba, su padre vendría por mí, por todos nosotros. Y la furia de aquel capo era incontrolable.—Salvatore... ¡máteme! —susurró con voz débil, un escalofrío recorrió mi espalda—. Máteme, porque si me dejas viva, te juro que haré de tu vida un infierno. No importa dónde te escondas, iré por ti... y te mataré.—Si te mato, será tu padre quien venga por mí.Violetta tosió y un chorro de sangre escapó de su boca.—Mi padre está muerto —soltó con una sonrisa torcida—. Siempre se opuso a mis planes, intentó detenerme, pero ya sabes... los accidentes domésticos pasan todos los días.¿Qué? ¿Había matado a su propio pad
Salvatore GianlucaAl ver a esos hombres frente a mí, supe que mi destino estaba escrito. Di dos pasos hacia adelante con cautela. Sus ojos eran como verdugos acechando mis movimientos, y por un momento llegué a pensar que ese sería mi fin.—¿Quién los mandó? ¡Respondan! —grité.Dos de los hombres se rieron entre ellos, pero nadie dijo nada. Eso sí que era una verdadera tortura; odiaba el silencio y la incertidumbre.De repente, la puerta principal se abrió lentamente, y el chirrido de unos tacones resonó en la sala. Un llamativo aroma a perfume de mujer invadió el aire, y me estremecí.—¿Qué...? —titubeé al verla.—Salvatore, cariño, ¿cómo estás? Perdona la interrupción, pero a veces me gusta jugar un poco rudo.—¿Qué estás haciendo aquí? —bajé las manos y la miré, completamente confundido.—Ya sé que contigo las cosas no son fáciles, Salvatore. Por eso decidí venir por ti personalmente. No puedes seguir escapando de tu destino, mi amor.—¿Mi amor? ¡Estás completamente loca! —me cruc
Salvatore Gianluca. Fruncí el ceño al ver el gesto de mi escolta y respiré hondo, intentando calmarme.—Bueno, dejemos los sentimentalismos y pongamos la cabeza en lo importante. Necesito que todo esté listo lo más pronto posible. ¿Cuento contigo, Zane?—Cuenta conmigo, señor.—Perfecto. Tienes dos días. Son doscientos hombres, no cien, ni ciento cincuenta, son doscientos. Vamos a atacar a Renato de frente, sin rodeos, y depende de ti que la información no se filtre. No le dirás a nuestros hombres a dónde vamos. Simplemente llegaremos al lugar.—Dos días es muy poco, señor. Dame más tiempo.Me acerqué a Zane, chasqueando los dientes, consciente de que me estaba sacando de mis casillas. Rugí.—Escucha, Zane, puedes ser como un hermano para mí, pero en este momento no hay tiempo, y mucho menos margen para cometer errores. Es sencillo: necesito que organices todo. Evidentemente, voy a ayudarte con eso, pero necesito tu máximo esfuerzo. Renato me respira en la nuca. ¿Olvidas lo que nos
Salvatore Gianluca Consumido por el placer, recorría su cuerpo con la yema de mis dedos, maravillado por el don sublime de las mujeres: concebir vida. Sí, yo había puesto la semilla para que esa concepción fuera posible, pero Roxanne lo había entregado todo.Sus pechos, se descolgaban un poco de su posición, y sus pezones marrones estaban un poco ajados producto de la lactancia. Bajo ellos, una línea tenue aún se desvanecía, y su vientre, aunque no del todo plano, llevaba las huellas de la vida que había albergado. Sus caderas eran más anchas, su piel adornada con algunas estrías, testigos silenciosos de su transformación.En otro tiempo, quizá esas marcas no habrían sido de mi agrado, pero ahora, al recorrer cada centímetro de Roxanne, sentía que tocaba el cielo. Su cuerpo era mi adoración, y cada una de sus imperfecciones, mi deleite. Besarlas, venerarlas, jugar con sus senos, y, ¿por qué no?, concebir más hijos con ella.Roxanne comenzó a quedarse dormida. Su respiración se volvía
Salvatore Gianluca Era el hombre más detestable del universo. No podía tener cámaras en toda la casa, pero, aun así, las tenía. Y justo ahora estaba observando la de la habitación de Roxanne. Fue imposible no verla, con esas pequeñas manos, entregándose al placer.Yo nunca había sido fanático de masturbarme, pero esta vez no pude evitarlo. Verla disfrutar me hizo perder el control. Sin embargo, algo me desconcertaba: ¿lo hacía por mí o simplemente se dejaba llevar, pensando en otro hombre? ¿Acaso en mi ausencia hubo alguien más? Solo imaginarlo hacía que las manos me temblaran y los celos me devoraran por dentro.Pero, en el fondo, una pequeña esperanza ardía en mi pecho. ¿Y si, en realidad, pensaba en mí? La idea me consumió tanto que, cuando ella salió de la habitación, decidí hacerlo también. Necesitaba una excusa, cualquier pretexto que me permitiera saber si lo que había sentido tenía algo que ver conmigo.—Salvatore, hay que descansar.—Sí, debemos descansar —respondí, aunque mi
Roxanne Meyers—Salvatore… te necesito.Él me miró completamente confundido, se cruzó de brazos y negó con la cabeza. ¡Maldita sea! ¿Qué acabo de decir?—Quiero decir, Salvatore, que te necesito porque Hope ya no tiene pañales ni artículos de aseo y, bueno, ya sabes cómo es con los bebés… Está en plena etapa de cambio y pues… —Los nervios me jugaron una mala pasada.Él dirigió la mirada hacia las escaleras de la mansión y, justo en ese momento, unas empleadas subían con cajas repletas de pañales y cosas de bebé. Me sentí como una completa estúpida y simplemente esbocé una sonrisa con la comisura de los labios.—Creo que con eso estará bien por unos días, mientras decidimos salir a hacer algunas compras. ¿Está bien? —dijo con voz seria.Parecía que el Salvatore que había salido hace solo unos minutos de mi habitación había desaparecido.Bajé la mirada, sintiéndome la estúpida más miserable, y solo asentí dos veces con la cabeza.—Si, claro está bien, gracias.Seguí jugueteando con mis
Roxanne Meyers Salvatore era lo peor. Si creía que iba a convertirme en su juguete cada vez que le diera la gana, estaba completamente equivocado. Mi corazón y mi mente no estaban dispuestos para él… o eso pensaba, porque con cada uno de sus actos, lograba quebrar mi resistencia, volviéndome más débil. Lo vi acercarse a Hope, y la imagen de sus rostros juntos me estremeció. ¿Cómo no hacerlo? Eran padre e hija, aunque admitirlo me doliera. Entonces, Salvatore rompió en llanto como un niño pequeño. Su pecho subía y bajaba con fuerza, sus sollozos eran profundos, desgarradores. No era solo dolor, era algo más hondo, algo que le nacía desde el alma.Su rostro se enrojeció mientras sus manos rodeaban con fuerza a nuestra pequeña. En ese instante, aunque solo por un par de minutos, comprendí que él también la necesitaba. No podía negarlo, la conexión entre ellos era innegable, algo que iba más allá de lo que fuera nuestra relación.Él no me dijo una sola palabra más, simplemente le dio un
Salvatore Gianluca¡Maldita sea!Ese cálido aliento que atravesaba mis fosas nasales, esa respiración agitada y sus labios temblando me incitaban al placer. No me pude resistir y terminé plantando mis labios sobre los suyos, pero Roxanne se resistió y dio dos pasos hacia atrás, dejándome la boca estirada.—¿Qué te pasa, Salvatore? —Roxanne me miró furiosa; sus ojos ardían como fuego.—Te deseo.—¿Qué? —Se echó dos pasos hacia atrás y negó con la cabeza—. ¿Me deseas? ¿Lo único que te inspiro es eso, SEXO? —Esa última palabra la dijo con fastidio.—¿Sexo? ¿Por qué siempre debes ser tan despectiva, Roxanne? No he tenido sexo contigo, te deseo porque eres la mujer que me gusta, eres la madre de mi hija. ¡Mierda! ¿Por qué siempre hablas de esa manera?—Ah, ¿no? ahora simplemente quieres matar dos pájaros de un solo tiro? Que rapaz eres, Salvatore, ¡como siempre! Maldito. —refunfuñó entre dientes, y aunque pude haberme puesto molesto por su pésima actitud, me hizo sonreír, es que si quería