Aiden, un alfa poderoso y renombrado, lleva una existencia marcada por la culpa y el arrepentimiento. Su Luna, Anya, la mujer destinada a compartir su vida, desapareció misteriosamente tras una acalorada discusión en la que sus palabras hirientes la llevaron a huir. Desesperado por recuperar a la mujer que ama, Aiden emprende una búsqueda incansable, recorriendo territorios desconocidos y enfrentando peligros inimaginables. Mientras tanto, Anya se refugia en una remota aldea, donde intenta reconstruir su vida lejos del dolor y la traición. A pesar de su deseo de olvidar, el recuerdo de Aiden sigue presente, atormentándola con la duda de si alguna vez podrá perdonarlo. La tensión entre las dos manadas, la de Aiden y una rival, alcanza su punto máximo cuando un antiguo enemigo ataca el territorio de Silver Creek. Con su manada al borde de la destrucción, Aiden se ve obligado a pedir ayuda. Es entonces cuando Anya, al enterarse del peligro que corre su antiguo amor, decide regresar, impulsada por un complejo entramado de emociones: amor, dolor, resentimiento y lealtad. El reencuentro entre ambos es explosivo. Aiden, humillado y arrepentido, suplica el perdón de Anya, mientras ella lucha por superar el daño causado. Juntos deberán enfrentar no solo al enemigo externo, sino también los demonios internos que los atormentan. La reconciliación no será fácil, pues las heridas aún están abiertas y la desconfianza acecha en cada esquina.
Leer másNarrado por AidenEl crepitar del fuego en la chimenea apenas lograba mitigar el frío que se había instalado en mi interior. Anya descansaba en la cama, su respiración aún frágil, pero constante. Habíamos enfrentado la muerte y regresado, pero la sensación de peligro inminente no nos abandonaba.Mientras observaba las llamas danzar, una inquietud creciente se apoderaba de mí. Morgana había sido derrotada, pero su influencia oscura persistía. Sabía que no podíamos bajar la guardia; el enemigo podía estar más cerca de lo que imaginábamos.Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos. Me levanté con cautela, colocando una mano sobre la empuñadura de mi espada.—¿Quién es? —pregunté, mi voz firme.—Soy yo, Marcus —respondió una voz familiar.Abrí la puerta y encontré a Marcus empapado por la lluvia, su expresión grave.—Necesitamos hablar —dijo, entrando sin esperar invitación.Cerré la puerta tras él y lo seguí hasta la mesa. Marcus se quitó la capa mojada y se pasó una mano por el
Narrado por AidenEl frío de la noche se filtraba por las rendijas de la cabaña, pero no era nada comparado con el hielo que sentía en mi interior. Anya yacía en la cama, su respiración apenas perceptible, su piel pálida como la luna que se asomaba tímidamente entre las nubes. Había sacrificado parte de su esencia para liberarme del abismo en el que Morgana me había sumido, y ahora su vida pendía de un hilo.Me arrodillé a su lado, tomando su mano entre las mías. Un torrente de emociones me embargaba: culpa, desesperación, amor. Observé su rostro sereno, recordando cada risa compartida, cada promesa susurrada en la oscuridad. No podía permitir que su sacrificio fuera en vano.—Anya, por favor, regresa a mí —susurré, mi voz quebrándose.Elara, que había estado preparando pociones y ungüentos en la mesa cercana, se acercó con una expresión grave.—Aiden, hemos intentado todo lo que está a nuestro alcance. Su espíritu está debilitado, atrapado entre este mundo y el siguiente.La miré, la
Narrado por AnyaEl crepitar del fuego en la chimenea era el único sonido que rompía el silencio opresivo de la cabaña. Las sombras danzaban en las paredes de madera, reflejando el tumulto que se desataba en mi interior. Aiden seguía desaparecido, y aunque todos a mi alrededor parecían resignarse a su pérdida, yo me aferraba a la certeza de nuestro vínculo. Lo sentía, débil pero persistente, como un hilo de plata que se negaba a romperse.Elara entró en la habitación, su expresión grave. Habíamos pasado días buscando respuestas, consultando a sabios y explorando antiguos grimorios, pero cada pista parecía desvanecerse en la nada.—Anya, hemos hecho todo lo posible —dijo suavemente, acercándose—. Tal vez es momento de aceptar...—¡No! —la interrumpí, levantándome de golpe—. Él está vivo, Elara. Lo siento en lo más profundo de mi ser. No puedo... no voy a rendirme.Ella suspiró, sus ojos reflejando una mezcla de compasión y preocupación.—Entiendo tu dolor, pero necesitamos ser realista
Narrado por AnyaEl eco de la explosión aún resonaba en mis oídos mientras observaba el cráter donde Aiden y Morgana habían desaparecido. El mundo parecía haberse detenido en ese instante, congelado en una imagen de devastación y pérdida. Mis piernas cedieron, y caí de rodillas, incapaz de procesar la magnitud de lo que acababa de suceder.—Aiden... —mi voz se quebró en un susurro ahogado.La mujer encapuchada, nuestra inesperada aliada, se arrodilló a mi lado, colocando una mano reconfortante en mi hombro. Pero su toque, aunque bienintencionado, no podía penetrar la barrera de dolor que se alzaba a mi alrededor.—Debemos irnos, Anya. No es seguro permanecer aquí. —Su voz era firme, pero teñida de compasión.Negué con la cabeza, las lágrimas nublando mi visión.—No puedo... no puedo dejarlo aquí. Él... él no se ha ido. Lo siento.Ella frunció el ceño, mirando el vacío donde antes se encontraba Aiden.—Anya, lo que sientes es el residuo del vínculo que compartían. Pero él...—¡No! —gri
Narrado por AidenEl aire en la mazmorra se volvió denso, cargado de una energía oscura que parecía absorber la luz de las antorchas. Morgana se erguía ante nosotros, su figura envuelta en sombras que danzaban a su alrededor. Sus ojos, dos pozos de oscuridad insondable, nos observaban con una mezcla de desprecio y diversión.—¿De verdad pensaron que podrían infiltrarse en mi fortaleza y escapar con vida? —su voz resonó, fría y cortante, como el filo de una daga.Anya, aún apoyada en mi brazo, intentó erguirse con determinación, pero su debilidad era evidente. Marcus y Ragnar se colocaron a mi flanco, formando una barrera protectora. Sabíamos que enfrentarnos a Morgana en su propio territorio era una locura, pero no teníamos otra opción.—No permitiré que te la lleves —declaré, intentando mantener la firmeza en mi voz.Morgana soltó una risa amarga.—Oh, Aiden, siempre tan valiente y estúpido. Anya es la clave para desatar un poder que ni siquiera puedes imaginar. Y tú... tú no eres má
Narrado por AidenEl viento frío cortaba mi rostro mientras avanzábamos por el sendero oculto en el bosque. Marcus y Ragnar me seguían de cerca, sus pasos silenciosos pero cargados de determinación. Cada segundo que pasaba sin Anya a mi lado era una daga clavada en mi corazón.—Estamos cerca —murmuró Marcus, consultando un mapa antiguo que había recuperado de los archivos de la manada—. Según esto, la fortaleza de Morgana debería estar más adelante.Asentí, apretando los puños. La ira y la desesperación se mezclaban en mi interior, pero sabía que necesitaba mantener la cabeza fría. Anya dependía de nosotros.De repente, Ragnar levantó una mano, indicándonos que nos detuviéramos. Afiné el oído y percibí un susurro en el aire, un murmullo de voces que se acercaban. Nos ocultamos entre la maleza, conteniendo la respiración.Dos figuras encapuchadas emergieron del sendero opuesto, conversando en voz baja. Pude distinguir fragmentos de su conversación.—...la prisionera está resistiendo má
Narrado por AnyaDesperté con un dolor punzante en la cabeza y una sensación de frío que calaba hasta los huesos. Mis muñecas estaban atadas por grilletes de hierro, y una cadena pesada me mantenía anclada a la pared de piedra húmeda. La oscuridad era casi total, interrumpida solo por el tenue resplandor de antorchas lejanas que proyectaban sombras danzantes en las paredes mohosas.Intenté recordar cómo había llegado aquí. Fragmentos de memoria se arremolinaban en mi mente: la cabaña, Aiden, la irrupción violenta de los encapuchados, el dolor lacerante al ser arrancada de su lado. Un escalofrío recorrió mi columna al recordar la voz de Morgana susurrando mi nombre.—Despierta, querida —la voz suave y venenosa resonó en la penumbra.Giré la cabeza y la vi. Morgana emergió de las sombras, su figura esbelta envuelta en una túnica negra que parecía absorber la poca luz que había. Sus ojos, dos pozos de oscuridad insondable, me observaban con una mezcla de curiosidad y triunfo.—¿Dónde est
Narrado por AnyaEl eco de mis propios gritos rebotaba en las paredes de piedra. Mis muñecas ardían por las cadenas de hierro encantadas que las sujetaban sobre mi cabeza, suspendida en el aire como un sacrificio esperando su sentencia. Cada vez que intentaba convocar mi magia, un dolor desgarrador me atravesaba el cuerpo, como si la misma oscuridad que me rodeaba se alimentara de mi poder.Morgana me observaba desde su trono improvisado, con una sonrisa burlona curvando sus labios. Sus ojos, dos pozos de maldad y conocimiento prohibido, brillaban con una satisfacción oscura.—No lucharías tanto si entendieras lo que realmente eres —susurró, inclinándose hacia adelante.Le devolví una mirada llena de odio, a pesar del temblor de mi cuerpo.—No eres nada más que una bruja podrida que juega con sombras. No me doblegaré ante ti.Morgana soltó una risa grave, resonante. Se puso de pie con una gracia pavorosa, caminando en círculos a mi alrededor como un depredador estudiando a su presa.—
Narrado por AnyaEl frío me despertó antes que el dolor. Una brisa helada recorrió mi piel desnuda, haciéndome estremecer mientras abría los ojos con lentitud. La oscuridad me rodeaba, pero no era solo la ausencia de luz. Era un vacío, un abismo de energía oscura que se cernía sobre mí, pesando en mi pecho como una piedra. Intenté moverme, pero mis extremidades estaban atadas con cadenas de un material gélido que vibraba con una magia oscura.—Despierta, niña —una voz sedosa y cruel retumbó en la penumbra.Reconocí ese tono de inmediato. Morgana.Mi pulso se aceleró, la rabia y el miedo batiéndose en mi interior mientras forzaba mi vista a ajustarse a la penumbra. La bruja caminaba en círculos a mi alrededor, su silueta apenas iluminada por el resplandor tenue de las runas grabadas en el suelo. Cada símbolo emitía un brillo enfermizo, pulsando como si latiera con vida propia.—Sabía que eras especial, pero no imaginé que te rendirías tan fácilmente —continuó con una sonrisa burlona—.