Narrado por Anya
Las noches en la aldea son distintas. Hay algo en la quietud que parece intentar apaciguar el caos dentro de mí, pero no lo logra. Nunca lo hace. La serenidad del lugar, el aire limpio y el silencio, no pueden acallar las voces que llevo dentro. La aldea es mi refugio, sí, pero también es mi cárcel. Un lugar donde vine a esconderme del dolor, y sin embargo, sigo atrapada en él.
Es extraño cómo el destino juega sus cartas. Hace solo unos meses, la vida que conocía desapareció. Todo lo que pensé que tenía bajo control, todo lo que creía saber sobre mí misma, se desmoronó en un instante. Unas palabras. Solo eso bastó para romperme.
Aiden.
No puedo decir que lo he olvidado, aunque lo he intentado. Lo intenté durante semanas, durante noches interminables en las que cerraba los ojos y rogaba por no soñar con él. Pero el vínculo que compartimos no es algo que simplemente se pueda borrar. La conexión entre un Alfa y su Luna es poderosa, casi insoportable. Se siente en la piel, en los huesos, incluso cuando intentas ignorarla. Es un lazo que no puedes cortar tan fácilmente.
Aquí, en esta aldea, la vida es diferente. Las personas son tranquilas, amables. No saben nada de guerras entre manadas, de Alfas y Lunas, de la política despiadada que define nuestra existencia. Ellos solo saben de la tierra, de los ciclos de la cosecha, del flujo constante de las estaciones. Es un mundo ajeno al mío, y a veces me encuentro envidiándolos por esa ignorancia.
Pero no importa cuánto intente adaptarme a su paz, el pasado siempre me encuentra.
Era una tarde cualquiera, o al menos lo parecía. El sol se estaba poniendo lentamente, bañando los campos de trigo con un suave resplandor dorado. Estaba ayudando a Fiona, la mujer que me acogió cuando llegué, a recoger algunas hierbas cerca del bosque. Había algo casi terapéutico en la repetición de la tarea, en el suave crujir de las plantas bajo mis manos.
—¿Lo has sentido? —la voz de Fiona rompió el silencio de repente.
La miré de reojo, sin entender a qué se refería. Había algo en su tono que me inquietó, algo que parecía sugerir que había más detrás de sus palabras. Fiona era una mujer sabia, conocía las energías de la naturaleza mejor que nadie en la aldea. Sabía más de lo que decía.
—¿Sentir qué? —pregunté, intentando mantener mi voz neutral, aunque el ligero escalofrío en mi columna me delató.
Ella no respondió de inmediato. Continuó recogiendo las hierbas, pero su mirada estaba perdida en el horizonte, como si estuviera escuchando algo que yo no podía oír. Finalmente, dejó caer las plantas en su canasta y se volvió hacia mí.
—Hay voces en el viento, Anya. Voces que traen noticias de lugares lejanos.
Mi corazón comenzó a latir más rápido. Noticias de lugares lejanos. Sabía lo que eso significaba. Sabía lo que estaba tratando de decir sin palabras. Llevaba semanas aquí, refugiándome de mi propia realidad, pero no podía evitar que el mundo exterior me alcanzara. Y ahora, las noticias finalmente habían llegado. Noticias que involucraban a él.
—¿Qué has oído? —pregunté, aunque una parte de mí temía la respuesta.
Fiona me miró con esos ojos penetrantes que siempre parecían saber más de lo que dejaban ver. Había un peso en su mirada, un entendimiento que venía de haber visto muchas cosas en su vida. Se acercó a mí, tomando mi mano en un gesto que pretendía ser reconfortante, pero solo aumentó mi ansiedad.
—He oído que tu Alfa te está buscando.
Esas palabras cayeron sobre mí como una losa. Aiden. Siempre él. Mi respiración se aceleró, y sentí cómo el dolor, la traición, y una oleada de emociones que creía enterradas comenzaron a agitarse dentro de mí. Había intentado tanto dejarlo atrás, pero la simple mención de su nombre volvía a abrir las heridas que aún no habían cicatrizado del todo.
—No lo llames mi Alfa —le dije, con más dureza de la que pretendía. No quería sonar cruel, pero el resentimiento me invadió de golpe. No es mi Alfa. No después de lo que hizo, de las palabras que me lanzó como dagas en nuestra última discusión.
Fiona asintió lentamente, comprendiendo que el vínculo entre un Alfa y su Luna era más complejo de lo que cualquiera podría imaginar. Sabía que mi huida no había sido solo física. Me estaba escapando de él, de mí misma, de lo que significaba ser su Luna.
—Como quieras llamarlo —continuó ella suavemente—, pero eso no cambia el hecho de que él te está buscando. Y no solo eso. Dicen que hay problemas en su manada, que están al borde de una guerra con los lobos de Blackwood.
Blackwood. Solo ese nombre ya era suficiente para encender una alarma en mi mente. Jax, el Alfa de Blackwood, era peligroso. Siempre lo había sido. Ambicioso, manipulador. Si había una oportunidad para debilitar a Aiden, Jax la tomaría sin dudarlo. Y sin mí... sin mí al lado de Aiden, él estaba vulnerable.
Sentí un nudo formarse en mi estómago. La manada está en peligro. La manada que también era mía, aunque intentara olvidarlo. No solo era Aiden quien me necesitaba, sino también los demás. Mis hermanos y hermanas, aquellos que me habían aceptado como su Luna. Y aunque mi corazón estaba lleno de dolor y resentimiento hacia Aiden, no podía ignorar mi responsabilidad hacia ellos.
—No puedo volver —murmuré, más para mí misma que para Fiona.
No quería volver. No quería enfrentar a Aiden, no quería ver su rostro y recordar todo lo que perdimos. No quería sentir esa conexión que siempre me debilitaba. Pero también sabía que no podía seguir huyendo para siempre.
—Tú sabrás cuándo sea el momento —dijo Fiona, como si hubiera leído mis pensamientos—. Pero no puedes ignorar lo que eres. Lo que ambos son. Él es tu Alfa, y tú eres su Luna. Están destinados a estar juntos, aunque el camino sea doloroso.
Destinados. Esa palabra siempre me había parecido una maldición. ¿Qué tipo de destino nos unía si solo nos traía sufrimiento? Pero incluso mientras maldecía nuestro destino, una parte de mí sabía que Fiona tenía razón. No podía ignorar lo que era.
Las voces en el viento continuaban susurrando, trayendo consigo noticias de guerra, de dolor, de la inminente destrucción que podría caer sobre Silver Creek. Y mientras esas voces resonaban en mi mente, supe que mi tiempo en la aldea estaba llegando a su fin.
No podía seguir escondiéndome. No mientras mi manada estaba en peligro. No mientras Aiden seguía buscándome.
Pero tampoco podía perdonarlo tan fácilmente. No después de todo lo que habíamos pasado.
Esa noche, me quedé despierta durante horas, mirando el cielo estrellado desde la pequeña ventana de mi habitación. Sabía que debía tomar una decisión pronto, pero mi corazón estaba dividido. Entre el deber y el resentimiento, entre el amor y el dolor.
No sería fácil volver. Pero quizás era inevitable.
Al final, las voces en la oscuridad siempre encuentran una manera de hacerse oír.
Narrado por AidenEl aire en el campamento es pesado, saturado de la tensión que no necesita palabras para hacerse evidente. Mis guerreros se mueven en silencio, pero el eco de la incertidumbre retumba en sus pasos. Puedo sentirlo en la forma en que evitan mi mirada, en cómo sus hombros caen ligeramente cuando creen que no los observo. La manada está tambaleando, y sé que gran parte de eso es culpa mía.No soy el Alfa que solía ser. No puedo serlo. No sin ella.Me paro frente a la ventana de mi cabaña, observando el horizonte. La tierra que he protegido durante años parece más ajena ahora, como si cada roca y árbol me recordara la ausencia de Anya. Mis manos, que alguna vez fueron capaces de desmembrar a cualquier enemigo que se atreviera a amenazar nuestro territorio, ahora se sienten vacías. El vínculo entre un Alfa y su Luna no es algo que cualquiera pueda entender. Es una conexión que fortalece no solo a la pareja, sino a toda la manada. Y sin ella, no estoy completo.Mi mente reg
Narrado por AnyaEl aire en esta pequeña aldea siempre ha sido diferente. Aquí, las montañas parecen estar más cerca del cielo, y los días transcurren como si el tiempo no tuviera prisa en alcanzarlos. Los habitantes viven con una calma que he envidiado desde que llegué, buscando refugio. Intentando huir.Pero la paz externa no es capaz de sofocar las tormentas internas. Mi pasado me persigue, y no importa cuán lejos me aleje de Silver Creek, de Aiden, no puedo escapar de las sombras que me atan a él.Aiden. El nombre duele, pero sigue siendo familiar. Como un viejo eco que no desaparece. Me había prometido a mí misma que dejaría atrás todo lo que él representaba. El dolor, la traición, el resentimiento. Pero el peso de nuestra conexión, el vínculo que compartimos, es más fuerte de lo que jamás imaginé. Ser su Luna no fue solo un título; fue la promesa de una vida que nunca pensé que tendría, hasta que él la destruyó con unas pocas palabras llenas de ira.Estoy sentada junto a la vent
Narrado por Aiden El viento de las montañas me trae su recuerdo. No es el aroma exacto, pero hay algo en el aire que me recuerda a ella. A su esencia. Anya. Mi Luna. Mi todo. A veces, me pregunto si estoy volviéndome loco, si el dolor de su ausencia es tan profundo que mi mente empieza a crear fantasmas donde no los hay. Pero no. No puedo dudar del vínculo que compartimos, aunque ahora parezca desvanecido, apenas un eco lejano de lo que alguna vez fue.Me paro en lo alto de la colina que da vista al territorio de Silver Creek. Desde aquí, puedo ver los bordes de nuestras tierras, vigiladas con esmero, pero cada vez más acosadas por las manadas rivales. La amenaza de guerra ha crecido. El Alfa de la manada del sur, Jax, siempre ha sido ambicioso, y la ausencia de Anya no ha hecho más que darle una oportunidad para atacarnos. Sabe que estamos vulnerables.La falta de mi Luna me debilita. Los Alfas lo saben. Y ahora, mis guerreros comienzan a dudar. He notado cómo me miran de reojo en l
Narrado por AnyaEl sonido del viento silbando entre los árboles me despierta. Me giro en la cama, abrazando la manta que apenas me protege del frío de esta pequeña cabaña. La aldea es tranquila, demasiado tranquila. A veces pienso que la paz que buscaba al huir de Silver Creek fue un espejismo, una mentira que me conté para evitar enfrentar la realidad de lo que dejé atrás.Aquí, en este remoto rincón del mundo, la vida es simple. Las montañas son imponentes, el bosque siempre verde y lleno de vida. Pero yo... estoy atrapada. Tantas veces intenté convencerme de que huir era lo mejor, que alejarme de Aiden era lo correcto. Después de todo, ¿cómo podría volver a confiar en él después de lo que dijo? Las palabras hirientes siguen reverberando en mi mente, como si hubiera ocurrido ayer.Me levanto lentamente y camino hacia la pequeña ventana de la cabaña. Afuera, el sol apenas comienza a asomarse por las montañas. El amanecer aquí es hermoso, un lienzo de colores cálidos que tiñe el ciel
Narrado por AidenEl sol apenas comienza a alzarse sobre el horizonte, pero mi mente lleva horas despierta. El aire es frío, denso, cargado con la promesa de un conflicto que se avecina. La guerra está a nuestras puertas. El rugido de los guerreros en el campamento es un recordatorio constante de que cada minuto cuenta, que cada decisión puede significar la vida o la muerte para los nuestros. Pero dentro de mí, todo está en caos.Me quedo mirando el mapa extendido frente a mí, pero los límites del territorio de Silver Creek parecen un enredo confuso. Las marcas de los ataques recientes de la manada de Ethan están claramente dibujadas en rojo, cada punto más cercano a nuestras fronteras. Mis manos se aferran a los bordes del mapa, y siento la tensión en cada fibra de mi cuerpo.¿Cómo hemos llegado a esto?Las noches son cada vez más largas y vacías sin ella. Anya. Su nombre cruza mi mente y, como un veneno, me debilita. El lazo que compartimos, ese que solía fortalecerme, ahora es una
Narrado por AnyaEl viento frío me azota el rostro mientras camino por los senderos de esta aldea que, por un tiempo, había llegado a sentir como mi refugio. Lejos de Aiden, lejos de la guerra, lejos de mi pasado. Pero la paz que busqué nunca fue completa. Siempre estuvo incompleta. Siempre supe, en lo más profundo, que no podría escapar para siempre.Aquí, en este lugar remoto, intenté esconderme de todo. De mis recuerdos, de mi destino, y sobre todo, de él. Pero ahora, mientras me detengo a la orilla del río que bordea el pueblo, no puedo dejar de sentir que el pasado ha venido por mí. El eco del lazo que compartimos es más fuerte hoy, más tangible. Mis manos tiemblan levemente mientras froto mis brazos, buscando calidez. Pero no es el frío lo que me afecta. Es la idea de volver. La idea de enfrentar a Aiden.El mensajero llegó hace solo unos días, trayendo noticias de Silver Creek. Noticias de una guerra inminente, de un conflicto que crece cada día más. Pero lo que más me perturbó
Narrado por AidenEl aire en Silver Creek tenía un peso distinto aquella noche. La luna llena brillaba sobre los árboles, pero no sentía su fuerza en mi piel como antes. Mis sentidos estaban adormecidos por el dolor y la incertidumbre. Sin Anya, todo había perdido su color. Ella era mi Luna, mi ancla, y sin ella, aunque intentara mantener la fachada de un Alfa fuerte, sabía que todo se estaba desmoronando.Mientras caminaba hacia el campamento, los susurros del viento traían recuerdos que me atormentaban. La última vez que vi a Anya, nuestras palabras habían sido duras, llenas de resentimiento. Mi frustración la había empujado lejos, y mi orgullo la había dejado ir. Desde entonces, me maldigo cada día por no haber corrido tras ella. Su ausencia me estaba matando lentamente, y con cada día que pasaba, la manada lo sentía. Los lazos entre nosotros, una vez tan firmes, ahora parecían frágiles, tensados al máximo.Hoy, sin embargo, algo era diferente. Una chispa de esperanza había surgido
Narrado por AnyaEl aire en Silver Creek era fresco, cargado de un olor a tierra húmeda y pinos, un recordatorio de todo lo que había dejado atrás. A medida que me acercaba, la familiaridad del paisaje me envolvía, pero en lugar de la calidez que una vez había sentido, me invadía una fría sensación de desasosiego. La manada había sido mi hogar, un lugar donde pertenecía, pero ahora parecía distante, como un sueño que se desvanecía al despertar.El camino serpenteante se extendía frente a mí, cubierto de hojas caídas que crujían bajo mis pies. Las sombras de los árboles se alargaban con el sol bajo, y aunque la belleza del entorno era indiscutible, mi corazón estaba dividido. Había tomado la decisión de regresar por el bienestar de la manada, al menos eso me decía a mí misma, pero el resentimiento hacia Aiden me consumía como una llama. Las palabras hirientes de nuestra última discusión resonaban en mi mente como un eco constante, recordándome el dolor que había sufrido.Al llegar al c