Capítulo 5: El Alfa en guerra

Narrado por Aiden

El aire en el campamento es pesado, saturado de la tensión que no necesita palabras para hacerse evidente. Mis guerreros se mueven en silencio, pero el eco de la incertidumbre retumba en sus pasos. Puedo sentirlo en la forma en que evitan mi mirada, en cómo sus hombros caen ligeramente cuando creen que no los observo. La manada está tambaleando, y sé que gran parte de eso es culpa mía.

No soy el Alfa que solía ser. No puedo serlo. No sin ella.

Me paro frente a la ventana de mi cabaña, observando el horizonte. La tierra que he protegido durante años parece más ajena ahora, como si cada roca y árbol me recordara la ausencia de Anya. Mis manos, que alguna vez fueron capaces de desmembrar a cualquier enemigo que se atreviera a amenazar nuestro territorio, ahora se sienten vacías. El vínculo entre un Alfa y su Luna no es algo que cualquiera pueda entender. Es una conexión que fortalece no solo a la pareja, sino a toda la manada. Y sin ella, no estoy completo.

Mi mente regresa una y otra vez a nuestra última conversación. Las palabras que dije, cargadas de enojo y frustración, me persiguen en cada momento de soledad. Anya se fue porque yo la empujé, porque no pude controlar mi temperamento, mi orgullo. Y ahora, en medio de este caos, me pregunto si alguna vez podré traerla de vuelta... si alguna vez me perdonará.

—Aiden —la voz de Markus, mi segundo al mando, me saca de mis pensamientos—, Jax está moviendo a su manada más cerca de nuestras fronteras. Han comenzado a atacar pequeños grupos de patrulla. Nada grave todavía, pero no pasará mucho tiempo antes de que decidan cruzar de manera más abierta.

Markus es uno de los pocos que aún confía en mí, o al menos lo intenta. Lo veo en sus ojos, en cómo se esfuerza por mostrar lealtad incluso cuando su propio temor por la situación es palpable. Lo conozco desde que éramos cachorros, y hemos luchado lado a lado en batallas que casi nos costaron la vida. Pero ni siquiera él puede ignorar lo que todos saben: sin Anya, la manada está vulnerable.

—Mantén a los exploradores atentos, pero no hagas nada todavía —respondo, manteniendo mi voz firme. Es lo que esperan de mí, que siga siendo fuerte, que actúe como el Alfa que siempre he sido. Pero por dentro, las dudas me devoran.

Markus asiente, pero antes de irse, vacila.

—¿Hay algo más? —le pregunto, sin mirarlo. No quiero ver la preocupación en su rostro.

—Los hombres... están inquietos, Aiden. Saben que la ausencia de Anya está afectando las cosas, aunque no lo digan abiertamente. Temen que sin la Luna, no podamos resistir un ataque total de Blackwood.

Lo sabía. Sabía que este momento llegaría. Por mucho que intentemos mantener una fachada de normalidad, todos saben que nuestra fortaleza está rota. El vínculo entre un Alfa y su Luna no es solo simbólico; es el núcleo mismo de nuestra fuerza. Cuando estamos juntos, somos invencibles, una unidad perfecta. Pero cuando estamos separados...

—Lo sé —respondo, y mi voz suena más áspera de lo que pretendía—. Estoy haciendo todo lo posible para traerla de vuelta.

Markus asiente nuevamente, pero el silencio que sigue a mi declaración es más elocuente que cualquier palabra. "¿Y si no vuelve?" Esa es la pregunta que ninguno de los dos se atreve a formular, pero ambos sabemos que flota en el aire.

Cuando se va, me dejo caer en la silla de mi escritorio, pasando una mano por mi cabello, tratando de sofocar la frustración que hierve dentro de mí. Todo esto está sucediendo porque no la tengo a mi lado. Jax, ese bastardo de Blackwood, sabe que estoy vulnerable, que sin Anya soy un Alfa incompleto, y está aprovechando cada oportunidad para atacar. Su odio hacia mí no es solo por el territorio, aunque eso ya es motivo suficiente. No, su odio corre más profundo, alimentado por años de rivalidad. Él siempre ha sido un Alfa despiadado, dispuesto a sacrificar lo que sea por el poder. Y yo soy su objetivo perfecto en este momento.

La puerta se abre de golpe, y entra Evelyn, mi consejera más cercana y una de las pocas que aún me desafía abiertamente. Su cabello gris cae sobre sus hombros como una tormenta, y sus ojos brillan con una mezcla de determinación y enojo.

—No puedes seguir así, Aiden —dice sin rodeos, su tono lleno de una autoridad que he aprendido a no ignorar.

—¿Así cómo? —le respondo, sabiendo bien a lo que se refiere, pero sin estar de humor para más reproches.

—Sabes a lo que me refiero —replica, cruzándose de brazos—. No puedes liderar a la manada con la mitad de tu corazón ausente. Los lazos entre Alfa y Luna son sagrados, y sin Anya aquí, todo se está desmoronando. Lo ves en los ojos de tus guerreros, en la forma en que dudan de ti. Necesitas encontrarla y traerla de vuelta. No solo por ti, sino por todos nosotros.

Sus palabras me golpean como un martillo. No porque no lo sepa, sino porque lo sé demasiado bien. He sentido esa falta cada segundo desde que se fue, y el peso de la responsabilidad me ha estado aplastando desde entonces.

—Estoy haciendo lo que puedo —respondo, pero mi voz carece de la convicción que debería tener.

Evelyn me observa por un momento, luego suspira.

—No puedes hacerlo solo, Aiden. No puedes luchar contra tu propia alma y contra tus enemigos al mismo tiempo. Si realmente la amas, debes hacer más que buscarla. Debes darle una razón para volver.

La miro, y por primera vez en días, permito que el dolor que he estado reprimiendo se muestre en mi rostro. He cometido errores, lo sé. La empujé, la lastimé con mis palabras, y ahora estoy pagando el precio. Pero también sé que sin ella, no puedo seguir adelante.

—Lo sé, Evelyn —digo finalmente, mi voz casi un susurro—. Pero no sé si todavía me quiere. No después de lo que hice.

Ella me mira, y aunque su expresión es dura, hay un rastro de compasión en sus ojos.

—El vínculo entre un Alfa y su Luna es más fuerte que cualquier pelea. Pero debes demostrarle que eres digno de ese vínculo. Encuéntrala, Aiden, y lucha por ella como lo harías por tu vida. Porque, en realidad, ella es tu vida.

Y entonces, Evelyn se va, dejándome solo con mis pensamientos.

Las palabras de Evelyn me persiguen mientras salgo de la cabaña y me dirijo al borde del campamento. Los guerreros me observan de reojo, y aunque ninguno dice nada, sé lo que están pensando. Ellos también sienten la ausencia de Anya.

Miro hacia el horizonte, hacia el territorio que he protegido durante tanto tiempo. Jax está ahí fuera, esperando el momento oportuno para atacar, y lo sabe. Pero no será hoy. No le daré esa satisfacción.

Hoy comienza mi propia guerra. Una guerra no solo contra él, sino contra mí mismo. Contra mis propios demonios.

Porque aunque me consume la culpa y la desesperación, sé una cosa: No descansaré hasta que la tenga de vuelta.

Ella es mi Luna, y sin ella, no soy nada más que un Alfa roto.

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