Capítulo 8: Entre dos mundos

Narrado por Anya

El sonido del viento silbando entre los árboles me despierta. Me giro en la cama, abrazando la manta que apenas me protege del frío de esta pequeña cabaña. La aldea es tranquila, demasiado tranquila. A veces pienso que la paz que buscaba al huir de Silver Creek fue un espejismo, una mentira que me conté para evitar enfrentar la realidad de lo que dejé atrás.

Aquí, en este remoto rincón del mundo, la vida es simple. Las montañas son imponentes, el bosque siempre verde y lleno de vida. Pero yo... estoy atrapada. Tantas veces intenté convencerme de que huir era lo mejor, que alejarme de Aiden era lo correcto. Después de todo, ¿cómo podría volver a confiar en él después de lo que dijo? Las palabras hirientes siguen reverberando en mi mente, como si hubiera ocurrido ayer.

Me levanto lentamente y camino hacia la pequeña ventana de la cabaña. Afuera, el sol apenas comienza a asomarse por las montañas. El amanecer aquí es hermoso, un lienzo de colores cálidos que tiñe el cielo. Pero no importa cuán lejos haya corrido, el lazo sigue ahí, insistente.

El vínculo entre un Alfa y su Luna no se rompe tan fácilmente. No es como una cuerda que puedas cortar con unas tijeras. Es más profundo, más complicado. Aiden y yo compartimos algo que va más allá de las palabras, algo que no puedo apagar por más que lo intente. Y lo he intentado. Lo juro, lo he intentado.

Mis días aquí son una batalla interna constante. Por las mañanas, me dedico a ayudar en la aldea, tratando de perderme en la rutina, en la cotidianidad de la vida lejos de la manada. Ayudo a recoger hierbas, a preparar remedios para los aldeanos, a cuidar de los niños. Intento construir una nueva vida, una sin Aiden. Pero cada vez que el sol se oculta y el silencio cae, los recuerdos vuelven.

No puedo olvidar. No puedo olvidar su mirada, esa mezcla de furia y arrepentimiento que me atravesó antes de que yo decidiera irme. Nos herimos mutuamente de formas que son difíciles de reparar. A veces me pregunto si alguna vez podremos sanar. Pero entonces, la otra mitad de mí se siente culpable por siquiera pensar en regresar. No después de todo lo que pasó.

Me visto rápidamente y salgo al aire frío del amanecer. Necesito despejarme, necesito espacio. Camino por el bosque que rodea la aldea, las ramas crujen bajo mis pies y el aire fresco llena mis pulmones. A medida que me adentro más en el bosque, me detengo junto a un viejo árbol, uno que ha sido mi refugio desde que llegué aquí. Es un lugar donde puedo pensar sin que nadie me moleste.

Pero hoy es diferente. Hoy siento el lazo con más fuerza. No sé por qué, pero la sensación de Aiden es más cercana, como si él estuviera buscando desesperadamente conectarse conmigo. Es una sensación incómoda, como si tirara de mí desde muy lejos, desde Silver Creek.

Me apoyo en el tronco del árbol, cerrando los ojos. No puedo ignorarlo más. Siempre pensé que el vínculo se debilitaría con el tiempo, que eventualmente podría dejarlo morir, pero no es así. A pesar de todo lo que pasó, el vínculo sigue vivo.

Escucho pasos detrás de mí. Me giro de inmediato, mi corazón acelera al pensar que tal vez... no, no puede ser Aiden. No aquí. No todavía.

Un hombre aparece entre los árboles. Es Ferran, el mensajero de la aldea, un joven con una expresión grave. Me mira con seriedad, y por un segundo, sé que las noticias que trae no son buenas.

—Anya —dice, su voz es baja pero firme—. Hay algo que debes saber.

Mi estómago se revuelve al escuchar su tono. Mi instinto me dice que lo que está a punto de decirme no es nada bueno.

—¿Qué ocurre? —pregunto, tratando de mantener la calma.

—He recibido un mensaje de las tierras de Silver Creek. Hay... hay conflictos entre las manadas. La guerra está cerca, y tu... —vacila por un momento, como si no estuviera seguro de cómo decir lo que sigue—. Aiden te está buscando. Desesperadamente.

Mis manos se cierran en puños al escuchar su nombre. Aiden.

—¿Qué quieres decir con que me está buscando? —le pregunto, mi voz suena más fría de lo que pretendía.

—Ha enviado exploradores a todas partes. Está desesperado. Y no solo eso... la manada de Jax está al borde de atacar. Silver Creek podría caer si no se hace algo pronto.

Me quedo en silencio. El mundo se tambalea a mi alrededor. Aiden está en peligro, mi manada está en peligro. El lazo entre nosotros tira de mí con más fuerza ahora, casi como si exigiera que regresara.

Pero no puedo. No puedo simplemente regresar después de todo. Me alejé por una razón. Me alejé porque no podía soportar el dolor.

Ferran me mira con una mezcla de compasión y urgencia.

—Anya, sé que tu vínculo con la manada es fuerte. Y aunque entiendo que hayas querido dejar todo atrás, no puedes ignorar esto. Si Silver Creek cae, muchas vidas estarán en riesgo.

Mi corazón late con fuerza en mi pecho. ¿Qué debo hacer? Parte de mí quiere correr de regreso, salvar a mi manada, estar allí como su Luna, como siempre debería haber estado. Pero la otra parte de mí sigue llena de rencor, de dolor por lo que Aiden me hizo.

Me giro hacia Ferran, sintiendo una tormenta de emociones dentro de mí.

—¿Cuánto tiempo tenemos? —le pregunto, mi voz apenas un susurro.

—No mucho. La guerra podría estallar en cualquier momento. Jax está esperando el momento oportuno para atacar. Y Aiden... está haciendo todo lo posible por evitarlo, pero sin ti...

No necesita terminar la frase. Sé lo que implica. Aiden no está completo sin su Luna. Yo tampoco lo estoy, pero aún así, el miedo y la ira siguen luchando dentro de mí.

Miro el horizonte. Las montañas, tan imponentes y serenas, no saben nada del caos que está por desatarse.

—Necesito tiempo —digo finalmente, aunque sé que no tengo mucho.

Ferran asiente.

—Entiendo. Pero no esperes demasiado, Anya. Ellos te necesitan.

Mientras Ferran se aleja, me quedo allí, sola con mis pensamientos. El lazo con Aiden sigue tirando de mí, cada vez más fuerte. Silver Creek está en peligro. Aiden está en peligro.

Y yo... estoy atrapada entre dos mundos.

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