Capítulo 7: El eco del lazo

Narrado por Aiden

El viento de las montañas me trae su recuerdo. No es el aroma exacto, pero hay algo en el aire que me recuerda a ella. A su esencia. Anya. Mi Luna. Mi todo. A veces, me pregunto si estoy volviéndome loco, si el dolor de su ausencia es tan profundo que mi mente empieza a crear fantasmas donde no los hay. Pero no. No puedo dudar del vínculo que compartimos, aunque ahora parezca desvanecido, apenas un eco lejano de lo que alguna vez fue.

Me paro en lo alto de la colina que da vista al territorio de Silver Creek. Desde aquí, puedo ver los bordes de nuestras tierras, vigiladas con esmero, pero cada vez más acosadas por las manadas rivales. La amenaza de guerra ha crecido. El Alfa de la manada del sur, Jax, siempre ha sido ambicioso, y la ausencia de Anya no ha hecho más que darle una oportunidad para atacarnos. Sabe que estamos vulnerables.

La falta de mi Luna me debilita. Los Alfas lo saben. Y ahora, mis guerreros comienzan a dudar. He notado cómo me miran de reojo en los entrenamientos, cómo susurros recorren los pasillos de la fortaleza. Antes, bastaba con mi presencia para calmar cualquier inquietud. Mi liderazgo era firme, incuestionable. Pero sin Anya, todo es más difícil. Incluso yo lo siento. Algo se ha roto en mí, una parte esencial de lo que significa ser Alfa.

Intento bloquear esos pensamientos, pero el lazo entre Anya y yo sigue latiendo, débil, pero presente, como si se resistiera a desaparecer del todo. Es extraño, porque ha estado tan apagado desde el día que se fue. Desde el día que la empujé lejos con mis palabras estúpidas.

El eco del vínculo ha comenzado a volver en pequeños momentos. A veces en medio de la noche, en el silencio absoluto, puedo sentir una especie de tirón en mi pecho. Un recordatorio de que ella sigue viva. Está lejos, pero no tanto como para que nuestro lazo se rompa por completo. Ese débil contacto es lo único que me mantiene en pie. Lo único que me hace seguir buscándola.

—Mi Alfa —dice una voz detrás de mí. Me giro para ver a Marcus, mi segundo al mando, un guerrero leal que ha estado a mi lado durante años. Uno de los pocos que aún confía plenamente en mí.— Hemos recibido informes de movimientos en las fronteras del este. La manada de Jax ha estado explorando nuestros límites, más cerca de lo que deberíamos permitir.

Asiento, aunque mi mente está a medio camino entre la preocupación por la guerra inminente y la necesidad de encontrar a Anya.

—Fortalece las patrullas —le ordeno con una voz firme, aunque en mi interior, la agitación crece. Marcus no necesita saberlo, pero cada día que pasa sin ella, me siento más debilitado. Un Alfa incompleto.

—¿Y sobre la búsqueda? —pregunta él, con una mirada que refleja su preocupación por la misión más personal. He sido claro con mi manada: encontrar a Anya es tan importante como proteger Silver Creek. Cada recurso disponible está destinado a ambas cosas. Pero no todos lo entienden.

—Continúa con los exploradores —respondo, tratando de sonar más confiado de lo que realmente estoy. No podemos detenernos. No hasta que la encuentre. No me importa lo que cueste, o a quién tenga que enfrentar en el proceso.

Marcus asiente y se aleja, dejando solo el sonido del viento en mis oídos. Regreso mi mirada al horizonte, donde el cielo comienza a oscurecerse. Anya está en algún lugar allá afuera, y aunque el lazo entre nosotros se haya debilitado, sigue siendo lo suficientemente fuerte como para guiarme hacia ella. Tengo que creer en eso.

Bajo la colina, mis guerreros están entrenando. Observo sus movimientos, cómo sus cuerpos chocan y se mueven en sincronía. Eran mis guerreros, cada uno de ellos dispuesto a dar la vida por mí, pero ahora, con la incertidumbre de Anya fuera de mi lado, puedo sentir cómo la lealtad empieza a resquebrajarse. Un Alfa es solo tan fuerte como su Luna, y sin ella, soy una sombra de lo que fui.

Me adentro en la fortaleza. Los pasillos están llenos de actividad, pero todo parece más frío, más vacío sin ella aquí. Su risa solía llenar estos espacios, y su presencia era una constante, algo en lo que todos confiaban. Ahora, el vacío que ha dejado es palpable. No solo para mí, sino para toda la manada. La estabilidad que ofrecía como Luna no puede ser reemplazada.

Una vez en mi despacho, cierro la puerta tras de mí y me dejo caer en la silla. Sobre el escritorio, un mapa de la región está desplegado, con marcas de todas las aldeas y ciudades cercanas. He enviado exploradores a cada una de ellas. Cada rincón del territorio ha sido revisado, pero hasta ahora no ha habido señales de ella. Sin embargo, en mi interior, sé que no está lejos. Lo siento en mi sangre.

Tomo un profundo suspiro, recordando la última vez que la vi. Su mirada, llena de furia y dolor, todavía me persigue. Fui un idiota. Debería haberla detenido, debería haberme disculpado en ese momento, pero mi orgullo me cegó. Nunca pensé que realmente se iría. Pero lo hizo, y ahora estoy pagando el precio.

Mi mano se cierra en un puño sobre el escritorio. No puedo dejar que esto continúe. No puedo perderla. No solo porque mi manada lo necesite, sino porque yo la necesito. Mi vida no es nada sin ella. Ningún título, ningún poder de Alfa, puede reemplazar lo que ella significa para mí.

Entonces, de repente, siento algo. Un tirón, apenas perceptible, pero lo suficiente como para hacer que me detenga. El lazo. Es débil, pero está ahí. Es como si hubiera una línea invisible que conectara nuestros corazones, y aunque esté estirada hasta su límite, aún no se ha roto.

Me levanto de golpe, con el corazón acelerado. Anya está viva.

Salgo del despacho, buscando a Marcus. Tengo que enviar más exploradores, extender la búsqueda. No importa cuán lejos haya ido, la encontraré. Y cuando lo haga, haré todo lo que esté en mi poder para enmendar lo que rompí. Porque sin ella, soy solo un Alfa a medias. Y eso no es suficiente.

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