Narrado por AnyaHoy, al mirar hacia atrás en la vasta senda de mi vida, encuentro en cada recuerdo una mezcla de dolor, redención y esperanza. Hubo un tiempo, un oscuro capítulo de mi existencia, en el que la persona que Aiden creía ser—mi compañero, mi futuro—se convirtió en la fuente de mi sufrimiento. Aiden, mi amado Alfa, me maltrató, y esa sombra de abuso nos separó, desgarrando lo que parecía indestructible en nuestros corazones. Aquellos días estuvieron llenos de lágrimas, de noches interminables en soledad, de un dolor que parecía no tener fin. Me vi forzada a alejarme de la persona que una vez amé, a reconstruir mi mundo sin su presencia, sin su violencia, sin su sombra.Pero el destino, en su sabiduría, no permite que el dolor perdure sin enseñarnos una lección. Durante mi ausencia, aprendí a amar de nuevo, a reconstruir mi fortaleza, a redescubrir la magia que había heredado de mis antepasados y que siempre había latido en mi interior. Con el tiempo, y a través de un camin
Narrado por AidenLa noche había caído con una solemnidad que parecía abrazar cada rincón del bosque y nuestra cabaña, transformando el ambiente en un escenario sagrado. Hoy era un día especial, un día en el que la manada se reunía para celebrar el paso de Juca a su destino. Después de años de batallas, de pérdidas y de renacimientos, había llegado el momento de que nuestro primogénito, Juca, se iniciara en el ritual que marcaría su ascenso para asumir el lugar de Alfa en el futuro. A mi lado, Anya, mi compañera y amor eterno, me observaba con orgullo y ternura; juntos habíamos forjado un camino de redención y luz, y ver a nuestro hijo crecer era la mayor recompensa que podíamos anhelar.La preparación había comenzado al caer el crepúsculo. La manada, fiel a sus tradiciones, se había reunido en un claro del bosque, donde los árboles centenarios parecían custodiar secretos milenarios. Habíamos pasado semanas organizando cada detalle: los antiguos símbolos tallados en piedras, la dispos
En lo profundo del bosque, donde los árboles centenarios susurraban secretos olvidados y la luz se filtraba entre las hojas en destellos de magia, se alzaba un claro oculto, casi místico, testigo de innumerables rituales y encuentros sagrados. Aquella noche, bajo el manto plateado de una Luna que reinaba en lo alto, Luz, la hija de Aiden y Anya, practicaba su magia con una naturalidad que dejaba atónitos a quienes la observaban. Sus cabellos, tan oscuros como la noche, caían en cascada alrededor de su rostro, enmarcando unos ojos que parecían guardar el reflejo de mil estrellas. Desde pequeña había mostrado dones que recordaban a su madre, pero también poseía una intensidad propia, una fuerza mágica que emergía con cada movimiento de sus manos. Con cada conjuro, el aire se llenaba de una energía vibrante y pequeños destellos de luz danzaban en el crepúsculo del claro.Aquella noche, mientras Luz trazaba delicadas runas en el suelo con tiza blanca, concentrada en invocar la esencia de l
En el crepúsculo de una vida compartida, Aiden y Anya se encontraban en la cima de una colina que dominaba el vasto territorio que habían protegido y amado durante décadas. El sol poniente teñía el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, reflejando la calidez de los años vividos juntos.Aiden, cuyos cabellos habían adquirido destellos plateados con el paso del tiempo, mantenía la misma postura erguida y firmeza en la mirada que lo caracterizaba como líder. Anya, a su lado, irradiaba una serenidad y sabiduría que solo los años podían otorgar. Sus manos entrelazadas eran testimonio de un amor que había resistido pruebas, desafíos y alegrías innumerables.Observaban en silencio cómo las nuevas generaciones corrían y jugaban en los prados, libres y seguros gracias al legado que ellos habían construido. La risa de los jóvenes resonaba como una melodía familiar, evocando recuerdos de tiempos pasados.Anya giró su rostro hacia Aiden, sus ojos reflejando gratitud y amor profundo.—Hemos recorr
Narrado por AidenLa noche me envuelve como un manto frío y opresivo. El viento silba entre los árboles de Silver Creek, y cada paso que doy sobre el suelo húmedo parece más pesado que el anterior. Mis pensamientos no me dan tregua; cada recuerdo de aquella maldita discusión con Anya sigue repitiéndose en mi mente, una y otra vez, como un eco maldito. La oscuridad del bosque refleja el abismo en el que he caído desde que se fue.«¿Cómo permití que ocurriera?»La pregunta se agarra a mí como una garra. Me destroza el alma. Todo comenzó como un desacuerdo trivial, algo que podría haber manejado mejor. Pero mis palabras, tan cargadas de rabia y frustración, la hicieron huir. Ella, mi Luna. La mujer que debería haber protegido por encima de todo, la herí tan profundamente que ya no pude alcanzarla cuando salió por esa puerta.Recuerdo cada palabra que le grité.— ¡No puedes entender lo que significa estar al frente de la manada! ¡Todo recae sobre mí!Las palabras se sintieron justas en es
El aire aquí es diferente, más puro, más ligero. Casi como si con cada respiración pudiera purgar el peso que he estado cargando desde que me fui. Pero no es tan simple. No lo es, porque a pesar de lo idílico que es este lugar, a pesar de la serenidad que parece envolverlo todo, las sombras de mi pasado siguen persiguiéndome, siguen enredadas en mi piel como una segunda capa imposible de arrancar.Estoy en una pequeña aldea, alejada de todo lo que alguna vez conocí. Es un refugio, un intento desesperado de encontrar la paz que tanto anhelo. Un intento de escapar de él... de Aiden.Los aldeanos aquí no saben nada de lo que soy. Para ellos, solo soy una extraña que apareció una mañana fría y silenciosa, buscando asilo. Les dije que me llamaba Anya, pero omití el título que me define más de lo que quiero admitir: Luna. Ellos no entenderían. En este lugar, no hay manadas, ni Alfas, ni Lunas. Solo hay gente común, que vive una vida simple, sin las complejidades y las guerras que dominan el
Narrado por AidenEl aire de la mañana está cargado de tensión. Se siente en cada rincón del territorio de Silver Creek. El cielo gris, el viento que susurra entre los árboles, todo parece augurar una tormenta. No solo en el clima, sino también en lo que se avecina. Lo puedo sentir en mis huesos.Me paro frente a la ventana de mi cabaña, observando el paisaje mientras mi mente está lejos de aquí. Siempre lo está. Siempre está con ella.Anya.La culpa ha sido mi única compañera desde el día que desapareció. Cada minuto que pasa, cada segundo que respiro sin ella a mi lado es como un recordatorio punzante de mi fracaso. Mis palabras la alejaron, y mi orgullo me impidió detenerla antes de que fuera demasiado tarde. Ahora, mi manada está fragmentada, y yo no soy el Alfa que debería ser. No sin ella.Pero el lujo de lamentarme ha llegado a su fin.—Aiden —la voz de Marcus, mi beta, rompe el silencio, trayéndome de vuelta a la realidad. No hace falta que diga más. Su expresión lo dice todo.
Narrado por AnyaLas noches en la aldea son distintas. Hay algo en la quietud que parece intentar apaciguar el caos dentro de mí, pero no lo logra. Nunca lo hace. La serenidad del lugar, el aire limpio y el silencio, no pueden acallar las voces que llevo dentro. La aldea es mi refugio, sí, pero también es mi cárcel. Un lugar donde vine a esconderme del dolor, y sin embargo, sigo atrapada en él.Es extraño cómo el destino juega sus cartas. Hace solo unos meses, la vida que conocía desapareció. Todo lo que pensé que tenía bajo control, todo lo que creía saber sobre mí misma, se desmoronó en un instante. Unas palabras. Solo eso bastó para romperme.Aiden.No puedo decir que lo he olvidado, aunque lo he intentado. Lo intenté durante semanas, durante noches interminables en las que cerraba los ojos y rogaba por no soñar con él. Pero el vínculo que compartimos no es algo que simplemente se pueda borrar. La conexión entre un Alfa y su Luna es poderosa, casi insoportable. Se siente en la piel