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Capítulo 3: Sombras de guerra

Narrado por Aiden

El aire de la mañana está cargado de tensión. Se siente en cada rincón del territorio de Silver Creek. El cielo gris, el viento que susurra entre los árboles, todo parece augurar una tormenta. No solo en el clima, sino también en lo que se avecina. Lo puedo sentir en mis huesos.

Me paro frente a la ventana de mi cabaña, observando el paisaje mientras mi mente está lejos de aquí. Siempre lo está. Siempre está con ella.

Anya.

La culpa ha sido mi única compañera desde el día que desapareció. Cada minuto que pasa, cada segundo que respiro sin ella a mi lado es como un recordatorio punzante de mi fracaso. Mis palabras la alejaron, y mi orgullo me impidió detenerla antes de que fuera demasiado tarde. Ahora, mi manada está fragmentada, y yo no soy el Alfa que debería ser. No sin ella.

Pero el lujo de lamentarme ha llegado a su fin.

—Aiden —la voz de Marcus, mi beta, rompe el silencio, trayéndome de vuelta a la realidad. No hace falta que diga más. Su expresión lo dice todo. Lo que habíamos estado temiendo finalmente ha ocurrido.

Me doy la vuelta lentamente, sin dejar que mi rostro revele demasiado. Mi manada necesita fuerza, liderazgo, y no puedo permitirme mostrar debilidad, no cuando ya he dejado tantas grietas a la vista. Pero incluso en mi intento de parecer firme, puedo sentir el peso de la incertidumbre en mis hombros. Anya debería estar aquí. Ella siempre sabía cómo equilibrar la tempestad dentro de mí.

—¿Qué noticias tienes? —pregunto, mi voz más firme de lo que me siento por dentro.

Marcus avanza, su postura rígida y su rostro sombrío. Él sabe, al igual que yo, lo que esto significa. El Alfa de la manada rival ha estado esperando este momento, esperando mi caída. Mi ausencia mental, mi falta de enfoque, todo es evidente. Y ahora, quieren aprovecharse de ello.

—Los lobos de la manada de Blackwood han sido vistos en nuestras fronteras —informa Marcus, cruzando los brazos—. Han estado moviéndose sigilosamente, pero su presencia es evidente. Parece que están buscando una oportunidad para atacar.

Blackwood. Jax. Su nombre me atraviesa como una espina. Sabía que él estaría esperando el momento perfecto para hacer su jugada. Y qué mejor oportunidad que ahora, cuando estoy debilitado. Sin mi Luna, el equilibrio de poder en mi manada ha tambaleado, y Jax es lo suficientemente astuto como para darse cuenta de eso. Ha estado olfateando alrededor de nuestras fronteras, esperando cualquier señal de debilidad.

Mi mandíbula se tensa, y mis manos se cierran en puños a los costados. Los recuerdos de nuestras antiguas rivalidades resurgen, y mi sangre hierve. No solo es la amenaza que representa Jax; es el hecho de que él sabe lo que significa que Anya no esté a mi lado. La ausencia de mi Luna no es solo un vacío emocional, es una vulnerabilidad que podría costarnos todo.

—¿Cuántos son? —pregunto, mi voz baja pero cargada de tensión.

—Alrededor de una docena, según nuestros exploradores —responde Marcus—. No han cruzado la frontera todavía, pero están acechando demasiado cerca como para ignorarlo. Están buscando un enfrentamiento, eso está claro.

Me quedo en silencio por un momento, procesando la información. Doce lobos en nuestras fronteras no es una amenaza que pueda tomarse a la ligera. Jax no es estúpido. Nunca lo ha sido. Si está moviendo a sus lobos de esa manera, significa que está preparando algo más grande, algo que va más allá de simples escaramuzas territoriales.

Pero también sé que no puedo permitirme dar el primer golpe. No en este estado.

—Dile a los exploradores que mantengan su distancia —ordeno, girándome hacia Marcus—. No quiero provocaciones. Si cruzan la frontera, responderemos, pero no vamos a iniciar una guerra... aún.

Marcus asiente, aunque puedo ver la preocupación en sus ojos. La tensión entre nuestras manadas ha estado aumentando durante meses, y la desaparición de Anya ha puesto todo en un delicado equilibrio. Una chispa más, y todo esto podría explotar en un conflicto que no estamos preparados para enfrentar. No mientras yo siga con la cabeza en otra parte.

Una parte de mí, la parte que aún se aferra a la culpa, se pregunta si esto es exactamente lo que Jax quiere. Si sabe que, al presionarme, logrará que cometa errores. Sin Anya aquí, no soy el Alfa que debería ser.

Pero no puedo permitirme pensar así. No ahora.

—Hay algo más —agrega Marcus, interrumpiendo mis pensamientos. Su tono sugiere que no va a ser una buena noticia.

—¿Qué es? —pregunto con un suspiro contenido.

—Los rumores sobre tu búsqueda de Anya han llegado a Blackwood. Jax lo sabe. Y está usando eso en tu contra.

El peso de sus palabras cae sobre mí como un yunque. Por supuesto que lo sabe. El hecho de que he estado más enfocado en encontrarla que en liderar mi manada no es un secreto para nadie. Y Jax es lo suficientemente manipulador como para usar eso a su favor. Este es el momento que ha estado esperando.

—Ese maldito bastardo —gruño entre dientes, la ira quemando en mi pecho.

Jax ha estado al acecho, esperando cualquier señal de debilidad. Y con Anya desaparecida, he estado más débil de lo que jamás quise admitir. El vínculo entre un Alfa y su Luna no es solo simbólico. Nos fortalece, nos mantiene enfocados. Sin ella, es como si una parte de mí estuviera perdida.

Pero no puedo permitirme perder el control. Jax quiere que reaccione impulsivamente, que cometa un error. No le daré ese placer. No esta vez.

—Quiero que nuestros guerreros estén listos, pero no quiero que hagan movimientos precipitados —digo, manteniendo mi voz baja pero firme—. Vamos a observar y esperar. Si cruzan la línea, responderemos con fuerza, pero hasta entonces, no quiero provocaciones.

Marcus asiente, aunque sé que está tan tenso como yo. Ambos entendemos que estamos caminando sobre una cuerda floja, y cualquier movimiento en falso podría resultar en una guerra total. Pero tampoco puedo mostrar debilidad. No ahora, no frente a Jax, y ciertamente no frente a mi propia manada.

—Y una cosa más —agrego, deteniéndome un momento para asegurarme de que mis palabras queden claras—. No quiero que la búsqueda de Anya se detenga. Quiero que sigan rastreando cada pista, cada rumor. No importa lo pequeño que sea.

El silencio que sigue a mis palabras es pesado, lleno de la incomodidad que ambos sabemos que conlleva. Buscar a Anya y proteger el territorio al mismo tiempo es una tarea monumental, y lo estoy pidiendo a pesar de saber que pone a todos en riesgo.

—Lo haremos, Aiden —responde Marcus después de unos segundos—. Pero debes saber que la manada... la manada necesita verte fuerte. No podemos permitirnos que te sigan viendo distraído.

Asiento, aunque sus palabras me golpean como un puño. Sé que está en lo cierto. Y sin embargo, no puedo alejarme de esta búsqueda. No cuando sé que Anya está ahí afuera, en algún lugar, quizás tan perdida como yo me siento.

—Lo sé —susurro, más para mí que para él.

Marcus sale de la habitación, dejándome solo con mis pensamientos. Miro por la ventana una vez más, hacia el bosque que rodea nuestro territorio. Las sombras de guerra ya están sobre nosotros, pero la verdadera batalla es la que tengo dentro de mí.

Sin Anya, no soy el Alfa que mi manada necesita. Pero si no la encuentro pronto, la guerra que se avecina será el menor de nuestros problemas.

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