CAPÍTULO 4

El doctor me miró, titubeante, estaba curioso por mi evidente  preocupación por Roxanne, nunca antes me vio así. 

—Señor, puedo preguntarle algo

—Si, ¿que pasa? —respondí cortante 

—¿Ella es su familiar? es que lo noto algo preocupado desde que la trajo aquí, pero le aseguro que todo va a estar bien 

Lo fulminé con la mirada, arqueando las cejas. ¿Acaso quien se creía este tipo? 

—¿Eso qué importa? Haz tu trabajo y asegúrate de que mejore. No acepto otra opción. — Le advertí en un tono amenzanate, no había lugar para errores, no cuando una mujer como Roxanne estaba en juego.

El doctor simplemente asintió y continuó su trabajo en un silencio incómodo, pero ese día como los anteriores, no hubo una señal de recuepración de Roxanne.  Pasaron dos semanas en la misma rutina. Mi vida se redujo a un ir y venir entre la mansión y el hospital. El tiempo parecía congelarse.

Intenté localizar al imbécil de Thompson, pero parecía haber desaparecido del mapa. Para mi suerte, ahora yo era el nuevo CEO de la empresa de importaciones de Roxanne Meyers. Eso me permitía estar cerca de ella, todo el tiempo. Qué ironía: un mafioso al mando de una compañía respetable, sí o sí Roxanne debería permanecer a mi lado, practicamente yo era lo unico que tenía. 

Los días transcurrieron lentamente, y justo cuando comenzaba a pensar que no había esperanza, sucedió algo inesperado. Estaba sentado junto a Roxanne, hojeando una revista sin mucho interés, cuando de repente noté que sus dedos se movían. Su pecho se agitó en una respiración profunda y violenta, y de un sobresalto, abrió los ojos, jadeando como si volviera a la vida desde las profundidades de un sueño oscuro.

—¡Ahhh! —un gemido angustiado escapó de su garganta, y sin pensarlo, salí disparado a buscar al médico.

—¡Doctor! ¡Doctor, Roxanne ha despertado! —grité

El médico llegó corriendo, seguido por dos enfermeros que se apresuraron a entrar en la habitación.

—Señor, por favor, salga —me pidió con urgencia.

Lo miré con dureza, negándome a ceder —No. No me voy. Tengo que estar aquí. —Mi urgencia por estar seguro de que Roxanne estaba bien, no me permitía alejarme de ella.

—¡Salga por favor! —insistió una enfermera, una mujer de rostro endurecido que trabajaba para mí. Su mirada era firme, y aunque no pronunció una palabra más, comprendí que no podía quedarme.

—Hagan todo lo posible por estabilizarla, están advertidos. —amenace con voz dura. 

A regañadientes, abandoné la habitación de Roxanne, dejando que mi frustración se apoderara de mí. Me senté en las sillas del pasillo, mordiendo mis uñas mientras la ansiedad me consumía. Quería saber cómo estaba, qué había pasado para que despertara así, tan abruptamente.

Los minutos pasaron como horas. Justo cuando pensé que todo estaba bajo control, un grito desgarrador atravesó las paredes, helando mi sangre. Eran alaridos de desesperación… era  la voz de Roxanne

—¿En dónde estoy? ¡Déjenme salir de aquí! ¡por favor! —los gritos de Roxanne eran desesperantes, y ante la suplica no me pude resistir y salí a su encuentro, corrí a la habitación, sin importar que las enfermeras me detuvieran, empuje a una y me acerque a la camilla, el doctor estaba hciendo una maniobra para que Roxanne no se quitara los cables, y la via intravenosa. 

—¿Qué pasa doctor?—Pregunté preocupado, ella estaba completamente descontrolada. 

—Salga señor,  ella está desorientada, es normal despues de haber estado tanto tiempo inconsciente

—No voy a irme, es mejor que logre que ella se ponga bien. O se las verá conmigo

—¡Basta de amenazas, Salvatore! Si sigue así, tendre que expulsarlo del hospital — el doctor no pudo evitar gritarme, me hice a un lado y solo observe con angustia. 

Tras unos minutos de lucha, lograron estabilizarla, y regresé a su lado. Aunque para ella yo no era más que un extraño, no aparté mi presencia. Estaba completamente desubicada, parecía que no tenía control de ninguna de sus emociones, y el sedante estaba haciendo efecto.

Sin embargo, me senté a su lado, vi como sus parpados caían pesados, y tuve que esperar de nuevo, pero esta vez no fue por mucho tiempo, unos cuarenta minutos después, más tranquila… abrió los ojos lentamente y movió su cabeza un poco perdida. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, su expresión se torno más confusa, como si no supiera en donde estaba.

—Roxanne… ¿me escuchas? —me acerque y le pregunté en un tono bajo, al verme, su rostro palideció, y su sorpresa fue evidente, era como si hubiera visto un fantasma.

¿Acaso me conocía?

—¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí?

—Roxanne, ¿podemos hablar?

—¿De dónde te conozco? —su voz sonaba temblorosa—. Te he visto antes… tú eres…—Roxanne fruncía el ceño, esforzándose por recordar de dónde le resultaba familiar. Yo lo sabía bien: era la mujer que había visto salir del consultorio la última vez que fui a la clínica de fertilidad, pero no estaba seguro si ella me reconocía.

Su respiración se volvió irregular, y sin pensarlo, tomé su mano. La acaricié suavemente, intentando que se calmara, aunque sabía que para ella yo era solo un extraño.

—Roxanne, tranquila… respira, por favor.

—Pero… dígame, ¿qué hace aquí?—No dejaba de mirarme desorbitada, estaba nerviosa, y también lo estaba yo. 

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