El doctor me miró, titubeante, estaba curioso por mi evidente preocupación por Roxanne, nunca antes me vio así.
—Señor, puedo preguntarle algo
—Si, ¿que pasa? —respondí cortante
—¿Ella es su familiar? es que lo noto algo preocupado desde que la trajo aquí, pero le aseguro que todo va a estar bien
Lo fulminé con la mirada, arqueando las cejas. ¿Acaso quien se creía este tipo?
—¿Eso qué importa? Haz tu trabajo y asegúrate de que mejore. No acepto otra opción. — Le advertí en un tono amenzanate, no había lugar para errores, no cuando una mujer como Roxanne estaba en juego.
El doctor simplemente asintió y continuó su trabajo en un silencio incómodo, pero ese día como los anteriores, no hubo una señal de recuepración de Roxanne. Pasaron dos semanas en la misma rutina. Mi vida se redujo a un ir y venir entre la mansión y el hospital. El tiempo parecía congelarse.
Intenté localizar al imbécil de Thompson, pero parecía haber desaparecido del mapa. Para mi suerte, ahora yo era el nuevo CEO de la empresa de importaciones de Roxanne Meyers. Eso me permitía estar cerca de ella, todo el tiempo. Qué ironía: un mafioso al mando de una compañía respetable, sí o sí Roxanne debería permanecer a mi lado, practicamente yo era lo unico que tenía.
Los días transcurrieron lentamente, y justo cuando comenzaba a pensar que no había esperanza, sucedió algo inesperado. Estaba sentado junto a Roxanne, hojeando una revista sin mucho interés, cuando de repente noté que sus dedos se movían. Su pecho se agitó en una respiración profunda y violenta, y de un sobresalto, abrió los ojos, jadeando como si volviera a la vida desde las profundidades de un sueño oscuro.
—¡Ahhh! —un gemido angustiado escapó de su garganta, y sin pensarlo, salí disparado a buscar al médico.
—¡Doctor! ¡Doctor, Roxanne ha despertado! —grité
El médico llegó corriendo, seguido por dos enfermeros que se apresuraron a entrar en la habitación.
—Señor, por favor, salga —me pidió con urgencia.
Lo miré con dureza, negándome a ceder —No. No me voy. Tengo que estar aquí. —Mi urgencia por estar seguro de que Roxanne estaba bien, no me permitía alejarme de ella.
—¡Salga por favor! —insistió una enfermera, una mujer de rostro endurecido que trabajaba para mí. Su mirada era firme, y aunque no pronunció una palabra más, comprendí que no podía quedarme.
—Hagan todo lo posible por estabilizarla, están advertidos. —amenace con voz dura.
A regañadientes, abandoné la habitación de Roxanne, dejando que mi frustración se apoderara de mí. Me senté en las sillas del pasillo, mordiendo mis uñas mientras la ansiedad me consumía. Quería saber cómo estaba, qué había pasado para que despertara así, tan abruptamente.
Los minutos pasaron como horas. Justo cuando pensé que todo estaba bajo control, un grito desgarrador atravesó las paredes, helando mi sangre. Eran alaridos de desesperación… era la voz de Roxanne
—¿En dónde estoy? ¡Déjenme salir de aquí! ¡por favor! —los gritos de Roxanne eran desesperantes, y ante la suplica no me pude resistir y salí a su encuentro, corrí a la habitación, sin importar que las enfermeras me detuvieran, empuje a una y me acerque a la camilla, el doctor estaba hciendo una maniobra para que Roxanne no se quitara los cables, y la via intravenosa.
—¿Qué pasa doctor?—Pregunté preocupado, ella estaba completamente descontrolada.
—Salga señor, ella está desorientada, es normal despues de haber estado tanto tiempo inconsciente
—No voy a irme, es mejor que logre que ella se ponga bien. O se las verá conmigo
—¡Basta de amenazas, Salvatore! Si sigue así, tendre que expulsarlo del hospital — el doctor no pudo evitar gritarme, me hice a un lado y solo observe con angustia.
Tras unos minutos de lucha, lograron estabilizarla, y regresé a su lado. Aunque para ella yo no era más que un extraño, no aparté mi presencia. Estaba completamente desubicada, parecía que no tenía control de ninguna de sus emociones, y el sedante estaba haciendo efecto.
Sin embargo, me senté a su lado, vi como sus parpados caían pesados, y tuve que esperar de nuevo, pero esta vez no fue por mucho tiempo, unos cuarenta minutos después, más tranquila… abrió los ojos lentamente y movió su cabeza un poco perdida. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, su expresión se torno más confusa, como si no supiera en donde estaba.
—Roxanne… ¿me escuchas? —me acerque y le pregunté en un tono bajo, al verme, su rostro palideció, y su sorpresa fue evidente, era como si hubiera visto un fantasma.
¿Acaso me conocía?
—¿Quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí?
—Roxanne, ¿podemos hablar?
—¿De dónde te conozco? —su voz sonaba temblorosa—. Te he visto antes… tú eres…—Roxanne fruncía el ceño, esforzándose por recordar de dónde le resultaba familiar. Yo lo sabía bien: era la mujer que había visto salir del consultorio la última vez que fui a la clínica de fertilidad, pero no estaba seguro si ella me reconocía.
Su respiración se volvió irregular, y sin pensarlo, tomé su mano. La acaricié suavemente, intentando que se calmara, aunque sabía que para ella yo era solo un extraño.
—Roxanne, tranquila… respira, por favor.
—Pero… dígame, ¿qué hace aquí?—No dejaba de mirarme desorbitada, estaba nerviosa, y también lo estaba yo.
—Me llamo Salvatore Gianluca —le dije en un tono bajo, intentando crear algún vínculo—. Fui quien te encontró el día de tu accidente.Apenas reaccionó. Solo se limpió la nariz, apartando su mano de la mía con un gesto que sentí como rechazo. Un minuto después, su voz, frágil y rota, susurró:—¿Por qué no me dejaste morir? No tengo ninguna razón para seguir viva, y… no fue un accidente, intentaron asesinarme.Su confesión me golpeó como un puñetazo al estómago. Le había salvado la vida, y lo que ella deseaba era lo contrario. No tenía sentido, sin embargo, una ola de ira me invadió. ¿Cómo podían haber atentado contra ella? especialmente conociendo su estado—Lo siento mucho, Roxanne —respondí con cuidado, buscando las palabras adecuadas antes de decir lo realmente importante—. No sé exactamente qué ocurrió ese día, pero hice lo que tenía que hacer: llevarte al hospital. Mi deber es cuidarte.—¿Y quién es usted, acaso? No tiene ningún deber conmigo. No lo conozco —me espetó con frialdad
Roxanne abrió la boca, incrédula, sus ojos desorbitados reflejaban la conmoción. Me divertía verla tan sorprendida, ¿por qué más estaría aquí con ella?—¿Qué? ¿Cómo que es tuyo? —preguntó confundida — ¿Quieres un hijo? Por eso… ¿p-por eso estabas allí? —balbuceó, nerviosa ante la revelación.A pesar de que la noticia la había tomado desprevenida, estaba justo donde yo quería. No me gustaba dejar cabos sueltos, y en este caso, se trataba de mi heredero. Al principio, solo pensaba en una simple donación de esperma, pero al enfrentar mi soledad, entendí que mi legado no estaría completo sin un hijo.Me encogí de hombros y le dediqué una mueca indiferente.—No te voy a mentir, esa es la razón. Solo tienes que entregarme al bebé cuando nazca, y serás completamente libre.A pesar de lo débil que se veía, Roxanne apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos, y su rostro, encendido de ira, parecía a punto de estallar. Casi podía ver fuego salir de sus ojos.—¡No te v
Roxanne Meyers El sonido del Doppler llenó la sala mientras el doctor movía el aparato sobre mi vientre. Mi corazón latía a la par del pequeño ser que crecía dentro de mí. Las lágrimas nublaron mi vista, por fin, después de tantos intentos fallidos, estaba embarazada. —Felicidades, señora Meyers. Está embarazada de seis semanas.—El Dr. seguía explorando mi vientre, y no pude ocultar mis lagrimas, que extraña sensación tener a mi bebe allí dentro. Apenas podía hablar, por fin lo había logrado. Abracé las imágenes del ultrasonido, sabiendo que esta noticia lo cambiaría todo, ahora si, mi familia estaba completa, suspire al pensar en él. —Gracias, doctor —dije, aunque mi mente ya estaba en otra parte. Pensaba en Andrew, en lo feliz que estaría al enterarse.Tres años de matrimonio y una vida fascinante. ¿Quién dijo que no se podía ser feliz en estos tiempos? Una hermosa mansión, una carrera prometedora y un esposo amoroso... realmente tenía mucha suerte de estar en este lugar.—Señor
CAPÍTULO 2Roxanne MeyersAhogada en el sufrimiento, salí corriendo por los pasillos de la compañía, incapaz de pronunciar palabra. El dolor que me atravesaba era indescriptible, como si me desgarraran por dentro. No podía asimilar lo que mi amado esposo me había hecho. Andrew, el hombre que había sido mi todo, mi vida entera, me había traicionado. Pero no, no dejaría que mi matrimonio se acabara así.Al llegar a casa, me derrumbé sobre nuestra cama, hundiendo el rostro en su almohada, todavía impregnada con su aroma. El olor familiar me envolvió, y el llanto comenzó a brotar de lo más profundo de mi ser. Lloré hasta perder la noción del tiempo, hasta que el agotamiento me venció y me sumergió en un sueño oscuro y doloroso.Horas después, cuando la noche ya había caído, me desperté con los ojos hinchados y la cabeza pesada, como si el llanto hubiese dejado una resaca imborrable. Me levanté con lentitud, tambaleante, y fui hacia las escaleras con una débil esperanza de que Andrew ya hu
Salvatore GianlucaNo toleraba a quienes tenían deudas conmigo; para mí, eran seres putrefactos que simplemente no existían. En mi lista negra estaba enmarcado el nombre de Andrew Thompson, el maldito jugador empedernido que apostaba como si tuviera el mundo a sus pies. Y no le importaba ofrecer lo que fuera.Le había dado plazo hasta la medianoche, pero su silencio era ensordecedor. Sin ninguna llamada de su parte, no me quedaba otra opción: debía acabar con él. Me puse el gabán y los guantes de cuero, odiaba hacer cobros personalmente, pero es que él, me debía demasiado dinero.Llamé a un par de hombres y les di instrucciones claras. —Vamos a la casa de Thompson. Apenas escuchen mis órdenes, acaban con todo. Disparen contra lo que encuentren; no me importa quién esté allí. ¿Entendido? —Sí, señor —respondieron mis hombres al unísono. Confiaba en ellos; eran unos rudos gemelos que nunca fallaban a su jefe.Nos subimos a mi auto oscuro y condujimos por la carretera hacia la mansión d