CAPÍTULO 12

Respiré profundo y, en silencio, me acerqué nuevamente al balcón. El hombre de Renato seguía torturando a Gloríe, y el corazón se me revolvió. ¿Cómo podía mi primo ser tan despiadado? Esa mujer también le había sido leal.

Deslicé mis pasos por el balcón sin ser visto y, para mi fortuna, divisé a Kane y Zane en la entrada principal. Sentí un alivio profundo; ya no estaba solo contra esos malditos. Los gemelos intercambiaron una señal, y yo permanecí atento desde mi posición.

Zane se escabulló hacia la parte trasera y, sin dudarlo, disparó a los dos guardias. Kane estaba listo para intervenir si algo salía mal, pero los dos hombres cayeron al instante. Gloríe lanzó un grito ahogado de terror, y bajé rápidamente para tranquilizarla.

—Nana, perdóname por lo ocurrido. No debiste pasar por esto. Tenemos que irnos de esta casa ahora mismo. —La tomé de la mano y la llevé a mi habitación. Di instrucciones a los gemelos.

—Saben lo que tienen que hacer. Esperen mis coordenadas; les informaré dón
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