Salvatore Gianluca —¡Hablé! —grité al médico, apuntándole con el arma, presionando el gatillo con fuerza, apenas conteniendo el impulso de disparar. El pobre imbécil temblaba sin poder articular palabra. Mis ojos se clavaron en los suyos, amenazandolo, como si con mi mirada pudiera fulminarlo, y ganas no me faltaban, era un imbecil, ¡Un inepto!—Señor... cometí un error... discúlpeme, perdóneme, por favor.Roxanne se levantó de la camilla y se puso a mi lado, señalando al médico también.—Hable, doctor, le conviene —dijo Roxanne con firmeza, colocando las manos en su cintura. Me encantaba verla así, poderosa.—Yo... yo... —el hombre titubeóMe acerqué al doctor, llevando el revólver bajo su mentón. Él cerró los ojos con un estremecimiento y tembló.—Tiene dos minutos para hablar, doctor, o le volaré los sesos. —advertí sin dejar de apuntar.—No, señor Salvatore, no lo haga... Es que... coloqué el esperma de ambos, el suyo y el del señor Renato, en el cuerpo de la señorita Roxanne par
Roxanne MeyersGolpeé el suelo con el pie como una niña caprichosa, frustrada por lo que Salvatore me obligaba a hacer. ¿Acaso todo en mi vida ahora debía ser según sus órdenes? Hasta para comer o descansar me imponía sus reglas. Quería escapar de ese lugar maldito, pero había motivos que me lo impedían: uno, el absurdo y traicionero gusto que empezaba a sentir por mi captor, y dos, la amenaza constante de Renato Mackenzie sobre mí, que no me dejaba opciones.Suspiré, resignada. Decidida a buscar un poco de calma, me quité la blusa, quedando en sostén. Maldije en silencio; ni siquiera tenía permitido estar a su lado, y aun así él invadía cada rincón de mi mente.De repente, dos golpes en la puerta rompieron mi soledad. Apenas tuve tiempo de intentar cubrirme cuando Salvatore se asomó, como si mi privacidad no significara nada. Me sobresalté y cubrí mi cuerpo con los brazos, lanzándole una mirada furiosa, desafiando el control que intentaba imponerme.—¡No te dije que entraras! —le gri
Salvatore GianlucaQuise quedarme con Roxanne, como ella me lo pidió, pero no podía hacerlo. O, más bien, no debía. Lo que había sucedido entre nosotros no era más que sexo, una conexión fugaz que ambos anhelábamos en ese momento. Miré mi teléfono y vi un mensaje de Zane.«Señor, necesitamos hablar urgente».Salí de la habitación advirtiendo a Roxanne para que no hiciera nada estúpido, y me fui. Un escalofrío recorrió mi espalda. Últimamente, esos mensajes me inquietaban. Me puse la chaqueta, dispuesto a salir de la mansión, cuando Gloríe asomó la cabeza.—¿Dónde está Roxanne, señor?—Está arriba. Cuida mucho de ella; trataré de no demorarme.Asintió y desapareció hacia la cocina. Mis hombres ya me estaban esperando afuera, listos para seguir mis órdenes, pero sin saber de qué se trataba todo esto, no podía actuar.Los gemelos estaban recostados contra el auto, sus miradas eran heladas, inexpresivas; ninguno se atrevía a mírame a los ojos. Me planté frente a ellos, la desconfianza f
Mientras conducíamos, Roxanne ni siquiera me miraba, y yo tampoco insistía en que lo hiciera. Ambos sabíamos lo que había pasado entre nosotros, y si debía quedar enterrado, lo haría sin protestar.El camino hasta la mansión de Lorenzo Gambino fue largo y tenso, y llegar fue solo la primera parte del desafío. Nos detuvimos en una pista improvisada en mitad de la nada; la tierra árida y solitaria se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Nos bajamos: Roxanne, los gemelos, Gloríe y yo. Miramos alrededor, el horizonte parecía un vacío.—¿Señor, está seguro de que estas son las coordenadas? —preguntó Zane, dudoso.Asentí.—Sí, estas son. Lorenzo es un experto en esconderse; tiene aún más enemigos que yo. Pero esta vez me debe un par de favores, y lo necesito como aliado para acabar con Antonella y Renato.Zane se volvió hacia mí, desconcertado.—Pero, señor, tiene todo el poder necesario para aplastar a esos dos.—Eso es evidente, Zane. —Dije en un tono firme—. Pero por ahora, no tengo
Roxanne MeyersMe tranquilizó un poco escuchar al doctor decir que mi hijo estaba bien. Después del golpe que me di y la montaña de emociones vividas, solo puedo concluir que mi frijolito es realmente fuerte.Miré de reojo hacia la puerta del improvisado consultorio; allí estaban ellos dos, claramente hablando de mí. Salvatore mostraba su típica expresión fría y calculadora, mientras que su amigo Lorenzo sonreía al verme. Me sonrojé un poco y cubrí mi vientre, incómoda por la cantidad de piel expuesta ante esos dos desconocidos. Claro, Salvatore conocía hasta el último rincón de mi cuerpo, pero actuaba como si ni siquiera un beso me hubiera dado.—Muy bien, señora Roxanne, el bebé se está desarrollando perfectamente y todo está en orden —dijo el doctor—. Pero es importante que tenga cuidado, se alimente mejor y tome vitaminas. Ya hemos superado el primer trimestre, pero está demasiado baja de peso.—Gracias, doctor. Lo tendré en cuenta —respondí, mientras me levantaba de la camilla. E
Sacudí la cabeza al verlo. ¿Acaso no podía tener un momento de privacidad? No tenía idea de cómo había logrado abrir la puerta. Retrocedí un par de pasos y crucé los brazos, sintiendo cómo la irritación crecía en mí.—Ojalá algún día aprendas el significado de "toca antes de entrar" —solté con desdén.Salvatore se acercó lentamente, cerrando la puerta con un golpe firme a sus espaldas. Sus ojos grises, brillantes y fijos en mí, me ponían cada vez más nerviosa, casi como si su sola presencia me abrumara. Retrocedí un par de pasos más, intentando escapar de su cercanía, aunque sabía que era inútil.—Te lo dije: donde sea que estés, puedo entrar sin golpear la puerta. ¿Se te olvida quién soy? —preguntó con un tono desafiante. Tragué saliva, pero sostuve su mirada con firmeza.—No, no lo olvido. Pero me gustaría que respetaras mis espacios —respondí, plantándome con las manos en la cintura.Él sonrió de manera sarcástica, dejando ver sus dientes perfectos. Dio un paso más, y yo no pude ret
Salvatore GianlucaAl salir de la habitación de Roxanne, suspiré como si estuviera enamorado. La noche a su lado había sido espectacular, un placer que llevaba impregnado en la piel. Pero mi realidad es otra, dura y sin margen para la debilidad; no puedo amar a Roxanne, ni siquiera permitirme quererla. Ese sería mi declive.De vuelta en mi habitación, me duché rápidamente. El agua que recorría mi cuerpo traía a mi mente el aroma y el sabor de Roxanne, y una punzada de deseo se mezclaba con algo más profundo, algo demasiado intenso para mí. No puedo permitirme sentir nada por ella; mi único objetivo es quedarme con el bebé que está esperando. Sin importar lo que haya sucedido entre los dos.Salí con prisa. Zane y Kane ya me esperaban. Teníamos que irnos de la propiedad de Lorenzo para dirigirnos a una de mis bodegas; las cosas estaban empezando a descontrolarse. Lorenzo me esperaba en su sala de estar, cruzado de brazos y con el ceño fruncido.—Salvatore.—Lorenzo. ¿Cómo estás?—¿Dormi
Sobrevolamos el área y nos dirigimos a las afueras de la ciudad. Tenía planeado llevarla a una de mis propiedades, un refugio aislado y seguro como el de Lorenzo, sin entrada terrestre habilitada; solo se podía acceder por aire o agua.Al llegar, vi que los trabajadores estaban a punto de terminar, y posiblemente al día siguiente ya podría traerla aquí. Sin embargo, mi cercanía con Roxanne parecía estar desatando una guerra con el mismo diablo. ¿Cuál era el maldito interés por ella?Para colmo, Roxanne no tenía teléfono. No podía llamarla para saber cómo estaba, y eso me llenaba de celos y rabia. Quería controlarla a toda hora, y el solo pensamiento de que estuviera en casa, sola con Lorenzo, hacía que el corazón se me acelerara. Maldita sea, debía controlarme; la situación se me estaba yendo de las manos.Recorrí el terreno. La casa ya estaba lista para protegerla; incluso hasta los rincones más recónditos estaban preparados para su llegada. Había algo que quería que viera, algo que