Sacudí la cabeza al verlo. ¿Acaso no podía tener un momento de privacidad? No tenía idea de cómo había logrado abrir la puerta. Retrocedí un par de pasos y crucé los brazos, sintiendo cómo la irritación crecía en mí.—Ojalá algún día aprendas el significado de "toca antes de entrar" —solté con desdén.Salvatore se acercó lentamente, cerrando la puerta con un golpe firme a sus espaldas. Sus ojos grises, brillantes y fijos en mí, me ponían cada vez más nerviosa, casi como si su sola presencia me abrumara. Retrocedí un par de pasos más, intentando escapar de su cercanía, aunque sabía que era inútil.—Te lo dije: donde sea que estés, puedo entrar sin golpear la puerta. ¿Se te olvida quién soy? —preguntó con un tono desafiante. Tragué saliva, pero sostuve su mirada con firmeza.—No, no lo olvido. Pero me gustaría que respetaras mis espacios —respondí, plantándome con las manos en la cintura.Él sonrió de manera sarcástica, dejando ver sus dientes perfectos. Dio un paso más, y yo no pude ret
Salvatore GianlucaAl salir de la habitación de Roxanne, suspiré como si estuviera enamorado. La noche a su lado había sido espectacular, un placer que llevaba impregnado en la piel. Pero mi realidad es otra, dura y sin margen para la debilidad; no puedo amar a Roxanne, ni siquiera permitirme quererla. Ese sería mi declive.De vuelta en mi habitación, me duché rápidamente. El agua que recorría mi cuerpo traía a mi mente el aroma y el sabor de Roxanne, y una punzada de deseo se mezclaba con algo más profundo, algo demasiado intenso para mí. No puedo permitirme sentir nada por ella; mi único objetivo es quedarme con el bebé que está esperando. Sin importar lo que haya sucedido entre los dos.Salí con prisa. Zane y Kane ya me esperaban. Teníamos que irnos de la propiedad de Lorenzo para dirigirnos a una de mis bodegas; las cosas estaban empezando a descontrolarse. Lorenzo me esperaba en su sala de estar, cruzado de brazos y con el ceño fruncido.—Salvatore.—Lorenzo. ¿Cómo estás?—¿Dormi
Sobrevolamos el área y nos dirigimos a las afueras de la ciudad. Tenía planeado llevarla a una de mis propiedades, un refugio aislado y seguro como el de Lorenzo, sin entrada terrestre habilitada; solo se podía acceder por aire o agua.Al llegar, vi que los trabajadores estaban a punto de terminar, y posiblemente al día siguiente ya podría traerla aquí. Sin embargo, mi cercanía con Roxanne parecía estar desatando una guerra con el mismo diablo. ¿Cuál era el maldito interés por ella?Para colmo, Roxanne no tenía teléfono. No podía llamarla para saber cómo estaba, y eso me llenaba de celos y rabia. Quería controlarla a toda hora, y el solo pensamiento de que estuviera en casa, sola con Lorenzo, hacía que el corazón se me acelerara. Maldita sea, debía controlarme; la situación se me estaba yendo de las manos.Recorrí el terreno. La casa ya estaba lista para protegerla; incluso hasta los rincones más recónditos estaban preparados para su llegada. Había algo que quería que viera, algo que
NARRADORMientras Salvatore se esforzaba en proteger lo que más amaba, una traición siniestra se tejía a sus espaldas. Sus dos enemigos más despiadados se unían en su contra: Renato, su primo, consumido por una envidia ardiente hacia el poder de Salvatore, y Antonella, su exmujer, la mafiosa más cruel y sanguinaria.—Al final, ese idiota va a terminar cediendo —dijo Antonella, alzando su copa. Renato brindó con ella, sonriendo malicioso.—Deberá hacerlo. Además, no pienso descansar hasta traer aquí a la madre de alquiler. Necesito que ese bebé permanezca a mi lado —respondió Renato, fijando su mirada en los ojos de Antonella, quien, intrigada, le acarició su mejilla y preguntó:—¿Por qué tanto interés en ese bebé? Es increíble que ambos hayan elegido a la misma mujer.Renato apartó bruscamente el rostro de su toque y bufó.—En la mafia, siempre debe haber un heredero. Nuestro abuelo dejó claro que quien tuviera un hijo primero se quedaría con toda la fortuna, los grandes terrenos del
Roxanne MeyersLas horas pasaban y Salvatore no regresaba, y una creciente angustia me invadía. Me abracé a mí misma, mirando hacia el camino con la esperanza de verlo aparecer en cualquier momento. Gloríe se acercó y me ofreció una taza de café.—Señorita Roxanne, está haciendo frío; beber algo caliente le ayudará.—Gracias, Gloríe. ¿Te tomas un café conmigo? —le pregunté mientras aceptaba la taza. Ella asintió.—Sí. ¿Está preocupada por el señor Salvatore?—Sí, un poco. No me gusta estar lejos de él —respondí, sintiendo cómo el calor me subía al rostro—. Solo quiero que regrese ya.Gloríe, quien siempre había sido indiferente conmigo, se quitó el chal que cubría sus hombros y lo colocó sobre los míos.—No se preocupe, señorita. Él siempre vuelve, se lo digo yo, que llevo años esperándolo —dijo Gloríe con una sonrisa un tanto sarcástica. Le respondí con otra sonrisa, confiando en sus palabras, pues nadie lo conocía mejor que ella.Bebí un sorbo de café y suspiré, cuando de repente es
Salvatore no dejó de abrazarme ni un solo momento. Ese calor nuevo y extraño que irradiaba de él me reconfortaba tanto que terminé quedándome dormida en sus brazos durante el trayecto en helicóptero. No sé cuánto tiempo pasé dormida, pero comencé a despertar al sentir sus grandes manos acariciando suavemente mis mejillas.Me enderecé lentamente, aún recostada en su hombro, y al intentar moverme, solté un pequeño quejido de dolor por la incomodidad. De pronto, el ruido del helicóptero me indica que estamos aterrizando. Las vistas que se abrían frente a mí eran fascinantes: una extensión de hierba frondosa, árboles y una piscina detrás de una gran mansión que me hizo estremecer.Miré a Salvatore, y aunque su rostro mostraba señales de cansancio, aún le quedaban fuerzas para dedicarme una preciosa sonrisa.—Hemos llegado, Roxanne.Suspiré mientras me enderezaba del todo. Apenas el helicóptero tocó tierra, Salvatore fue el primero en bajar, y con una amabilidad inesperada, me tendió la ma
Salvatore Gianluca Sentir cómo mi tan anhelado tesoro se movía en su vientre fue mi punto de quiebre. Todo rastro de aquel hombre rudo y cerrado, el que se negaba a amar por miedo a lo que consideraba una maldición, se desmoronó en ese instante. Si las cosas habían fallado con la loca de Antonella en el pasado, no podía rechazar esta nueva oportunidad. A decir verdad, Roxanne me estaba volviendo loco.Cuando llegué a la mansión de Lorenzo y vi el desespero de Gloríe por lo que mi supuesto amigo estaba a punto de hacer, algo profundo se agitó en mi interior: una necesidad áspera de protegerla y de acabar con cualquiera que se interpusiera en nuestro camino. ¡Maldito traidor! Solo esperaba mi ausencia para traicionarme, y no sentí ni un ápice de remordimiento al destruir sus tierras. Y de paso, acabar con él.Nos sentamos a cenar, y por fin, después de tantos días, Roxanne parecía relajada. Aunque el agotamiento se notaba en sus ojos, en las sombras profundas de ojeras que los rodeaban
Salvatore GianlucaUn trueno ensordecedor me despertó de madrugada, sobresaltándome. Moví el brazo dormido con brusquedad, y la cabeza de Roxanne cayó a mi lado. Se removió un poco, gruñendo por el movimiento abrupto.Me incorporé, aún agitado por las pesadillas, y miré el reloj: eran cerca de las seis de la mañana, ya era hora de levantarse. Ese día marcaba el plazo de los tres días que Antonella me había dado para encontrarnos, y sabía que, como siempre, traería alguna de sus malditas maniobras para hacerme sentir temor, sobre todo después de haber bloqueado sus accesos principales en el norte.Me vestí rápidamente, y en ese momento sentí la mano de Roxanne tomando la mía antes de que pudiera salir.—Te levantaste muy temprano, hace frío y está lloviendo. Quédate un rato más a mi lado. —gruño entredormida.Acaricié su mano con ternura y me incliné para besarla en la mejilla.—Duerme, siempre me despierto a esta hora o incluso antes.Ella se acurrucó de nuevo entre las sábanas, y yo