CAPÍTULO 23

Roxanne Meyers

Las horas pasaban y Salvatore no regresaba, y una creciente angustia me invadía. Me abracé a mí misma, mirando hacia el camino con la esperanza de verlo aparecer en cualquier momento. Gloríe se acercó y me ofreció una taza de café.

—Señorita Roxanne, está haciendo frío; beber algo caliente le ayudará.

—Gracias, Gloríe. ¿Te tomas un café conmigo? —le pregunté mientras aceptaba la taza. Ella asintió.

—Sí. ¿Está preocupada por el señor Salvatore?

—Sí, un poco. No me gusta estar lejos de él —respondí, sintiendo cómo el calor me subía al rostro—. Solo quiero que regrese ya.

Gloríe, quien siempre había sido indiferente conmigo, se quitó el chal que cubría sus hombros y lo colocó sobre los míos.

—No se preocupe, señorita. Él siempre vuelve, se lo digo yo, que llevo años esperándolo —dijo Gloríe con una sonrisa un tanto sarcástica. Le respondí con otra sonrisa, confiando en sus palabras, pues nadie lo conocía mejor que ella.

Bebí un sorbo de café y suspiré, cuando de repente es
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