CAPÍTULO 29

En la cafetería, los pocos asistentes comenzaron a salir corriendo en desbandada, dejando un vacío opresivo que amplificaba la tensión. Antonella y yo nos mirábamos como dos cazadores al acecho, midiendo cada movimiento, cada respiro, mientras nuestros ojos no dejaban de amenazarse.

—¿Vas a matarme aquí, Salvatore? —preguntó con los labios temblorosos, aunque intentaba mantener la compostura.

Sin responder, llevé mi mano al cinturón y saqué mi arma frente a sus ojos.

—¡Sí! —dije con firmeza, apuntándole directamente a la cabeza.

En un movimiento igual de rápido, Antonella sacó su arma y la apuntó hacia la mía. Ahora ambos teníamos nuestras armas cargadas y listas, encañonándonos mutuamente. Noté cómo sus manos temblaban, mientras las mías permanecían firmes, entrenadas para momentos como este.

Zane y Kane no se quedaron atrás: ambos apuntaban a los hombres de Antonella, que a su vez tenían las manos en sus armas. Podía sentir cómo la tensión crecía, sofocante, como una soga apret
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