CAPÍTULO 24

Salvatore no dejó de abrazarme ni un solo momento. Ese calor nuevo y extraño que irradiaba de él me reconfortaba tanto que terminé quedándome dormida en sus brazos durante el trayecto en helicóptero. No sé cuánto tiempo pasé dormida, pero comencé a despertar al sentir sus grandes manos acariciando suavemente mis mejillas.

Me enderecé lentamente, aún recostada en su hombro, y al intentar moverme, solté un pequeño quejido de dolor por la incomodidad. De pronto, el ruido del helicóptero me indica que estamos aterrizando. Las vistas que se abrían frente a mí eran fascinantes: una extensión de hierba frondosa, árboles y una piscina detrás de una gran mansión que me hizo estremecer.

Miré a Salvatore, y aunque su rostro mostraba señales de cansancio, aún le quedaban fuerzas para dedicarme una preciosa sonrisa.

—Hemos llegado, Roxanne.

Suspiré mientras me enderezaba del todo. Apenas el helicóptero tocó tierra, Salvatore fue el primero en bajar, y con una amabilidad inesperada, me tendió la ma
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