Início / Hombre lobo / EL ALPHA Y SUS LAZOS DE LUNA / Capítulo 47: Un Vínculo Más Allá del Deseo
Capítulo 47: Un Vínculo Más Allá del Deseo

La noche había caído sobre la manada de los Blancos, trayendo consigo el aroma fresco de la tierra húmeda y el susurro del viento entre los árboles. Dentro de la cabaña, el ambiente era distinto.  Más cálido. Más íntimo. Más primitivo. 

Emma y Diego se encontraban en la cama, sus cuerpos aún entrelazados, sus respiraciones agitadas después de haberse amado con una necesidad feroz. Pero  Emma no estaba satisfecha. No podía estarlo.

Su piel hormigueaba con la necesidad de más. Sus sentidos estaban amplificados por el embarazo, su deseo por Diego aumentaba con cada roce, con cada beso que él dejaba en su piel.  

—No tienes idea de lo que me provocas —murmuró Diego contra su cuello, deslizando los labios por su clavícula mientras sus manos se aferraban a sus caderas.  

Emma se arqueó bajo su toque, jadeando cuando sus dedos recorrieron su cuerpo con la precisión de alguien que la conocía a la perfección.  

—Entonces demuéstramelo —susurró, desafiándolo.  

Los ojos de Diego brillaron con un destello oscuro,  su lado alfa despertando ante el desafío de su compañera.

Con un gruñido, la volteó con facilidad, haciéndola quedar sobre sus rodillas mientras él se posicionaba detrás de ella.  Emma sintió su cuerpo estremecerse de anticipación, su respiración entrecortada cuando las manos de Diego recorrieron su espalda, trazando caminos de fuego con la yema de sus dedos.  

—Eres mía, Emma —gruñó, sujetando su cintura con firmeza antes de hundirse en ella con una embestida que le arrancó un grito de placer.  

Emma se aferró a las sábanas, su cuerpo arqueándose para recibirlo más profundo, más fuerte. Diego no tuvo piedad. La tomó con la fiereza de un lobo reclamando lo que le pertenece, con el amor y la devoción de un hombre que jamás se cansaría de ella.  

Las embestidas se volvieron más intensas, cada movimiento llevándolos al borde del delirio. Emma jadeaba su nombre, su piel brillando con una fina capa de sudor mientras su cuerpo vibraba de placer. 

—Más… —rogó, perdida en la sensación de ser completamente suya.  

Diego obedeció, inclinándose sobre ella para morder su cuello, marcándola una vez más como suya. Emma gritó su nombre al sentir el éxtasis recorrerla, su cuerpo entregándose por completo mientras Diego la seguía, sus gruñidos reverberando en el aire cuando alcanzaron juntos el clímax.  

Se desplomaron en la cama, sus cuerpos aún temblando por la intensidad del momento. Diego la envolvió en sus brazos, su aliento cálido acariciando su oreja mientras susurraba:  

—No importa cuántas veces te tenga… siempre querré más.  

Emma sonrió, acariciando su rostro antes de capturar sus labios en un beso lento y profundo.  

—Entonces nunca dejes de buscarme.  

Diego la miró con adoración, sus ojos dorados reflejando la luna que los observaba desde el cielo.  

—Nunca.  

Y mientras la noche los envolvía, Emma supo que no había lugar más seguro, más perfecto, que en los brazos del hombre que la amaba con toda su alma.  

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