El aire fresco del bosque envolvía a Emma mientras caminaba junto a Madelin. Desde su llegada, la hermana de Diego había tomado la tarea de enseñarle lo básico sobre la vida en la manada. No era una maestra paciente, pero su sinceridad y fuerza eran innegables.
—Tienes que empezar a confiar en tus instintos —dijo Madelin mientras avanzaban por un sendero cubierto de hojas secas—. Puede que hayas crecido en el mundo humano, pero sigues siendo una loba.
Emma frunció el ceño.
—¿Y si mis instintos no funcionan como los tuyos?
Madelin sonrió con burla.
—Créeme, están ahí. Solo tienes que despertarlos.
Emma suspiró. Todo esto era demasiado. Hace unas semanas, su mayor preocupación era el crecimiento de su empresa y su embarazo. Ahora, estaba en medio de un bosque con un grupo de lobos que la observaban como si fuera una anomalía.
—Bien, intentemos esto —dijo Madelin, deteniéndose en un claro rodeado de árboles altos—. Cierra los ojos.
Emma obedeció con cierta duda.
—Escucha. Siente. Dime qué percibes.
Emma tomó aire y trató de concentrarse. Al principio, solo escuchaba el viento moviendo las hojas y el canto lejano de algunos pájaros. Pero, poco a poco, otros sonidos comenzaron a filtrarse. El crujido de ramas, pasos a la distancia, una respiración distinta a la de Madelin…
Emma abrió los ojos de golpe.
—Hay alguien más aquí.
Madelin sonrió, complacida.
—Muy bien.
Emma giró la cabeza justo a tiempo para ver a un hombre alto y robusto salir de entre los árboles. Tenía el cabello oscuro y ojos dorados, y la forma en que la miraba le provocó un escalofrío.
—Héctor —saludó Madelin con naturalidad—. Justo a tiempo.
—¿Para qué? —preguntó Emma, cruzándose de brazos.
—Para ver qué tan rápido puedes reaccionar —respondió Héctor con una sonrisa desafiante.
Antes de que Emma pudiera preguntar a qué se refería, el hombre se movió con velocidad. Su cuerpo se lanzó hacia ella en un ataque controlado, pero lo suficientemente rápido como para asustarla.
Emma apenas tuvo tiempo de reaccionar. Sus pies se movieron por puro reflejo, esquivando el ataque en el último segundo. Su corazón latía con fuerza, y su cuerpo se sentía más ligero, más alerta.
Héctor se detuvo y la miró con aprobación.
—No está mal para alguien que no ha entrenado nunca.
Emma respiró agitadamente, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.
Madelin se cruzó de brazos.
—Te dije que tus instintos estaban ahí.
Emma miró sus propias manos, temblorosas por la emoción del momento. No entendía cómo lo había hecho, pero algo dentro de ella había reaccionado sin necesidad de pensar.
Quizá, solo quizá, no estaba tan perdida como creía.
Mientras Emma entrenaba con Madelin y Héctor, Diego estaba reunido con Jack y otros miembros de confianza en la cabaña principal. Un mapa del territorio estaba desplegado sobre la mesa, con varias marcas que indicaban posibles amenazas.
—Marcus ha estado más activo en las últimas semanas —dijo Jack con el ceño fruncido—. Sus hombres han sido vistos cerca de nuestras fronteras.
Diego apretó los puños.
—No es una coincidencia. Sabe que Emma está aquí.
Edward, otro de sus guerreros de confianza, asintió.
—Si sospecha de su poder, hará lo que sea para eliminarla.
Diego se mantuvo en silencio por un momento. El pensamiento de Marcus acercándose a Emma despertaba una furia incontrolable en su interior.
—Doble vigilancia en los límites —ordenó—. Y mantengan a Emma bajo protección en todo momento.
Jack lo observó con atención.
—Sabes que no le gustará sentirse vigilada.
Diego suspiró.
—No me importa. Prefiero que se enoje conmigo a que termine en sus manos.
Jack asintió, pero en su mirada había algo más.
—¿Estás seguro de que solo es protección?
Diego lo fulminó con la mirada.
—No empieces, Jack.
Su beta sonrió con burla, pero no insistió. Sin embargo, Diego sabía que la pregunta seguía en el aire.
Porque, en el fondo, él mismo comenzaba a preguntarse lo mismo.
Emma aún sentía la adrenalina recorrer su cuerpo mientras regresaba a la cabaña. Sus pasos eran firmes, su respiración pausada, pero dentro de ella algo se agitaba. La sensación de haber reaccionado instintivamente ante el ataque de Héctor la había dejado inquieta.Era cierto. Había algo dentro de ella, algo latente que no comprendía del todo, pero que respondía en momentos críticos.—Lo hiciste bien hoy —dijo Madelin, caminando a su lado con los brazos cruzados—. Para ser alguien que creció entre humanos, tienes buenos reflejos.—Supongo que eso es un cumplido —respondió Emma con una sonrisa ladeada.Madelin le lanzó una mirada de reojo y suspiró.—Tienes agallas, eso me gusta. Pero necesitarás más que eso para sobrevivir aquí.Emma asintió. Ya lo sabía. Desde que puso un pie en este mundo, la sensación de peligro la rodeaba. No era solo por Diego o la manada. Sabía que Marcus estaba ahí afuera, acechando, esperando el momento oportuno para atacarla.Cuando llegaron a la cabaña, Emma
El aullido resonó en la noche como una advertencia. Un sonido grave, gutural, que erizó la piel de Emma. Su instinto le decía que algo no estaba bien.Diego giró la cabeza con rapidez, su cuerpo entrando en un estado de alerta inmediato. Emma pudo ver cómo su lobo se agitaba bajo su piel, su energía vibrante y agresiva.—Vuelve adentro —ordenó Diego en voz baja, pero con autoridad.Emma apretó los puños.—No voy a esconderme.Diego la miró por un instante, su mandíbula tensa.—No es cobardía, es precaución.Pero antes de que pudiera insistir, otro aullido se unió al primero. Esta vez más cerca.Jack apareció en la oscuridad con Edward a su lado, ambos en forma humana, pero con sus ojos brillando con el reflejo de la luna.—Están en la frontera —informó Jack, su tono urgente—. Al menos cuatro de ellos.—No están solos —agregó Edward—. Hay algo extraño en su presencia. No se están moviendo como lobos normales.Diego frunció el ceño.—¿Cómo es eso?Edward intercambió una mirada con Jack
La noche se llenó de gruñidos y pisadas apresuradas. El bosque, que momentos antes había estado en un silencio antinatural, ahora era un caos de sombras y movimientos veloces.Diego corrió en dirección al sonido de la señal de Marcus. Jack y Edward lo siguieron de cerca, sus cuerpos preparados para la lucha. Pero Diego lo sentía en sus huesos: algo no estaba bien.El olor era distinto.No era solo el aroma de los lobos de Marcus. Había algo más. Algo que no debería estar allí.—Prepárense —murmuró Diego.Jack asintió, transformándose en un instante. Su lobo era imponente, de pelaje negro y ojos dorados. Edward tardó un poco más, pero en segundos ya eran tres bestias avanzando entre los árboles.Entonces, los vieron.Cuatro lobos esperaban en la maleza. Pero no eran como los guerreros de Marcus de antes. Sus ojos brillaban con un fulgor enfermizo, y su respiración era irregular, casi como si estuvieran luchando contra algo en su interior.Diego gruñó.—¿Qué demonios…?Uno de los lobos
Emma y Madelin avanzaban rápidamente entre los árboles, con los sentidos alerta y el corazón latiendo desbocado. La luna apenas iluminaba su camino, pero Emma sentía cada raíz, cada hoja y cada piedra en el suelo como si su cuerpo estuviera hecho para moverse en la oscuridad.—Mantente cerca de mí —susurró Madelin, con la voz baja pero firme.Emma asintió, aunque algo dentro de ella le decía que estaba más preparada de lo que creía.El aire estaba cargado con el olor a sangre y peligro. A medida que se acercaban al lugar del enfrentamiento, el gruñido de los lobos en combate se hacía más fuerte. Emma sintió una presión en el pecho y un pálpito feroz en su vientre. Sus gemelos reaccionaban con ella.Algo dentro de su alma ardió.De repente, un ruido en la maleza las hizo detenerse.Madelin giró en posición de ataque, mostrando los colmillos. Emma sintió un escalofrío cuando una sombra emergió de los arbustos.Era uno de los lobos infectados.Su pelaje estaba erizado, sus ojos brillaban
El aire estaba cargado de tensión. La mirada de Marcus se clavaba en Emma con un interés peligroso, mientras Diego se mantenía cerca, listo para reaccionar ante cualquier movimiento del traidor.Emma sentía su cuerpo vibrar con una energía desconocida. Su piel ardía, su corazón retumbaba en su pecho, y dentro de su mente, algo comenzaba a despertar por completo.Ayla.Una voz suave, pero poderosa, susurró en su interior."Es momento."Emma sintió que su cuerpo se estremecía con un calor abrasador. Sus huesos crujieron levemente, su visión se volvió más nítida, y por primera vez, comprendió lo que realmente era.Una loba.Y no cualquier loba.—Así que al final, la profecía era real —dijo Marcus con una sonrisa torcida—. No eres una simple mujer lobo, Emma. Eres… algo más.Emma lo observó fijamente, sin apartar la vista.—No sé qué quieres decir —respondió, pero en el fondo, lo intuía.Marcus soltó una carcajada.—Vamos… deja de fingir ignorancia. No cualquier loba puede hacer lo que ac
El eco del aullido de Emma se extendió por todo el bosque como una onda expansiva, estremeciendo cada rincón de la espesura. Los lobos que la rodeaban sintieron la vibración de su energía, algo tan antiguo y poderoso que ninguno de ellos podía ignorar.Diego no podía apartar la mirada de ella. Su lobo, Aslan, rugía dentro de su mente con un fervor que nunca había sentido antes."Es ella. Es nuestra."Pero no era solo su mate. No.Emma era más.Era la loba que traía consigo el poder de ‘Los Blancos’.La elegida.Madelin se llevó una mano a la boca, sorprendida.—Dioses… —murmuró.Jack, a su lado, estaba en posición defensiva, pero su mirada mostraba asombro más que miedo.En cambio, Marcus sonrió.—Así que finalmente te has mostrado —dijo, con un brillo peligroso en sus ojos—. Y es más impresionante de lo que imaginé.Emma giró su cabeza en su dirección, enseñando los colmillos. Su instinto no le pedía huir.Le pedía atacar.Su lobo, Ayla, rugía en su interior, hambrienta de pelea. Sus
Emma apenas había cerrado los ojos cuando una fuerza invisible la arrastró hacia las profundidades de su inconsciente. No era un simple sueño. Se sintió transportada, absorbida por una corriente de energía que la envolvía con una calidez inquietante.Cuando sus pies tocaron el suelo, se encontró en medio de un bosque desconocido. Pero no era un bosque cualquiera. La luna en lo alto brillaba con un resplandor sobrenatural, más grande y cercana de lo normal. Su luz bañaba la espesura con un resplandor plateado, y el viento susurraba su nombre entre los árboles, como un eco lejano de algo que siempre había estado ahí.Emma dio un paso adelante y el suelo pareció estremecerse bajo sus pies. A lo lejos, una figura femenina emergió de la neblina. Su cabello plateado ondeaba con el viento y sus ojos brillaban con un resplandor blanco, como si contuvieran el mismo poder de la luna.Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quién eres? —preguntó, su voz apenas un murmullo.La mujer la o
Emma despertó con un jadeo entrecortado, su pecho subía y bajaba rápidamente, como si acabara de emerger de una pesadilla demasiado real. Su piel estaba húmeda de sudor y sus manos temblaban. Buscó con la mirada hasta que sus ojos se encontraron con los de Diego.Él estaba sentado a su lado, observándola con una mezcla de preocupación y determinación. La suavidad con la que le apartó un mechón de cabello pegado a su frente le erizó la piel.—Estoy aquí —susurró él con voz ronca, profunda, cargada de algo que Emma no podía identificar del todo.Emma sintió un nudo en la garganta.—Tuve un sueño… no, un recuerdo —murmuró ella, su voz temblorosa.Diego frunció el ceño, inclinándose un poco más.—Marcus —susurró Emma, y solo decir su nombre le revolvió el estómago—. Me ha estado buscando toda mi vida.El cuerpo de Diego se tensó. Su lobo rugió dentro de él con ferocidad, pero se contuvo, centrándose en la mujer frente a él. Levantó una mano y le acarició la mejilla con una ternura que con