La Sangre de los Lobos 12

Emma y Madelin avanzaban rápidamente entre los árboles, con los sentidos alerta y el corazón latiendo desbocado. La luna apenas iluminaba su camino, pero Emma sentía cada raíz, cada hoja y cada piedra en el suelo como si su cuerpo estuviera hecho para moverse en la oscuridad.

—Mantente cerca de mí —susurró Madelin, con la voz baja pero firme.

Emma asintió, aunque algo dentro de ella le decía que estaba más preparada de lo que creía.

El aire estaba cargado con el olor a sangre y peligro. A medida que se acercaban al lugar del enfrentamiento, el gruñido de los lobos en combate se hacía más fuerte. Emma sintió una presión en el pecho y un pálpito feroz en su vientre. Sus gemelos reaccionaban con ella.

Algo dentro de su alma ardió.

De repente, un ruido en la maleza las hizo detenerse.

Madelin giró en posición de ataque, mostrando los colmillos. Emma sintió un escalofrío cuando una sombra emergió de los arbustos.

Era uno de los lobos infectados.

Su pelaje estaba erizado, sus ojos brillaban con una luz rojiza, y su boca goteaba saliva espesa. Emma sintió una oleada de energía recorrerla cuando el lobo saltó hacia ellas.

Madelin reaccionó de inmediato, transformándose en mitad del salto y lanzándose contra la criatura. El sonido de los colmillos chocando resonó en el aire.

Emma sintió un instinto primitivo apoderarse de ella. Sus dedos temblaron y sus ojos ardieron con un brillo desconocido.

No podía quedarse quieta.

De pronto, su visión cambió. Podía ver cada movimiento con precisión, cada músculo tensándose, cada ataque antes de que ocurriera.

Madelin estaba en peligro.

El lobo oscuro logró voltearla con un golpe brutal, dejándola vulnerable en el suelo.

Emma no lo pensó.

Se lanzó hacia adelante, su cuerpo reaccionando por sí solo. Antes de que la criatura pudiera acabar con Madelin, Emma extendió su mano y un estallido de energía vibró en el aire.

El lobo aulló, paralizado por una fuerza invisible. Sus ojos rojos se nublaron un segundo antes de caer al suelo sin vida.

Madelin se quedó helada.

Emma jadeó, sintiendo su cuerpo temblar. Su corazón latía con fuerza, sus manos brillaban con un resplandor extraño.

—¿Qué… qué hiciste?

—preguntó Madelin con asombro.

Emma respiró hondo.

—No lo sé.

Pero lo que sí sabía era que algo dentro de ella se estaba despertando.

El Alfa contra la Oscuridad

Diego jadeaba, con las garras cubiertas de sangre oscura. El campo de batalla era un desastre. Habían derrotado a varios de esos lobos, pero seguían apareciendo más.

Jack se tambaleaba a su lado, con una herida profunda en el costado.

—No podemos seguir así

—gruñó Edward

—. Algo los mantiene en pie, no son normales.

Diego lo sabía.

Entonces, un gruñido diferente resonó en el aire.

Marcus.

Diego alzó la mirada y lo vio de pie en la colina, observándolo con una sonrisa burlona.

—¿Cansado, hermano?

—preguntó con sarcasmo.

Diego gruñó, pero antes de que pudiera responder, un cambio en el viento lo alertó.

El aire olía a ella.

Emma.

Diego sintió que la ira se mezclaba con el miedo.

—No… —murmuró.

Giró de inmediato, buscando su presencia. Y entonces la vio.

Emma emergió entre los árboles, con Madelin a su lado.

Pero no era solo ella.

Algo en su aura había cambiado.

Emma no parecía una simple mujer. Su postura, su mirada, la energía a su alrededor…

Era la de una loba.

Una loba que finalmente había despertado.

Y Marcus también lo notó.

—Interesante… —murmuró con una sonrisa peligrosa.

Diego supo en ese momento que la verdadera batalla estaba a punto de comenzar.

El Poder Desatado

Emma sintió el peso de todas las miradas sobre ella, especialmente la de Marcus, quien la observaba con una mezcla de curiosidad y diversión. Pero lo que más le llamó la atención fue la expresión de Diego. No era solo preocupación lo que veía en sus ojos… Era algo más profundo, algo que la hizo estremecer.

Un gruñido rompió la tensión.

Uno de los lobos infectados se lanzó hacia ella con una velocidad aterradora. Emma no tuvo tiempo de pensar, solo reaccionó.

Su cuerpo se movió por instinto, esquivando el ataque con una agilidad que nunca antes había experimentado. Sus músculos respondieron con precisión, y en un parpadeo, su mano se cerró sobre el cuello del lobo.

Una energía caliente recorrió su piel.

El lobo aulló y su cuerpo comenzó a temblar violentamente. Emma sintió que algo en su interior explotaba, como una llama que había estado contenida por demasiado tiempo.

Y en un solo instante, el lobo cayó inerte.

El silencio se hizo en el campo de batalla.

Marcus entrecerró los ojos, su sonrisa desvaneciéndose lentamente.

—Vaya, vaya… —susurró—. Así que la profecía era cierta.

Emma sintió que sus piernas temblaban, pero se obligó a mantenerse firme.

Diego avanzó hasta ella, sus ojos verdes brillando con intensidad.

—Emma…

Ella lo miró, su respiración entrecortada.

—No sé qué está pasando… —susurró—. Pero sé que no quiero huir.

Diego la observó por un largo instante antes de asentir.

—Entonces pelearemos juntos.

Emma sintió un calor recorrer su pecho.

Porque por primera vez en su vida, no tenía miedo.

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