Emma y Madelin avanzaban rápidamente entre los árboles, con los sentidos alerta y el corazón latiendo desbocado. La luna apenas iluminaba su camino, pero Emma sentía cada raíz, cada hoja y cada piedra en el suelo como si su cuerpo estuviera hecho para moverse en la oscuridad.
—Mantente cerca de mí —susurró Madelin, con la voz baja pero firme.
Emma asintió, aunque algo dentro de ella le decía que estaba más preparada de lo que creía.
El aire estaba cargado con el olor a sangre y peligro. A medida que se acercaban al lugar del enfrentamiento, el gruñido de los lobos en combate se hacía más fuerte. Emma sintió una presión en el pecho y un pálpito feroz en su vientre. Sus gemelos reaccionaban con ella.
Algo dentro de su alma ardió.
De repente, un ruido en la maleza las hizo detenerse.
Madelin giró en posición de ataque, mostrando los colmillos. Emma sintió un escalofrío cuando una sombra emergió de los arbustos.
Era uno de los lobos infectados.
Su pelaje estaba erizado, sus ojos brillaban con una luz rojiza, y su boca goteaba saliva espesa. Emma sintió una oleada de energía recorrerla cuando el lobo saltó hacia ellas.
Madelin reaccionó de inmediato, transformándose en mitad del salto y lanzándose contra la criatura. El sonido de los colmillos chocando resonó en el aire.
Emma sintió un instinto primitivo apoderarse de ella. Sus dedos temblaron y sus ojos ardieron con un brillo desconocido.
No podía quedarse quieta.
De pronto, su visión cambió. Podía ver cada movimiento con precisión, cada músculo tensándose, cada ataque antes de que ocurriera.
Madelin estaba en peligro.
El lobo oscuro logró voltearla con un golpe brutal, dejándola vulnerable en el suelo.
Emma no lo pensó.
Se lanzó hacia adelante, su cuerpo reaccionando por sí solo. Antes de que la criatura pudiera acabar con Madelin, Emma extendió su mano y un estallido de energía vibró en el aire.
El lobo aulló, paralizado por una fuerza invisible. Sus ojos rojos se nublaron un segundo antes de caer al suelo sin vida.
Madelin se quedó helada.
Emma jadeó, sintiendo su cuerpo temblar. Su corazón latía con fuerza, sus manos brillaban con un resplandor extraño.
—¿Qué… qué hiciste?
—preguntó Madelin con asombro.
Emma respiró hondo.
—No lo sé.
Pero lo que sí sabía era que algo dentro de ella se estaba despertando.
Diego jadeaba, con las garras cubiertas de sangre oscura. El campo de batalla era un desastre. Habían derrotado a varios de esos lobos, pero seguían apareciendo más.
Jack se tambaleaba a su lado, con una herida profunda en el costado.
—No podemos seguir así
—gruñó Edward
—. Algo los mantiene en pie, no son normales.
Diego lo sabía.
Entonces, un gruñido diferente resonó en el aire.
Marcus.
Diego alzó la mirada y lo vio de pie en la colina, observándolo con una sonrisa burlona.
—¿Cansado, hermano?
—preguntó con sarcasmo.
Diego gruñó, pero antes de que pudiera responder, un cambio en el viento lo alertó.
El aire olía a ella.
Emma.
Diego sintió que la ira se mezclaba con el miedo.
—No… —murmuró.
Giró de inmediato, buscando su presencia. Y entonces la vio.
Emma emergió entre los árboles, con Madelin a su lado.
Pero no era solo ella.
Algo en su aura había cambiado.
Emma no parecía una simple mujer. Su postura, su mirada, la energía a su alrededor…
Era la de una loba.
Una loba que finalmente había despertado.
Y Marcus también lo notó.
—Interesante… —murmuró con una sonrisa peligrosa.
Diego supo en ese momento que la verdadera batalla estaba a punto de comenzar.
Emma sintió el peso de todas las miradas sobre ella, especialmente la de Marcus, quien la observaba con una mezcla de curiosidad y diversión. Pero lo que más le llamó la atención fue la expresión de Diego. No era solo preocupación lo que veía en sus ojos… Era algo más profundo, algo que la hizo estremecer.
Un gruñido rompió la tensión.
Uno de los lobos infectados se lanzó hacia ella con una velocidad aterradora. Emma no tuvo tiempo de pensar, solo reaccionó.
Su cuerpo se movió por instinto, esquivando el ataque con una agilidad que nunca antes había experimentado. Sus músculos respondieron con precisión, y en un parpadeo, su mano se cerró sobre el cuello del lobo.
Una energía caliente recorrió su piel.
El lobo aulló y su cuerpo comenzó a temblar violentamente. Emma sintió que algo en su interior explotaba, como una llama que había estado contenida por demasiado tiempo.
Y en un solo instante, el lobo cayó inerte.
El silencio se hizo en el campo de batalla.
Marcus entrecerró los ojos, su sonrisa desvaneciéndose lentamente.
—Vaya, vaya… —susurró—. Así que la profecía era cierta.
Emma sintió que sus piernas temblaban, pero se obligó a mantenerse firme.
Diego avanzó hasta ella, sus ojos verdes brillando con intensidad.
—Emma…
Ella lo miró, su respiración entrecortada.
—No sé qué está pasando… —susurró—. Pero sé que no quiero huir.
Diego la observó por un largo instante antes de asentir.
—Entonces pelearemos juntos.
Emma sintió un calor recorrer su pecho.
Porque por primera vez en su vida, no tenía miedo.
El aire estaba cargado de tensión. La mirada de Marcus se clavaba en Emma con un interés peligroso, mientras Diego se mantenía cerca, listo para reaccionar ante cualquier movimiento del traidor.Emma sentía su cuerpo vibrar con una energía desconocida. Su piel ardía, su corazón retumbaba en su pecho, y dentro de su mente, algo comenzaba a despertar por completo.Ayla.Una voz suave, pero poderosa, susurró en su interior."Es momento."Emma sintió que su cuerpo se estremecía con un calor abrasador. Sus huesos crujieron levemente, su visión se volvió más nítida, y por primera vez, comprendió lo que realmente era.Una loba.Y no cualquier loba.—Así que al final, la profecía era real —dijo Marcus con una sonrisa torcida—. No eres una simple mujer lobo, Emma. Eres… algo más.Emma lo observó fijamente, sin apartar la vista.—No sé qué quieres decir —respondió, pero en el fondo, lo intuía.Marcus soltó una carcajada.—Vamos… deja de fingir ignorancia. No cualquier loba puede hacer lo que ac
El eco del aullido de Emma se extendió por todo el bosque como una onda expansiva, estremeciendo cada rincón de la espesura. Los lobos que la rodeaban sintieron la vibración de su energía, algo tan antiguo y poderoso que ninguno de ellos podía ignorar.Diego no podía apartar la mirada de ella. Su lobo, Aslan, rugía dentro de su mente con un fervor que nunca había sentido antes."Es ella. Es nuestra."Pero no era solo su mate. No.Emma era más.Era la loba que traía consigo el poder de ‘Los Blancos’.La elegida.Madelin se llevó una mano a la boca, sorprendida.—Dioses… —murmuró.Jack, a su lado, estaba en posición defensiva, pero su mirada mostraba asombro más que miedo.En cambio, Marcus sonrió.—Así que finalmente te has mostrado —dijo, con un brillo peligroso en sus ojos—. Y es más impresionante de lo que imaginé.Emma giró su cabeza en su dirección, enseñando los colmillos. Su instinto no le pedía huir.Le pedía atacar.Su lobo, Ayla, rugía en su interior, hambrienta de pelea. Sus
Emma apenas había cerrado los ojos cuando una fuerza invisible la arrastró hacia las profundidades de su inconsciente. No era un simple sueño. Se sintió transportada, absorbida por una corriente de energía que la envolvía con una calidez inquietante.Cuando sus pies tocaron el suelo, se encontró en medio de un bosque desconocido. Pero no era un bosque cualquiera. La luna en lo alto brillaba con un resplandor sobrenatural, más grande y cercana de lo normal. Su luz bañaba la espesura con un resplandor plateado, y el viento susurraba su nombre entre los árboles, como un eco lejano de algo que siempre había estado ahí.Emma dio un paso adelante y el suelo pareció estremecerse bajo sus pies. A lo lejos, una figura femenina emergió de la neblina. Su cabello plateado ondeaba con el viento y sus ojos brillaban con un resplandor blanco, como si contuvieran el mismo poder de la luna.Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quién eres? —preguntó, su voz apenas un murmullo.La mujer la o
Emma despertó con un jadeo entrecortado, su pecho subía y bajaba rápidamente, como si acabara de emerger de una pesadilla demasiado real. Su piel estaba húmeda de sudor y sus manos temblaban. Buscó con la mirada hasta que sus ojos se encontraron con los de Diego.Él estaba sentado a su lado, observándola con una mezcla de preocupación y determinación. La suavidad con la que le apartó un mechón de cabello pegado a su frente le erizó la piel.—Estoy aquí —susurró él con voz ronca, profunda, cargada de algo que Emma no podía identificar del todo.Emma sintió un nudo en la garganta.—Tuve un sueño… no, un recuerdo —murmuró ella, su voz temblorosa.Diego frunció el ceño, inclinándose un poco más.—Marcus —susurró Emma, y solo decir su nombre le revolvió el estómago—. Me ha estado buscando toda mi vida.El cuerpo de Diego se tensó. Su lobo rugió dentro de él con ferocidad, pero se contuvo, centrándose en la mujer frente a él. Levantó una mano y le acarició la mejilla con una ternura que con
A la mañana siguiente, Diego observaba a Emma, quien dormía plácidamente, agotada por la noche apasionada e intensa que habían compartido. Su respiración era acompasada, tranquila, y su cuerpo desnudo apenas cubierto por la sábana revelaba las marcas que él le había dejado: chupetes, moretones y, sobre todo, la marca que sellaba su unión para siempre.Le era difícil creer que había encontrado a su verdadera compañera. Su mate. Su reina y futura Luna.Con cuidado, Diego extendió la mano y la posó sobre el vientre de Emma, sintiendo el calor de su piel y la leve curvatura que indicaba la vida creciendo dentro de ella. Pero entonces, sintió algo más.Un murmullo. Una conexión.Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando las voces resonaron en su mente. Eran suaves, como un eco lejano, pero llenas de amor y calidez. Sus hijos. Ellos estaban conscientes de él, lo sentían, y en sus pequeñas formas, lo amaban profundamente, tanto como a su madre. Diego sintió que su corazón latía con fuerza y u
Luego de haber sentido aquella presencia, la cual sabían que era Marcus y sus aliados en la búsqueda del poder que poseía Emma, ambos decidieron relajarse y dejar de lado sus preocupaciones, al menos por un día. Diego estaba más que feliz, pues había encontrado a su pareja, a su Luna. Emma, por su parte, agradecía la felicidad que tenía, aunque en el fondo sabía que no sería fácil. Con un suspiro, decidió ignorar todo y aferrarse al amor que se sentía en la habitación.Cuando se levantó de la cama, su mirada se dirigió automáticamente al espejo. Lo que vio la hizo sonreír con picardía: un mapa de chupetes y moretones decoraba su piel, testigos de la intensidad de la noche anterior. Se quedó mirando su reflejo con una expresión de complicidad. Diego, aún acostado, observaba la escena con una sonrisa satisfecha.—Esa es mi obra maestra —comentó con diversión, sus ojos oscuros brillando con orgullo.Emma le lanzó una mirada de fingida molestia, pero antes de que pudiera decir algo, sinti
Diego y Emma necesitaban un respiro, un lugar donde pudieran olvidarse de todo y sumergirse en su amor sin miedo ni preocupaciones. Por eso, Diego decidió llevarla a su refugio secreto: una cabaña escondida en las profundidades del bosque, lejos de cualquier amenaza.El camino era un túnel natural de árboles y enredaderas que escondía perfectamente la entrada. Cuando llegaron, Emma quedó sin palabras. La cabaña era un sueño: de madera con grandes ventanales de cristal, rodeada por un jardín lleno de flores vibrantes. A un lado, una piscina reflejaba el cielo, y un jacuzzi burbujeaba tentadoramente en la terraza. En el balcón, bien amueblado con sillones cómodos, el aire invitaba a leer, tomar café o simplemente perderse en el paisaje. Aquel lugar emanaba paz, seguridad y una belleza natural que lo convertía en un verdadero refugio.—¿Cómo lograste hacer algo tan hermoso? —preguntó Emma maravillada, recorriendo con la mirada cada detalle.Diego la abrazó por la cintura, besando su cuel
Las primeras luces del amanecer entraban por los ventanales de la cabaña, iluminando los cuerpos entrelazados de Diego y Emma. Habían pasado tres días sumidos en una burbuja de pasión y amor, un refugio que parecía impenetrable para la realidad que los aguardaba fuera de esas paredes. Pero ambos sabían que no podían permanecer en su mundo privado por siempre. La amenaza de Marcus era inminente, y si querían tener una oportunidad de derrotarlo, necesitaban prepararse.Después de un desayuno compartido en el balcón, donde la brisa matutina los envolvía con su frescura, Diego tomó la mano de Emma y la llevó al despacho de la cabaña. Aquel espacio tenía un aire solemne; estanterías repletas de libros antiguos cubrían las paredes, y en el centro, un gran escritorio de madera oscura esperaba por ellos. Mapas, documentos y notas estaban dispersos sobre la superficie, testigos de las innumerables horas que Diego había dedicado a planear estrategias.Emma recorrió la habitación con la mirada y