Las primeras luces del amanecer entraban por los ventanales de la cabaña, iluminando los cuerpos entrelazados de Diego y Emma. Habían pasado tres días sumidos en una burbuja de pasión y amor, un refugio que parecía impenetrable para la realidad que los aguardaba fuera de esas paredes. Pero ambos sabían que no podían permanecer en su mundo privado por siempre. La amenaza de Marcus era inminente, y si querían tener una oportunidad de derrotarlo, necesitaban prepararse.Después de un desayuno compartido en el balcón, donde la brisa matutina los envolvía con su frescura, Diego tomó la mano de Emma y la llevó al despacho de la cabaña. Aquel espacio tenía un aire solemne; estanterías repletas de libros antiguos cubrían las paredes, y en el centro, un gran escritorio de madera oscura esperaba por ellos. Mapas, documentos y notas estaban dispersos sobre la superficie, testigos de las innumerables horas que Diego había dedicado a planear estrategias.Emma recorrió la habitación con la mirada y
El viento soplaba con fuerza entre los árboles mientras Diego y Emma cabalgaban de regreso a la manada. La cabaña les había servido como un refugio de amor y planificación, pero ahora tenían una nueva misión: desenterrar el pasado de Marcus y encontrar la verdad oculta tras su linaje.Cuando llegaron al territorio de la manada, Diego fue directo a la biblioteca del clan, un espacio sagrado que resguardaba los documentos más antiguos de su linaje. Emma lo siguió, sintiendo que cada paso que daban los acercaba más a una verdad inquietante.—Aquí debe estar… —murmuró Diego mientras recorría con la mirada los estantes de madera añeja. Finalmente, sacó un viejo libro de registros familiares, con cubiertas de cuero gastado y letras doradas apenas visibles.Emma se acercó y, con un nudo en la garganta, vio los nombres grabados en sus páginas. Marcus. Alexander. Diego.—Su nombre está aquí… —dijo en un susurro, señalando la inscripción de Alexander.Diego pasó los dedos sobre la tinta ennegre
Emma sintió el frío recorrer su piel cuando salió de la cabaña. A pesar de la tranquilidad aparente, su instinto le gritaba que algo se cernía sobre ellos. Diego la alcanzó rápidamente, su mano firme en la suya, transmitiéndole seguridad.—No debimos haber salido tan pronto —murmuró él, escrutando la oscuridad del bosque.Emma asintió. Sus sentidos estaban en alerta, captando cada sonido entre las ramas, cada susurro del viento. Desde su transformación, su conexión con su loba, Ayla, era más fuerte que nunca.Un crujido los hizo detenerse.Diego gruñó y colocó a Emma detrás de él.—Sal de una vez —ordenó con voz autoritaria.De entre las sombras emergió una figura delgada y alta. Su cabello rubio se agitaba con la brisa nocturna, y sus ojos azulados reflejaban la luna.—No pretendía asustarlos —dijo con una sonrisa ladeada. —Pero sí necesitaba ver a la legendaria Emma Baker con mis propios ojos.Emma frunció el ceño.—¿Quién eres?—Me llaman Caleb. Y he venido a advertirles que Marcus
El regreso a la manada fue silencioso. Emma sentía la energía de Diego vibrando con tensión a su lado y sabía que su mente estaba llena de estrategias y cálculos. La amenaza de Marcus no podía tomarse a la ligera, y ahora tenían un nuevo dilema: Caleb y su oferta de alianza. La luna brillaba alta en el cielo cuando cruzaron el umbral del territorio. Todo estaba en calma, pero Emma podía sentir la tensión en el aire, como si el bosque mismo contuviera la respiración. Cuando llegaron a la cabaña principal, Madelin los esperaba en la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Su postura rígida delataba su inquietud. —Los vi desde la torre de vigilancia —dijo en tono serio—. ¿Quién era el forastero? Diego intercambió una mirada con Emma antes de responder. —Un lobo llamado Caleb. Dice que Marcus está reuniendo un ejército. Madelin frunció aún más el ceño. —No me gusta. Puede ser una trampa. Emma entendía la desconfianza de Madelin. Caleb había aparecido demasiado
El sol aún no había salido cuando Emma sintió que alguien tocaba la puerta de su cabaña con insistencia. Soltó un gruñido de protesta y se frotó los ojos, pero sabía que no tenía opción. Se había comprometido a entrenar, y Diego no era del tipo que aceptaba excusas. Cuando abrió la puerta, se encontró con Madelin, quien la observaba con una sonrisa burlona y los brazos cruzados. —Hora de entrenar, princesa —dijo con sorna. Emma soltó un suspiro y apoyó la cabeza contra el marco de la puerta. —No puedes dejar que duerma un poco más antes de patearme el trasero. Madelin fingió pensarlo. —Mmm… no. Emma rodó los ojos y se obligó a moverse. Se cambió rápidamente con ropa cómoda y salió al fresco aire matutino. El bosque estaba cubierto por una fina niebla, y el canto lejano de los pájaros anunciaba el amanecer. Cuando llegó al claro de entrenamiento, encontró a Diego esperándola. Estaba sin camisa, con los músculos tensos mientras realizaba movimientos de calentamiento. Su
El bosque estaba en calma, pero Diego sentía en su interior que algo no estaba bien. Desde que comenzaron a entrenar a Emma, su instinto de Alfa le advertía que no estaban solos. Había algo en el aire, un olor tenue, una presencia que parecía deslizarse entre los árboles como una sombra. Y ahora, después de que Emma regresara a su cabaña agotada por el entrenamiento, Diego patrullaba los límites del territorio con Jack y Edward. —¿Lo sientes? —preguntó Jack en voz baja mientras caminaban en silencio entre la maleza. —Sí —respondió Diego, con la mandíbula apretada—. Nos están observando. Edward olfateó el aire y frunció el ceño. —No están solos. Hay al menos tres, pero podrían ser más. Diego asintió. Su lobo rugía en su interior, ansioso por salir y cazar a los intrusos. —No ataquen todavía —ordenó—. Quiero saber qué están buscando. Se movieron con sigilo entre los árboles, sus sentidos agudizados, sus cuerpos tensos. De pronto, un ruido en la distancia los alertó.
El amanecer trajo consigo una sensación de inquietud. El aire en la manada estaba cargado de tensión tras el descubrimiento de la noche anterior. Aquel espía había dejado más preguntas que respuestas, y la certeza de que Marcus no era la única amenaza hacía que cada segundo contara. Diego se encontraba en la cabaña principal, revisando un mapa extendido sobre la gran mesa de madera. A su lado, Jack y Edward discutían sobre las posiciones de vigilancia, mientras Madelin observaba desde un rincón con los brazos cruzados. —No podemos seguir esperando —dijo Jack, golpeando la mesa con el puño—. Si Marcus está reuniendo un ejército, nosotros deberíamos hacer lo mismo. —Lo sé —gruñó Diego, pasando una mano por su cabello negro—. Por eso hoy nos reuniremos con Caleb. El nombre del lobo forastero hizo que Madelin resoplara con desconfianza. —No me gusta —dijo—. Caleb apareció en el momento justo con la información que necesitábamos. Es demasiado conveniente. —Lo sé —admitió Diego—
El sonido de la lluvia repiqueteaba contra los ventanales de la moderna oficina de Emma Baker. Sentada detrás de su escritorio, revisaba los últimos contratos de su agencia de publicidad. La luz de su computadora iluminaba su rostro de rasgos delicados, sus ojos lila resplandecientes con una intensidad única. A pesar de su éxito profesional, sintió un vacío inexplicable, una sensación de que algo le faltaba.Su vida había dado un giro inesperado hacía unos meses. Después de la traición de Derek, su expareja, había decidido centrarse en su carrera y en su mayor sueño: ser madre. No necesitaba un hombre para lograrlo, y por eso había optado por la fertilización in vitro. Ahora, su vientre albergaba una nueva vida, una decisión que había tomado con plena convicción, sin saber que aquel embarazo cambiaría su mundo de maneras que jamás imaginó.Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.—Emma, tienes una llamada importante—dijo Sofía, su mejor amiga y asistente.Emma sospechó y