Los gruñidos y rugidos llenaban el aire. La batalla había comenzado. Emma sintió cómo la adrenalina se disparaba en su cuerpo. A su alrededor, los prisioneros intentaban correr hacia la libertad, pero las criaturas que una vez fueron lobos les bloqueaban el paso. Eran enormes, deformadas por lo que fuera que Marcus les había hecho. Sus ojos brillaban con un rojo antinatural y sus cuerpos eran más grandes de lo normal, como si hubieran sido alterados con magia oscura. Uno de ellos se lanzó directamente hacia Emma con una velocidad aterradora. —¡Emma, cuidado! —gritó Caleb. Pero Emma ya estaba en movimiento. Su cuerpo reaccionó antes de que pudiera pensarlo. Se agachó en el último segundo y rodó hacia un lado, esquivando las enormes garras del lobo monstruoso. Diego, en su forma de lobo, se lanzó sobre la criatura, chocando contra ella con una fuerza devastadora. Sus colmillos se hundieron en su garganta, pero en lugar de caer, la bestia se sacudió violentamente y lo lanzó con
El bosque estaba en calma después de la batalla, pero la tensión en el aire era innegable. Emma y los demás habían logrado rescatar a los prisioneros, pero sabían que Marcus no se quedaría quieto tras lo ocurrido. El grupo avanzó entre los árboles, agotados pero alerta. Diego iba al frente, con su postura rígida y su mirada oscura. Emma podía sentir la furia contenida en su cuerpo, el instinto protector de su Alfa al máximo. Cuando finalmente cruzaron los límites del territorio de la manada, los lobos de Diego que habían quedado atrás corrieron a recibirlos. —¡Abran paso, hay heridos! —gritó Edward, guiando a algunos de los prisioneros que apenas podían mantenerse en pie. Madelin y Jack ayudaron a llevar a los más débiles a la enfermería improvisada que tenían en la cabaña principal. Emma se quedó de pie, observando todo a su alrededor, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Su mirada se encontró con la de Diego. Él caminó hacia ella con pasos firmes, su expresió
El amanecer trajo consigo un aire de incertidumbre. Emma se despertó con el cuerpo adolorido por el combate del día anterior, pero su mente estaba más clara que nunca.El Templo de la Luna.Ese lugar, envuelto en misterio y peligro, era la clave para descubrir su verdadero poder.Cuando salió de la cabaña, el campamento estaba en movimiento. Guerreros entrenaban, los heridos eran atendidos y un grupo de prisioneros liberados se preparaban para partir a otros territorios donde estarían a salvo.Diego la esperaba en la entrada de la cabaña principal, con los brazos cruzados y una expresión sombría.—Dormiste poco —comentó.Emma se encogió de hombros.—No había mucho tiempo para eso.Diego asintió.—Hoy partimos al Templo.Emma tragó saliva. Sabía que no iba a ser un viaje fácil, pero no había vuelta atrás.—¿Quiénes vendrán con nosotros?—Jack, Madelin, Caleb y yo —respondió Diego—. No podemos llevar a más guerreros, no sabemos qué nos espera ahí.Emma asintió.—¿Y qué dicen los anciano
El bosque se volvía más denso a medida que el grupo avanzaba. El aire era más frío, más pesado, como si el propio ambiente les advirtiera que estaban cruzando un umbral prohibido. Emma no dejaba de sentir la presencia de algo… o alguien. Esa voz que la había llamado seguía resonando en su mente, suave pero insistente. Caleb caminaba unos pasos adelante, con el ceño fruncido. —Este lugar ha estado oculto por siglos… pero no siempre fue así —murmuró. Emma levantó la mirada. —¿Qué quieres decir? Caleb exhaló y miró a los demás antes de continuar. —Hace mucho tiempo, el Templo de la Luna no era solo un mito. Era un santuario sagrado, un lugar donde los primeros Alfas venían a recibir las bendiciones de la Diosa. Mi manada solía contar la historia de cómo el poder de los Blancos nació aquí… y cómo fue destruido. Emma sintió un escalofrío. —Cuéntanos la historia. Caleb asintió y comenzó a relatar. —Dicen que hace siglos, cuando los primeros lobos caminaban por la tierr
El aire seguía cargado de energía cuando Emma se puso de pie. Sus piernas temblaban, pero no por debilidad, sino por la intensidad de lo que acababa de vivir. Diego seguía sujetándola por la cintura, con su mirada fija en la de ella. —¿Estás segura de que estás bien? —preguntó con voz tensa. Emma asintió. —Sí… solo que ahora lo entiendo todo. Madelin cruzó los brazos. —¿Y qué es "todo"? Emma respiró hondo, recordando las palabras de la Diosa Luna. —Marcus no es el verdadero enemigo. Hay alguien más detrás de todo esto… alguien que ha estado manipulándolo desde las sombras. Caleb maldijo en voz baja. —Sabía que ese bastardo no tenía la inteligencia suficiente para haber llegado tan lejos solo. Jack miró a Emma con seriedad. —¿La Diosa te dijo quién es? Emma negó con la cabeza. —No. Pero su linaje nunca desapareció. Y está volviendo para terminar lo que comenzó. Diego apretó la mandíbula. —Entonces necesitamos llegar al Templo cuanto antes. Emma asintió.
La luz azul la envolvió por completo. Emma sintió que su cuerpo flotaba en un espacio sin tiempo, sin forma, sin sonido. Todo a su alrededor era un torbellino de energía pura, cálida y poderosa. Por un instante, temió estar atrapada en otra visión. Pero entonces, sus pies tocaron el suelo. Abrió los ojos y se encontró en el interior de una enorme sala de piedra. El techo era una bóveda infinita iluminada por una luna gigantesca. A su alrededor, las paredes estaban cubiertas de inscripciones antiguas que pulsaban con una energía desconocida. Emma tragó saliva. No estaba sola. Frente a ella, en el centro de la sala, había una silueta. Una mujer de túnica plateada, con el cabello flotando como una cascada de luz. Era la Diosa Luna. Emma sintió un nudo en la garganta y se arrodilló instintivamente. —Te has atrevido a cruzar el umbral, hija de mi sangre —dijo la Diosa con una voz profunda y etérea—. Pero aún no eres digna de portar el poder que te pertenece. Emma levan
Emma sintió cómo la energía recorría cada parte de su cuerpo, como si hubiera renacido. La prueba había terminado, y ahora la luz de la Diosa Luna latía en su interior. Cuando abrió los ojos, aún estaba en el templo, pero algo era diferente. Podía sentir cada partícula de energía a su alrededor. Podía oír la respiración de Diego incluso antes de verlo. Cada latido, cada vibración en el aire, todo era más claro. Y entonces, la vio. La Diosa Luna la observaba con orgullo. —Has despertado, Emma. Emma respiró profundamente. —¿Este… este es el poder de los Blancos? La Diosa asintió. —Es el legado que siempre ha corrido por tu sangre. Pero ahora, has aceptado quién eres. Emma bajó la mirada a sus propias manos. Sus venas brillaban con un tenue resplandor azul. Era como si la luna misma latiera dentro de ella. —¿Este poder… me hará más fuerte? —preguntó con cautela. La Diosa sonrió suavemente. —No solo más fuerte, sino más sabia. Ahora, puedes escuchar los susurros
El sonido de la lluvia repiqueteaba contra los ventanales de la moderna oficina de Emma Baker. Sentada detrás de su escritorio, revisaba los últimos contratos de su agencia de publicidad. La luz de su computadora iluminaba su rostro de rasgos delicados, sus ojos lila resplandecientes con una intensidad única. A pesar de su éxito profesional, sintió un vacío inexplicable, una sensación de que algo le faltaba.Su vida había dado un giro inesperado hacía unos meses. Después de la traición de Derek, su expareja, había decidido centrarse en su carrera y en su mayor sueño: ser madre. No necesitaba un hombre para lograrlo, y por eso había optado por la fertilización in vitro. Ahora, su vientre albergaba una nueva vida, una decisión que había tomado con plena convicción, sin saber que aquel embarazo cambiaría su mundo de maneras que jamás imaginó.Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.—Emma, tienes una llamada importante—dijo Sofía, su mejor amiga y asistente.Emma sospechó y