Emma sintió cómo la energía recorría cada parte de su cuerpo, como si hubiera renacido. La prueba había terminado, y ahora la luz de la Diosa Luna latía en su interior.
Cuando abrió los ojos, aún estaba en el templo, pero algo era diferente.
Podía sentir cada partícula de energía a su alrededor. Podía oír la respiración de Diego incluso antes de verlo. Cada latido, cada vibración en el aire, todo era más claro.
Y entonces, la vio.
La Diosa Luna la observaba con orgullo.
—Has despertado, Emma.
Emma respiró profundamente.
—¿Este… este es el poder de los Blancos?
La Diosa asintió.
—Es el legado que siempre ha corrido por tu sangre. Pero ahora, has aceptado quién eres.
Emma bajó la mirada a sus propias manos. Sus venas brillaban con un tenue resplandor azul. Era como si la luna misma latiera dentro de ella.
—¿Este poder… me hará más fuerte? —preguntó con cautela.
La Diosa sonrió suavemente.
—No solo más fuerte, sino más sabia. Ahora, puedes escuchar los susurros de la luna. Sentirás a los lobos como nunca antes. Y cuando llegue el momento, ellos te seguirán.
Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—¿Ellos?
—Todos los lobos —dijo la Diosa—. No solo tu manada.
Emma sintió su estómago revolverse.
—Pero yo… no sé cómo controlar esto.
La Diosa colocó una mano en su pecho.
—Tu instinto te guiará. Pero debes tener cuidado. Con este poder viene una gran carga.
Emma la miró con determinación.
—Estoy lista.
La Diosa Luna asintió.
—Lo sé. Por eso ha despertado en ti.
Pero entonces, la Diosa desvió la mirada y su expresión se endureció.
Emma sintió una sensación helada recorrer su cuerpo.
—¿Qué pasa?
La Diosa cerró los ojos por un momento antes de responder.
—El enemigo se ha movido. Marcus se acerca. Y no viene solo.
Emma sintió su corazón latir con fuerza.
—¿Cuánto tiempo tengo?
La Diosa Luna la miró con gravedad.
—Poco. Debes regresar con tu manada. La guerra ha comenzado.
Emma sintió su cuerpo tensarse.
—Entonces lucharé.
La Diosa sonrió con un destello de orgullo en sus ojos.
—Eso esperaba escuchar.
La luz azul brilló a su alrededor y, en un parpadeo, Emma sintió cómo su cuerpo era arrastrado de vuelta.
El Regreso al Templo
Emma cayó de rodillas en el suelo de piedra.
Los gritos la sacudieron.
—¡Emma!
Abrió los ojos y vio a Diego correr hacia ella, su rostro lleno de preocupación.
—¡Por fin! Pensé que… —su voz se apagó cuando sus ojos se encontraron con los de Emma.
Diego se detuvo en seco.
—Tus ojos.
Emma parpadeó.
—¿Qué pasa con ellos?
Jack y Madelin también la miraban con asombro.
Caleb dio un paso adelante, con la voz cargada de incredulidad.
—Están brillando como la luna.
Emma frunció el ceño, pero entonces sintió la energía en su interior y supo que no era la misma.
Ahora, era más fuerte.
Diego extendió una mano y la ayudó a ponerse de pie.
—¿Qué pasó ahí dentro?
Emma respiró hondo.
—La Diosa me dio su poder… pero también me advirtió. Marcus viene en camino.
Un silencio tenso se apoderó del grupo.
Jack apretó los puños.
—¿Cuánto tiempo tenemos?
—No mucho —respondió Emma con seriedad—. Tenemos que regresar a la manada.
Madelin miró a Diego.
—Esto es lo que hemos estado esperando, ¿verdad?
Diego asintió, su expresión endureciéndose.
—Sí. La batalla final se acerca.
Emma sintió que su corazón latía con fuerza, pero no por miedo.
Estaba lista.
Y esta vez, Marcus no tendría ninguna oportunidad.
Los Susurros de la Luna
A medida que salían del Templo, Emma sintió algo nuevo.
El bosque entero respondía a ella.
Podía sentir los corazones de los lobos salvajes, susurros en el viento.
Hija de la Luna
Las voces eran suaves, pero poderosas.
Emma cerró los ojos y por un instante, vio imágenes en su mente.
Lobos corriendo a su llamado.
Las estrellas brillando sobre un campo de batalla.
Marcus, arrodillado en la oscuridad.
Emma abrió los ojos de golpe.
Podía ver el futuro.
Diego la miró con preocupación.
—¿Qué viste?
Emma lo miró con seriedad.
—La guerra.
Caleb apretó la mandíbula.
—¿Y quién gana?
Emma respiró hondo.
—Todavía no está decidido.
Diego puso una mano en su hombro.
—Lo cambiaremos. Juntos.
Emma asintió.
Porque sabía que, aunque el destino estaba escrito en las estrellas, ella tenía el poder de cambiarlo.
Y lo haría. Por su manada, Por su gente, Por la Luna.
El sonido de la lluvia repiqueteaba contra los ventanales de la moderna oficina de Emma Baker. Sentada detrás de su escritorio, revisaba los últimos contratos de su agencia de publicidad. La luz de su computadora iluminaba su rostro de rasgos delicados, sus ojos lila resplandecientes con una intensidad única. A pesar de su éxito profesional, sintió un vacío inexplicable, una sensación de que algo le faltaba.Su vida había dado un giro inesperado hacía unos meses. Después de la traición de Derek, su expareja, había decidido centrarse en su carrera y en su mayor sueño: ser madre. No necesitaba un hombre para lograrlo, y por eso había optado por la fertilización in vitro. Ahora, su vientre albergaba una nueva vida, una decisión que había tomado con plena convicción, sin saber que aquel embarazo cambiaría su mundo de maneras que jamás imaginó.Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.—Emma, tienes una llamada importante—dijo Sofía, su mejor amiga y asistente.Emma sospechó y
Emma caminaba por las calles de la ciudad con la mente revuelta. La revelación del doctor la había dejado helada. Su embarazo no era un error médico cualquiera. Alguien había cambiado la muestra de esperma intencionalmente. ¿Pero quién y por qué?Las luces de los autos iluminaban su rostro pálido. La sensación de que su vida estaba a punto de desmoronarse se apoderó de ella. Nunca había creído en el destino, pero esto... parecía esto obra de algo mucho más grande.Apretó los documentos que llevaba en la mano. Los resultados mostraron que el ADN de su hijo pertenecía a un hombre con un linaje genético excepcional. Pero no había nombres, solo códigos.—Tengo que descubrir la verdad —susurró para sí misma.Las preguntas la devoraban por dentro. Si alguien había cambiado la muestra, eso significaba que estaban observándola. Que su embarazo no había sido producto del azar, sino de una elección meticulosa.Y eso la asustaba.En el bosque, Diego estaba inquieto.Desde el entrenamiento con Ja
Emma pasó la noche en vela, incapaz de ignorar la sensación de que algo estaba terriblemente mal. Las sombras de su departamento parecían más oscuras de lo normal, y cada ruido en la calle la hacía sobresaltarse. Se abrazó el vientre, una costumbre que había desarrollado en los últimos días. Nunca había sentido una conexión tan fuerte con algo como la que sentía con sus bebés.La noticia del incendio en la clínica la inquietaba demasiado. Su instinto le decía que no era una coincidencia. Algo en su interior gritaba que ese fuego no había sido un accidente, que alguien estaba tratando de borrar toda evidencia de lo que le habían hecho.Apenas amaneció, Emma tomó su bolso y se dirigió a la puerta. Necesitaba respuestas. Tal vez la policía, tal vez un abogado. Alguien tenía que ayudarla a descubrir la verdad.Pero cuando abrió la puerta, su corazón casi se detuvo.Frente a ella, un hombre alto y de expresión imponente la observaba con intensidad. Su cabello castaño oscuro estaba un poco
El silencio entre ellos se volvió espeso, cargado de tensión. Emma sentía que su corazón latía con fuerza descontrolada. Había algo en Diego, en la forma en que la miraba con intensidad depredadora, que la inquietaba profundamente. Su mente le gritaba que se alejara, pero su instinto—ese mismo instinto que últimamente parecía más agudo—le decía que no lo hiciera.Diego exhaló lentamente y se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado.—Emma, sé que esto es difícil de creer. No tienes razones para confiar en mí, pero te juro que no tengo intención de hacerte daño. Solo quiero ayudarte.Emma apretó los puños.—¿Ayudarme? ¿Por qué? ¿Qué ganas tú con esto?Los labios de Diego se curvaron apenas en una sonrisa amarga.—Más de lo que imaginas.Emma cruzó los brazos, su cuerpo rígido por la tensión.—Entonces dime la verdad. Quiero saber qué está pasando y por qué tengo la sensación de que no me has contado todo.Diego asintió lentamente.—Está bien, pero prométeme que escucharás has
El contacto de sus manos desató una corriente de electricidad que recorrió todo el cuerpo de Emma. Su respiración se aceleró y sintió que algo dentro de ella reaccionaba con fuerza. Sus ojos se encontraron con los de Diego, y por un momento, el mundo pareció detenerse.Pero no era solo atracción. Era algo más profundo. Algo primitivo y poderoso.Emma apartó la mano de golpe y dio un paso atrás, como si el contacto le quemara.—No… Esto no tiene sentido —susurró, llevándose una mano a la frente.Diego la observó en silencio, sin apartar su mirada intensa de ella.—Lo sientes, ¿verdad?Emma lo miró con el ceño fruncido.—¿Sentir qué?—La conexión.Emma tragó saliva con dificultad. No quería admitirlo, pero sí, lo sentía. Algo dentro de ella la empujaba hacia él, como si fueran imanes destinados a unirse. Pero no tenía sentido.—Esto es una locura —dijo, tratando de mantener la compostura—. No creo en el destino ni en conexiones místicas.Diego suspiró y se cruzó de brazos.—No tienes qu
El motor del auto rugía suavemente mientras Diego conducía a través de la carretera oscura. Emma iba en el asiento del copiloto, en completo silencio. A pesar de la confusión y el torbellino de emociones que la embargaban, sabía que no podía quedarse. No después de todo lo que Diego le había dicho.Se abrazó a sí misma, tratando de procesar la idea de que su vida entera había sido una mentira. Siempre había creído que su tía la protegía de un mundo cruel, pero ahora todo tomaba un nuevo significado. ¿Qué más le había ocultado?Diego la miró de reojo antes de hablar.—¿Cómo te sientes?Emma soltó una risa sarcástica.—Oh, no sé… Tal vez un poco abrumada. Descubrir que soy un hombre lobo—o mejor dicho, una mujer lobo—, que estoy embarazada de gemelos sobrenaturales y que alguien quiere matarme, no es exactamente lo que esperaba para esta etapa de mi vida.Diego sonrió de lado.—Bueno, al menos lo tomas con humor.Emma lo fulminó con la mirada.—No es humor, es mi forma de no entrar en p
El camino se volvió cada vez más estrecho y accidentado a medida que el auto avanzaba por el bosque. Emma observaba los árboles altos a su alrededor, sintiéndose como si estuviera cruzando un umbral invisible hacia un mundo que no comprendía.Diego manejaba con calma, pero su postura era tensa, como si esperara que algo ocurriera en cualquier momento.—¿Tu manada vive aquí? —preguntó Emma, rompiendo el silencio.—Sí. Es un territorio protegido. Nadie entra sin mi permiso.Emma notó el orgullo en su voz. Era extraño, pero algo en la forma en que él hablaba de su hogar le provocó una sensación de… seguridad.—¿Y si alguien intenta entrar sin permiso?Diego sonrió de lado.—No lo lograría.Emma no supo si lo decía por algún tipo de barrera mágica o porque su manada era demasiado fuerte como para dejar que un intruso llegara lejos. De cualquier forma, el mensaje estaba claro: estaba entrando en un lugar donde las reglas eran distintas.Minutos después, el auto se detuvo frente a una gran
El aire fresco del bosque envolvía a Emma mientras caminaba junto a Madelin. Desde su llegada, la hermana de Diego había tomado la tarea de enseñarle lo básico sobre la vida en la manada. No era una maestra paciente, pero su sinceridad y fuerza eran innegables.—Tienes que empezar a confiar en tus instintos —dijo Madelin mientras avanzaban por un sendero cubierto de hojas secas—. Puede que hayas crecido en el mundo humano, pero sigues siendo una loba.Emma frunció el ceño.—¿Y si mis instintos no funcionan como los tuyos?Madelin sonrió con burla.—Créeme, están ahí. Solo tienes que despertarlos.Emma suspiró. Todo esto era demasiado. Hace unas semanas, su mayor preocupación era el crecimiento de su empresa y su embarazo. Ahora, estaba en medio de un bosque con un grupo de lobos que la observaban como si fuera una anomalía.—Bien, intentemos esto —dijo Madelin, deteniéndose en un claro rodeado de árboles altos—. Cierra los ojos.Emma obedeció con cierta duda.—Escucha. Siente. Dime qu