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El Despertar de la Alfa 34

Emma sintió cómo la energía recorría cada parte de su cuerpo, como si hubiera renacido. La prueba había terminado, y ahora la luz de la Diosa Luna latía en su interior.  

Cuando abrió los ojos, aún estaba en el templo, pero algo era diferente.  

Podía  sentir cada partícula de energía a su alrededor. Podía oír la respiración de Diego incluso antes de verlo. Cada latido, cada vibración en el aire, todo era más claro.  

Y entonces, la vio.  

La Diosa Luna la observaba con orgullo.  

—Has despertado, Emma.  

Emma respiró profundamente.  

—¿Este… este es el poder de los Blancos?  

La Diosa asintió.  

—Es el legado que siempre ha corrido por tu sangre. Pero ahora, has aceptado quién eres.  

Emma bajó la mirada a sus propias manos. Sus venas brillaban con un tenue resplandor azul. Era como si la luna misma latiera dentro de ella.  

—¿Este poder… me hará más fuerte? —preguntó con cautela.  

La Diosa sonrió suavemente.  

—No solo más fuerte, sino más sabia. Ahora, puedes escuchar los susurros de la luna. Sentirás a los lobos como nunca antes. Y cuando llegue el momento, ellos te seguirán.  

Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.  

—¿Ellos?  

—Todos los lobos —dijo la Diosa—. No solo tu manada.  

Emma sintió su estómago revolverse.  

—Pero yo… no sé cómo controlar esto.  

La Diosa colocó una mano en su pecho.  

—Tu instinto te guiará. Pero debes tener cuidado. Con este poder viene una gran carga.  

Emma la miró con determinación.  

—Estoy lista.  

La Diosa Luna asintió.  

—Lo sé. Por eso ha despertado en ti.  

Pero entonces, la Diosa desvió la mirada y su expresión se endureció.  

Emma sintió una sensación helada recorrer su cuerpo.  

—¿Qué pasa?  

La Diosa cerró los ojos por un momento antes de responder.  

—El enemigo se ha movido. Marcus se acerca. Y no viene solo.  

Emma sintió su corazón latir con fuerza.  

—¿Cuánto tiempo tengo?  

La Diosa Luna la miró con gravedad.  

—Poco. Debes regresar con tu manada. La guerra ha comenzado.  

Emma sintió su cuerpo tensarse.  

—Entonces lucharé.  

La Diosa sonrió con un destello de orgullo en sus ojos.  

—Eso esperaba escuchar.  

La luz azul brilló a su alrededor y, en un parpadeo, Emma sintió cómo su cuerpo era arrastrado de vuelta.  

El Regreso al Templo

Emma cayó de rodillas en el suelo de piedra.  

Los gritos la sacudieron.  

—¡Emma!  

Abrió los ojos y vio a Diego correr hacia ella, su rostro lleno de preocupación.  

—¡Por fin! Pensé que… —su voz se apagó cuando sus ojos se encontraron con los de Emma.  

Diego se detuvo en seco.  

—Tus ojos.

Emma parpadeó.  

—¿Qué pasa con ellos?  

Jack y Madelin también la miraban con asombro.  

Caleb dio un paso adelante, con la voz cargada de incredulidad.  

—Están brillando como la luna.  

Emma frunció el ceño, pero entonces sintió la energía en su interior y supo que no era la misma.  

Ahora, era más fuerte.  

Diego extendió una mano y la ayudó a ponerse de pie.  

—¿Qué pasó ahí dentro?  

Emma respiró hondo.  

—La Diosa me dio su poder… pero también me advirtió. Marcus viene en camino.  

Un silencio tenso se apoderó del grupo.  

Jack apretó los puños.  

—¿Cuánto tiempo tenemos?  

—No mucho —respondió Emma con seriedad—. Tenemos que regresar a la manada.  

Madelin miró a Diego.  

—Esto es lo que hemos estado esperando, ¿verdad?  

Diego asintió, su expresión endureciéndose.  

—Sí. La batalla final se acerca.  

Emma sintió que su corazón latía con fuerza, pero no por miedo.  

Estaba lista.  

Y esta vez, Marcus no tendría ninguna oportunidad.  

Los Susurros de la Luna 

A medida que salían del Templo, Emma sintió algo nuevo.  

El bosque entero respondía a ella.  

Podía sentir los corazones de los lobos salvajes, susurros en el viento.  

Hija de la Luna

Las voces eran suaves, pero poderosas.  

Emma cerró los ojos y por un instante, vio imágenes en su mente.  

Lobos corriendo a su llamado.  

Las estrellas brillando sobre un campo de batalla.  

Marcus, arrodillado en la oscuridad.  

Emma abrió los ojos de golpe.  

Podía ver el futuro. 

Diego la miró con preocupación.  

—¿Qué viste?  

Emma lo miró con seriedad.  

—La guerra.  

Caleb apretó la mandíbula.  

—¿Y quién gana?  

Emma respiró hondo.  

—Todavía no está decidido.  

Diego puso una mano en su hombro.  

—Lo cambiaremos. Juntos.  

Emma asintió.  

Porque sabía que, aunque el destino estaba escrito en las estrellas, ella tenía el poder de cambiarlo.  

Y lo haría.  Por su manada, Por su gente, Por la Luna.

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