El aire se volvió irrespirable. Los lobos de Marcus avanzaban con movimientos coordinados, sus ojos brillando como brasas en la oscuridad. Emma sintió la energía de la luna recorrer su cuerpo, llenándola de una fuerza que nunca antes había experimentado.
A su lado, Diego dejó escapar un gruñido bajo, su transformación a medio camino. Sus músculos se tensaban, listos para atacar en cualquier momento.
—Recuerden el plan —dijo Jack en voz baja—. No se dejen llevar por la furia.
Emma asintió. Sabían que si caían en la trampa de Marcus y se lanzaban sin estrategia, estarían perdidos.
Marcus dio un paso al frente, con una sonrisa arrogante.
—¿De verdad creen que pueden ganar esta guerra? —dijo con burla—. Han cometido el peor error al desafiarme.
Emma sintió el odio hervir en su interior, pero lo mantuvo bajo control.
—No es un desafío —respondió—. Es el fin de tu reinado.
Marcus rió, pero sus ojos brillaban con un destello de furia.
—Veamos si puedes cumplir tus palabras.
Y entonces, la batalla comenzó.
Choque de titanes
Los lobos de ambas manadas se lanzaron unos contra otros en un torbellino de garras y colmillos. Emma esquivó el ataque de un enemigo y giró sobre sí misma, golpeándolo con una fuerza que lo hizo volar varios metros.
Diego luchaba a su lado, su fuerza arrolladora derribando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Sus ojos verdes brillaban con intensidad, reflejando su lado más salvaje.
Los aullidos llenaban el aire, mientras el suelo temblaba con el peso de la batalla.
Emma vio a Caleb enfrentarse a tres enemigos al mismo tiempo, moviéndose con una agilidad impresionante. Pero incluso él tenía dificultades.
Jack peleaba con fiereza, cubriendo la retaguardia, mientras Madelin lideraba a los más jóvenes con una precisión letal. Sin embargo, la batalla estaba lejos de estar a su favor.
No podemos aguantar mucho tiempo.
El poder de la Diosa Luna
De repente, un resplandor azul iluminó el campo de batalla.
Emma se giró justo a tiempo para ver un rayo caer del cielo.
Pero no era un rayo común.
Era energía pura, incandescente, descendiendo como un torrente celestial.
La luz impactó en el suelo con un estruendo ensordecedor, cegando a todos por un momento.
Cuando la visión de Emma se aclaró, sintió su cuerpo vibrar con un poder inmenso. Sus sentidos se agudizaron, su fuerza se multiplicó. La Diosa Luna estaba con ellos.
Marcus miró la escena con una mezcla de sorpresa y furia.
—¡Esto no cambia nada! —rugió.
Emma lo miró fijamente.
—Lo cambia todo.
Un viento helado se levantó alrededor de ella. Sus manos brillaban con un resplandor azul, el mismo que había descendido del cielo. Sintió la presencia de la Diosa Luna en su interior, guiándola.
Diego, ahora completamente transformado, se colocó a su lado.
—Juntos —susurró él.
Emma asintió.
Y con esa última palabra, corrieron hacia Marcus, listos para enfrentarlo.
El choque fue brutal. Emma y Diego se lanzaron contra Marcus con una velocidad que desafiaba toda lógica. La energía de la Diosa Luna ardía en el cuerpo de Emma, impulsándola más allá de cualquier límite que jamás había conocido.Marcus rugió al verlos acercarse, su cuerpo transformándose completamente en un lobo colosal, de pelaje negro como la noche y ojos inyectados en sangre.Pero Emma no tenía miedo.Diego fue el primero en atacar. Sus garras rasgaron el aire, buscando el cuello de Marcus, pero el alfa enemigo reaccionó con rapidez y bloqueó el golpe con una fuerza aterradora. La onda del impacto hizo temblar el suelo y varios árboles se sacudieron violentamente.Emma aprovechó la distracción.Invocando la luz azul que ardía en su interior, canalizó toda su energía en un solo movimiento y golpeó a Marcus en el costado con una ráfaga de poder.El lobo negro fue lanzado a varios metros de distancia, cayendo pesadamente contra un árbol.Por un segundo, el silencio reinó en el camp
El sonido de la lluvia repiqueteaba contra los ventanales de la moderna oficina de Emma Baker. Sentada detrás de su escritorio, revisaba los últimos contratos de su agencia de publicidad. La luz de su computadora iluminaba su rostro de rasgos delicados, sus ojos lila resplandecientes con una intensidad única. A pesar de su éxito profesional, sintió un vacío inexplicable, una sensación de que algo le faltaba. Su vida había dado un giro inesperado hacía unos meses. Después de la traición de Derek, su expareja, había decidido centrarse en su carrera y en su mayor sueño: ser madre. No necesitaba un hombre para lograrlo, y por eso había optado por la fertilización in vitro. Ahora, su vientre albergaba una nueva vida, una decisión que había tomado con plena convicción, sin saber que aquel embarazo cambiaría su mundo de maneras que jamás imaginó.Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. —Emma, tienes una llamada importante —dijo Sofía, su mejor amiga y asistente. Emma sospechó
Emma caminaba por las calles de la ciudad con la mente revuelta. La revelación del doctor la había dejado helada. Su embarazo no era un error médico cualquiera. Alguien había cambiado la muestra de esperma intencionalmente. ¿Pero quién y por qué? Las luces de los autos iluminaban su rostro pálido. La sensación de que su vida estaba a punto de desmoronarse se apoderó de ella. Nunca había creído en el destino, pero esto... parecía esto obra de algo mucho más grande. Apretó los documentos que llevaba en la mano. Los resultados mostraron que el ADN de su hijo pertenecía a un hombre con un linaje genético excepcional. Pero no había nombres, solo códigos. —Tengo que descubrir la verdad —susurró para sí misma. Las preguntas la devoraban por dentro. Si alguien había cambiado la muestra, eso significaba que estaban observándola. Que su embarazo no había sido producto del azar, sino de una elección meticulosa. Y eso la asustaba. En el b
Emma pasó la noche en vela, incapaz de ignorar la sensación de que algo estaba terriblemente mal. Las sombras de su departamento parecían más oscuras de lo normal, y cada ruido en la calle la hacía sobresaltarse. Se abrazó el vientre, una costumbre que había desarrollado en los últimos días. Nunca había sentido una conexión tan fuerte con algo como la que sentía con sus bebés. La noticia del incendio en la clínica la inquietaba demasiado. Su instinto le decía que no era una coincidencia. Algo en su interior gritaba que ese fuego no había sido un accidente, que alguien estaba tratando de borrar toda evidencia de lo que le habían hecho. Apenas amaneció, Emma tomó su bolso y se dirigió a la puerta. Necesitaba respuestas. Tal vez la policía, tal vez un abogado. Alguien tenía que ayudarla a descubrir la verdad. Pero cuando abrió la puerta, su corazón casi se detuvo. Frente a ella, un hombre alto y de expresión imponente la observaba con intensidad. Su cabello castaño osc
El silencio entre ellos se volvió espeso, cargado de tensión. Emma sentía que su corazón latía con fuerza descontrolada. Había algo en Diego, en la forma en que la miraba con intensidad depredadora, que la inquietaba profundamente. Su mente le gritaba que se alejara, pero su instinto—ese mismo instinto que últimamente parecía más agudo—le decía que no lo hiciera.Diego exhaló lentamente y se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado.—Emma, sé que esto es difícil de creer. No tienes razones para confiar en mí, pero te juro que no tengo intención de hacerte daño. Solo quiero ayudarte.Emma apretó los puños.—¿Ayudarme? ¿Por qué? ¿Qué ganas tú con esto?Los labios de Diego se curvaron apenas en una sonrisa amarga.—Más de lo que imaginas.Emma cruzó los brazos, su cuerpo rígido por la tensión.—Entonces dime la verdad. Quiero saber qué está pasando y por qué tengo la sensación de que no me has contado todo.Diego asintió lentamente.—Está bien, pero prométeme que escucharás has
El contacto de sus manos desató una corriente de electricidad que recorrió todo el cuerpo de Emma. Su respiración se aceleró y sintió que algo dentro de ella reaccionaba con fuerza. Sus ojos se encontraron con los de Diego, y por un momento, el mundo pareció detenerse.Pero no era solo atracción. Era algo más profundo. Algo primitivo y poderoso.Emma apartó la mano de golpe y dio un paso atrás, como si el contacto le quemara.—No… Esto no tiene sentido —susurró, llevándose una mano a la frente.Diego la observó en silencio, sin apartar su mirada intensa de ella.—Lo sientes, ¿verdad?Emma lo miró con el ceño fruncido.—¿Sentir qué?—La conexión.Emma tragó saliva con dificultad. No quería admitirlo, pero sí, lo sentía. Algo dentro de ella la empujaba hacia él, como si fueran imanes destinados a unirse. Pero no tenía sentido.—Esto es una locura —dijo, tratando de mantener la compostura—. No creo en el destino ni en conexiones místicas.Diego suspiró y se cruzó de brazos.—No tienes qu
El motor del auto rugía suavemente mientras Diego conducía a través de la carretera oscura. Emma iba en el asiento del copiloto, en completo silencio. A pesar de la confusión y el torbellino de emociones que la embargaban, sabía que no podía quedarse. No después de todo lo que Diego le había dicho.Se abrazó a sí misma, tratando de procesar la idea de que su vida entera había sido una mentira. Siempre había creído que su tía la protegía de un mundo cruel, pero ahora todo tomaba un nuevo significado. ¿Qué más le había ocultado?Diego la miró de reojo antes de hablar.—¿Cómo te sientes?Emma soltó una risa sarcástica.—Oh, no sé… Tal vez un poco abrumada. Descubrir que soy un hombre lobo—o mejor dicho, una mujer lobo—, que estoy embarazada de gemelos sobrenaturales y que alguien quiere matarme, no es exactamente lo que esperaba para esta etapa de mi vida.Diego sonrió de lado.—Bueno, al menos lo tomas con humor.Emma lo fulminó con la mirada.—No es humor, es mi forma de no entrar en p
El camino se volvió cada vez más estrecho y accidentado a medida que el auto avanzaba por el bosque. Emma observaba los árboles altos a su alrededor, sintiéndose como si estuviera cruzando un umbral invisible hacia un mundo que no comprendía.Diego manejaba con calma, pero su postura era tensa, como si esperara que algo ocurriera en cualquier momento.—¿Tu manada vive aquí? —preguntó Emma, rompiendo el silencio.—Sí. Es un territorio protegido. Nadie entra sin mi permiso.Emma notó el orgullo en su voz. Era extraño, pero algo en la forma en que él hablaba de su hogar le provocó una sensación de… seguridad.—¿Y si alguien intenta entrar sin permiso?Diego sonrió de lado.—No lo lograría.Emma no supo si lo decía por algún tipo de barrera mágica o porque su manada era demasiado fuerte como para dejar que un intruso llegara lejos. De cualquier forma, el mensaje estaba claro: estaba entrando en un lugar donde las reglas eran distintas.Minutos después, el auto se detuvo frente a una gran