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Capítulo 36 - El Último Refugio

El aullido de Emma se extendió por el bosque como un eco vibrante, recorriendo la tierra y el cielo. Era un llamado ancestral, uno que solo los lobos con la bendición de la Luna podían emitir.  

El silencio cayó sobre la manada. Incluso el viento pareció contener la respiración.  

Diego se acercó a ella, su mirada llena de intensidad.  

—¿Estás segura de lo que hiciste?  

Emma asintió.  

—La Luna nos guiará. No podemos enfrentar esto solos.  

Jack se giró hacia el bosque, su cuerpo tenso.  

—Si hay alguien que pueda escuchar… vendrán.  

Madelin, que había estado atendiendo a los heridos, se acercó con el rostro endurecido.  

—Emma, si esto no funciona, estaremos completamente solos.  

Emma apretó los puños.  

—Confío en que no lo estamos.  

El sonido de hojas crujiendo llamó su atención. Todos giraron sus cabezas al mismo tiempo.  

Y entonces, de entre la espesura, emergieron sombras.  

Aliados inesperados

Primero, fueron unos pocos. Luego, docenas. Lobos de distintas manadas comenzaron a salir de entre los árboles, sus ojos brillando con una mezcla de incertidumbre y determinación.  

Emma sintió un escalofrío recorrer su piel. Habían escuchado su llamado. 

Uno de los lobos avanzó. Alto, de pelaje gris oscuro y cicatrices marcando su rostro.  

—Soy Lucian, líder de la Manada del Norte —anunció, con una voz grave—. Recibimos tu llamado, pero queremos saber… ¿por qué deberíamos luchar a tu lado?  

Emma dio un paso al frente, sintiendo el peso de todas las miradas sobre ella.  

—Porque Marcus no solo busca acabar con mi manada. Quiere el control total. Si no nos unimos, uno a uno iremos cayendo.  

Lucian entrecerró los ojos.  

—¿Y qué nos garantiza que no nos estás usando para tu propia guerra?  

Emma respiró hondo.  

—Nada. Solo puedo prometerles que pelearé con ustedes hasta el final. Y que si Marcus gana… todos estaremos condenados.  

Un murmullo recorrió la multitud.  

Diego se acercó a Emma y la tomó de la mano.  

—Si peleamos juntos, tenemos una oportunidad. De lo contrario… perderemos todo lo que somos.  

Lucian la observó por un momento. Luego, lentamente, inclinó la cabeza.  

—Pelearemos contigo.  

Un rugido de aprobación se elevó en el aire.  

Emma sintió un alivio momentáneo… pero sabía que lo peor aún estaba por venir.  

El peso del liderazgo

A medida que los lobos de las diferentes manadas se mezclaban con los suyos, Emma notó la mezcla de emociones en sus rostros. Algunos estaban decididos, otros aún parecían dudar.  

Se giró hacia Diego.  

—Necesitamos asegurarnos de que estén listos.  

—Lo estarán —respondió él con seguridad—. Pero debemos ser rápidos. No sabemos cuánto tiempo tenemos antes de que Marcus ataque.  

Emma asintió y comenzó a caminar entre los recién llegados, observándolos. Hombres y mujeres con cicatrices de viejas batallas, con miradas que hablaban de pérdidas y resistencia.  

Una joven lobo de ojos ámbar se acercó.  

—Mi nombre es Naira. Mi manada fue destruida por Marcus hace meses… Perdí a mi hermano. Estoy aquí para vengarlo.  

Emma sintió un nudo en la garganta, pero mantuvo su postura firme.  

—No solo peleamos por venganza, Naira. Peleamos por el futuro.  

Naira inclinó la cabeza y se alejó, pero Emma supo que sus palabras habían dejado huella.  

Un fuerte estruendo resonó en la distancia. Un sonido lejano, pero inconfundible.  

Marcus se acercaba.

Emma levantó la mirada hacia la Luna, que comenzaba a asomar en el cielo oscuro.  

—Espero que estés con nosotros —murmuró.  

Y en su interior, sintió una leve brisa cálida, como si la Diosa Luna le respondiera con una silenciosa promesa.  

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