El bosque estaba en calma después de la batalla, pero la tensión en el aire era innegable. Emma y los demás habían logrado rescatar a los prisioneros, pero sabían que Marcus no se quedaría quieto tras lo ocurrido. El grupo avanzó entre los árboles, agotados pero alerta. Diego iba al frente, con su postura rígida y su mirada oscura. Emma podía sentir la furia contenida en su cuerpo, el instinto protector de su Alfa al máximo. Cuando finalmente cruzaron los límites del territorio de la manada, los lobos de Diego que habían quedado atrás corrieron a recibirlos. —¡Abran paso, hay heridos! —gritó Edward, guiando a algunos de los prisioneros que apenas podían mantenerse en pie. Madelin y Jack ayudaron a llevar a los más débiles a la enfermería improvisada que tenían en la cabaña principal. Emma se quedó de pie, observando todo a su alrededor, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Su mirada se encontró con la de Diego. Él caminó hacia ella con pasos firmes, su expresió
El amanecer trajo consigo un aire de incertidumbre. Emma se despertó con el cuerpo adolorido por el combate del día anterior, pero su mente estaba más clara que nunca.El Templo de la Luna.Ese lugar, envuelto en misterio y peligro, era la clave para descubrir su verdadero poder.Cuando salió de la cabaña, el campamento estaba en movimiento. Guerreros entrenaban, los heridos eran atendidos y un grupo de prisioneros liberados se preparaban para partir a otros territorios donde estarían a salvo.Diego la esperaba en la entrada de la cabaña principal, con los brazos cruzados y una expresión sombría.—Dormiste poco —comentó.Emma se encogió de hombros.—No había mucho tiempo para eso.Diego asintió.—Hoy partimos al Templo.Emma tragó saliva. Sabía que no iba a ser un viaje fácil, pero no había vuelta atrás.—¿Quiénes vendrán con nosotros?—Jack, Madelin, Caleb y yo —respondió Diego—. No podemos llevar a más guerreros, no sabemos qué nos espera ahí.Emma asintió.—¿Y qué dicen los anciano
El bosque se volvía más denso a medida que el grupo avanzaba. El aire era más frío, más pesado, como si el propio ambiente les advirtiera que estaban cruzando un umbral prohibido. Emma no dejaba de sentir la presencia de algo… o alguien. Esa voz que la había llamado seguía resonando en su mente, suave pero insistente. Caleb caminaba unos pasos adelante, con el ceño fruncido. —Este lugar ha estado oculto por siglos… pero no siempre fue así —murmuró. Emma levantó la mirada. —¿Qué quieres decir? Caleb exhaló y miró a los demás antes de continuar. —Hace mucho tiempo, el Templo de la Luna no era solo un mito. Era un santuario sagrado, un lugar donde los primeros Alfas venían a recibir las bendiciones de la Diosa. Mi manada solía contar la historia de cómo el poder de los Blancos nació aquí… y cómo fue destruido. Emma sintió un escalofrío. —Cuéntanos la historia. Caleb asintió y comenzó a relatar. —Dicen que hace siglos, cuando los primeros lobos caminaban por la tierr
El aire seguía cargado de energía cuando Emma se puso de pie. Sus piernas temblaban, pero no por debilidad, sino por la intensidad de lo que acababa de vivir. Diego seguía sujetándola por la cintura, con su mirada fija en la de ella. —¿Estás segura de que estás bien? —preguntó con voz tensa. Emma asintió. —Sí… solo que ahora lo entiendo todo. Madelin cruzó los brazos. —¿Y qué es "todo"? Emma respiró hondo, recordando las palabras de la Diosa Luna. —Marcus no es el verdadero enemigo. Hay alguien más detrás de todo esto… alguien que ha estado manipulándolo desde las sombras. Caleb maldijo en voz baja. —Sabía que ese bastardo no tenía la inteligencia suficiente para haber llegado tan lejos solo. Jack miró a Emma con seriedad. —¿La Diosa te dijo quién es? Emma negó con la cabeza. —No. Pero su linaje nunca desapareció. Y está volviendo para terminar lo que comenzó. Diego apretó la mandíbula. —Entonces necesitamos llegar al Templo cuanto antes. Emma asintió.
La luz azul la envolvió por completo. Emma sintió que su cuerpo flotaba en un espacio sin tiempo, sin forma, sin sonido. Todo a su alrededor era un torbellino de energía pura, cálida y poderosa. Por un instante, temió estar atrapada en otra visión. Pero entonces, sus pies tocaron el suelo. Abrió los ojos y se encontró en el interior de una enorme sala de piedra. El techo era una bóveda infinita iluminada por una luna gigantesca. A su alrededor, las paredes estaban cubiertas de inscripciones antiguas que pulsaban con una energía desconocida. Emma tragó saliva. No estaba sola. Frente a ella, en el centro de la sala, había una silueta. Una mujer de túnica plateada, con el cabello flotando como una cascada de luz. Era la Diosa Luna. Emma sintió un nudo en la garganta y se arrodilló instintivamente. —Te has atrevido a cruzar el umbral, hija de mi sangre —dijo la Diosa con una voz profunda y etérea—. Pero aún no eres digna de portar el poder que te pertenece. Emma levan
Emma sintió cómo la energía recorría cada parte de su cuerpo, como si hubiera renacido. La prueba había terminado, y ahora la luz de la Diosa Luna latía en su interior. Cuando abrió los ojos, aún estaba en el templo, pero algo era diferente. Podía sentir cada partícula de energía a su alrededor. Podía oír la respiración de Diego incluso antes de verlo. Cada latido, cada vibración en el aire, todo era más claro. Y entonces, la vio. La Diosa Luna la observaba con orgullo. —Has despertado, Emma. Emma respiró profundamente. —¿Este… este es el poder de los Blancos? La Diosa asintió. —Es el legado que siempre ha corrido por tu sangre. Pero ahora, has aceptado quién eres. Emma bajó la mirada a sus propias manos. Sus venas brillaban con un tenue resplandor azul. Era como si la luna misma latiera dentro de ella. —¿Este poder… me hará más fuerte? —preguntó con cautela. La Diosa sonrió suavemente. —No solo más fuerte, sino más sabia. Ahora, puedes escuchar los susurros
El bosque estaba inquieto mientras Emma y su grupo se movían rápidamente entre los árboles. La energía de la Diosa aún vibraba en su interior, pero ahora su mente estaba enfocada en una sola cosa: regresar a la manada antes de que Marcus llegara. Cada fibra de su ser le gritaba que el tiempo se agotaba. Diego corría a su lado, su expresión tensa. —¿Cómo estás sintiéndote? —preguntó sin dejar de moverse. Emma no estaba segura de cómo responder. —Diferente. Más fuerte… pero también más conectada. Diego la miró de reojo. —¿Conectada con qué? Emma respiró hondo. —Con todo. Con la Luna. Con los lobos. Con el destino. Diego asintió, aunque su mandíbula seguía apretada. Sabía que algo estaba cambiando dentro de ella, pero el peligro no les daba tiempo para explorarlo. Jack y Madelin corrían unos metros más adelante, vigilando el camino. Caleb se mantenía en la retaguardia, su postura alerta. —Nos estamos acercando al territorio —dijo Jack, olfateando el aire—. Pero al
El aullido de Emma se extendió por el bosque como un eco vibrante, recorriendo la tierra y el cielo. Era un llamado ancestral, uno que solo los lobos con la bendición de la Luna podían emitir. El silencio cayó sobre la manada. Incluso el viento pareció contener la respiración. Diego se acercó a ella, su mirada llena de intensidad. —¿Estás segura de lo que hiciste? Emma asintió. —La Luna nos guiará. No podemos enfrentar esto solos. Jack se giró hacia el bosque, su cuerpo tenso. —Si hay alguien que pueda escuchar… vendrán. Madelin, que había estado atendiendo a los heridos, se acercó con el rostro endurecido. —Emma, si esto no funciona, estaremos completamente solos. Emma apretó los puños. —Confío en que no lo estamos. El sonido de hojas crujiendo llamó su atención. Todos giraron sus cabezas al mismo tiempo. Y entonces, de entre la espesura, emergieron sombras. Aliados inesperadosPrimero, fueron unos pocos. Luego, docenas. Lobos de distintas manadas comenzaro