El bosque se volvía más denso a medida que el grupo avanzaba. El aire era más frío, más pesado, como si el propio ambiente les advirtiera que estaban cruzando un umbral prohibido. Emma no dejaba de sentir la presencia de algo… o alguien. Esa voz que la había llamado seguía resonando en su mente, suave pero insistente. Caleb caminaba unos pasos adelante, con el ceño fruncido. —Este lugar ha estado oculto por siglos… pero no siempre fue así —murmuró. Emma levantó la mirada. —¿Qué quieres decir? Caleb exhaló y miró a los demás antes de continuar. —Hace mucho tiempo, el Templo de la Luna no era solo un mito. Era un santuario sagrado, un lugar donde los primeros Alfas venían a recibir las bendiciones de la Diosa. Mi manada solía contar la historia de cómo el poder de los Blancos nació aquí… y cómo fue destruido. Emma sintió un escalofrío. —Cuéntanos la historia. Caleb asintió y comenzó a relatar. —Dicen que hace siglos, cuando los primeros lobos caminaban por la tierr
El aire seguía cargado de energía cuando Emma se puso de pie. Sus piernas temblaban, pero no por debilidad, sino por la intensidad de lo que acababa de vivir. Diego seguía sujetándola por la cintura, con su mirada fija en la de ella. —¿Estás segura de que estás bien? —preguntó con voz tensa. Emma asintió. —Sí… solo que ahora lo entiendo todo. Madelin cruzó los brazos. —¿Y qué es "todo"? Emma respiró hondo, recordando las palabras de la Diosa Luna. —Marcus no es el verdadero enemigo. Hay alguien más detrás de todo esto… alguien que ha estado manipulándolo desde las sombras. Caleb maldijo en voz baja. —Sabía que ese bastardo no tenía la inteligencia suficiente para haber llegado tan lejos solo. Jack miró a Emma con seriedad. —¿La Diosa te dijo quién es? Emma negó con la cabeza. —No. Pero su linaje nunca desapareció. Y está volviendo para terminar lo que comenzó. Diego apretó la mandíbula. —Entonces necesitamos llegar al Templo cuanto antes. Emma asintió.
La luz azul la envolvió por completo. Emma sintió que su cuerpo flotaba en un espacio sin tiempo, sin forma, sin sonido. Todo a su alrededor era un torbellino de energía pura, cálida y poderosa. Por un instante, temió estar atrapada en otra visión. Pero entonces, sus pies tocaron el suelo. Abrió los ojos y se encontró en el interior de una enorme sala de piedra. El techo era una bóveda infinita iluminada por una luna gigantesca. A su alrededor, las paredes estaban cubiertas de inscripciones antiguas que pulsaban con una energía desconocida. Emma tragó saliva. No estaba sola. Frente a ella, en el centro de la sala, había una silueta. Una mujer de túnica plateada, con el cabello flotando como una cascada de luz. Era la Diosa Luna. Emma sintió un nudo en la garganta y se arrodilló instintivamente. —Te has atrevido a cruzar el umbral, hija de mi sangre —dijo la Diosa con una voz profunda y etérea—. Pero aún no eres digna de portar el poder que te pertenece. Emma levan
Emma sintió cómo la energía recorría cada parte de su cuerpo, como si hubiera renacido. La prueba había terminado, y ahora la luz de la Diosa Luna latía en su interior. Cuando abrió los ojos, aún estaba en el templo, pero algo era diferente. Podía sentir cada partícula de energía a su alrededor. Podía oír la respiración de Diego incluso antes de verlo. Cada latido, cada vibración en el aire, todo era más claro. Y entonces, la vio. La Diosa Luna la observaba con orgullo. —Has despertado, Emma. Emma respiró profundamente. —¿Este… este es el poder de los Blancos? La Diosa asintió. —Es el legado que siempre ha corrido por tu sangre. Pero ahora, has aceptado quién eres. Emma bajó la mirada a sus propias manos. Sus venas brillaban con un tenue resplandor azul. Era como si la luna misma latiera dentro de ella. —¿Este poder… me hará más fuerte? —preguntó con cautela. La Diosa sonrió suavemente. —No solo más fuerte, sino más sabia. Ahora, puedes escuchar los susurros
El sonido de la lluvia repiqueteaba contra los ventanales de la moderna oficina de Emma Baker. Sentada detrás de su escritorio, revisaba los últimos contratos de su agencia de publicidad. La luz de su computadora iluminaba su rostro de rasgos delicados, sus ojos lila resplandecientes con una intensidad única. A pesar de su éxito profesional, sintió un vacío inexplicable, una sensación de que algo le faltaba.Su vida había dado un giro inesperado hacía unos meses. Después de la traición de Derek, su expareja, había decidido centrarse en su carrera y en su mayor sueño: ser madre. No necesitaba un hombre para lograrlo, y por eso había optado por la fertilización in vitro. Ahora, su vientre albergaba una nueva vida, una decisión que había tomado con plena convicción, sin saber que aquel embarazo cambiaría su mundo de maneras que jamás imaginó.Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.—Emma, tienes una llamada importante—dijo Sofía, su mejor amiga y asistente.Emma sospechó y
Emma caminaba por las calles de la ciudad con la mente revuelta. La revelación del doctor la había dejado helada. Su embarazo no era un error médico cualquiera. Alguien había cambiado la muestra de esperma intencionalmente. ¿Pero quién y por qué?Las luces de los autos iluminaban su rostro pálido. La sensación de que su vida estaba a punto de desmoronarse se apoderó de ella. Nunca había creído en el destino, pero esto... parecía esto obra de algo mucho más grande.Apretó los documentos que llevaba en la mano. Los resultados mostraron que el ADN de su hijo pertenecía a un hombre con un linaje genético excepcional. Pero no había nombres, solo códigos.—Tengo que descubrir la verdad —susurró para sí misma.Las preguntas la devoraban por dentro. Si alguien había cambiado la muestra, eso significaba que estaban observándola. Que su embarazo no había sido producto del azar, sino de una elección meticulosa.Y eso la asustaba.En el bosque, Diego estaba inquieto.Desde el entrenamiento con Ja
Emma pasó la noche en vela, incapaz de ignorar la sensación de que algo estaba terriblemente mal. Las sombras de su departamento parecían más oscuras de lo normal, y cada ruido en la calle la hacía sobresaltarse. Se abrazó el vientre, una costumbre que había desarrollado en los últimos días. Nunca había sentido una conexión tan fuerte con algo como la que sentía con sus bebés.La noticia del incendio en la clínica la inquietaba demasiado. Su instinto le decía que no era una coincidencia. Algo en su interior gritaba que ese fuego no había sido un accidente, que alguien estaba tratando de borrar toda evidencia de lo que le habían hecho.Apenas amaneció, Emma tomó su bolso y se dirigió a la puerta. Necesitaba respuestas. Tal vez la policía, tal vez un abogado. Alguien tenía que ayudarla a descubrir la verdad.Pero cuando abrió la puerta, su corazón casi se detuvo.Frente a ella, un hombre alto y de expresión imponente la observaba con intensidad. Su cabello castaño oscuro estaba un poco
El silencio entre ellos se volvió espeso, cargado de tensión. Emma sentía que su corazón latía con fuerza descontrolada. Había algo en Diego, en la forma en que la miraba con intensidad depredadora, que la inquietaba profundamente. Su mente le gritaba que se alejara, pero su instinto—ese mismo instinto que últimamente parecía más agudo—le decía que no lo hiciera.Diego exhaló lentamente y se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado.—Emma, sé que esto es difícil de creer. No tienes razones para confiar en mí, pero te juro que no tengo intención de hacerte daño. Solo quiero ayudarte.Emma apretó los puños.—¿Ayudarme? ¿Por qué? ¿Qué ganas tú con esto?Los labios de Diego se curvaron apenas en una sonrisa amarga.—Más de lo que imaginas.Emma cruzó los brazos, su cuerpo rígido por la tensión.—Entonces dime la verdad. Quiero saber qué está pasando y por qué tengo la sensación de que no me has contado todo.Diego asintió lentamente.—Está bien, pero prométeme que escucharás has