El aire seguía cargado de energía cuando Emma se puso de pie. Sus piernas temblaban, pero no por debilidad, sino por la intensidad de lo que acababa de vivir. Diego seguía sujetándola por la cintura, con su mirada fija en la de ella. —¿Estás segura de que estás bien? —preguntó con voz tensa. Emma asintió. —Sí… solo que ahora lo entiendo todo. Madelin cruzó los brazos. —¿Y qué es "todo"? Emma respiró hondo, recordando las palabras de la Diosa Luna. —Marcus no es el verdadero enemigo. Hay alguien más detrás de todo esto… alguien que ha estado manipulándolo desde las sombras. Caleb maldijo en voz baja. —Sabía que ese bastardo no tenía la inteligencia suficiente para haber llegado tan lejos solo. Jack miró a Emma con seriedad. —¿La Diosa te dijo quién es? Emma negó con la cabeza. —No. Pero su linaje nunca desapareció. Y está volviendo para terminar lo que comenzó. Diego apretó la mandíbula. —Entonces necesitamos llegar al Templo cuanto antes. Emma asintió.
La luz azul la envolvió por completo. Emma sintió que su cuerpo flotaba en un espacio sin tiempo, sin forma, sin sonido. Todo a su alrededor era un torbellino de energía pura, cálida y poderosa. Por un instante, temió estar atrapada en otra visión. Pero entonces, sus pies tocaron el suelo. Abrió los ojos y se encontró en el interior de una enorme sala de piedra. El techo era una bóveda infinita iluminada por una luna gigantesca. A su alrededor, las paredes estaban cubiertas de inscripciones antiguas que pulsaban con una energía desconocida. Emma tragó saliva. No estaba sola. Frente a ella, en el centro de la sala, había una silueta. Una mujer de túnica plateada, con el cabello flotando como una cascada de luz. Era la Diosa Luna. Emma sintió un nudo en la garganta y se arrodilló instintivamente. —Te has atrevido a cruzar el umbral, hija de mi sangre —dijo la Diosa con una voz profunda y etérea—. Pero aún no eres digna de portar el poder que te pertenece. Emma levan
Emma sintió cómo la energía recorría cada parte de su cuerpo, como si hubiera renacido. La prueba había terminado, y ahora la luz de la Diosa Luna latía en su interior. Cuando abrió los ojos, aún estaba en el templo, pero algo era diferente. Podía sentir cada partícula de energía a su alrededor. Podía oír la respiración de Diego incluso antes de verlo. Cada latido, cada vibración en el aire, todo era más claro. Y entonces, la vio. La Diosa Luna la observaba con orgullo. —Has despertado, Emma. Emma respiró profundamente. —¿Este… este es el poder de los Blancos? La Diosa asintió. —Es el legado que siempre ha corrido por tu sangre. Pero ahora, has aceptado quién eres. Emma bajó la mirada a sus propias manos. Sus venas brillaban con un tenue resplandor azul. Era como si la luna misma latiera dentro de ella. —¿Este poder… me hará más fuerte? —preguntó con cautela. La Diosa sonrió suavemente. —No solo más fuerte, sino más sabia. Ahora, puedes escuchar los susurros
El bosque estaba inquieto mientras Emma y su grupo se movían rápidamente entre los árboles. La energía de la Diosa aún vibraba en su interior, pero ahora su mente estaba enfocada en una sola cosa: regresar a la manada antes de que Marcus llegara. Cada fibra de su ser le gritaba que el tiempo se agotaba. Diego corría a su lado, su expresión tensa. —¿Cómo estás sintiéndote? —preguntó sin dejar de moverse. Emma no estaba segura de cómo responder. —Diferente. Más fuerte… pero también más conectada. Diego la miró de reojo. —¿Conectada con qué? Emma respiró hondo. —Con todo. Con la Luna. Con los lobos. Con el destino. Diego asintió, aunque su mandíbula seguía apretada. Sabía que algo estaba cambiando dentro de ella, pero el peligro no les daba tiempo para explorarlo. Jack y Madelin corrían unos metros más adelante, vigilando el camino. Caleb se mantenía en la retaguardia, su postura alerta. —Nos estamos acercando al territorio —dijo Jack, olfateando el aire—. Pero al
El aullido de Emma se extendió por el bosque como un eco vibrante, recorriendo la tierra y el cielo. Era un llamado ancestral, uno que solo los lobos con la bendición de la Luna podían emitir. El silencio cayó sobre la manada. Incluso el viento pareció contener la respiración. Diego se acercó a ella, su mirada llena de intensidad. —¿Estás segura de lo que hiciste? Emma asintió. —La Luna nos guiará. No podemos enfrentar esto solos. Jack se giró hacia el bosque, su cuerpo tenso. —Si hay alguien que pueda escuchar… vendrán. Madelin, que había estado atendiendo a los heridos, se acercó con el rostro endurecido. —Emma, si esto no funciona, estaremos completamente solos. Emma apretó los puños. —Confío en que no lo estamos. El sonido de hojas crujiendo llamó su atención. Todos giraron sus cabezas al mismo tiempo. Y entonces, de entre la espesura, emergieron sombras. Aliados inesperadosPrimero, fueron unos pocos. Luego, docenas. Lobos de distintas manadas comenzaro
El aire se volvió denso con la presencia de tantos lobos reunidos en un solo lugar. Emma podía sentir la energía en el ambiente, la mezcla de miedo, ira y determinación que flotaba entre ellos. La luna aún no estaba en su punto más alto, pero ya brillaba con una intensidad inquietante.Diego se mantenía a su lado, su postura firme, pero su mandíbula apretada revelaba la preocupación que intentaba ocultar.—No hay tiempo que perder —dijo en voz baja—. Si Marcus viene con todo su ejército, debemos estar preparados.Emma asintió y dio un paso al frente, elevando la voz para que todos la escucharan.—Esta batalla no es solo por mí o por mi manada. Es por todos nosotros. Marcus ha intentado destruir lo que somos, ha arrasado con nuestros hogares y ha matado a los nuestros sin piedad. Pero aquí estamos, de pie, listos para luchar. No peleamos por venganza. Peleamos por la libertad.Los murmullos cesaron. Un silencio pesado cayó sobre los presentes. Y entonces, un lobo rugió en aprobación. Ot
El aire se volvió irrespirable. Los lobos de Marcus avanzaban con movimientos coordinados, sus ojos brillando como brasas en la oscuridad. Emma sintió la energía de la luna recorrer su cuerpo, llenándola de una fuerza que nunca antes había experimentado. A su lado, Diego dejó escapar un gruñido bajo, su transformación a medio camino. Sus músculos se tensaban, listos para atacar en cualquier momento. —Recuerden el plan —dijo Jack en voz baja—. No se dejen llevar por la furia. Emma asintió. Sabían que si caían en la trampa de Marcus y se lanzaban sin estrategia, estarían perdidos. Marcus dio un paso al frente, con una sonrisa arrogante. —¿De verdad creen que pueden ganar esta guerra? —dijo con burla—. Han cometido el peor error al desafiarme. Emma sintió el odio hervir en su interior, pero lo mantuvo bajo control. —No es un desafío —respondió—. Es el fin de tu reinado. Marcus rió, pero sus ojos brillaban con un destello de furia. —Veamos si puedes cumplir tus palabras.
El choque fue brutal. Emma y Diego se lanzaron contra Marcus con una velocidad que desafiaba toda lógica. La energía de la Diosa Luna ardía en el cuerpo de Emma, impulsándola más allá de cualquier límite que jamás había conocido.Marcus rugió al verlos acercarse, su cuerpo transformándose completamente en un lobo colosal, de pelaje negro como la noche y ojos inyectados en sangre.Pero Emma no tenía miedo.Diego fue el primero en atacar. Sus garras rasgaron el aire, buscando el cuello de Marcus, pero el alfa enemigo reaccionó con rapidez y bloqueó el golpe con una fuerza aterradora. La onda del impacto hizo temblar el suelo y varios árboles se sacudieron violentamente.Emma aprovechó la distracción.Invocando la luz azul que ardía en su interior, canalizó toda su energía en un solo movimiento y golpeó a Marcus en el costado con una ráfaga de poder.El lobo negro fue lanzado a varios metros de distancia, cayendo pesadamente contra un árbol.Por un segundo, el silencio reinó en el campo