La noche se llenó de gruñidos y pisadas apresuradas. El bosque, que momentos antes había estado en un silencio antinatural, ahora era un caos de sombras y movimientos veloces.
Diego corrió en dirección al sonido de la señal de Marcus. Jack y Edward lo siguieron de cerca, sus cuerpos preparados para la lucha. Pero Diego lo sentía en sus huesos: algo no estaba bien.
El olor era distinto.
No era solo el aroma de los lobos de Marcus. Había algo más. Algo que no debería estar allí.
—Prepárense —murmuró Diego.
Jack asintió, transformándose en un instante. Su lobo era imponente, de pelaje negro y ojos dorados. Edward tardó un poco más, pero en segundos ya eran tres bestias avanzando entre los árboles.
Entonces, los vieron.
Cuatro lobos esperaban en la maleza. Pero no eran como los guerreros de Marcus de antes. Sus ojos brillaban con un fulgor enfermizo, y su respiración era irregular, casi como si estuvieran luchando contra algo en su interior.
Diego gruñó.
—¿Qué demonios…?
Uno de los lobos emitió un sonido gutural y saltó.
Diego reaccionó de inmediato, esquivando el ataque y girando con una velocidad brutal. Su garra se hundió en el costado del enemigo, pero algo lo hizo detenerse.
El lobo no sangró.
Se tambaleó un instante, pero luego, como si no sintiera dolor, giró hacia Diego con una sonrisa torcida en su hocico.
Eso no era normal.
—¡Diego! —gritó Jack, esquivando por poco el ataque de otro de los lobos.
Diego retrocedió un paso y se obligó a enfocarse. No podían perder tiempo tratando de entender qué eran esas criaturas.
Tenían que ganar.
Así que atacó.
Con la fuerza de un Alfa supremo, Diego se lanzó contra el lobo infectado. Esta vez, no se detuvo. Sus garras rasgaron su carne hasta lo más profundo, y con un último movimiento, le partió el cuello.
El lobo cayó al suelo, inmóvil.
Pero Diego apenas tuvo tiempo de procesarlo cuando otros tres salieron de entre los árboles.
—Esto no es normal —gruñó Edward, con su hocico ensangrentado.
Diego apretó los dientes.
—No. Marcus ha hecho algo.
Y lo iba a averiguar.
Pero primero, tenían que sobrevivir.
En la cabaña, Emma sintió un dolor punzante en el pecho.
Se dobló ligeramente, respirando con dificultad.
—¿Emma? —preguntó Madelin, acercándose preocupada.
Emma apretó los dientes.
—Algo no está bien.
No sabía cómo lo sabía. No tenía lógica, pero lo sentía.
Diego estaba en peligro.
Y lo peor de todo…
Ella sabía que esto era solo el comienzo.
Emma se sostuvo el vientre con ambas manos. Sus gemelos se movían inquietos, como si también percibieran la amenaza.
—Tenemos que irnos de aquí —susurró.
Madelin la miró fijamente.
—No podemos. Diego dijo que…
—No me importa lo que dijo —interrumpió Emma, con una firmeza en su voz que sorprendió a la loba—. Algo terrible está pasando.
Madelin dudó un instante. Sabía que Diego le había ordenado proteger a Emma, pero también podía ver la determinación en sus ojos.
—Si vamos, estarás en peligro.
Emma respiró hondo.
—Si no vamos, tal vez Diego no regrese.
Madelin sintió un escalofrío.
Entonces, sin pensarlo más, asintió.
—Está bien. Pero si algo sale mal, corres.
Emma no respondió. Sabía que no lo haría.
La guerra había comenzado.
Emma y Madelin avanzaban rápidamente entre los árboles, con los sentidos alerta y el corazón latiendo desbocado. La luna apenas iluminaba su camino, pero Emma sentía cada raíz, cada hoja y cada piedra en el suelo como si su cuerpo estuviera hecho para moverse en la oscuridad.—Mantente cerca de mí —susurró Madelin, con la voz baja pero firme.Emma asintió, aunque algo dentro de ella le decía que estaba más preparada de lo que creía.El aire estaba cargado con el olor a sangre y peligro. A medida que se acercaban al lugar del enfrentamiento, el gruñido de los lobos en combate se hacía más fuerte. Emma sintió una presión en el pecho y un pálpito feroz en su vientre. Sus gemelos reaccionaban con ella.Algo dentro de su alma ardió.De repente, un ruido en la maleza las hizo detenerse.Madelin giró en posición de ataque, mostrando los colmillos. Emma sintió un escalofrío cuando una sombra emergió de los arbustos.Era uno de los lobos infectados.Su pelaje estaba erizado, sus ojos brillaban
El aire estaba cargado de tensión. La mirada de Marcus se clavaba en Emma con un interés peligroso, mientras Diego se mantenía cerca, listo para reaccionar ante cualquier movimiento del traidor.Emma sentía su cuerpo vibrar con una energía desconocida. Su piel ardía, su corazón retumbaba en su pecho, y dentro de su mente, algo comenzaba a despertar por completo.Ayla.Una voz suave, pero poderosa, susurró en su interior."Es momento."Emma sintió que su cuerpo se estremecía con un calor abrasador. Sus huesos crujieron levemente, su visión se volvió más nítida, y por primera vez, comprendió lo que realmente era.Una loba.Y no cualquier loba.—Así que al final, la profecía era real —dijo Marcus con una sonrisa torcida—. No eres una simple mujer lobo, Emma. Eres… algo más.Emma lo observó fijamente, sin apartar la vista.—No sé qué quieres decir —respondió, pero en el fondo, lo intuía.Marcus soltó una carcajada.—Vamos… deja de fingir ignorancia. No cualquier loba puede hacer lo que ac
El eco del aullido de Emma se extendió por todo el bosque como una onda expansiva, estremeciendo cada rincón de la espesura. Los lobos que la rodeaban sintieron la vibración de su energía, algo tan antiguo y poderoso que ninguno de ellos podía ignorar.Diego no podía apartar la mirada de ella. Su lobo, Aslan, rugía dentro de su mente con un fervor que nunca había sentido antes."Es ella. Es nuestra."Pero no era solo su mate. No.Emma era más.Era la loba que traía consigo el poder de ‘Los Blancos’.La elegida.Madelin se llevó una mano a la boca, sorprendida.—Dioses… —murmuró.Jack, a su lado, estaba en posición defensiva, pero su mirada mostraba asombro más que miedo.En cambio, Marcus sonrió.—Así que finalmente te has mostrado —dijo, con un brillo peligroso en sus ojos—. Y es más impresionante de lo que imaginé.Emma giró su cabeza en su dirección, enseñando los colmillos. Su instinto no le pedía huir.Le pedía atacar.Su lobo, Ayla, rugía en su interior, hambrienta de pelea. Sus
Emma apenas había cerrado los ojos cuando una fuerza invisible la arrastró hacia las profundidades de su inconsciente. No era un simple sueño. Se sintió transportada, absorbida por una corriente de energía que la envolvía con una calidez inquietante.Cuando sus pies tocaron el suelo, se encontró en medio de un bosque desconocido. Pero no era un bosque cualquiera. La luna en lo alto brillaba con un resplandor sobrenatural, más grande y cercana de lo normal. Su luz bañaba la espesura con un resplandor plateado, y el viento susurraba su nombre entre los árboles, como un eco lejano de algo que siempre había estado ahí.Emma dio un paso adelante y el suelo pareció estremecerse bajo sus pies. A lo lejos, una figura femenina emergió de la neblina. Su cabello plateado ondeaba con el viento y sus ojos brillaban con un resplandor blanco, como si contuvieran el mismo poder de la luna.Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quién eres? —preguntó, su voz apenas un murmullo.La mujer la o
Emma despertó con un jadeo entrecortado, su pecho subía y bajaba rápidamente, como si acabara de emerger de una pesadilla demasiado real. Su piel estaba húmeda de sudor y sus manos temblaban. Buscó con la mirada hasta que sus ojos se encontraron con los de Diego.Él estaba sentado a su lado, observándola con una mezcla de preocupación y determinación. La suavidad con la que le apartó un mechón de cabello pegado a su frente le erizó la piel.—Estoy aquí —susurró él con voz ronca, profunda, cargada de algo que Emma no podía identificar del todo.Emma sintió un nudo en la garganta.—Tuve un sueño… no, un recuerdo —murmuró ella, su voz temblorosa.Diego frunció el ceño, inclinándose un poco más.—Marcus —susurró Emma, y solo decir su nombre le revolvió el estómago—. Me ha estado buscando toda mi vida.El cuerpo de Diego se tensó. Su lobo rugió dentro de él con ferocidad, pero se contuvo, centrándose en la mujer frente a él. Levantó una mano y le acarició la mejilla con una ternura que con
A la mañana siguiente, Diego observaba a Emma, quien dormía plácidamente, agotada por la noche apasionada e intensa que habían compartido. Su respiración era acompasada, tranquila, y su cuerpo desnudo apenas cubierto por la sábana revelaba las marcas que él le había dejado: chupetes, moretones y, sobre todo, la marca que sellaba su unión para siempre.Le era difícil creer que había encontrado a su verdadera compañera. Su mate. Su reina y futura Luna.Con cuidado, Diego extendió la mano y la posó sobre el vientre de Emma, sintiendo el calor de su piel y la leve curvatura que indicaba la vida creciendo dentro de ella. Pero entonces, sintió algo más.Un murmullo. Una conexión.Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando las voces resonaron en su mente. Eran suaves, como un eco lejano, pero llenas de amor y calidez. Sus hijos. Ellos estaban conscientes de él, lo sentían, y en sus pequeñas formas, lo amaban profundamente, tanto como a su madre. Diego sintió que su corazón latía con fuerza y u
Luego de haber sentido aquella presencia, la cual sabían que era Marcus y sus aliados en la búsqueda del poder que poseía Emma, ambos decidieron relajarse y dejar de lado sus preocupaciones, al menos por un día. Diego estaba más que feliz, pues había encontrado a su pareja, a su Luna. Emma, por su parte, agradecía la felicidad que tenía, aunque en el fondo sabía que no sería fácil. Con un suspiro, decidió ignorar todo y aferrarse al amor que se sentía en la habitación.Cuando se levantó de la cama, su mirada se dirigió automáticamente al espejo. Lo que vio la hizo sonreír con picardía: un mapa de chupetes y moretones decoraba su piel, testigos de la intensidad de la noche anterior. Se quedó mirando su reflejo con una expresión de complicidad. Diego, aún acostado, observaba la escena con una sonrisa satisfecha.—Esa es mi obra maestra —comentó con diversión, sus ojos oscuros brillando con orgullo.Emma le lanzó una mirada de fingida molestia, pero antes de que pudiera decir algo, sinti
Diego y Emma necesitaban un respiro, un lugar donde pudieran olvidarse de todo y sumergirse en su amor sin miedo ni preocupaciones. Por eso, Diego decidió llevarla a su refugio secreto: una cabaña escondida en las profundidades del bosque, lejos de cualquier amenaza.El camino era un túnel natural de árboles y enredaderas que escondía perfectamente la entrada. Cuando llegaron, Emma quedó sin palabras. La cabaña era un sueño: de madera con grandes ventanales de cristal, rodeada por un jardín lleno de flores vibrantes. A un lado, una piscina reflejaba el cielo, y un jacuzzi burbujeaba tentadoramente en la terraza. En el balcón, bien amueblado con sillones cómodos, el aire invitaba a leer, tomar café o simplemente perderse en el paisaje. Aquel lugar emanaba paz, seguridad y una belleza natural que lo convertía en un verdadero refugio.—¿Cómo lograste hacer algo tan hermoso? —preguntó Emma maravillada, recorriendo con la mirada cada detalle.Diego la abrazó por la cintura, besando su cuel