El aullido resonó en la noche como una advertencia. Un sonido grave, gutural, que erizó la piel de Emma. Su instinto le decía que algo no estaba bien.
Diego giró la cabeza con rapidez, su cuerpo entrando en un estado de alerta inmediato. Emma pudo ver cómo su lobo se agitaba bajo su piel, su energía vibrante y agresiva.
—Vuelve adentro —ordenó Diego en voz baja, pero con autoridad.
Emma apretó los puños.
—No voy a esconderme.
Diego la miró por un instante, su mandíbula tensa.
—No es cobardía, es precaución.
Pero antes de que pudiera insistir, otro aullido se unió al primero. Esta vez más cerca.
Jack apareció en la oscuridad con Edward a su lado, ambos en forma humana, pero con sus ojos brillando con el reflejo de la luna.
—Están en la frontera —informó Jack, su tono urgente—. Al menos cuatro de ellos.
—No están solos —agregó Edward—. Hay algo extraño en su presencia. No se están moviendo como lobos normales.
Diego frunció el ceño.
—¿Cómo es eso?
Edward intercambió una mirada con Jack antes de responder.
—Es como si estuvieran… esperándonos.
Emma sintió un escalofrío.
—¿Creen que es una trampa?
Jack asintió.
—No lo descartaría.
Diego inhaló profundamente y se giró hacia Emma.
—Quédate aquí con Madelin y Sofía. No salgas hasta que te lo diga.
Emma sintió el impulso de protestar, pero algo en su mirada le hizo entender que no era el momento para discutir.
—Ten cuidado —dijo simplemente.
Diego no respondió, pero la intensidad en sus ojos fue suficiente para que Emma sintiera que le estaba prometiendo algo sin necesidad de palabras.
Sin perder más tiempo, Diego, Jack y Edward se adentraron en la noche, moviéndose con la rapidez y sigilo de verdaderos depredadores.
Emma se quedó de pie en el umbral de la puerta, observando cómo desaparecían entre los árboles. Un sentimiento de inquietud se instaló en su pecho.
Algo iba a pasar.
Algo grande.
Los sonidos del bosque eran más intensos de lo normal. Diego lo notó de inmediato. No había los ruidos típicos de la noche, como los grillos o el crujir de las hojas bajo pequeños animales.
El silencio era antinatural.
Jack olfateó el aire y gruñó.
—Huelen raro.
Diego asintió. Él también lo notaba. Había algo más en el aroma de los lobos que habían cruzado su territorio. Algo metálico, extraño.
—No es solo Marcus —susurró Edward, los músculos de su espalda tensándose.
—No. No lo es —confirmó Diego.
El Alfa supremo podía sentirlo. Esto no era un simple enfrentamiento.
Era una declaración de guerra.
Y en lo más profundo del bosque, entre la maleza y las sombras, un par de ojos brillaban con malicia.
La caza apenas había comenzado.
—¿Están en posición? —preguntó Marcus en un susurro.
A su alrededor, sus lobos aguardaban en la oscuridad, con los ojos centelleantes y los cuerpos tensos.
—Sí, Alfa —respondió Noha, su segundo al mando.
Marcus sonrió.
—Bien.
Sabía que Diego y sus hombres no tardarían en encontrarlos. Lo que no sabían era que esta vez no venían solos.
Marcus había pasado meses preparándose, reuniendo aliados y experimentando con nuevos métodos. La sangre de los humanos podía ser… útil, si se sabía cómo manipularla. Y ahora sus guerreros no eran solo lobos.
Eran algo más.
Algo que ni siquiera Diego podría vencer.
Se llevó dos dedos a los labios y silbó una vez.
El bosque entero pareció exhalar un suspiro antes de que el caos se desatara.
La noche se llenó de gruñidos y pisadas apresuradas. El bosque, que momentos antes había estado en un silencio antinatural, ahora era un caos de sombras y movimientos veloces.Diego corrió en dirección al sonido de la señal de Marcus. Jack y Edward lo siguieron de cerca, sus cuerpos preparados para la lucha. Pero Diego lo sentía en sus huesos: algo no estaba bien.El olor era distinto.No era solo el aroma de los lobos de Marcus. Había algo más. Algo que no debería estar allí.—Prepárense —murmuró Diego.Jack asintió, transformándose en un instante. Su lobo era imponente, de pelaje negro y ojos dorados. Edward tardó un poco más, pero en segundos ya eran tres bestias avanzando entre los árboles.Entonces, los vieron.Cuatro lobos esperaban en la maleza. Pero no eran como los guerreros de Marcus de antes. Sus ojos brillaban con un fulgor enfermizo, y su respiración era irregular, casi como si estuvieran luchando contra algo en su interior.Diego gruñó.—¿Qué demonios…?Uno de los lobos
Emma y Madelin avanzaban rápidamente entre los árboles, con los sentidos alerta y el corazón latiendo desbocado. La luna apenas iluminaba su camino, pero Emma sentía cada raíz, cada hoja y cada piedra en el suelo como si su cuerpo estuviera hecho para moverse en la oscuridad.—Mantente cerca de mí —susurró Madelin, con la voz baja pero firme.Emma asintió, aunque algo dentro de ella le decía que estaba más preparada de lo que creía.El aire estaba cargado con el olor a sangre y peligro. A medida que se acercaban al lugar del enfrentamiento, el gruñido de los lobos en combate se hacía más fuerte. Emma sintió una presión en el pecho y un pálpito feroz en su vientre. Sus gemelos reaccionaban con ella.Algo dentro de su alma ardió.De repente, un ruido en la maleza las hizo detenerse.Madelin giró en posición de ataque, mostrando los colmillos. Emma sintió un escalofrío cuando una sombra emergió de los arbustos.Era uno de los lobos infectados.Su pelaje estaba erizado, sus ojos brillaban
El aire estaba cargado de tensión. La mirada de Marcus se clavaba en Emma con un interés peligroso, mientras Diego se mantenía cerca, listo para reaccionar ante cualquier movimiento del traidor.Emma sentía su cuerpo vibrar con una energía desconocida. Su piel ardía, su corazón retumbaba en su pecho, y dentro de su mente, algo comenzaba a despertar por completo.Ayla.Una voz suave, pero poderosa, susurró en su interior."Es momento."Emma sintió que su cuerpo se estremecía con un calor abrasador. Sus huesos crujieron levemente, su visión se volvió más nítida, y por primera vez, comprendió lo que realmente era.Una loba.Y no cualquier loba.—Así que al final, la profecía era real —dijo Marcus con una sonrisa torcida—. No eres una simple mujer lobo, Emma. Eres… algo más.Emma lo observó fijamente, sin apartar la vista.—No sé qué quieres decir —respondió, pero en el fondo, lo intuía.Marcus soltó una carcajada.—Vamos… deja de fingir ignorancia. No cualquier loba puede hacer lo que ac
El eco del aullido de Emma se extendió por todo el bosque como una onda expansiva, estremeciendo cada rincón de la espesura. Los lobos que la rodeaban sintieron la vibración de su energía, algo tan antiguo y poderoso que ninguno de ellos podía ignorar.Diego no podía apartar la mirada de ella. Su lobo, Aslan, rugía dentro de su mente con un fervor que nunca había sentido antes."Es ella. Es nuestra."Pero no era solo su mate. No.Emma era más.Era la loba que traía consigo el poder de ‘Los Blancos’.La elegida.Madelin se llevó una mano a la boca, sorprendida.—Dioses… —murmuró.Jack, a su lado, estaba en posición defensiva, pero su mirada mostraba asombro más que miedo.En cambio, Marcus sonrió.—Así que finalmente te has mostrado —dijo, con un brillo peligroso en sus ojos—. Y es más impresionante de lo que imaginé.Emma giró su cabeza en su dirección, enseñando los colmillos. Su instinto no le pedía huir.Le pedía atacar.Su lobo, Ayla, rugía en su interior, hambrienta de pelea. Sus
Emma apenas había cerrado los ojos cuando una fuerza invisible la arrastró hacia las profundidades de su inconsciente. No era un simple sueño. Se sintió transportada, absorbida por una corriente de energía que la envolvía con una calidez inquietante.Cuando sus pies tocaron el suelo, se encontró en medio de un bosque desconocido. Pero no era un bosque cualquiera. La luna en lo alto brillaba con un resplandor sobrenatural, más grande y cercana de lo normal. Su luz bañaba la espesura con un resplandor plateado, y el viento susurraba su nombre entre los árboles, como un eco lejano de algo que siempre había estado ahí.Emma dio un paso adelante y el suelo pareció estremecerse bajo sus pies. A lo lejos, una figura femenina emergió de la neblina. Su cabello plateado ondeaba con el viento y sus ojos brillaban con un resplandor blanco, como si contuvieran el mismo poder de la luna.Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quién eres? —preguntó, su voz apenas un murmullo.La mujer la o
Emma despertó con un jadeo entrecortado, su pecho subía y bajaba rápidamente, como si acabara de emerger de una pesadilla demasiado real. Su piel estaba húmeda de sudor y sus manos temblaban. Buscó con la mirada hasta que sus ojos se encontraron con los de Diego.Él estaba sentado a su lado, observándola con una mezcla de preocupación y determinación. La suavidad con la que le apartó un mechón de cabello pegado a su frente le erizó la piel.—Estoy aquí —susurró él con voz ronca, profunda, cargada de algo que Emma no podía identificar del todo.Emma sintió un nudo en la garganta.—Tuve un sueño… no, un recuerdo —murmuró ella, su voz temblorosa.Diego frunció el ceño, inclinándose un poco más.—Marcus —susurró Emma, y solo decir su nombre le revolvió el estómago—. Me ha estado buscando toda mi vida.El cuerpo de Diego se tensó. Su lobo rugió dentro de él con ferocidad, pero se contuvo, centrándose en la mujer frente a él. Levantó una mano y le acarició la mejilla con una ternura que con
A la mañana siguiente, Diego observaba a Emma, quien dormía plácidamente, agotada por la noche apasionada e intensa que habían compartido. Su respiración era acompasada, tranquila, y su cuerpo desnudo apenas cubierto por la sábana revelaba las marcas que él le había dejado: chupetes, moretones y, sobre todo, la marca que sellaba su unión para siempre.Le era difícil creer que había encontrado a su verdadera compañera. Su mate. Su reina y futura Luna.Con cuidado, Diego extendió la mano y la posó sobre el vientre de Emma, sintiendo el calor de su piel y la leve curvatura que indicaba la vida creciendo dentro de ella. Pero entonces, sintió algo más.Un murmullo. Una conexión.Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando las voces resonaron en su mente. Eran suaves, como un eco lejano, pero llenas de amor y calidez. Sus hijos. Ellos estaban conscientes de él, lo sentían, y en sus pequeñas formas, lo amaban profundamente, tanto como a su madre. Diego sintió que su corazón latía con fuerza y u
Luego de haber sentido aquella presencia, la cual sabían que era Marcus y sus aliados en la búsqueda del poder que poseía Emma, ambos decidieron relajarse y dejar de lado sus preocupaciones, al menos por un día. Diego estaba más que feliz, pues había encontrado a su pareja, a su Luna. Emma, por su parte, agradecía la felicidad que tenía, aunque en el fondo sabía que no sería fácil. Con un suspiro, decidió ignorar todo y aferrarse al amor que se sentía en la habitación.Cuando se levantó de la cama, su mirada se dirigió automáticamente al espejo. Lo que vio la hizo sonreír con picardía: un mapa de chupetes y moretones decoraba su piel, testigos de la intensidad de la noche anterior. Se quedó mirando su reflejo con una expresión de complicidad. Diego, aún acostado, observaba la escena con una sonrisa satisfecha.—Esa es mi obra maestra —comentó con diversión, sus ojos oscuros brillando con orgullo.Emma le lanzó una mirada de fingida molestia, pero antes de que pudiera decir algo, sinti