Emma despertó con un jadeo entrecortado, su pecho subía y bajaba rápidamente, como si acabara de emerger de una pesadilla demasiado real. Su piel estaba húmeda de sudor y sus manos temblaban. Buscó con la mirada hasta que sus ojos se encontraron con los de Diego.Él estaba sentado a su lado, observándola con una mezcla de preocupación y determinación. La suavidad con la que le apartó un mechón de cabello pegado a su frente le erizó la piel.—Estoy aquí —susurró él con voz ronca, profunda, cargada de algo que Emma no podía identificar del todo.Emma sintió un nudo en la garganta.—Tuve un sueño… no, un recuerdo —murmuró ella, su voz temblorosa.Diego frunció el ceño, inclinándose un poco más.—Marcus —susurró Emma, y solo decir su nombre le revolvió el estómago—. Me ha estado buscando toda mi vida.El cuerpo de Diego se tensó. Su lobo rugió dentro de él con ferocidad, pero se contuvo, centrándose en la mujer frente a él. Levantó una mano y le acarició la mejilla con una ternura que con
A la mañana siguiente, Diego observaba a Emma, quien dormía plácidamente, agotada por la noche apasionada e intensa que habían compartido. Su respiración era acompasada, tranquila, y su cuerpo desnudo apenas cubierto por la sábana revelaba las marcas que él le había dejado: chupetes, moretones y, sobre todo, la marca que sellaba su unión para siempre.Le era difícil creer que había encontrado a su verdadera compañera. Su mate. Su reina y futura Luna.Con cuidado, Diego extendió la mano y la posó sobre el vientre de Emma, sintiendo el calor de su piel y la leve curvatura que indicaba la vida creciendo dentro de ella. Pero entonces, sintió algo más.Un murmullo. Una conexión.Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando las voces resonaron en su mente. Eran suaves, como un eco lejano, pero llenas de amor y calidez. Sus hijos. Ellos estaban conscientes de él, lo sentían, y en sus pequeñas formas, lo amaban profundamente, tanto como a su madre. Diego sintió que su corazón latía con fuerza y u
Luego de haber sentido aquella presencia, la cual sabían que era Marcus y sus aliados en la búsqueda del poder que poseía Emma, ambos decidieron relajarse y dejar de lado sus preocupaciones, al menos por un día. Diego estaba más que feliz, pues había encontrado a su pareja, a su Luna. Emma, por su parte, agradecía la felicidad que tenía, aunque en el fondo sabía que no sería fácil. Con un suspiro, decidió ignorar todo y aferrarse al amor que se sentía en la habitación.Cuando se levantó de la cama, su mirada se dirigió automáticamente al espejo. Lo que vio la hizo sonreír con picardía: un mapa de chupetes y moretones decoraba su piel, testigos de la intensidad de la noche anterior. Se quedó mirando su reflejo con una expresión de complicidad. Diego, aún acostado, observaba la escena con una sonrisa satisfecha.—Esa es mi obra maestra —comentó con diversión, sus ojos oscuros brillando con orgullo.Emma le lanzó una mirada de fingida molestia, pero antes de que pudiera decir algo, sinti
Diego y Emma necesitaban un respiro, un lugar donde pudieran olvidarse de todo y sumergirse en su amor sin miedo ni preocupaciones. Por eso, Diego decidió llevarla a su refugio secreto: una cabaña escondida en las profundidades del bosque, lejos de cualquier amenaza.El camino era un túnel natural de árboles y enredaderas que escondía perfectamente la entrada. Cuando llegaron, Emma quedó sin palabras. La cabaña era un sueño: de madera con grandes ventanales de cristal, rodeada por un jardín lleno de flores vibrantes. A un lado, una piscina reflejaba el cielo, y un jacuzzi burbujeaba tentadoramente en la terraza. En el balcón, bien amueblado con sillones cómodos, el aire invitaba a leer, tomar café o simplemente perderse en el paisaje. Aquel lugar emanaba paz, seguridad y una belleza natural que lo convertía en un verdadero refugio.—¿Cómo lograste hacer algo tan hermoso? —preguntó Emma maravillada, recorriendo con la mirada cada detalle.Diego la abrazó por la cintura, besando su cuel
Las primeras luces del amanecer entraban por los ventanales de la cabaña, iluminando los cuerpos entrelazados de Diego y Emma. Habían pasado tres días sumidos en una burbuja de pasión y amor, un refugio que parecía impenetrable para la realidad que los aguardaba fuera de esas paredes. Pero ambos sabían que no podían permanecer en su mundo privado por siempre. La amenaza de Marcus era inminente, y si querían tener una oportunidad de derrotarlo, necesitaban prepararse.Después de un desayuno compartido en el balcón, donde la brisa matutina los envolvía con su frescura, Diego tomó la mano de Emma y la llevó al despacho de la cabaña. Aquel espacio tenía un aire solemne; estanterías repletas de libros antiguos cubrían las paredes, y en el centro, un gran escritorio de madera oscura esperaba por ellos. Mapas, documentos y notas estaban dispersos sobre la superficie, testigos de las innumerables horas que Diego había dedicado a planear estrategias.Emma recorrió la habitación con la mirada y
El viento soplaba con fuerza entre los árboles mientras Diego y Emma cabalgaban de regreso a la manada. La cabaña les había servido como un refugio de amor y planificación, pero ahora tenían una nueva misión: desenterrar el pasado de Marcus y encontrar la verdad oculta tras su linaje.Cuando llegaron al territorio de la manada, Diego fue directo a la biblioteca del clan, un espacio sagrado que resguardaba los documentos más antiguos de su linaje. Emma lo siguió, sintiendo que cada paso que daban los acercaba más a una verdad inquietante.—Aquí debe estar… —murmuró Diego mientras recorría con la mirada los estantes de madera añeja. Finalmente, sacó un viejo libro de registros familiares, con cubiertas de cuero gastado y letras doradas apenas visibles.Emma se acercó y, con un nudo en la garganta, vio los nombres grabados en sus páginas. Marcus. Alexander. Diego.—Su nombre está aquí… —dijo en un susurro, señalando la inscripción de Alexander.Diego pasó los dedos sobre la tinta ennegre
Emma sintió el frío recorrer su piel cuando salió de la cabaña. A pesar de la tranquilidad aparente, su instinto le gritaba que algo se cernía sobre ellos. Diego la alcanzó rápidamente, su mano firme en la suya, transmitiéndole seguridad.—No debimos haber salido tan pronto —murmuró él, escrutando la oscuridad del bosque.Emma asintió. Sus sentidos estaban en alerta, captando cada sonido entre las ramas, cada susurro del viento. Desde su transformación, su conexión con su loba, Ayla, era más fuerte que nunca.Un crujido los hizo detenerse.Diego gruñó y colocó a Emma detrás de él.—Sal de una vez —ordenó con voz autoritaria.De entre las sombras emergió una figura delgada y alta. Su cabello rubio se agitaba con la brisa nocturna, y sus ojos azulados reflejaban la luna.—No pretendía asustarlos —dijo con una sonrisa ladeada. —Pero sí necesitaba ver a la legendaria Emma Baker con mis propios ojos.Emma frunció el ceño.—¿Quién eres?—Me llaman Caleb. Y he venido a advertirles que Marcus
El regreso a la manada fue silencioso. Emma sentía la energía de Diego vibrando con tensión a su lado y sabía que su mente estaba llena de estrategias y cálculos. La amenaza de Marcus no podía tomarse a la ligera, y ahora tenían un nuevo dilema: Caleb y su oferta de alianza. La luna brillaba alta en el cielo cuando cruzaron el umbral del territorio. Todo estaba en calma, pero Emma podía sentir la tensión en el aire, como si el bosque mismo contuviera la respiración. Cuando llegaron a la cabaña principal, Madelin los esperaba en la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Su postura rígida delataba su inquietud. —Los vi desde la torre de vigilancia —dijo en tono serio—. ¿Quién era el forastero? Diego intercambió una mirada con Emma antes de responder. —Un lobo llamado Caleb. Dice que Marcus está reuniendo un ejército. Madelin frunció aún más el ceño. —No me gusta. Puede ser una trampa. Emma entendía la desconfianza de Madelin. Caleb había aparecido demasiado