La Llegada a la Manada 7

El camino se volvió cada vez más estrecho y accidentado a medida que el auto avanzaba por el bosque. Emma observaba los árboles altos a su alrededor, sintiéndose como si estuviera cruzando un umbral invisible hacia un mundo que no comprendía.

Diego manejaba con calma, pero su postura era tensa, como si esperara que algo ocurriera en cualquier momento.

—¿Tu manada vive aquí? —preguntó Emma, rompiendo el silencio.

—Sí. Es un territorio protegido. Nadie entra sin mi permiso.

Emma notó el orgullo en su voz. Era extraño, pero algo en la forma en que él hablaba de su hogar le provocó una sensación de… seguridad.

—¿Y si alguien intenta entrar sin permiso?

Diego sonrió de lado.

—No lo lograría.

Emma no supo si lo decía por algún tipo de barrera mágica o porque su manada era demasiado fuerte como para dejar que un intruso llegara lejos. De cualquier forma, el mensaje estaba claro: estaba entrando en un lugar donde las reglas eran distintas.

Minutos después, el auto se detuvo frente a una gran construcción de madera y piedra. Parecía una mezcla entre una cabaña y una fortaleza. A su alrededor, varias casas más pequeñas se esparcían entre los árboles, iluminadas por la luz cálida de las antorchas y faroles.

Emma bajó del auto con cautela, sintiendo la mirada de varias personas sobre ella. Lobos.

Podía sentir su presencia, aunque aún no comprendiera del todo cómo. Sus instintos estaban alerta, y una parte de ella quería retroceder.

Diego se acercó a ella y colocó una mano en su espalda, guiándola con suavidad.

—Ven.

Emma tragó saliva y avanzó, sintiendo los murmullos a su alrededor.

—¿Quién es ella?

—¿Por qué Diego la trajo aquí?

—Huele… diferente.

Emma sintió un escalofrío ante esos comentarios.

De repente, una mujer de cabello castaño oscuro y ojos ámbar se acercó con paso firme. Su porte era elegante pero fuerte, y su mirada la examinó de arriba abajo antes de volverse hacia Diego.

—¿Esta es ella?

Diego asintió.

—Sí. Emma, ella es Madelin, mi hermana.

Emma abrió los ojos con sorpresa. Madelin cruzó los brazos y la observó con intensidad.

—No parece peligrosa.

Emma frunció el ceño.

—Vaya, gracias.

Diego suspiró.

—Madelin, no empieces.

Pero la mujer sonrió, divertida.

—Tranquilo, hermano. Solo quería ver qué tipo de mujer podría hacerte traer a una humana aquí.

—No soy humana —soltó Emma sin pensarlo.

Un silencio tenso se instaló alrededor.

Madelin la observó con interés renovado.

—¿Así que ya lo sabes?

Emma apretó los labios.

—Lo estoy asimilando.

Madelin sonrió con aprobación.

—Bien. Porque si vas a quedarte aquí, más te vale acostumbrarte.

Emma miró a Diego, esperando una respuesta.

—Madelin tiene razón. Aquí aprenderás lo que significa ser una loba.

Emma sintió un peso en el pecho. No estaba segura de estar lista para eso, pero tampoco tenía muchas opciones.

Respiró hondo y levantó la barbilla.

—Entonces empecemos.

Madelin sonrió con satisfacción, y Diego la miró con una mezcla de orgullo y algo más… algo que Emma no estaba lista para identificar.

La verdadera prueba apenas comenzaba.

este seria mi nuevo hogar por ahora 

A medida que caminaban por el territorio de la manada, Emma podía sentir las miradas sobre ella. Algunos miembros la observaban con desconfianza, otros con curiosidad. Susurros se deslizaban entre ellos.

—Dicen que no sabe que es una loba.

—¿Cómo es posible?

—¿Por qué Diego la trajo aquí?

Emma intentó ignorarlos, pero cada comentario le recordaba lo ajena que era a este mundo.

—No les hagas caso —dijo Madelin, notando su incomodidad—. Se acostumbrarán a ti.

—No me preocupa que se acostumbren a mí. Me preocupa que yo no me acostumbre a esto.

Madelin arqueó una ceja.

—¿Quieres irte?

Emma abrió la boca para responder, pero se detuvo. ¿Quería irse? Su mundo había cambiado tanto en tan poco tiempo que ya no sabía cuál era su lugar.

—No lo sé.

Diego, que había permanecido en silencio hasta ahora, habló con firmeza.

—No puedes irte. No es seguro.

Emma lo miró, sintiendo su seriedad.

—Entonces tendré que aprender a sobrevivir aquí.

Diego asintió.

—Y yo me encargaré de que lo hagas.

Emma sintió un escalofrío ante esas palabras. Porque en el fondo, sabía que este era solo el inicio de algo mucho más grande.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP