El camino se volvió cada vez más estrecho y accidentado a medida que el auto avanzaba por el bosque. Emma observaba los árboles altos a su alrededor, sintiéndose como si estuviera cruzando un umbral invisible hacia un mundo que no comprendía.
Diego manejaba con calma, pero su postura era tensa, como si esperara que algo ocurriera en cualquier momento.
—¿Tu manada vive aquí? —preguntó Emma, rompiendo el silencio.
—Sí. Es un territorio protegido. Nadie entra sin mi permiso.
Emma notó el orgullo en su voz. Era extraño, pero algo en la forma en que él hablaba de su hogar le provocó una sensación de… seguridad.
—¿Y si alguien intenta entrar sin permiso?
Diego sonrió de lado.
—No lo lograría.
Emma no supo si lo decía por algún tipo de barrera mágica o porque su manada era demasiado fuerte como para dejar que un intruso llegara lejos. De cualquier forma, el mensaje estaba claro: estaba entrando en un lugar donde las reglas eran distintas.
Minutos después, el auto se detuvo frente a una gran construcción de madera y piedra. Parecía una mezcla entre una cabaña y una fortaleza. A su alrededor, varias casas más pequeñas se esparcían entre los árboles, iluminadas por la luz cálida de las antorchas y faroles.
Emma bajó del auto con cautela, sintiendo la mirada de varias personas sobre ella. Lobos.
Podía sentir su presencia, aunque aún no comprendiera del todo cómo. Sus instintos estaban alerta, y una parte de ella quería retroceder.
Diego se acercó a ella y colocó una mano en su espalda, guiándola con suavidad.
—Ven.
Emma tragó saliva y avanzó, sintiendo los murmullos a su alrededor.
—¿Quién es ella?
—¿Por qué Diego la trajo aquí?
—Huele… diferente.
Emma sintió un escalofrío ante esos comentarios.
De repente, una mujer de cabello castaño oscuro y ojos ámbar se acercó con paso firme. Su porte era elegante pero fuerte, y su mirada la examinó de arriba abajo antes de volverse hacia Diego.
—¿Esta es ella?
Diego asintió.
—Sí. Emma, ella es Madelin, mi hermana.
Emma abrió los ojos con sorpresa. Madelin cruzó los brazos y la observó con intensidad.
—No parece peligrosa.
Emma frunció el ceño.
—Vaya, gracias.
Diego suspiró.
—Madelin, no empieces.
Pero la mujer sonrió, divertida.
—Tranquilo, hermano. Solo quería ver qué tipo de mujer podría hacerte traer a una humana aquí.
—No soy humana —soltó Emma sin pensarlo.
Un silencio tenso se instaló alrededor.
Madelin la observó con interés renovado.
—¿Así que ya lo sabes?
Emma apretó los labios.
—Lo estoy asimilando.
Madelin sonrió con aprobación.
—Bien. Porque si vas a quedarte aquí, más te vale acostumbrarte.
Emma miró a Diego, esperando una respuesta.
—Madelin tiene razón. Aquí aprenderás lo que significa ser una loba.
Emma sintió un peso en el pecho. No estaba segura de estar lista para eso, pero tampoco tenía muchas opciones.
Respiró hondo y levantó la barbilla.
—Entonces empecemos.
Madelin sonrió con satisfacción, y Diego la miró con una mezcla de orgullo y algo más… algo que Emma no estaba lista para identificar.
La verdadera prueba apenas comenzaba.
A medida que caminaban por el territorio de la manada, Emma podía sentir las miradas sobre ella. Algunos miembros la observaban con desconfianza, otros con curiosidad. Susurros se deslizaban entre ellos.
—Dicen que no sabe que es una loba.
—¿Cómo es posible?
—¿Por qué Diego la trajo aquí?
Emma intentó ignorarlos, pero cada comentario le recordaba lo ajena que era a este mundo.
—No les hagas caso —dijo Madelin, notando su incomodidad—. Se acostumbrarán a ti.
—No me preocupa que se acostumbren a mí. Me preocupa que yo no me acostumbre a esto.
Madelin arqueó una ceja.
—¿Quieres irte?
Emma abrió la boca para responder, pero se detuvo. ¿Quería irse? Su mundo había cambiado tanto en tan poco tiempo que ya no sabía cuál era su lugar.
—No lo sé.
Diego, que había permanecido en silencio hasta ahora, habló con firmeza.
—No puedes irte. No es seguro.
Emma lo miró, sintiendo su seriedad.
—Entonces tendré que aprender a sobrevivir aquí.
Diego asintió.
—Y yo me encargaré de que lo hagas.
Emma sintió un escalofrío ante esas palabras. Porque en el fondo, sabía que este era solo el inicio de algo mucho más grande.
El aire fresco del bosque envolvía a Emma mientras caminaba junto a Madelin. Desde su llegada, la hermana de Diego había tomado la tarea de enseñarle lo básico sobre la vida en la manada. No era una maestra paciente, pero su sinceridad y fuerza eran innegables.—Tienes que empezar a confiar en tus instintos —dijo Madelin mientras avanzaban por un sendero cubierto de hojas secas—. Puede que hayas crecido en el mundo humano, pero sigues siendo una loba.Emma frunció el ceño.—¿Y si mis instintos no funcionan como los tuyos?Madelin sonrió con burla.—Créeme, están ahí. Solo tienes que despertarlos.Emma suspiró. Todo esto era demasiado. Hace unas semanas, su mayor preocupación era el crecimiento de su empresa y su embarazo. Ahora, estaba en medio de un bosque con un grupo de lobos que la observaban como si fuera una anomalía.—Bien, intentemos esto —dijo Madelin, deteniéndose en un claro rodeado de árboles altos—. Cierra los ojos.Emma obedeció con cierta duda.—Escucha. Siente. Dime qu
Emma aún sentía la adrenalina recorrer su cuerpo mientras regresaba a la cabaña. Sus pasos eran firmes, su respiración pausada, pero dentro de ella algo se agitaba. La sensación de haber reaccionado instintivamente ante el ataque de Héctor la había dejado inquieta.Era cierto. Había algo dentro de ella, algo latente que no comprendía del todo, pero que respondía en momentos críticos.—Lo hiciste bien hoy —dijo Madelin, caminando a su lado con los brazos cruzados—. Para ser alguien que creció entre humanos, tienes buenos reflejos.—Supongo que eso es un cumplido —respondió Emma con una sonrisa ladeada.Madelin le lanzó una mirada de reojo y suspiró.—Tienes agallas, eso me gusta. Pero necesitarás más que eso para sobrevivir aquí.Emma asintió. Ya lo sabía. Desde que puso un pie en este mundo, la sensación de peligro la rodeaba. No era solo por Diego o la manada. Sabía que Marcus estaba ahí afuera, acechando, esperando el momento oportuno para atacarla.Cuando llegaron a la cabaña, Emma
El aullido resonó en la noche como una advertencia. Un sonido grave, gutural, que erizó la piel de Emma. Su instinto le decía que algo no estaba bien.Diego giró la cabeza con rapidez, su cuerpo entrando en un estado de alerta inmediato. Emma pudo ver cómo su lobo se agitaba bajo su piel, su energía vibrante y agresiva.—Vuelve adentro —ordenó Diego en voz baja, pero con autoridad.Emma apretó los puños.—No voy a esconderme.Diego la miró por un instante, su mandíbula tensa.—No es cobardía, es precaución.Pero antes de que pudiera insistir, otro aullido se unió al primero. Esta vez más cerca.Jack apareció en la oscuridad con Edward a su lado, ambos en forma humana, pero con sus ojos brillando con el reflejo de la luna.—Están en la frontera —informó Jack, su tono urgente—. Al menos cuatro de ellos.—No están solos —agregó Edward—. Hay algo extraño en su presencia. No se están moviendo como lobos normales.Diego frunció el ceño.—¿Cómo es eso?Edward intercambió una mirada con Jack
La noche se llenó de gruñidos y pisadas apresuradas. El bosque, que momentos antes había estado en un silencio antinatural, ahora era un caos de sombras y movimientos veloces.Diego corrió en dirección al sonido de la señal de Marcus. Jack y Edward lo siguieron de cerca, sus cuerpos preparados para la lucha. Pero Diego lo sentía en sus huesos: algo no estaba bien.El olor era distinto.No era solo el aroma de los lobos de Marcus. Había algo más. Algo que no debería estar allí.—Prepárense —murmuró Diego.Jack asintió, transformándose en un instante. Su lobo era imponente, de pelaje negro y ojos dorados. Edward tardó un poco más, pero en segundos ya eran tres bestias avanzando entre los árboles.Entonces, los vieron.Cuatro lobos esperaban en la maleza. Pero no eran como los guerreros de Marcus de antes. Sus ojos brillaban con un fulgor enfermizo, y su respiración era irregular, casi como si estuvieran luchando contra algo en su interior.Diego gruñó.—¿Qué demonios…?Uno de los lobos
Emma y Madelin avanzaban rápidamente entre los árboles, con los sentidos alerta y el corazón latiendo desbocado. La luna apenas iluminaba su camino, pero Emma sentía cada raíz, cada hoja y cada piedra en el suelo como si su cuerpo estuviera hecho para moverse en la oscuridad.—Mantente cerca de mí —susurró Madelin, con la voz baja pero firme.Emma asintió, aunque algo dentro de ella le decía que estaba más preparada de lo que creía.El aire estaba cargado con el olor a sangre y peligro. A medida que se acercaban al lugar del enfrentamiento, el gruñido de los lobos en combate se hacía más fuerte. Emma sintió una presión en el pecho y un pálpito feroz en su vientre. Sus gemelos reaccionaban con ella.Algo dentro de su alma ardió.De repente, un ruido en la maleza las hizo detenerse.Madelin giró en posición de ataque, mostrando los colmillos. Emma sintió un escalofrío cuando una sombra emergió de los arbustos.Era uno de los lobos infectados.Su pelaje estaba erizado, sus ojos brillaban
El aire estaba cargado de tensión. La mirada de Marcus se clavaba en Emma con un interés peligroso, mientras Diego se mantenía cerca, listo para reaccionar ante cualquier movimiento del traidor.Emma sentía su cuerpo vibrar con una energía desconocida. Su piel ardía, su corazón retumbaba en su pecho, y dentro de su mente, algo comenzaba a despertar por completo.Ayla.Una voz suave, pero poderosa, susurró en su interior."Es momento."Emma sintió que su cuerpo se estremecía con un calor abrasador. Sus huesos crujieron levemente, su visión se volvió más nítida, y por primera vez, comprendió lo que realmente era.Una loba.Y no cualquier loba.—Así que al final, la profecía era real —dijo Marcus con una sonrisa torcida—. No eres una simple mujer lobo, Emma. Eres… algo más.Emma lo observó fijamente, sin apartar la vista.—No sé qué quieres decir —respondió, pero en el fondo, lo intuía.Marcus soltó una carcajada.—Vamos… deja de fingir ignorancia. No cualquier loba puede hacer lo que ac
El eco del aullido de Emma se extendió por todo el bosque como una onda expansiva, estremeciendo cada rincón de la espesura. Los lobos que la rodeaban sintieron la vibración de su energía, algo tan antiguo y poderoso que ninguno de ellos podía ignorar.Diego no podía apartar la mirada de ella. Su lobo, Aslan, rugía dentro de su mente con un fervor que nunca había sentido antes."Es ella. Es nuestra."Pero no era solo su mate. No.Emma era más.Era la loba que traía consigo el poder de ‘Los Blancos’.La elegida.Madelin se llevó una mano a la boca, sorprendida.—Dioses… —murmuró.Jack, a su lado, estaba en posición defensiva, pero su mirada mostraba asombro más que miedo.En cambio, Marcus sonrió.—Así que finalmente te has mostrado —dijo, con un brillo peligroso en sus ojos—. Y es más impresionante de lo que imaginé.Emma giró su cabeza en su dirección, enseñando los colmillos. Su instinto no le pedía huir.Le pedía atacar.Su lobo, Ayla, rugía en su interior, hambrienta de pelea. Sus
Emma apenas había cerrado los ojos cuando una fuerza invisible la arrastró hacia las profundidades de su inconsciente. No era un simple sueño. Se sintió transportada, absorbida por una corriente de energía que la envolvía con una calidez inquietante.Cuando sus pies tocaron el suelo, se encontró en medio de un bosque desconocido. Pero no era un bosque cualquiera. La luna en lo alto brillaba con un resplandor sobrenatural, más grande y cercana de lo normal. Su luz bañaba la espesura con un resplandor plateado, y el viento susurraba su nombre entre los árboles, como un eco lejano de algo que siempre había estado ahí.Emma dio un paso adelante y el suelo pareció estremecerse bajo sus pies. A lo lejos, una figura femenina emergió de la neblina. Su cabello plateado ondeaba con el viento y sus ojos brillaban con un resplandor blanco, como si contuvieran el mismo poder de la luna.Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.—¿Quién eres? —preguntó, su voz apenas un murmullo.La mujer la o