Un nuevo destino 6

El motor del auto rugía suavemente mientras Diego conducía a través de la carretera oscura. Emma iba en el asiento del copiloto, en completo silencio. A pesar de la confusión y el torbellino de emociones que la embargaban, sabía que no podía quedarse. No después de todo lo que Diego le había dicho.

Se abrazó a sí misma, tratando de procesar la idea de que su vida entera había sido una mentira. Siempre había creído que su tía la protegía de un mundo cruel, pero ahora todo tomaba un nuevo significado. ¿Qué más le había ocultado?

Diego la miró de reojo antes de hablar.

—¿Cómo te sientes?

Emma soltó una risa sarcástica.

—Oh, no sé… Tal vez un poco abrumada. Descubrir que soy un hombre lobo—o mejor dicho, una mujer lobo—, que estoy embarazada de gemelos sobrenaturales y que alguien quiere matarme, no es exactamente lo que esperaba para esta etapa de mi vida.

Diego sonrió de lado.

—Bueno, al menos lo tomas con humor.

Emma lo fulminó con la mirada.

—No es humor, es mi forma de no entrar en pánico.

Él asintió y fijó su vista nuevamente en la carretera.—Lo entiendo. No espero que lo aceptes de inmediato, pero hay algo que debes saber: cuanto antes despiertes tu verdadera naturaleza, más segura estarás.

Emma frunció el ceño.

—¿Qué significa eso?

Diego tomó un desvío y el auto entró en un camino más boscoso.

—Significa que tu loba está dormida. Eso es lo que ha evitado que sientas lo que eres. Pero ahora que estás embarazada, tu cuerpo está reaccionando. Tu instinto se está despertando, aunque todavía no lo comprendas.

Emma tragó saliva.

—¿Y cómo despierto mi loba?

Diego tardó un momento en responder.

—Se despierta cuando tu cuerpo y tu alma lo aceptan. No hay un método exacto… pero en general, ocurre en un momento de necesidad extrema o cuando estás completamente conectada con tu naturaleza.

Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—¿Quieres decir que tengo que estar en peligro para que funcione?

Diego apretó la mandíbula.

—Espero que no llegue a eso.

Emma miró por la ventana, sintiendo que todo esto era demasiado irreal. ¿Cómo podía ser que su vida hubiera dado un giro tan drástico en cuestión de horas?

—¿A dónde vamos? —preguntó al notar que ya estaban lejos de la ciudad.

—A un lugar seguro.

Emma lo miró fijamente.

—Define "seguro".

Diego sonrió, pero su expresión era seria.

—A mi territorio.

Emma sintió que su estómago se encogía.

—¿Tu manada?

—Sí. Ahí nadie podrá tocarte.

Emma sintió que un nuevo miedo la invadía. No solo estaba dejando atrás su vida, sino que se dirigía a un mundo completamente desconocido.

—¿Cómo puedo confiar en ti? —preguntó con voz baja.

Diego no desvió la mirada de la carretera, pero su voz sonó firme.

—No tienes que hacerlo. Pero es tu mejor opción.

Emma suspiró, frotándose las sienes.

—Todo esto es un desastre.

—Lo sé —respondió Diego—. Pero no estás sola en esto, Emma.

Ella lo miró, notando la intensidad de sus palabras. Por alguna razón, la manera en que él decía su nombre le causaba un escalofrío extraño.

El auto siguió su camino entre los árboles altos, dejando atrás la ciudad y con ella, la vida que Emma conocía.

Ya no había vuelta atrás.

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