Encuentro Inesperado 3

Emma pasó la noche en vela, incapaz de ignorar la sensación de que algo estaba terriblemente mal. Las sombras de su departamento parecían más oscuras de lo normal, y cada ruido en la calle la hacía sobresaltarse. Se abrazó el vientre, una costumbre que había desarrollado en los últimos días. Nunca había sentido una conexión tan fuerte con algo como la que sentía con sus bebés.

La noticia del incendio en la clínica la inquietaba demasiado. Su instinto le decía que no era una coincidencia. Algo en su interior gritaba que ese fuego no había sido un accidente, que alguien estaba tratando de borrar toda evidencia de lo que le habían hecho.

Apenas amaneció, Emma tomó su bolso y se dirigió a la puerta. Necesitaba respuestas. Tal vez la policía, tal vez un abogado. Alguien tenía que ayudarla a descubrir la verdad.

Pero cuando abrió la puerta, su corazón casi se detuvo.

Frente a ella, un hombre alto y de expresión imponente la observaba con intensidad. Su cabello castaño oscuro estaba un poco despeinado, y sus ojos verdes, penetrantes y fríos como la tormenta, la escudriñaban con una mezcla de cautela y determinación.

¿Emma Baker? —su voz grave y segura la hizo estremecerse.

Emma dio un paso atrás, su instinto gritándole que no confiara en él.

—¿Quién pregunta?

Él no respondió de inmediato. En cambio, inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluándola. Sus ojos se posaron en su vientre por un breve instante antes de volver a mirarla fijamente.

—Soy Diego Holman. Tenemos que hablar.

El nombre no le decía nada, pero la manera en que la miraba… la hacía sentir vulnerable, expuesta.

—No sé quién eres —dijo ella con firmeza—. Déjame pasar.

Diego bloqueó la puerta con su cuerpo imponente.

—No te haré daño, pero hay cosas que necesitas saber.

Emma frunció el ceño.

—No tengo por qué hablar contigo.

Diego suspiró y sacó un sobre de su chaqueta de cuero.

—Esto llegó a mis manos anoche. —Le extendio un conjunto de documentos—. Es el expediente de tu procedimiento de fertilización in vitro.

El estómago de Emma se revolvió con una mezcla de miedo y confusión.

Con manos temblorosas, tomó los papeles y los leyó rápidamente. Su respiración se volvió errática mientras sus ojos recorrían la información.

—Esto… esto es imposible —susurró.

Diego cruzó los brazos sobre su pecho.

—No, no hay amores. Es mi ADN. Es mi esperma.

Emma sintió que el mundo giraba a su alrededor.

—Esto tiene que ser un error…

—No lo es.

Ella lo miró desesperada.

— ¿Cómo pudo pasar algo así? ¿Cómo usaron tu muestra sin que lo supieras?

Los ojos de Diego brillaron con furia contenida.

—Alguien la robó. Y no fue un accidente. Esto fue planeado.

Emma negó con la cabeza, tratando de ordenar sus pensamientos.

—No tiene sentido. ¿Quién haría algo así? ¿Por qué?

Diego apretó la mandíbula.

—Es lo que intento averiguar. Pero hay algo que tienes que entender, Emma.

Ella lo miró con desconfianza.

—¿Qué?

—No estás segura aquí.

Emma soltó una risa amarga.

—Y ¿qué se supone que haga? ¿Irme contigo, un desconocido, solo porque dices que estoy en peligro?

Diego dio un paso adelante, reduciendo la distancia entre ellos.

—Sé que esto es difícil de asimilar, pero no tienes opción. Si te quedas aquí, estarás expuesto.

Emma sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Había algo en su mirada. Algo antiguo. Algo salvaje.

—¿Quién eres realmente?

Diego no respondió de inmediato. En su lugar, inclinó la cabeza nuevamente, y Emma sintió un hormigueo en la nuca.

Como si de alguna manera, en algún lugar de su alma… ya lo conociera.

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