El silencio entre ellos se volvió espeso, cargado de tensión. Emma sentía que su corazón latía con fuerza descontrolada. Había algo en Diego, en la forma en que la miraba con intensidad depredadora, que la inquietaba profundamente. Su mente le gritaba que se alejara, pero su instinto—ese mismo instinto que últimamente parecía más agudo—le decía que no lo hiciera.
Diego exhaló lentamente y se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado.
—Emma, sé que esto es difícil de creer. No tienes razones para confiar en mí, pero te juro que no tengo intención de hacerte daño. Solo quiero ayudarte.
Emma apretó los puños.
—¿Ayudarme? ¿Por qué? ¿Qué ganas tú con esto?
Los labios de Diego se curvaron apenas en una sonrisa amarga.
—Más de lo que imaginas.
Emma cruzó los brazos, su cuerpo rígido por la tensión.
—Entonces dime la verdad. Quiero saber qué está pasando y por qué tengo la sensación de que no me has contado todo.
Diego asintió lentamente.
—Está bien, pero prométeme que escucharás hasta el final.
Emma tragó saliva, pero asintió.
Diego la miró fijamente, sus ojos verdes oscuros centelleaban bajo la tenue luz de la cabaña.
—Tú no eres una humana común, Emma. Eres una loba. Perteneces a la manada de los Blancos, una de las más poderosas que ha existido.
Emma sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Su mente se resistía a creerlo, pero su cuerpo reaccionó de una forma extraña. Un escalofrío recorrió su piel, como si algo dentro de ella despertara.
—No… eso no puede ser cierto.
—Lo es —afirmó Diego con firmeza—. Y hay más. Tu embarazo… no es como cualquier otro.
Emma frunció el ceño.
—Eso no tiene sentido. Fui a una clínica de fertilidad. No hay nada sobrenatural en un procedimiento in vitro.
Diego apretó la mandíbula.
—¿Y si te dijera que la muestra que usaron… era mía?
Emma sintió como si el suelo desapareciera bajo sus pies.
—Eso es imposible.
—Alguien cambió la muestra original —explicó Diego—. No fue un accidente. Fue algo planeado.
Emma sintió que el aire se volvía pesado.
—¿Quién haría algo así?
Diego inspiró profundamente.
—El padre de la parroquia de San Cristal.
Emma lo miró sin comprender.
—¿Un sacerdote?
—Él conoce tu origen. Sabía sobre la profecía de los Blancos… y cambió la muestra para que el milagro ocurriera.
Emma negó con la cabeza, sintiéndose atrapada en una pesadilla.
—¿Qué profecía?
Diego dio un paso hacia ella, su mirada intensa.
—La profecía de la loba más poderosa. La única capaz de cambiar el destino de todas las manadas.
Emma sintió un nudo en el estómago.
—Marcus…
Diego asintió.
—Él lo sabe. Por eso quiere destruirte.
Emma tragó saliva con dificultad.
—¿Y tú? ¿También me ves como una amenaza?
Diego la miró en silencio por un momento antes de responder con voz profunda:
—No. Te veo como lo que realmente eres… mi compañera.
El corazón de Emma se detuvo por un segundo. Algo dentro de ella despertó con fuerza.
Diego extendió su mano y, después de un momento de duda, Emma la tomó.
El contacto de sus manos desató una corriente de electricidad que recorrió todo el cuerpo de Emma. Su respiración se aceleró y sintió que algo dentro de ella reaccionaba con fuerza. Sus ojos se encontraron con los de Diego, y por un momento, el mundo pareció detenerse.Pero no era solo atracción. Era algo más profundo. Algo primitivo y poderoso.Emma apartó la mano de golpe y dio un paso atrás, como si el contacto le quemara.—No… Esto no tiene sentido —susurró, llevándose una mano a la frente.Diego la observó en silencio, sin apartar su mirada intensa de ella.—Lo sientes, ¿verdad?Emma lo miró con el ceño fruncido.—¿Sentir qué?—La conexión.Emma tragó saliva con dificultad. No quería admitirlo, pero sí, lo sentía. Algo dentro de ella la empujaba hacia él, como si fueran imanes destinados a unirse. Pero no tenía sentido.—Esto es una locura —dijo, tratando de mantener la compostura—. No creo en el destino ni en conexiones místicas.Diego suspiró y se cruzó de brazos.—No tienes qu
El motor del auto rugía suavemente mientras Diego conducía a través de la carretera oscura. Emma iba en el asiento del copiloto, en completo silencio. A pesar de la confusión y el torbellino de emociones que la embargaban, sabía que no podía quedarse. No después de todo lo que Diego le había dicho.Se abrazó a sí misma, tratando de procesar la idea de que su vida entera había sido una mentira. Siempre había creído que su tía la protegía de un mundo cruel, pero ahora todo tomaba un nuevo significado. ¿Qué más le había ocultado?Diego la miró de reojo antes de hablar.—¿Cómo te sientes?Emma soltó una risa sarcástica.—Oh, no sé… Tal vez un poco abrumada. Descubrir que soy un hombre lobo—o mejor dicho, una mujer lobo—, que estoy embarazada de gemelos sobrenaturales y que alguien quiere matarme, no es exactamente lo que esperaba para esta etapa de mi vida.Diego sonrió de lado.—Bueno, al menos lo tomas con humor.Emma lo fulminó con la mirada.—No es humor, es mi forma de no entrar en p
El camino se volvió cada vez más estrecho y accidentado a medida que el auto avanzaba por el bosque. Emma observaba los árboles altos a su alrededor, sintiéndose como si estuviera cruzando un umbral invisible hacia un mundo que no comprendía.Diego manejaba con calma, pero su postura era tensa, como si esperara que algo ocurriera en cualquier momento.—¿Tu manada vive aquí? —preguntó Emma, rompiendo el silencio.—Sí. Es un territorio protegido. Nadie entra sin mi permiso.Emma notó el orgullo en su voz. Era extraño, pero algo en la forma en que él hablaba de su hogar le provocó una sensación de… seguridad.—¿Y si alguien intenta entrar sin permiso?Diego sonrió de lado.—No lo lograría.Emma no supo si lo decía por algún tipo de barrera mágica o porque su manada era demasiado fuerte como para dejar que un intruso llegara lejos. De cualquier forma, el mensaje estaba claro: estaba entrando en un lugar donde las reglas eran distintas.Minutos después, el auto se detuvo frente a una gran
El aire fresco del bosque envolvía a Emma mientras caminaba junto a Madelin. Desde su llegada, la hermana de Diego había tomado la tarea de enseñarle lo básico sobre la vida en la manada. No era una maestra paciente, pero su sinceridad y fuerza eran innegables.—Tienes que empezar a confiar en tus instintos —dijo Madelin mientras avanzaban por un sendero cubierto de hojas secas—. Puede que hayas crecido en el mundo humano, pero sigues siendo una loba.Emma frunció el ceño.—¿Y si mis instintos no funcionan como los tuyos?Madelin sonrió con burla.—Créeme, están ahí. Solo tienes que despertarlos.Emma suspiró. Todo esto era demasiado. Hace unas semanas, su mayor preocupación era el crecimiento de su empresa y su embarazo. Ahora, estaba en medio de un bosque con un grupo de lobos que la observaban como si fuera una anomalía.—Bien, intentemos esto —dijo Madelin, deteniéndose en un claro rodeado de árboles altos—. Cierra los ojos.Emma obedeció con cierta duda.—Escucha. Siente. Dime qu
Emma aún sentía la adrenalina recorrer su cuerpo mientras regresaba a la cabaña. Sus pasos eran firmes, su respiración pausada, pero dentro de ella algo se agitaba. La sensación de haber reaccionado instintivamente ante el ataque de Héctor la había dejado inquieta.Era cierto. Había algo dentro de ella, algo latente que no comprendía del todo, pero que respondía en momentos críticos.—Lo hiciste bien hoy —dijo Madelin, caminando a su lado con los brazos cruzados—. Para ser alguien que creció entre humanos, tienes buenos reflejos.—Supongo que eso es un cumplido —respondió Emma con una sonrisa ladeada.Madelin le lanzó una mirada de reojo y suspiró.—Tienes agallas, eso me gusta. Pero necesitarás más que eso para sobrevivir aquí.Emma asintió. Ya lo sabía. Desde que puso un pie en este mundo, la sensación de peligro la rodeaba. No era solo por Diego o la manada. Sabía que Marcus estaba ahí afuera, acechando, esperando el momento oportuno para atacarla.Cuando llegaron a la cabaña, Emma
El aullido resonó en la noche como una advertencia. Un sonido grave, gutural, que erizó la piel de Emma. Su instinto le decía que algo no estaba bien.Diego giró la cabeza con rapidez, su cuerpo entrando en un estado de alerta inmediato. Emma pudo ver cómo su lobo se agitaba bajo su piel, su energía vibrante y agresiva.—Vuelve adentro —ordenó Diego en voz baja, pero con autoridad.Emma apretó los puños.—No voy a esconderme.Diego la miró por un instante, su mandíbula tensa.—No es cobardía, es precaución.Pero antes de que pudiera insistir, otro aullido se unió al primero. Esta vez más cerca.Jack apareció en la oscuridad con Edward a su lado, ambos en forma humana, pero con sus ojos brillando con el reflejo de la luna.—Están en la frontera —informó Jack, su tono urgente—. Al menos cuatro de ellos.—No están solos —agregó Edward—. Hay algo extraño en su presencia. No se están moviendo como lobos normales.Diego frunció el ceño.—¿Cómo es eso?Edward intercambió una mirada con Jack
La noche se llenó de gruñidos y pisadas apresuradas. El bosque, que momentos antes había estado en un silencio antinatural, ahora era un caos de sombras y movimientos veloces.Diego corrió en dirección al sonido de la señal de Marcus. Jack y Edward lo siguieron de cerca, sus cuerpos preparados para la lucha. Pero Diego lo sentía en sus huesos: algo no estaba bien.El olor era distinto.No era solo el aroma de los lobos de Marcus. Había algo más. Algo que no debería estar allí.—Prepárense —murmuró Diego.Jack asintió, transformándose en un instante. Su lobo era imponente, de pelaje negro y ojos dorados. Edward tardó un poco más, pero en segundos ya eran tres bestias avanzando entre los árboles.Entonces, los vieron.Cuatro lobos esperaban en la maleza. Pero no eran como los guerreros de Marcus de antes. Sus ojos brillaban con un fulgor enfermizo, y su respiración era irregular, casi como si estuvieran luchando contra algo en su interior.Diego gruñó.—¿Qué demonios…?Uno de los lobos
Emma y Madelin avanzaban rápidamente entre los árboles, con los sentidos alerta y el corazón latiendo desbocado. La luna apenas iluminaba su camino, pero Emma sentía cada raíz, cada hoja y cada piedra en el suelo como si su cuerpo estuviera hecho para moverse en la oscuridad.—Mantente cerca de mí —susurró Madelin, con la voz baja pero firme.Emma asintió, aunque algo dentro de ella le decía que estaba más preparada de lo que creía.El aire estaba cargado con el olor a sangre y peligro. A medida que se acercaban al lugar del enfrentamiento, el gruñido de los lobos en combate se hacía más fuerte. Emma sintió una presión en el pecho y un pálpito feroz en su vientre. Sus gemelos reaccionaban con ella.Algo dentro de su alma ardió.De repente, un ruido en la maleza las hizo detenerse.Madelin giró en posición de ataque, mostrando los colmillos. Emma sintió un escalofrío cuando una sombra emergió de los arbustos.Era uno de los lobos infectados.Su pelaje estaba erizado, sus ojos brillaban