En las sombras de la mafia rusa, "el Coronel" es un nombre que evoca temor. Su máscara no solo oculta la cicatriz en su rostro, sino también el vacío de un hombre que ha sacrificado su alma por poder. Su crueldad no conoce límites, y su dominio sobre el mundo criminal es absoluto… hasta que una joven inesperada trastorna su universo. En el mundo de Viktor, seguir las reglas y carecer de escrúpulos es esencial para sobrevivir. Sin embargo, Alina Petrovna, con su inocencia y vulnerabilidad, se ve atrapada en un entorno despiadado de violencia, muerte y crueldad. Mientras Viktor se consume en su propio egoísmo, las sombras se ciernen sobre ellos. En un lugar donde la debilidad es una sentencia de muerte, los enemigos de Viktor están dispuestos a usar a Alina como un arma para destruirlo. Y cuando la oscuridad que envuelve a Viktor amenaza con devorarlos a ambos, Alina deberá decidir si puede amar al monstruo… o enfrentarse a él. ¿Podrá Viktor protegerla de los horrores de su mundo sin destruirla en el proceso? ¿O será Alina quien logre derretir el hielo que cubre el corazón del hombre más temido de Rusia?
Leer másAlina De VolkovNunca pensé que el día más esperado de mi vida fuera también el más agotador.Estábamos listos. Lo estábamos desde hacía semanas. Las maletas, las cosas esenciales, la seguridad reforzada en el hospital privado, los nombres... todo. Solo faltaban ellos: nuestros tres pequeños, y fue esa madrugada, a las 3:12 a.m., cuando los primeros calambres me despertaron. No eran los típicos dolores que había sentido semanas atrás. Esto era diferente. Más profundo, más constante. La Dra. Romanov, nos advirtió que todo se podía adelantar, que era normal dado que son trillizos.—Viktor… —murmuré, tocándole el brazo.Él abrió los ojos de inmediato, su instinto siempre alerta. Al verme sosteniéndome el vientre con una expresión de incomodidad, se incorporó al instante, lo vi incluso dejar su pistola en la mesita de noche.—¿Es hora? —preguntó con voz ronca.Asentí. No necesité decir más. En cuestión de minutos, Sergei estaba activando el operativo, la maleta lista bajaba por las escale
Alina dormía, acurrucada en medio de las almohadas con mi camisa puesta, esa que insiste en robarme a cada rato porque, según ella, huele a mí. Aunque yo había enviado a perfumar muchas cosas en nuestra habitación con mi perfume favorito. A veces la veo dormir y me cuesta creer que esta sea mi vida. Que esta mujer, tan fuerte, tan dulce, tan jodidamente valiente, me haya elegido a mí. Me quedé observándola un rato, acariciando su vientre con la yema de los dedos. Nuestros hijos. Tres benditos milagros latiendo bajo su piel. Y yo... yo todavía intentando aprender a ser digno de ellos, se mueven con mi toque y sonrió. —Deberían dejar dormir a su madre —susurro ante de dejar un beso en esa pancita que ha crecido de manera hermosa. Fue entonces cuando me levanté en silencio, tomé mi teléfono y salí de la habitación. Esta sorpresa debía terminar hoy. Había planeado cada detalle durante semanas con ayuda de Darya y una decoradora de interiores de quien no recuerdo su nombre, ya que Darya
Pasó un mes desde aquella noche en que Viktor se quebró frente a mí por primera vez. Y desde entonces, algo cambió. No de golpe, no con magia… pero sí con pasos lentos, reales, y llenos de intención.El primer cambio fue evidente: dejó el alcohol.Lo hizo sin anunciarlo, sin discursos. Solo dejó de llegar oliendo a whisky o a vodka, y en lugar de eso, lo encontraba cada noche acostado a mi lado, con sus brazos alrededor de mí y sus labios posados sobre mi vientre, como si con eso pudiera protegernos de todo lo que él mismo había traído a nuestras vidas.Las primeras noches sin alcohol fueron duras. Tenía pesadillas. Lo despertaba el sudor, la tensión en los músculos, las imágenes que se negaban a abandonarlo. A veces solo se sentaba en la orilla de la cama, con el rostro entre las manos, respirando como si se estuviera ahogando. Yo me despertaba cada vez, sin fallar. Me acercaba, pasaba mis manos por su espalda y lo abrazaba hasta que volvía a acostarse.No hablábamos mucho en esas ma
La capilla era pequeña, rústica, con bancos de madera gastada y vitrales que dejaban pasar la luz del sol en tonos suaves. Era el tipo de lugar que uno imaginaría como refugio de paz, y de alguna forma, lo era. Dmitry venía aquí a veces. Lo había dicho una vez en voz baja, cuando aún le costaba expresar cosas que no fueran bromas o sarcasmo. Decía que el silencio de esa capilla lo ayudaba a pensar. A respirar.Por eso Viktor decidió que ese sería el lugar.No había flores exageradas, ni candelabros dorados. Solo una foto de Dmitry sobre el altar, su sonrisa ladeada congelada para siempre, y velas encendidas alrededor que llenaban el lugar de un aroma cálido a cera y madera.Estaba rodeada de silencio. De un dolor contenido. Había hombres de Viktor, algunos de los más cercanos, vestidos de negro y con rostros serios. Sergei se mantenía cerca de la entrada. Matteo, el primo de Viktor, estaba en un rincón, de pie junto a la señora Fiorella y el señor Ricardo. Todos sabían lo que Dmitry r
Alina De VolkovEran casi las cinco de la mañana cuando escuché la puerta principal abrirse. No necesitaba mirar el reloj. Mi cuerpo ya sabía que había pasado toda la noche sin dormir, caminando de un lado a otro de la habitación, sintiendo que el corazón se me saldría del pecho.Sergei me había dicho unas horas atrás que Viktor estaba "resolviendo algo importante". No necesitaba muchas palabras para entender que esa "resolución" tenía que ver con Evelyn. Con su odio. Con su venganza.Corrí escaleras abajo, y allí estaba. Viktor, de pie en medio del recibidor, bañado en sangre. Su camisa blanca manchada, los pantalones llenos de polvo y su rostro más tenso que nunca. Por un segundo, el miedo me paralizó. Mi respiración se atascó en la garganta mientras mis ojos recorrían su cuerpo buscando una herida abierta, pero no identifique nada por toda esa sangre.—¡Viktor! —grité, y corrí hasta él.Él levantó la mirada justo antes de que me lanzara a sus brazos. Su cuerpo estaba frío, tenso, p
La ubicación llegó con un mensaje breve de Dmitry: La tenemos.Evelyn estaba en Rusia.Una mansión bien cuidada, rodeada de seguridad privada, cámaras, y probablemente llena de hombres dispuestos a morir por ella, pero ya no me importaba nada de eso. Ella cruzó la línea, y esta vez no habría redención.La sangre de mi hijo derramada por su culpa seguía pesando en mi pecho. El recuerdo del dolor en los ojos de Alina cada vez que despertaba en medio de la noche, aferrándose a su vientre… No, esta vez no habría trato, ni palabra, ni perdón.Salimos esa misma noche.Treinta hombres, todos armados hasta los dientes. Rostros serios, preparados para la guerra. Dmitry iba a mi lado en uno de los vehículos, con su fusil al hombro y una expresión imperturbable. Sabíamos lo que íbamos a hacer, y sabíamos que no todos volverían.Cuando llegamos al perímetro de la mansión, el silencio era tenso. Las luces del lugar se alzaban como una burla al luto que pronto llegaría. Me coloqué los guantes, bajé
Un gemido quebró el silencio de la habitación al momento en que su cuerpo se estremecía alrededor de mi polla, temblorosa y completamente entregada a mí. Alina estaba ahorcajada sobre mis piernas, su frente pegada a la mía, los labios entreabiertos, jadeando. La sostuve firme por las caderas, guiándola mientras buscaba su propio orgasmo, disfrutando con cada contracción que me arrancaba un gruñido bajo.Inhalé su olor con devoción. Ese aroma dulce mezclado con el sudor de su piel era una maldita droga. Besé su cuello y lo mordí con ansias, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba al instante, apretándose con más fuerza a mi alrededor. Sé que no le gusta que le deje marcas, pero cuando estoy dentro de ella, cuando siento su cuerpo abrazando el mío con esa intensidad, se me hace imposible contenerme. Su placer se convierte en el mío, y la necesidad de reclamarla me domina.—Mi mujer —susurré contra su piel mientras dejaba un camino de besos desde su cuello hasta su barbilla, lento, posesivo
Viktor VolkovDesperté antes que ella, como casi siempre. El amanecer apenas iluminaba la habitación, pero no me importaba mirar la hora. Tenía a mi esposa entre mis brazos, su cuerpo desnudo envuelto en mi camisa, y eso era lo único que necesitaba para empezar el día.El aire estaba impregnado del perfume que pedí mandar a preparar con mis esencias favoritas: ámbar gris, notas de oud, vetiver y un toque de tabaco dulce. Masculino. Intenso. El mismo que uso siempre y que a ella le encanta. Desde que Alina me confesó cuánto le gustaba mi olor, ordené que todas las sábanas, almohadas, toallas y hasta las batas fueran perfumadas con esa mezcla. No podía permitir que pasara un solo día sin sentirme cerca, incluso en los momentos en los que no pudiera estar físicamente con ella.La observé un rato en silencio. Dormía tranquila, con su rostro escondido entre el hueco de mi cuello y su mano descansando sobre mi pecho. Se movió apenas y, con un gesto automático, levantó un poco la camisa para
Una hora después, la casa de playa estaba en completo movimiento. Los escoltas aparecieron con los rostros serios, revisando cada rincón. La señora de servicio local llegó con discreción a empacar nuestras cosas, y yo, en silencio, guardé mis vestidos y bañadores que había comprado en una tienda aquí en Costa Rica y que apenas llegué a usar. La sensación de que el sueño había terminado me pesaba en el pecho.La brisa del mar todavía se filtraba por las ventanas abiertas, trayendo consigo el olor a sal, a arena mojada, a libertad. Quise aferrarme a eso, al murmullo de las olas, al calor suave de la madera bajo mis pies descalzos, a los recuerdos recientes: Viktor y yo riendo en la orilla, su piel salada contra la mía, su voz ronca diciéndome que me amaba en medio del agua, pero todo eso se deshacía con cada cierre de maleta, con cada orden que daban los hombres que nos protegían, con cada mirada tensa que cruzaban entre ellos.—¿Estás bien, malyshka? —preguntó Viktor al notar mi expres