No pude tocar nada de la comida, no tenía ganas de comer. Solo pensaba en Teodoro, mi pobre gato, seguro estaría esperando en casa, pensando que lo he abandonado a su suerte. Mi corazón se contraía solo imaginarlo solo en algún rincón, esperándome. El dispensador de comida y agua le duraría una semana más, pero después de eso estaría completamente a su suerte.
La puerta se abrió horas más tarde, y nuevamente la señora del servicio entró. Se mostró preocupada al ver que no había tocado la comida, pero no dijo nada y recogió lo que antes me había dejado, lo siento, pero mi apetito se había esfumado.
Me recosté, mirando al techo. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera con brusquedad.
—Come —ordenó esa voz grave y implacable. Me vi obligada a sentarme, y observé en sus manos una bandeja con comida. El hombre de la máscara, o en este caso, el coronel, avanzó con pasos pesados hasta quedar frente a mi cama. Deposito la bandeja en mis piernas y se quedó parado frente a mí, mirándome con molestia. Si tanto le incomodaba mi presencia, ¿por qué no me dejaba ir? Me preguntaba.
—No tengo hambre —susurré bajo, pero lo suficientemente alto como para que me escuchara. El coronel tomó una fuerte inspiración, su mandíbula endureció visiblemente.
—Te lo estoy ordenando. Obedece —gruñó, mientras pasaba una mano por su corto cabello. Se notaba que no era un hombre al que pudiera llevarle la contraria, pero ¿saben qué? No me importa nada en este momento.
—Y yo he dicho que no tengo hambre —solté con firmeza, desafiándolo con la mirada. Sus ojos grises se oscurecieron aún más. Intenté sostener su mirada, pero no pude soportar esa intensidad y jugué con mis dedos nerviosa.
La bandeja fue retirada de mis piernas, y él sujetó suavemente mi brazo, aunque su fuerza superior me obligó a salir de la cama. Estaba parada frente al hombre más peligroso del país, en un fino camisón de seda. No conocía a nadie llamado el coronel, pero la manera en la que asesinó a esos tres hombres la noche anterior dejó en claro que estaba con alguien de la mafia.
Los dedos de su mano libre se deslizaron hasta mi barbilla, obligándome a levantar la vista hacia su rostro parcialmente cubierto por una máscara roja.
—No estoy bromeando, Alina —mi nombre salió lentamente de su boca, provocando que mi piel se erizara y que contuviera la respiración. Su tono fue frío y controlado, pero contrastaba con el fuego que brillaba en sus ojos grises. Sin embargo, la pregunta seguía en mi mente: ¿Qué haría si no comía? ¿Quería averiguarlo? Que más daba, ya estaba atrapada en su casa.
—Y yo no tengo hambre… —mi voz tembló mientras lo miraba, pero su mano apretó mi barbilla con firmeza, causando un dolor agudo. Gimoteé, el dolor se intensificó.
—Si no comes, te follaré a la fuerza —sus palabras cortaron el aire como una sentencia implacable. Su mirada fría como la noche, sus ojos oscuros, dejaron claro que no estaba bromeando. Tragué saliva, el miedo me atenazaba. No quería repetir aquella experiencia de anoche, no quería que algo tan horrible me volviera a suceder.
Sin más opciones, asentí lentamente, indicando que comería. El coronel liberó mi barbilla y señaló la bandeja. Me senté y, bajo su pesada mirada, forcé a mi cuerpo a llevarse la comida a la boca.
(…)
—No puedo comer más —susurré, él se había sentado en un sofá no muy lejos y tecleaba en su teléfono, pero de vez en cuando podía sentir su mirada fija en mí. Su vista voló desde la bandeja hacia mí y asintió como aprobando que era suficiente lo que había comido.
Se levantó y, con el fino pañuelo de la bandeja, me limpió las comisuras.
—Buena chica —dijo, moviendo la bandeja hacia la mesita de noche. —Darya me dijo que le pediste ayuda para escapar —me tensé al escuchar eso, ella le dijo—. Nadie hará algo que yo no ordene —añadió, con su mirada fija en mi rostro.
—Necesito volver a casa —susurré. Teodoro me necesita, no puedo dejarlo solo.
—¿Qué tienes fuera, Alina? —inquirió—, no tienes familiares a los que aferrarte. Solo tienes deudas, un trabajo que no cubre tus problemas y que solo te pone a merced de violadores…
—Teodoro, es mi familia —susurré, a lo que él pareció confundido—. Mi gato —dije con tristeza.
—¿A eso te aferras? —preguntó, frunciendo el ceño, por lo que asentí.
—Está solo, esperando mi regreso, y tú me tienes atrapada aquí. Déjame regresar con Teo, por favor —suplicaba, casi al borde del llanto.
—No te dejaré ir, Alina —expresó con voz seria. No pude evitar soltar mis lágrimas y hacer la pregunta que carcomía mi mente.
—¿Qué quieres de mí? —interrogue. Yo no tenía dinero, y eso él lo sabía. No existía un familiar al que pedir una gran suma de dinero como recompensa por mi secuestro.
—Conviértete en mi amante.
—¿Qué? —balbuceé.
—Quiero que seas mi amante —introdujo sus manos en los bolsillos como si fuera la propuesta más normal del mundo.
—¿Por qué yo? —es lo único que se me ocurrió preguntar. El coronel alzó sus hombros restándole importancia.
—Si te conviertes en mi amante no tendrás que preocuparte por nada más que complacerme. Te vas a beneficiar de esto —dijo—. Te llenaré de lujos, riquezas y demás —añadió.
—No soy una prostituta —expliqué con rabia.
—No he dicho eso —su voz fue serena—. Tampoco quiero que lo veas de ese modo. Piensa en todo lo que puedes conseguir, no tendrás que ir a ese trabajo y puedo pagarte la universidad más costosa de toda Rusia —añadió.
Mi sueño siempre había sido ser doctora, como mi padre, tal y como le había prometido. Todo estaba a mi alcance con el coronel y lo único que debía hacer era ser su amante.
—Piénsalo, y esta noche lo discutiremos en la cena —se dio media vuelta y salió de la habitación dejándome sola. ¿Qué pasaría si me niego a ser su amante? Lo más probable es que se lo tome a mal y me lance a una fosa común en donde seguramente se encuentran los huesos de esos sujetos que estuvieron a punto de violarme.
La señora Darya volvió minutos después del coronel irse de la habitación con un vestido y algunas bolsas en la que había una zapatilla de Louis Vuitton, con lencería de Kiki de Montparnasse. Conozco las marcas, es caro todo lo que me trajeron, ser de bajo recursos no ha evitado que fantasee con utilizar algunas prendas de esas.Me di una ducha larga, me lave el cabello y luego frente al espejo pude ver los moretones que tenía en mi cuerpo. Estaba vuelta un desastre, suspire y saque maquillaje de una de las bolsas, lo aplique en mi rostro cubriendo en su totalidad lo más que pude el golpe de mi mejilla.Al menos esto era algo que si sabía hacer muy bien, maquillarme.Cuando estuve lista con el vestido rojo vino, me sorprende que sepan mi medida exacta. Me alegra también que este no sea el típico traje que le da el mafioso a sus putas, me veía elegante y con los tacones bajos grises parecía una actriz o quizás una modelo de esas famosas.Suspire y alise mi vestido con mis manos, no esta
—Maldito gato —escuché en medio de mi pesado sueño mientras también escuchaba los gruñidos de advertencia de Teodoro, sin embargo, mi cuerpo cansado se sintió en la gloria cuando toco algo suave....Cuando volví abrir mis ojos, me encontraba todavía con el vestido, pero no estaba en la habitación que desperté cuando llegue aquí. Me incorporó en la cama y vi a Teodoro comiendo en una esquina de un plato.—Uno de los dos debe ser feliz —susurró al recordar lo de anoche, se me cristalizaron los ojos. Inspire profundo para alejar las lágrimas, me puse de pie y observe en la mesita de noche una pastilla con una nota que solo dice ‘‘tómala’’ junto con un vaso de agua.La bebí, camine hacia lo que suponía era el baño ignorando por completo la molestia en mi entre pierna. Me deshice del vestido quedando desnuda, no me fije siquiera en mi cuerpo y llene la tina con agua caliente, me introduje a esta.—Ah… mierda —jadee al sentir un picor en mi sexo, apreté mis dientes y espere que la sensació
El sonido de las garras de Teodoro en la puerta, me informaron una sola cosa: necesita hacer sus necesidades. Suspire y me puse de pie para ir a abrirle descubriendo que Sergei no se encuentra vigilando como esperaba.—Espera, Teo —pero era tarde, ni me escucho y solo corrió por el pasillo, lo empece a seguir y supongo que este utilizando sus sentidos me guia hasta las escaleras de caracol.Lo sigo hacia la parte trasera de la mansión en donde me ocupo de abrirle la puerta corrediza de cristal para que pueda salir. Él no se alejó demasiado. Se movía entre los arbustos y el césped como si estuviera inspeccionando su pequeño reino, mientras yo me acomodaba en el suelo junto a la puerta, observándolo.Mi gato se toma su tiempo para explorar el área, y yo para pensar en la situación en la que me he involucrado. Aceptar este trato con Viktor me lleva a un mundo que no es mi estilo «De igual modo no tenías otra opción» me digo a mi misma. Si no aceptaba él me obligaría o quizás me haría alg
El tiempo avanzo rápido, me sentía nerviosa y llena de ansiedad, Viktor esperaba por mí. Una empleada llego con una fina lencería y una bata de seda, me vestí con las prendas y ella personalmente me va guiando a la habitación del coronel. Esperaba los pasillos fueran eternos, sin embargo, nos detuvimos frente a una puerta en un corredor sin nada más que esta aposento.La mujer se retiró en silencio, no me quedo de otra que respirar hondo frente a la pesada puerta de madera antes de tocar suavemente. No hubo respuesta, pero la puerta estaba entreabierta, como si me estuviera invitando a pasar. Empujé con cuidado y entre.La habitación estaba parcialmente iluminada, con una lámpara de mesa proyectando sombras danzantes sobre las paredes. El espacio era mucho más sobrio de lo que recordaba, decorado en tonos oscuros y apenas algunos muebles esenciales. Todo estaba perfectamente ordenado, c
Al despertar me ardían los ojos por llorar durante varias horas después de llegar a mi habitación, Teo se encontraba dormido a mi lado. Suspire pesadamente intentando enfocar todo en este aposento, vi en mi mesita de noche varias cosas: teléfono, una tarjeta de negra de algún banco, un estuche y una nota.Te doy la confianza, no me falles, si intentas algo estúpido lo sabré y me encargare de cobrártelo muy caro. Coronel Decía la nota que rompí con mucha rabia, maldito imbécil.Salí de la cama con molestia, camine hacia el baño y me di una ducha larga con la cual todo mi enojo disminuyo, pero mi odio hacia el coronel no. Busque la ropa más sencilla e hice lo mismo con el maquillaje, tome el puto teléfono y la tarjeta, me gastare su maldito dinero.Al abrir la puerta me encontré con mi escolta.—Llévame al centro comercial —ordene a lo que este asintió, no esperaba que fuera así de fácil. Empecé a seguirlo hacia una parte de la casa que reconocí como el lugar donde se encuentran los a
—Señorita Petronva —tocaron a mi puerta despacio en eso de las 4:00pm, me acerque a esta con cierta curiosidad y abrí encontrando dos chicas rubias, y por su senos protuberantes, operadas hasta la raíz del cabello, pero con una sonrisa juguetona en sus bocas—. Soy Yulia y ella es Galia, el coronel solito nuestro servicio para que la preparemos para la fiesta de esta noche, ¿le gustaría iniciar ahora? —me eche a un lado para dejarlas pasar.Lo que ambas hicieron con una enorme sonrisa, me sorprendió ver la cuatro maletas que trajeron y también con la familiaridad que se desplazaron por la habitación como si la conocieran más que yo misma.Supuse que esto iba ser para largo cuando me entregaron una bata y pidieron que me duchara.Ahora estoy sentada frente a un espejo de tres cuerpos, rodeada de luces que acentúan cada ángulo de mi rostro. Aunque intento mantener l
—Gracias —es lo único que pudo salir de mi boca mientras que este curva sus labios en lo que parecía ser una sonrisa, ni se cómo puedo describirla, ya que en su mundo retorcido debe ser lo más cercano a una.—Con que tú eres, Alina —dice un hombre que llega a nosotros con un vaso en su mano, con un tono que mezcla curiosidad y un matiz de diversión peligrosa. Este lleva un traje negro impecable, pero a diferencia de Viktor, lleva el cuello de la camisa ligeramente desabrochado, dejando entrever una cadena de oro con el mismo fénix que la mía que brilla contra su piel bronceada «Otra propiedad del coronel, supongo». Su cabello negro y ligeramente despeinado cae sobre su frente de una manera que parece deliberadamente descuidada, como si quisiera transmitir que no sigue reglas, sino que las rompe—. Mi nombre es Dmitry Ivanov —me extiende su mano y la acepto, notando una cicatriz delgada que atraviesa su ceja izquierda mientras que este besa el dorso de mi mano.Sus ojos, de un tono ámbar
Regresó al sillón, y el chico regresó con una margarita. Esta vez, el sabor no era el mismo que al principio. No tenía apetito para continuar con la bebida. No sé cuántas horas estuve allí sentada, pero no vi señales de Dmitry o del coronel. Saqué del bolso el teléfono, ya tenía el número de Sergei, le marqué y al primer tono respondió.—Señorita Petronva —dijo enseguida.—No veo al coronel por ningún lado y quiero regresar, ¿puedes venir por mí? —interrogué. No escuché respuesta de su parte, solo algunas conversaciones algo lejanas.—Pavel se pondrá en contacto con el coronel, no se muevas de su lugar —es lo que me dijo antes de colgarme. Suspiré y subí mis piernas hasta el pecho después de deshacerme de los tacones.(…)No sé cuántas horas pasaron, ni en qué momento me quedé dormida, sin embargo, desperté en brazos del coronel. El ruido del lugar me indicaba que todavía nos encontrábamos en el club. Abrí los ojos y efectivamente estábamos sentados en el sofá. Me moví para que me lib