Un dolor palpitante me obligo llevar mi mano hasta mi cabeza, sentía que iba a explotarme en cualquier momento. Abrí mis ojos como pude, no había mucha luz en este lugar, ni tenía idea de donde me encontraba hasta que recuerdos de lo que me paso azotaron mi mente provocando más dolor en todo mi cuerpo.
Respire profundo tratando de no entrar en pánico captando en seguida un olor a madera, cuero y especias quizás orientales. Junto a ello, una ligera esencia a tabaco caro y almizcle penetraba suavemente en cada respiro, como si cada objeto en la habitación tuviera su propia huella olfativa, cuidadosamente seleccionada.
Poco a poco mi vista enfocaba más los detalles de la habitación que claramente no es mi aposento lo que me llevaba a hacerme la pregunta, ¿Dónde estoy? Entonces en ese momento la máscara roja llego a mis recuerdos, ¿Quién es ese hombre? El ruido de los disparos erizan cada vello de mi piel, él… él asesino a esos hombres.
Debo salir de este lugar, me descubro notando que llevo un camisón de lo que creo es seda y de una muy cara, pero no hay tiempo para pensar en eso. Recorro con la mirada la habitación buscando señales de mi ropa, pero no hay señal de ella en este sofisticado aposento en donde cada detalle estaba cuidadosamente seleccionado para transmitir un aura de opulencia y frialdad a la vez.
La luz tenue de unas lámparas de diseño minimalista iluminaba el espacio, creando una atmósfera de misterio y dominio. Nada de esto era mi estilo, vi tres puertas una frente a mí, otra en la esquina derecha y la otra en la izquierda, no debo ser adivina para saber que la frontal es la salida.
Incentive a mis piernas a moverse una detrás de otra hacia la puerta frente a mis narices. Toque el frio pomo de esta y abrí encontrando un pasillo desolado, con la misma temática de decoración elegante y oscura que se encontraban la habitación.
Las paredes estaban adornadas con paneles de madera tallada en negro profundo, intercalados con detalles en rojo en las molduras y en las luces empotradas que ofrecían una iluminación suave y tenue, casi teatral.
Lo curioso es que no hay una ventana que me indique por donde debo ir, ¿en qué piso estaré?, se me acelera el corazón en cuanto escuche voces acercarse, no podía quedarme como una tonta parada allí y mi brillante idea fue ingresar rápido a la habitación.
Corrí tratando de no hacer ruido hasta la cama y me cubrí con las colchas rojas, cerré mis ojos y rece en mi interior para que crean que sigo dormida. La puerta del aposento se abrió, escuche pesados pasados venir hasta la cama y pude sentir la presencia de alguien frente a mí.
—¿Es toda la información que tienes? —esa voz ronca se escuchaba dominante y peligrosa, no escuché respuesta alguna—. Bien, si encuentras algo más, me lo haces llegar —todo fue una dicho como una orden.— Sé que estas despierta —contuve la respiración, ya no había vuelta atrás.
Abrí mis ojos y el mismo hombre que asesinó a esos sujetos me estaba mirando. La mitad de su rostro cubierto por una máscara roja, él me miraba desde arriba, inmóvil, con su presencia imponente dominando la habitación.
Llevaba un traje negro, ajustado y sofisticado, con una camisa blanca que contrastaba suavemente con su atuendo oscuro. La máscara, apenas sujeta, descansaba sobre su rostro, revelando sus ojos oscuros y penetrantes que observarme de manera implacable.
Mi respiración se encontraba algo acelerada, pero trate de controlarme porque me dolía respirar fuerte. El silencio se alargó entre ambos, la tensión palpable como el aire denso que llenaba la habitación. Observe con cautela como cruzaba sus brazos sobre su pecho, su postura rígida y controlada mientras un anillo dorado descansaba en su dedo índice con alguna especie de símbolo.
—Te he salvado, ¿no deberías mostrarme agradecimiento? —interrogo con rudeza, me vi obligada a tragar saliva por su forma tan brusca de expresarse.
—Gracias… —desvié mi mirada a otro lado que no sea su expresión tan salvaje, lo escuche dejar salir un bufido.
—Bebe eso —ordeno, lo mire señalar una pastilla en la mesa que tenía una nota con letras muy pulcra que decían ‘‘Tómala’’ junto a un vaso con agua, ¿y si quería drogarme? Pensé enseguida y lo mire insegura. Su expresión se endureció mucho más y sentí miedo, por lo que estire mi mano y tome la pastilla, si el me salvo, no creo que vaya a matarme.
—Buena chica —murmuró—, le diré a una de mis trabajadoras que te de algo de comer —expreso antes de empezar a caminar hacia la puerta.
—Espera —pedí, lo vi detenerse y luego mirarme por encima de su hombro con cierta superioridad que me resultaba incomoda, sin embargo, no podía decir nada—. Quiero irme a mi casa —susurró jugando con mis dedos, me preocupa mi pequeño Teodoro.
—No —su voz fuerte cortante, sin espacio para dar quejas o replicaciones.
—Por favor… —mi voz se quebró y mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Me perteneces, ahora —es lo que me dijo antes de abandonar la habitación. Las lágrimas empezaron abajar por mis mejillas, no entendía nada, ¿Quién es él? ¿Por qué me tiene aquí?
(…)
No sé cuánto tiempo había transcurrido desde que el hombre quien se llama así mismo coronel, me declaro que le pertenezco. Todo estuvo en silencio, lo único que escuchaba en la aposento era mi respiración hasta que el sonido de la puerta abriéndose lentamente me hizo contener mi aliento, pero me relaje al ver a una señora de unos cincuenta ingresar.
La señora entró con un carrito lleno de bandejas de comida humeante. Su rostro mostraba una mezcla de ternura y profesionalismo mientras acercaba la bandeja a la cama.
—Aquí tiene —dijo la mujer con suavidad, colocando los platillos cuidadosamente en una mesa auxiliar a mi lado, ¿Cómo podía verme de ese modo? ¿Acaso no sabía la señora que yo me encuentro aquí en contra de mi voluntad? —. Coma algo, señorita Alina, será mejor para usted —ella sabe mi nombre.
—¿Sabe cómo me llamo? —interrogue, ella asintió con una sonrisa.
—El señor, me dijo su nombre y me ordeno prepararle algo de comer —me conto con cierta alegría en su voz, ¿acaso no se da cuenta que estoy secuestrada por su jefe?
La mire con la mirada más suplicante que podía poner en este momento de angustia notando como ella cambio su expresión a algo más seria y preocupada al verme derramar lágrimas.
—Por favor… —empecé a decir con voz temblorosa—. Ayúdame a salir de aquí —mi petición salió en una súplica, ella me miro con mucho pesar en su mirada.
—No puedo hacer eso, señorita —lo dijo firme pero no brutal, más bien compasiva, como si entendiera el peso de sus palabras, como si no podía quebrar las reglas.
Sentía toda esperanza de salir de este lugar nulas, pero no podía darme por vencida tan rápido. Por lo que sujete sus arrugadas manos y la mire con mis ojos chorreando lágrimas.
—Entonces, al menos llévame lejos de aquí. Cualquier lugar… —suplico, con voz apenas en un susurro entrecortado.
La señora solo bajo su mirada, sus ojos profundos mostraban cierta tristeza, pero lo que dijo solo pudo darme a entender que nunca voy a poder salir de este lugar.
—No puedo hacerlo. Es peligroso —el miedo en sus ojos solo confirmaba que ayudarme podía ponerla en peligro y no me quedo de otra que dejar salir un sollozo y dejarla ir, ella recogió el carrito con suavidad y abandono la fría habitación.
No pude tocar nada de la comida, no tenía ganas de comer. Solo pensaba en Teodoro, mi pobre gato, seguro estaría esperando en casa, pensando que lo he abandonado a su suerte. Mi corazón se contraía solo imaginarlo solo en algún rincón, esperándome. El dispensador de comida y agua le duraría una semana más, pero después de eso estaría completamente a su suerte.La puerta se abrió horas más tarde, y nuevamente la señora del servicio entró. Se mostró preocupada al ver que no había tocado la comida, pero no dijo nada y recogió lo que antes me había dejado, lo siento, pero mi apetito se había esfumado.Me recosté, mirando al techo. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera con brusquedad.—Come —ordenó esa voz grave y implacable. Me vi obligada a sentarme, y observé en sus manos una bandeja con comida. El hombre de la máscara, o en este caso, el coronel, avanzó con pasos pesados hasta quedar frente a mi cama. Deposito la bandeja en mis piernas y se quedó parado frente a mí, mi
La señora Darya volvió minutos después del coronel irse de la habitación con un vestido y algunas bolsas en la que había una zapatilla de Louis Vuitton, con lencería de Kiki de Montparnasse. Conozco las marcas, es caro todo lo que me trajeron, ser de bajo recursos no ha evitado que fantasee con utilizar algunas prendas de esas.Me di una ducha larga, me lave el cabello y luego frente al espejo pude ver los moretones que tenía en mi cuerpo. Estaba vuelta un desastre, suspire y saque maquillaje de una de las bolsas, lo aplique en mi rostro cubriendo en su totalidad lo más que pude el golpe de mi mejilla.Al menos esto era algo que si sabía hacer muy bien, maquillarme.Cuando estuve lista con el vestido rojo vino, me sorprende que sepan mi medida exacta. Me alegra también que este no sea el típico traje que le da el mafioso a sus putas, me veía elegante y con los tacones bajos grises parecía una actriz o quizás una modelo de esas famosas.Suspire y alise mi vestido con mis manos, no esta
—Maldito gato —escuché en medio de mi pesado sueño mientras también escuchaba los gruñidos de advertencia de Teodoro, sin embargo, mi cuerpo cansado se sintió en la gloria cuando toco algo suave....Cuando volví abrir mis ojos, me encontraba todavía con el vestido, pero no estaba en la habitación que desperté cuando llegue aquí. Me incorporó en la cama y vi a Teodoro comiendo en una esquina de un plato.—Uno de los dos debe ser feliz —susurró al recordar lo de anoche, se me cristalizaron los ojos. Inspire profundo para alejar las lágrimas, me puse de pie y observe en la mesita de noche una pastilla con una nota que solo dice ‘‘tómala’’ junto con un vaso de agua.La bebí, camine hacia lo que suponía era el baño ignorando por completo la molestia en mi entre pierna. Me deshice del vestido quedando desnuda, no me fije siquiera en mi cuerpo y llene la tina con agua caliente, me introduje a esta.—Ah… mierda —jadee al sentir un picor en mi sexo, apreté mis dientes y espere que la sensació
El sonido de las garras de Teodoro en la puerta, me informaron una sola cosa: necesita hacer sus necesidades. Suspire y me puse de pie para ir a abrirle descubriendo que Sergei no se encuentra vigilando como esperaba.—Espera, Teo —pero era tarde, ni me escucho y solo corrió por el pasillo, lo empece a seguir y supongo que este utilizando sus sentidos me guia hasta las escaleras de caracol.Lo sigo hacia la parte trasera de la mansión en donde me ocupo de abrirle la puerta corrediza de cristal para que pueda salir. Él no se alejó demasiado. Se movía entre los arbustos y el césped como si estuviera inspeccionando su pequeño reino, mientras yo me acomodaba en el suelo junto a la puerta, observándolo.Mi gato se toma su tiempo para explorar el área, y yo para pensar en la situación en la que me he involucrado. Aceptar este trato con Viktor me lleva a un mundo que no es mi estilo «De igual modo no tenías otra opción» me digo a mi misma. Si no aceptaba él me obligaría o quizás me haría alg
El tiempo avanzo rápido, me sentía nerviosa y llena de ansiedad, Viktor esperaba por mí. Una empleada llego con una fina lencería y una bata de seda, me vestí con las prendas y ella personalmente me va guiando a la habitación del coronel. Esperaba los pasillos fueran eternos, sin embargo, nos detuvimos frente a una puerta en un corredor sin nada más que esta aposento.La mujer se retiró en silencio, no me quedo de otra que respirar hondo frente a la pesada puerta de madera antes de tocar suavemente. No hubo respuesta, pero la puerta estaba entreabierta, como si me estuviera invitando a pasar. Empujé con cuidado y entre.La habitación estaba parcialmente iluminada, con una lámpara de mesa proyectando sombras danzantes sobre las paredes. El espacio era mucho más sobrio de lo que recordaba, decorado en tonos oscuros y apenas algunos muebles esenciales. Todo estaba perfectamente ordenado, c
Al despertar me ardían los ojos por llorar durante varias horas después de llegar a mi habitación, Teo se encontraba dormido a mi lado. Suspire pesadamente intentando enfocar todo en este aposento, vi en mi mesita de noche varias cosas: teléfono, una tarjeta de negra de algún banco, un estuche y una nota.Te doy la confianza, no me falles, si intentas algo estúpido lo sabré y me encargare de cobrártelo muy caro. Coronel Decía la nota que rompí con mucha rabia, maldito imbécil.Salí de la cama con molestia, camine hacia el baño y me di una ducha larga con la cual todo mi enojo disminuyo, pero mi odio hacia el coronel no. Busque la ropa más sencilla e hice lo mismo con el maquillaje, tome el puto teléfono y la tarjeta, me gastare su maldito dinero.Al abrir la puerta me encontré con mi escolta.—Llévame al centro comercial —ordene a lo que este asintió, no esperaba que fuera así de fácil. Empecé a seguirlo hacia una parte de la casa que reconocí como el lugar donde se encuentran los a
—Señorita Petronva —tocaron a mi puerta despacio en eso de las 4:00pm, me acerque a esta con cierta curiosidad y abrí encontrando dos chicas rubias, y por su senos protuberantes, operadas hasta la raíz del cabello, pero con una sonrisa juguetona en sus bocas—. Soy Yulia y ella es Galia, el coronel solito nuestro servicio para que la preparemos para la fiesta de esta noche, ¿le gustaría iniciar ahora? —me eche a un lado para dejarlas pasar.Lo que ambas hicieron con una enorme sonrisa, me sorprendió ver la cuatro maletas que trajeron y también con la familiaridad que se desplazaron por la habitación como si la conocieran más que yo misma.Supuse que esto iba ser para largo cuando me entregaron una bata y pidieron que me duchara.Ahora estoy sentada frente a un espejo de tres cuerpos, rodeada de luces que acentúan cada ángulo de mi rostro. Aunque intento mantener l
—Gracias —es lo único que pudo salir de mi boca mientras que este curva sus labios en lo que parecía ser una sonrisa, ni se cómo puedo describirla, ya que en su mundo retorcido debe ser lo más cercano a una.—Con que tú eres, Alina —dice un hombre que llega a nosotros con un vaso en su mano, con un tono que mezcla curiosidad y un matiz de diversión peligrosa. Este lleva un traje negro impecable, pero a diferencia de Viktor, lleva el cuello de la camisa ligeramente desabrochado, dejando entrever una cadena de oro con el mismo fénix que la mía que brilla contra su piel bronceada «Otra propiedad del coronel, supongo». Su cabello negro y ligeramente despeinado cae sobre su frente de una manera que parece deliberadamente descuidada, como si quisiera transmitir que no sigue reglas, sino que las rompe—. Mi nombre es Dmitry Ivanov —me extiende su mano y la acepto, notando una cicatriz delgada que atraviesa su ceja izquierda mientras que este besa el dorso de mi mano.Sus ojos, de un tono ámbar