Capítulo V

Maldito gato —escuché en medio de mi pesado sueño mientras también escuchaba los gruñidos de advertencia de Teodoro, sin embargo, mi cuerpo cansado se sintió en la gloria cuando toco algo suave.

...

Cuando volví abrir mis ojos, me encontraba todavía con el vestido, pero no estaba en la habitación que desperté cuando llegue aquí. Me incorporó en la cama y vi a Teodoro comiendo en una esquina de un plato.

—Uno de los dos debe ser feliz —susurró al recordar lo de anoche, se me cristalizaron los ojos. Inspire profundo para alejar las lágrimas, me puse de pie y observe en la mesita de noche una pastilla con una nota que solo dice ‘‘tómala’’ junto con un vaso de agua.

La bebí, camine hacia lo que suponía era el baño ignorando por completo la molestia en mi entre pierna. Me deshice del vestido quedando desnuda, no me fije siquiera en mi cuerpo y llene la tina con agua caliente, me introduje a esta.

—Ah… m****a —jadee al sentir un picor en mi sexo, apreté mis dientes y espere que la sensación pase. Cuando el escozor paso, lave mi cuerpo y cabellera castaña, no quería pensar en nada de lo que paso anoche.

Al finalizar mi baño salí de la habitación y el coronel se encontraba allí mirando por la ventana. Se giró a verme y se miraba furioso, ¿Qué he hecho yo? Con pasos largos llego hasta a mí y sujeto mi brazo, no fue brusco al hacerlo.

—¿Por qué coño no me dijiste que eras virgen? —interrogo con evidente molestia.

—No preguntantes —me sentía avergonzada, por lo que mire a otro lado y este dijo algo entre dientes antes de tomar mi barbilla con sus largos dedos y hacerme verlo a los ojos grises.

—Anoche yo te folle duro, Alina —soltó con su ceño fruncido, me dio vergüenza escucharlo decir eso y mis mejillas supongo se encuentran rojas—. No quiero siquiera imaginar lo mal que lo has pasado —añadió frotando con su dedo pulgar mi barbilla. 

—Lo fue —susurro con honestidad.

—Mierda… Alina, ¿Qué voy a hacer contigo? —lo que dice es más para sí mismo que para mí. Me pude fijar que tiene un aruñón en su brazo—. Tu gato —soltó mirando hacia el mencionado que duerme en un sofá que hay en la habitación.

—Gracias por traerlo —susurre.

—Supuse que lo querías contigo y mande a uno de mis hombres por él —alzo sus hombros restándole importancia—. Me gustaría compensarte lo de anoche —murmuro me tense—. Tranquila, te prometo que esta vez la experiencia no va ser igual —acaricio con su pulgar mi barbilla

—Es… que… es que… me duele —susurró sintiendo mis mejillas arder más. El coronel asintió y se alejo de mi dándome mi espacio.

—Bien. Por cierto, esta será tu habitación, y puedes decorarla como desees. En el cajón de arriba de tu mesita de noche tienes tarjetas para comprar cualquier cosa que necesites. Sergei, el hombre que te llevó anoche, es el encargado de tu seguridad. No te alejes de él cuando yo no esté a tu lado, ¿entendido? —explicó.

—Si —respondo a lo que el coronel enseguida me asiente—. ¿Cuál es tu nombre? —cuestiono de la nada, no quiero llamarlo coronel, él me mira por un breve instante.

—Viktor Volkov —respondió.

—Viktor —digo su nombre a lo que asiente curvando un poco sus labios en lo que parece una sonrisa.

—Coronel —lo llaman desde el otro lado de la puerta.

—¿Qué sucede, oso? —interrogó serio mientras se gira para ir hacia la puerta. En donde puedo ver a un tipo de cabello cenizo y corpulento con expresión bastante seria.

—Todo esta listo para su salida a Leviatán —este asintió, me miro por varios minutos.

—Nos vemos esta noche —es lo que me dijo antes de irse. Suspiro y camino a la puerta que se no es la salida, si no más bien el vestidor, me sorprendió encontrar ropa de mujer llenándolo, ¿será de alguna otra amante? Lo que me llevo a preguntarme ¿Cuántas amantes había tenido Viktor?

Dejo de pensar en esas preguntas para poder fijarme con detalles del vestidor. Dios, vestidos colgaban en un despliegue impecable. Había piezas de alta costura de Dior, Chanel y Elie Saab, organizadas por colores, desde los neutros hasta los más vibrantes. La seda, el encaje y los bordados de lentejuelas brillaban bajo la suave iluminación, convirtiendo cada pieza en una obra de arte. Más allá, los abrigos de piel y las chaquetas de cuero italiano estaban cuidadosamente guardados en fundas transparentes, como si cada prenda mereciera su propio pedestal.

Reviso cada prenda viendo que todas conservan las etiquetas de compra, Viktor me compro un vestidor completo, con zapatos de tacones de Louboutin, Manolo Blahnik y Jimmy Choo y si como si fueran pocos los lujos veo bolsos de Hermès, Chanel y Louis Vuitton dominaban las vitrinas.

Algunos perfumes de Tom Ford y Maison Francis Kurkdjian también se encontraban en una esquina del vestidor. Busco lo más sencillo entre tanto lujos, una camisa blanca de seda de Saint Laurent, jean, zapatos mocasines negros de cuero Gucci y completo con un reloj.

Mi cabello bello lo dejo suelto, peinado en hondas suaves que caen por debajo de mis hombros, me hago un maquillaje sencillo: base, mascara de pestaña y un bálsamo para los labios.

Estaba lista para abandonar la habitación mientras Teodoro dormía plácidamente en el sofá. Al salir, me encontré con Sergei.

—Hola —saludé. Si él estará detrás de mí durante un año, lo ideal sería conocerlo mejor.

—Señorita —respondió con seriedad. Tenía el cabello cortado al ras y una barba perfectamente arreglada, dándole un aire imponente.

—¿Puedo conocer la casa? —pregunté. No le pedí permiso a Viktor, pero supongo que, ya que voy a vivir aquí, no tengo otra opción más que familiarizarme con el lugar.

—El coronel autorizó que se moviera con libertad por la casa. Si quiere, puedo ser su guía —respondió. Asentí agradecida por su disposición.

El señor Sergei comenzó a caminar delante de mí. Para ser honesto, sabía que me perdería en esta casa en algún momento. Es enorme, con dos gimnasios privados, una piscina cubierta y otra al aire libre en la parte trasera. Sergei también mencionó que la mansión cuenta con una cochera subterránea y otra en la superficie.

Además, tiene una sala de cine, un quirófano y un ala exclusiva para el personal de seguridad. También hay un almacén con su área de carga y, como era de esperarse, hombres armados custodios de todos los rincones de la propiedad.

—Señorita —me saludó la señora Darya, quien estaba acompañada por una chica más joven, probablemente su hija, ya que compartían rasgos similares.

—Sergei me está mostrando la casa —respondí.

—Supongo que se quedará —comentó Darya. Me limité a asentir.

—¿Quiere que le prepare algo para comer? —ofreció amablemente.

—Claro, muchas gracias.

Continúe el recorrido con Sergei. Cuando terminamos, me llevó al comedor principal, donde la señora Darya ya había servido mi comida.

—¿Puedo comer en mi habitación? —pregunté.

—Por supuesto, señorita.

Regresé a mi habitación con el plato y me senté a comer en compañía de Teodoro. Después de terminar, me quedé un rato en la ventana, observando cómo los hombres de seguridad patrullaban con armas largas, vigilando cada rincón de la mansión.

Por lo visto, esta sería mi vida durante un año: vivir en una jaula de oro en la cúspide de la mansión de un mafioso. ¿Será que vendrá algún príncipe a rescatarme? Me reí de lo absurda que me parecía esa idea.

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