Capítulo XLIII

Un doctor llegó a la mansión para darle sutura al hombro de Viktor, quien no hizo gesto alguno durante todo el proceso. Era como si estuviera acostumbrado al dolor, pensé al verlo. Sus ojos se mantenían fijos en la pared, su rostro inmutable mientras la aguja perforaba su piel una y otra vez.

Después de que el doctor terminara, Viktor se levantó sin decir palabra y se dirigió al baño. Yo lo seguí con la mirada, notando la tensión en sus hombros antes de que cerrara la puerta tras de sí.

Esperé a que terminara de ducharse y, cuando salió con una toalla alrededor de la cintura, me armé de valor.

—¿Qué pasó realmente en esa reunión? —pregunté con voz firme.

Viktor exhaló un suspiro pesado y se pasó una mano por el cabello aún mojado. Caminó hasta el borde de la cama y se sentó, apoyando los codos en sus rodillas.

—Nos tendieron una emboscada —respondió al fin—. Pensábamos que íbamos a negociar por información sobre quién intentó matarte, pero lo único que querían era eliminarme.

Me mordí
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