Bajo la protección del cruel
Bajo la protección del cruel
Por: Yerimil Perez
Capítulo I

Alina Petrovna

En el pequeño cuarto de limpieza del Hotel Nevsky, ubicado en el frío y desolado barrio de Vyborgskoye, en San Petersburgo, Rusia, la luz parpadeante de una lámpara barata proyecta sombras inestables sobre las paredes desgastadas. Me siento en una silla desvencijada frente a un pequeño espejo empañado.

Mi uniforme manchado por café, ya que no tuve chance de limpiarlo, suspiro observando mi cabello castaño que a menudo cae en suaves ondas alrededor de mi rostro, ahora está recogido en un moño desordenado, oculto bajo un gorro de lana gris.

Coloco un poco de base bajo mis ojos azules para disimular las ojeras profundas y el cansancio que cada noche deja su huella en mi rostro. No puedo hacer mucho por mi apariencia, me siento cansada pero decidida a terminar mi jornada laboral y volver a mi casa llena de recuerdo de mis padres en donde mi único acompañante es mi gato Teodoro, un gordito hermoso de pelo blanco.

Teodoro es la compañía que tengo, mis padres murieron en un accidente automovilístico hace cinco años quedando yo atrapada en las deudas del banco, me toco vender todo lo de valor para lograr cubrir parte de los pagos y dar mi futuro: mis fondos universitarios.

Ahora con mi empleo en este hotel como conserje puedo cubrir pagos de intereses mensuales, comida para Teodoro y para mí, no quiero ni pensar en los pagos energéticos, agua y otras deudas amontonadas. No es la vida que esperaba a mis veintiséis años, pero al menos estoy sobreviviendo.

Con ese pensamiento pongo mi mejor sonrisa y tomo el carro de limpieza para ir a limpiar las habitaciones que tengo asignadas en el motel. Muchas veces me debo ir tarde, ya que la luces continúan rojas avisándome que hay personas en la aposento.

En total debo hacer el aseo de diez habitaciones, me encontré con que ocho estaban listas para limpiar y me prepare mentalmente para todo lo que podía encontrar en estos aposentos. Los objetos personales que suelo encontrarme son en su mayoría juguetes sexuales, condones utilizados y colchas sucias de sustancias tanto ilegales como corporales.

(…)

Finalice todo a la una de la madrugada, regrese al cuarto de limpieza para poder cambiar mi ropa. Lo hice rápido y lo primero que hice fue despedirme de Maike, un señor de unos cincuenta años que hace guardia en la puerta.

—Cuidado en la calle —añadió al final, su tono firme pero tranquilo.

Le devolví una sonrisa agradecida, aunque mis labios se curvaron en una expresión débil.

—Gracias. Siempre lo hago. —Mi voz sonaba suave, casi rota.

Sus ojos se posaron brevemente en mí, serenos y protectores.

—A veces eso no es suficiente. —No dejó espacio para más respuestas.

Al estar fuera del hotel el frío aire de las calles solitarias y desoladas del barrio de Vyborgskoye, en San Petersburgo golpeo mi cuerpo.

Caminaba con paso apurado por el asfalto, mi abrigo viejo no era tan bueno para cubrirme del frío, pero era lo que tenía. La ciudad se sentía cada vez más oscura a medida que avanzaba por calles estrechas, las luces parpadeantes apenas iluminaban el camino, no vivía tan lejos del hotel, por lo que caminar no era un problema para llegar a mi casa.

Mis manos temblaban en los bolsillos de mi abrigo gastado. Era inútil fingir que no sentía miedo. Sabía que en este vecindario cualquier sombra podía convertirse en una amenaza. Pero necesitaba llegar a casa con mi hermoso Teodoro. Necesitaba descansar, aunque fuera por unas pocas horas antes de salir a mi segundo empleo con la señora Ivanov a la cual le cuidaba a sus pequeñas hijas.

Todo mi cuerpo se tensa al escuchar las risas, burlonas de alguien. Como si jugaran con la idea de perseguirme. Mi corazón se aceleró, pero intenté ignorarlo. Solo era yo imaginándome cosas.

Sin embargo, cuando alcancé la esquina, tres figuras aparecieron frente a mí. Alto, corpulentos, con una mirada cruel que parecía saborear el miedo en mis ojos. No había escapatoria. Intenté retroceder, pero la pared de ladrillos me impedía moverme, me flaquearon las piernas.

—Vamos, preciosa —gruñó uno de ellos, extendiendo sus manos hacia mí. La súplica quedó atrapada en mi garganta. Estuve a punto de gritar por ayuda, sin embargo, el mismo hombre puso sus manos sucias sobre mi boca mientras me arrastraban a un callejón oscuro.

—Es una chica muy linda —balbuceo entre risa uno muy cerca de mi rostro logrando que el olor alcohol golpee mi nariz. Se encontraban borrachos, mi padre me dijo que era fácil escapar de hombres borrachos, por lo que encaje mi rodilla en la entrepierna del que me sujetaba.

El hombre corpulento chillo, me eche a correr, pero fue en vano. Uno de ellos sujeto con fuerza mi cabello devolviéndome hacia atrás con tanta brutalidad que sentí un fuerte ardor en mi cuero cabelludo.

—Perr@ —gruñó al que patee y me soltó una bofetada tan fuerte que pude saborear el sabor de la sangre en mi boca—. Maldit@, perr@ —volvió a bramar lanzándome contra el suelo, me queje por el duro golpe.

Mi vista se nublo tanto por las lágrimas como por el golpe tan duro que he recibido en mi cabeza que casi me lleva a la inconsciencia. No podía hacer nada para evitar esto, ellos son tres fuertes hombres, me violarían aquí mismo.

El hombre que golpee manoseo mi cuerpo, me removía debajo de su toque tratando de evitarlo. Trataba de bajarme mi pantalón mientras los otros me sostenían, llore e intente gritar, pero mi boca cubierta con la mano de uno de ellos no me permitía pedir ayuda.

Lo siguiente que paso fue muy rápido, escuche disparos y el cuerpo del hombre ser sacado de arriba del mío. El ruido feroz del arma disparándose de nuevo aturdió mi oído, no entendía que estaba pasando y entre las sombras que me estaba llevando a la inconciencia solo pude ver una cosa: una máscara roja a medio colocar y esos penetrantes ojos grises llenos de una rabia quedaba miedo enfrentar.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP