Capítulo LXVI

La capilla era pequeña, rústica, con bancos de madera gastada y vitrales que dejaban pasar la luz del sol en tonos suaves. Era el tipo de lugar que uno imaginaría como refugio de paz, y de alguna forma, lo era. Dmitry venía aquí a veces. Lo había dicho una vez en voz baja, cuando aún le costaba expresar cosas que no fueran bromas o sarcasmo. Decía que el silencio de esa capilla lo ayudaba a pensar. A respirar.

Por eso Viktor decidió que ese sería el lugar.

No había flores exageradas, ni candelabros dorados. Solo una foto de Dmitry sobre el altar, su sonrisa ladeada congelada para siempre, y velas encendidas alrededor que llenaban el lugar de un aroma cálido a cera y madera.

Estaba rodeada de silencio. De un dolor contenido. Había hombres de Viktor, algunos de los más cercanos, vestidos de negro y con rostros serios. Sergei se mantenía cerca de la entrada. Matteo, el primo de Viktor, estaba en un rincón, de pie junto a la señora Fiorella y el señor Ricardo. Todos sabían lo que Dmitry r
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