Viktor VolkovJamás pensé que ver una sala blanca, repleta de luces frías y quirófano estéril, pudiera ser el lugar donde mi vida entera se quebrara para reconstruirse en algo mejor o el miedo de perder a uno de ellos cuatros. Tenía la bata quirúrgica, el gorro, la mascarilla, todo lo necesario… menos las palabras. No había una sola palabra en ruso, inglés o italiano que pudiera describir lo que sentía en ese momento.Alina estaba en la camilla, medio dormida por la anestesia, pero consciente. Sus ojos estaban cansados, su cuerpo agotado, pero cuando me miró… todavía estaba ahí. Todavía era ella. Mi malyshka. Mi esposa. La madre de mis hijos.Le tomé la mano mientras la doctora Romanov me indicó que podía quedarme junto a su cabeza. No lo habría hecho de otra forma. No pensaba dejarla sola ni un segundo.—Estoy contigo —le dije, acercando mis labios a su frente—. Ya casi, mi amor. Solo un poco más.Ella solo apretó mis dedos con debilidad, pero fue suficiente. Me quedé mirándola, acar
Alina De Volkov—Estás lista, mamá —dijo la enfermera con una sonrisa amable mientras me ayudaba a acomodarme la bata hospitalaria abierta por el frente.La habitación era cálida. Habían bajado la intensidad de las luces, el murmullo de las máquinas era un sonido constante pero suave, casi como un arrullo. A lo lejos, escuchaba el clic de los zapatos del personal de neonatología y las voces bajas que se movían con experiencia, pero yo solo podía mirar a ese pequeño ser que me acercaban con delicadeza.Mi hijo.Milan.Mi corazón latía con fuerza. Estaba nerviosa, emocionada, asustada… todo a la vez. Lo habían sacado de la incubadora apenas cinco minutos antes. Estaba tan chiquito. Tan rojo, tan arrugado, pero perfecto, y era mío.Cuando lo colocaron sobre mi pecho, entre mis senos, sentí un calor tan profundo que las lágrimas simplemente brotaron sin permiso. Era tan ligero como una pluma, y tan pequeño que cabía entero entre mis manos.—Hola… hola, mi amor… —susurré con voz rota—. Soy
Primer cumpleaños de nuestros hijosUn año.Doce meses.Tres bebés que ahora gateaban, decían "papá" más que "mamá", y se reían como si el mundo fuera un lugar suave, tibio y seguro.El salón principal de la mansión había sido decorado en tonos marfil, dorado y azul suave. Lo sabía: Viktor quería algo elegante, nada de payasos ni globos chillones. Solo lo mejor para "sus hijos". Contrató a los mejores organizadores, chefs, fotógrafos… aunque juró que todo había sido idea mía ¡Mentiroso encantador!—¿Están listos los príncipes? —preguntó desde la puerta, con un traje gris claro, con corbata y camisa blanca. Ese hombre era el caos y la perfección juntos.—Dmitry no quiere ponerse los zapatos —respondí riendo, mientras sujetaba al rebelde en cuestión que pataleaba como si le pusiera cadenas en los pies.Milan ya estaba vestido, jugueteando con su peluche de oso. Aleksandr, sentado en el centro de la cuna, simplemente observaba todo como si fuera el jefe del lugar. Era curioso cómo ya emp
Alina PetrovnaEn el pequeño cuarto de limpieza del Hotel Nevsky, ubicado en el frío y desolado barrio de Vyborgskoye, en San Petersburgo, Rusia, la luz parpadeante de una lámpara barata proyecta sombras inestables sobre las paredes desgastadas. Me siento en una silla desvencijada frente a un pequeño espejo empañado.Mi uniforme manchado por café, ya que no tuve chance de limpiarlo, suspiro observando mi cabello castaño que a menudo cae en suaves ondas alrededor de mi rostro, ahora está recogido en un moño desordenado, oculto bajo un gorro de lana gris.Coloco un poco de base bajo mis ojos azules para disimular las ojeras profundas y el cansancio que cada noche deja su huella en mi rostro. No puedo hacer mucho por mi apariencia, me siento cansada pero decidida a terminar mi jornada laboral y volver a mi casa llena de recuerdo de mis padres en donde mi único acompañante es mi gato Teodoro, un gordito hermoso de pelo blanco.Teodoro es la compañía que tengo, mis padres murieron en un ac
Un dolor palpitante me obligo llevar mi mano hasta mi cabeza, sentía que iba a explotarme en cualquier momento. Abrí mis ojos como pude, no había mucha luz en este lugar, ni tenía idea de donde me encontraba hasta que recuerdos de lo que me paso azotaron mi mente provocando más dolor en todo mi cuerpo.Respire profundo tratando de no entrar en pánico captando en seguida un olor a madera, cuero y especias quizás orientales. Junto a ello, una ligera esencia a tabaco caro y almizcle penetraba suavemente en cada respiro, como si cada objeto en la habitación tuviera su propia huella olfativa, cuidadosamente seleccionada.Poco a poco mi vista enfocaba más los detalles de la habitación que claramente no es mi aposento lo que me llevaba a hacerme la pregunta, ¿Dónde estoy? Entonces en ese momento la máscara roja llego a mis recuerdos, ¿Quién es ese hombre? El ruido de los disparos erizan cada vello de mi piel, él… él asesino a esos hombres.Debo salir de este lugar, me descubro notando que ll
No pude tocar nada de la comida, no tenía ganas de comer. Solo pensaba en Teodoro, mi pobre gato, seguro estaría esperando en casa, pensando que lo he abandonado a su suerte. Mi corazón se contraía solo imaginarlo solo en algún rincón, esperándome. El dispensador de comida y agua le duraría una semana más, pero después de eso estaría completamente a su suerte.La puerta se abrió horas más tarde, y nuevamente la señora del servicio entró. Se mostró preocupada al ver que no había tocado la comida, pero no dijo nada y recogió lo que antes me había dejado, lo siento, pero mi apetito se había esfumado.Me recosté, mirando al techo. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera con brusquedad.—Come —ordenó esa voz grave y implacable. Me vi obligada a sentarme, y observé en sus manos una bandeja con comida. El hombre de la máscara, o en este caso, el coronel, avanzó con pasos pesados hasta quedar frente a mi cama. Deposito la bandeja en mis piernas y se quedó parado frente a mí, mi
La señora Darya volvió minutos después del coronel irse de la habitación con un vestido y algunas bolsas en la que había una zapatilla de Louis Vuitton, con lencería de Kiki de Montparnasse. Conozco las marcas, es caro todo lo que me trajeron, ser de bajo recursos no ha evitado que fantasee con utilizar algunas prendas de esas.Me di una ducha larga, me lave el cabello y luego frente al espejo pude ver los moretones que tenía en mi cuerpo. Estaba vuelta un desastre, suspire y saque maquillaje de una de las bolsas, lo aplique en mi rostro cubriendo en su totalidad lo más que pude el golpe de mi mejilla.Al menos esto era algo que si sabía hacer muy bien, maquillarme.Cuando estuve lista con el vestido rojo vino, me sorprende que sepan mi medida exacta. Me alegra también que este no sea el típico traje que le da el mafioso a sus putas, me veía elegante y con los tacones bajos grises parecía una actriz o quizás una modelo de esas famosas.Suspire y alise mi vestido con mis manos, no esta
—Maldito gato —escuché en medio de mi pesado sueño mientras también escuchaba los gruñidos de advertencia de Teodoro, sin embargo, mi cuerpo cansado se sintió en la gloria cuando toco algo suave....Cuando volví abrir mis ojos, me encontraba todavía con el vestido, pero no estaba en la habitación que desperté cuando llegue aquí. Me incorporó en la cama y vi a Teodoro comiendo en una esquina de un plato.—Uno de los dos debe ser feliz —susurró al recordar lo de anoche, se me cristalizaron los ojos. Inspire profundo para alejar las lágrimas, me puse de pie y observe en la mesita de noche una pastilla con una nota que solo dice ‘‘tómala’’ junto con un vaso de agua.La bebí, camine hacia lo que suponía era el baño ignorando por completo la molestia en mi entre pierna. Me deshice del vestido quedando desnuda, no me fije siquiera en mi cuerpo y llene la tina con agua caliente, me introduje a esta.—Ah… mierda —jadee al sentir un picor en mi sexo, apreté mis dientes y espere que la sensació