Cuando Viktor Albrecht, jefe de la mafia alemana, ingresó a un bar para relajarse, lo que menos esperó es que sus ojos chocaran con unos violetas. Tampoco esperó que aquellos orbes inocentes le provocaran compasión. Emilia estaba allí en contra de su voluntad, y en un intento de redención, Viktor la compró para salvarla de su inminente destino. Lo que él no esperaba era descubrir que ella es la hija de su enemigo. Por lo que aquel acto desinteresado se convirtió en una oportunidad perfecta para vengarse. Sin embargo, aquella lucha por el poder terminó en una oscura atracción imposible de ignorar. Ambos descubrirán que a veces el amor y la obsesión pueden ser más peligrosos que una guerra entre mafiosos.
Ler maisBerlín, AlemaniaViktorPensé que podría sin ella. Después de pasar todo el día con Emilia, creí que volver a mi rutina, a mi cama vacía y a mi vida sin distracciones sería sencillo. Estaba equivocado.La noche avanza con una lentitud insoportable. Intento dormir, pero apenas cierro los ojos. Su rostro aparece en mi mente: su sonrisa tímida, la forma en que baja la mirada cuando está nerviosa, la calidez de su cuerpo cuando se acurruca contra el mío. Todo me atormenta.Giro en la cama, frustrado. Maldita sea… esto no es normal. Yo no soy así. No soy el tipo de hombre que se desvela por una mujer, que se obsesiona con una sonrisa o que se queda mirando el techo porque extraña el sonido de una respiración tranquila junto a él. Me paso una mano por el rostro, intentando calmarme. «Duerme», me digo. Solo tengo que cerrar los ojos y dormirme. Es entonces cuando escucho el leve chirrido de la puerta abriéndose. Me incorporo de inmediato, tensándome como un resorte. Mi mano se desliza bajo
Berlín, AlemaniaViktorEl silencio de mi oficina es bienvenido. Después del día agitado que tuve ayer y el maldito interrogatorio de Helena esta mañana, necesito concentrarme. Los números en la pantalla empiezan a bailar frente a mis ojos, pero logro poner todo en orden. Un par de llamadas más, revisar un par de contratos, y por fin siento que el día comienza a enderezarse.Entonces, llaman a la puerta. Es un sonido suave, casi tímido, muy distinto a la forma en que mis hombres suelen golpear.—Adelante.La puerta se abre, y mi corazón da un vuelco cuando veo a Emilia aparecer con una bandeja entre las manos.—Hola… —murmura sin mirarme.Se queda de pie en la entrada, como si dudara si entrar o no.—¿Eso es para mí? —pregunto, aliviado de que haya venido.—Sí… pensé que podrías tener hambre.Es extraño verla así: tímida, insegura, como si no supiera dónde meterse. No es que Emilia sea extrovertida, pero esta incomodidad es diferente. Tal vez se deba a lo que ocurrió esta mañana… o qu
Berlín, AlemaniaViktorEl sol entra a través de las cortinas, proyectando líneas doradas sobre las sábanas. Sé que es de día, que ya debería estar en pie y trabajando, pero sigo aquí, tumbado junto a Emilia.Ella duerme profundo, su cuerpo relajado contra el mío. Su rostro está medio oculto entre las sábanas, con sus labios entreabiertos y una expresión de paz que no había visto en ella antes. No quiero moverme, no quiero romper esta burbuja de calma que parece envolvernos.Intenté dormir después de que ella se quedó inconsciente, pero fue inútil. Mi cabeza no deja de dar vueltas, intentando comprender cómo llegué a este punto.No estaba en mis planes que Emilia se convirtiera en… esto. En alguien que me importa.No puedo señalar el momento exacto en que todo cambió. Quizá fue cuando la vi por primera vez en ese bar, intentando mantener la compostura mientras el miedo se reflejaba en sus ojos. O tal vez fue después, cuando la vi desmoronarse, tratando de fingir que estaba bien. O cua
Berlín, AlemaniaEmiliaMe despierto poco a poco, como si flotara en un limbo entre el sueño y la vigilia. El calor me envuelve, es cálido y reconfortante, como si estuviera arropada por una nube.Me estiro sin abrir los ojos, disfrutando de esa sensación perezosa que se siente tan bien. Mi cuerpo se arquea un poco, y un cosquilleo placentero se enciende en mi vientre. Me muevo otra vez, despacio, retorciéndome un poco más para alargar ese placer que me recorre. Un jadeo suave escapa de mis labios y es entonces cuando lo noto.El peso detrás de mí. El calor que no proviene solo de las sábanas, sino de un cuerpo firme, sólido, fuerte… Viktor.Mi mente se despierta por completo, pero mi cuerpo no reacciona de inmediato. Sigo congelada en el sitio, demasiado consciente de cómo su pecho está pegado a mi espalda y, sobre todo, de cómo sus caderas están firmemente encajadas contra las mías.¡Oh, rayos!Mi primer instinto es dejar de moverme, pero entonces siento algo que me deja sin aliento
Berlín, AlemaniaViktorEl día ha sido una pesadilla. Reuniones interminables, proveedores intentando sacar ventaja, empleados que no saben hacer su trabajo. Y, por si fuera poco, mi cabeza no dejó de girar en torno a Emilia.Más de una vez metí la mano en el bolsillo, buscando el teléfono que no llevaba conmigo. Aunque lo hubiera tenido, ¿de qué me habría servido? Emilia no tiene celular y llamar a la casa habría sido raro, especialmente si alguien más contestaba.¿Está bien?Esa pregunta martilleó mi mente durante todo el día. No sé por qué diablos me inquieta tanto. Ella ha estado bien sin mí durante años, ¿por qué ahora siento esta necesidad casi desesperada de asegurarme de que está a salvo?Cuando por fin llego a la mansión, ya es tarde. Las luces del primer piso están apagadas, excepto por una pequeña lámpara que ilumina el pasillo cerca de la habitación de Helena. Decido pasar por allí antes de subir a mi cuarto.Me detengo frente a su puerta y golpeo dos veces.—¿Quién es? —p
Berlín, AlemaniaEmiliaDespierto de golpe, sintiendo el frío vacío en la cama detrás de mí. Mi mano tantea las sábanas, pero solo encuentra un espacio helado. Viktor no está.Mi corazón se acelera por un instante, pero luego miro la hora que es. Claro, ya debe haberse ido a trabajar. Exhalo despacio, intentando que esa simple lógica calme mis nervios. Aun así, no puedo evitar sentirme inquieta, como si algo dentro de mí se hubiera quedado suspendido en el aire.Me obligo a no pensar. Me levanto, camino hacia el baño y dejo que la rutina tome el control. Me ducho en automático, dejando que el agua caliente corra por mi cuerpo mientras mi mente se evade en un limbo gris, sin emociones ni pensamientos claros. No quiero analizar lo que siento, ni revivir lo que ocurrió anoche. Mejor no pensar.Después de vestirme, bajo las escaleras en silencio, sintiendo el eco de mis pasos en la enorme mansión. El aroma a café y pan tostado me guía directo a la cocina. Allí está Gerda, moviéndose con l
Berlín, AlemaniaViktorLa habitación está en penumbras, solo iluminada por la débil luz que se filtra desde el pasillo. Estoy acostado en mi cama, con los ojos fijos en el techo, contando las grietas que apenas se distinguen en la superficie. Cierro los ojos. Respiro profundo. Intento concentrarme en cualquier cosa que no sea ella.No funciona.He intentado dormir. He dado vueltas en la cama durante horas, pero no logro aquietar mi mente. Cada vez que cierro los ojos, la imagen de Emilia aparece: su expresión tranquila cuando duerme, el leve movimiento de su pecho al respirar, la forma en que su cabello se enreda sobre la almohada.—Mierda… —murmuro, pasando una mano por mi rostro.Me levanto, cansado de pelear conmigo mismo, y camino hasta mi escritorio. Tal vez trabajar me distraiga. Abro mi computadora portátil y reviso algunos informes, pero las palabras se mezclan frente a mis ojos. Mi mente sigue en otro lado. Con ella.Apoyo los codos en el escritorio y me paso ambas manos por
Berlín, AlemaniaEmiliaEstoy en mi habitación, sentada sobre la cama con las rodillas recogidas contra el pecho. Mis pensamientos no dejan de girar en torno a él. Al beso. A la sensación de sus labios devorando los míos como si no pudiera detenerse. A la forma en que su brazo me envolvió anoche, fuerte y seguro, como si quisiera protegerme incluso en sus sueños.Mis dedos se deslizan por mis labios, como si pudieran recrear el calor de su boca. ¿Qué estamos haciendo? La puerta se abre de golpe, interrumpiendo mis pensamientos.—¡¿Emilia?! —La voz aguda de Helena retumba en la habitación antes de que ella misma entre dando saltos y riendo como una niña. Sus rizos oscuros rebotan mientras me señala con un dedo acusador—. ¡¿Qué demonios hiciste?!La miro sin entender. —¿De qué hablas?—¡¿De qué hablo?! —chilla, cerrando la puerta detrás de ella—. ¡Se ha corrido la voz de que Viktor Albrecht está tratando a su sirvienta como si fuera una maldita reina!Mi estómago da un vuelco.—Eso no e
Berlín, AlemaniaViktorEl eco de mis propios pasos resuena por el largo pasillo del sótano. Frío, oscuro y húmedo, este lugar siempre ha sido el rincón perfecto para recordarle a la gente quién soy en realidad.El soldado está ahí, atado a una silla metálica en el centro del cuarto. Sus muñecas están sujetas con firmeza gracias a las bridas plásticas, y sus tobillos encadenados a las patas de la silla. Lo tengo donde quiero. El hombre respira con dificultad. Puedo ver el sudor resbalando por su frente y el temblor en sus manos. Lo sabe… sabe que está jodido.—Por favor, jefe… —su voz se quiebra—. Fue un error… solo un malentendido.Camino con lentitud a su alrededor, las botas golpeando el suelo de cemento con un ritmo firme.—¿Un malentendido? —repito con una risa seca—. ¿Crees que faltarme al respeto y acosar a alguien bajo mi techo fue un simple malentendido?—Yo… no sabía que ella era…Me detengo detrás de él, acercándome tanto que puedo sentir el hedor de su miedo.—¿Que no sab