Capítulo 048: Dejándote ir

Berlín, Alemania

Emilia

El día ha sido un infierno. Uno de esos que no termina, que se arrastra con la lentitud de una tortura y la pesadez de una culpa que no me deja respirar. Camino por los pasillos con la cabeza gacha, aunque no me sirve de mucho. Las miradas me alcanzan igual y son como flechas invisibles que se clavan en mi piel. No tienen que decir nada, sus ojos lo gritan. Traidora. Usurpadora. Escoria. Y lo peor es que, por más que quiera defenderme, parte de mí se pregunta si no tienen razón.

He intentado mantenerme firme. Me duché, me vestí, bajé a desayunar como cualquier otro día. Pero al llegar al comedor, la comida ya estaba retirada. Nadie me avisó. Helena ni siquiera me miró cuando pasó frente a mí con una bandeja para Gerda. Cuando le pregunté si podía pedir algo, se limitó a encogerse de hombros como si fuera una molestia, como si fuera invisible. Gerda, por su parte, me lanzó una sonrisa satisfecha desde la distancia, como quien contempla la caída de alguien a quie
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