Me llamo Isabella Mancini y nací marcada por el peso de un apellido que abre puertas... y cava tumbas. Soy la única heredera de una familia que controla más de lo que el mundo está dispuesto a aceptar. Negocios, alianzas, silencios comprados con sangre. Durante años fui la princesa en la sombra, criada para continuar un legado que nunca pedí, con la obediencia como coraza y la lealtad como cadena. Pero todo cambió cuando lo conocí. El problema no fue enamorarme. El verdadero infierno empezó cuando descubrí que pertenecía a la familia que juró destruir a la mía. Ahora, debo elegir entre traicionar el apellido que corre por mis venas... o traicionar al hombre que le devolvió latido a mi corazón. Pero cuando amas a tu enemigo, cada caricia puede ser una traición, y cada beso, una sentencia. Esta no es una historia de amor... es una historia de fuego, guerra, y una herencia que arde como pólvora bajo la piel.
Leer másLa reunión con mi madre y mis tíos no fue diferente a las demás. La misma sala, con sus paredes revestidas de madera oscura, la misma atmósfera sofocante, cargada de silencios que gritaban más que cualquier palabra, y sonrisas que dolían más que una bofetada. La fachada impecable de la familia Mancini se mantenía, pero debajo... todo crujía. Como cristales a punto de romperse.Mi madre, sentada a la cabecera de la mesa, con esa mirada helada y altiva que siempre escondía un propósito, me observaba con una mezcla de expectativa y amenaza. No amor. No ternura. Solo control. Solo poder.—Isabella, ya sabes lo que se espera de ti —dijo con voz suave, pero con la dureza de una sentencia. Su tono era tan familiar que ya me sabía cada entonación, cada pausa—. Este matrimonio con Roberto es esencial. Es un pacto, una alianza. Una guerra que ganamos sin disparar una sola bala.Asentí. No porque creyera en sus palabras, sino porque cualquier intento de resistencia sería como gritar en medio de
Mi vida siempre ha sido un escenario de lujo cubierto de sombras. El apellido Mancini no era solo un nombre, era un yugo, una maldición que se arrastraba por generaciones. Desde pequeña, aprendí que la familia no era solo un refugio, sino una prisión de la que no podía escapar. Mi padre desapareció en las sombras de su propio imperio, dejando un vacío que mi madre intentó llenar con su frialdad. Y, sin embargo, la herencia de esa oscuridad seguía creciendo dentro de mí.La mansión Mancini era una fortaleza, pero sus paredes nunca me dieron refugio. Siempre sentí que respiraba aire viciado, envenenado por los secretos y traiciones que se tejían entre sus paredes. Las cenas familiares eran una puesta en escena: sonrisas vacías, miradas frías, palabras medidas. Mi padre nunca asistía; sus negocios estaban en otro mundo, un mundo donde yo no importaba. Mi madre, en cambio, estaba en todas partes. Era la reina, pero su reino estaba hecho de hielo y poder. Y yo, su hija, la heredera, solo e
El sonido de los tacones sobre el mármol frío de la mansión Mancini me recuerda lo que soy. O mejor dicho, lo que esperan que sea. La última heredera de una familia marcada por el crimen, el poder y la opulencia. Rodeada de lujo, de riquezas incalculables, pero vacía por dentro. Hay algo frío en este lugar, algo que nunca logra calentarme por completo, por mucho que intente.Mi vida está cuidadosamente diseñada, encajada entre las paredes doradas de esta mansión. Cada paso que doy está guiado por un destino ya trazado para mí: ser la pieza clave que siga expandiendo el legado Mancini. Un legado de sangre, control y decisiones difíciles. No soy una persona, soy un símbolo. La hija del líder mafioso, la última pieza en un tablero de ajedrez.¿Y qué hay de mí? De mis deseos, mis sueños, mi libertad. Si me atreviera a mencionarlos, seguro que los tres caería en la categoría de ilusiones ridículas. El simple hecho de pensar en ellos me hace reír de lo estúpida que sería. Las personas como