Antonella Mancini es la hija menor del poderoso líder de la mafia italiana. Intrépida, rebelde y audaz, Antonella lleva en su sangre el peligro y la pasión que caracterizan a su padre. Sin embargo, sus padres, conscientes de los riesgos del mundo en el que viven, hacen todo lo posible por mantenerla alejada de esa oscuridad. Desde pequeña, Antonella es enviada a un estricto internado de monjas, pero su espíritu indomable siempre encuentra la manera de desobedecer y causar problemas. Tercer libro de la saga “Legado de Sangre”
Leer másMi ceño se frunce.—¿Hora de qué?El hombre no responde. Solo da un paso al costado y extiende la mano hacia la puerta. Pero no me muevo, estoy esperando a que me responda.—Dije, ¿hora de qué?Su mandíbula se tensa apenas, pero mantiene su tono monótono.—No hagas esto más difícil, princesa —pronuncia con desprecio.Río sin humor.—Difícil ya lo hicieron ustedes desde que secuestraron a mi padre y a sus amigos, y para acabarla, conmigo también.Nos mantenemos en ese estúpido duelo de miradas por un momento, hasta que él suspira, visiblemente irritado.—Si no vienes por tu cuenta, tendré que llevarte arrastras.Frunzo los labios.Siempre lo mismo con estos bastardos infelices. Y dicen llamar salvaje a mí. No soy su puta muñeca.Apretando los dientes con rabia, me pongo de pie y comienzo a caminar hasta la puerta, donde él sigue de pie y observándome.—No hace falta que me toques. Puedo caminar sola.No quiero pasar por lo mismo, cuando el gorila aquel me cargo. Él asiente con la cabez
Mis puños se cierran con tanta fuerza que las uñas se clavan en mis palmas. Por dentro siento el odio hierve en mis venas como un incendio incontrolable. La puerta se cierra con un clic seco detrás de él, dejándome sola en la enorme habitación que sigue oliendo a maldita vainilla, incluso el jabón de la ducha tiene el mismo aroma.Mi mandíbula se tensa mientras mi mente trata de procesar lo que acabo de ver.Ese video donde salen Asha y mi madre. No estaban solas, pero me di cuenta de que la seguridad no era muy reforzada, solo las acompañaban sus guaridas.Y mis hermanos… ¿por qué las enviaron con pocos hombres? ¿Por qué mis idiotas hermanos se están confiando? ¿Y dónde demonios están ahora mismo?El bastardo no dio detalles, solo dejó caer esa bomba de información y desapareció, dejando su amenaza flotando en el aire como un veneno que no puedo evitar respirar.Doy un paso hacia la puerta, pero me detengo antes de hacer lo que mi cabeza me dice. Aunque mis muñecas ya no están atadas
Levanta la mano y trata de tocarme. Pero soy rápida y giro el rostro de inmediato, evitando su contacto. No voy a dejar que su piel y la mía ni siquiera se rocen. No lo permitiré.Él suelta una risa baja y oscura. Retira su mano con calma, sin dejar de mirarme.—Ya veo que no, —susurra—. Sigues manteniendo esa rebeldía. —Inclina el rostro antes de añadir con una tranquilidad escalofriante. —Tarde o temprano, tendrás que dejarla. —Su tono cambia, más seco, más pesado. —Si no quieres que los tuyos salgan heridos.Mi mirada se afila de inmediato.Giro bruscamente la cabeza, mis ojos perforándolo con odio puro.—Ni en esta jodida vida, ni en ninguna otra, me tendrás suplicando. —Él solo sonríe. —Y menos por tu asquerosa polla. —Mis labios se curvan con desprecio—. Esa te la puedes guardar muy bien dentro de tus pantalones o en otro coño.Su expresión no cambia, no se inmuta. Solo hay diversión en sus ojos oscuros. Pero mi cuerpo se tensa de inmediato cuando saca su teléfono y me muestr
No porque esté mansa en este momento significa que seré amable con nadie en este maldito sitio. Ni siquiera con la mujer que ahora está ajustándome la ropa y peinando mi cabello con la misma frialdad que usaría para hacer una tarea rutinaria.Es la rusa que atendió mis heridas en aquel asqueroso calabozo. No me sorprende verla aquí, pero eso no significa que me agrade su presencia. Sigue hablándome en su maldito idioma, y yo sigo sin entender ni una sola palabra de lo que dice.Suspiro con fastidio cuando me señala un cepillo, indicándome que lo pase por mi cabello. Lo tomo con fuerza y comienzo a desenredar los nudos con tirones bruscos, arrancando algunos mechones en el proceso. Está hecho un desastre. Lleno de enredos por la falta de atención de estos días. Pero, ¿a quién carajo le importa?¿Por qué me están arreglando?La incomodidad en mi pecho crece con cada segundo que pasa. No sé qué está tramando esta gente, pero algo me dice que no me va a gustar.Cuando termino con mi cabel
ANTONELLALos pasos pesados resuenan contra las paredes de piedra cuando la puerta se abre de golpe. El mismo hombre que ha estado trayendo la comida entra sin ceremonias. Alto, corpulento, con esa mirada vacía de matón de turno. Su expresión no cambia cuando se acerca y me toma del brazo con rudeza. Comienza a arrastrarme hasta la salida.—¿A dónde me llevas? —protestó con voz firme a pesar de la sequedad en mi garganta.Pero el imbécil no responde.—¿Qué mierda piensas hacer conmigo?Sigue arrastrándome como si fuera un saco de arena. Siento sus dedos hundirse en mi piel, pero no hago ni el más mínimo gesto de dolor.Hijo de puta.Intento clavar los talones en el suelo, pero su agarre se endurece. Me empuja hacia adelante con una facilidad que me enferma. Hijo de puta. Mis muñecas, todavía atadas, laten con dolor cuando el movimiento brusco hace que la presión de los cordones aumente. La piel arde, cortada por la fricción, pero no digo nada.Nos acercamos a la salida del calabozo.
La poca paciencia que me quedaba se evapora. Atrapó sus muñecas con una fuerza que la hace jadear y la aparto con brusquedad.—No te llamé para follarte, —gruño, mi voz baja y áspera, cada palabra un golpe seco.Ella abre la boca, pero no sale ningún sonido de sus labios gruesos y rojos.No esperaba ese rechazo.Olenka siempre ha creído que tiene algún tipo de poder sobre mí. Que la tolero porque me gusta lo que ofrece en la cama. Que puede usarme como usa a cualquier otro hombre. Pero está muy equivocada, para mí es solo un coño más.Incluso ella sabe que yo no soy como los demás imbéciles que le meten la polla en su gran boca.Se recompone rápido y finge que no le afecta.—Vaya, —se ríe, pero su tono está más tenso de lo que quiere admitir—. Parece que la princesa italiana te ha puesto más rígido que de costumbre.Aprieto la mandíbula, mi paciencia colgando de un hilo.—No quiero que vuelvas a esa habitación.La sonrisa desaparece de su rostro en un parpadeo.—¿Qué habitación?—. Fin
CROW —Todo está organizado. La ceremonia será en el palacio del árabe en tres días. —Shade informa con la misma neutralidad de siempre—. El lugar está bien reforzado dentro y fuera, pero nuestra gente nos cuidará las espaldas desde el punto que acordamos.Asiento, encendiendo un cigarro mientras repaso en mi cabeza cada detalle.—¿Y los hombres armados?—Llegaron hoy y ya están justo en el sitio en que pediste vigilancia. La otra parte lleva mañana.Exhalo el humo lentamente, observando la brasa incandescente del cigarro antes de volver a hablar.—¿Y cómo van las cosas en la isla?—Todo bajo control. Dante y sus hombres siguen dopados. No pueden moverse ni pensar con claridad.Curvo una leve sonrisa.—Informarle a nuestra gente encargada, que los mantengan bajo ese efecto. Necesito que ese maldito se quede quieto mientras yo tomo a su pequeña princesa.Shade frunce las cejas.—¿Crees que soporten más tiempo?Encojo los hombros en un gesto despreocúpate. Me reclino en la silla, girand
ANTONELLALa perra me mira como si esperara que me retorciera en mi lugar, como si sus palabras tuvieran el peso suficiente para doblegarme.Ilusa.Si cree que puede intimidarme con insultos baratos y amenazas veladas, pierde su tiempo.Sigo mirándola con la cabeza en alto y mi expresión completamente impasible. No le daré lo que quiere.—¿Terminaste con tu monólogo de perra celosa? —pregunto con una sonrisa cínica.Su mandíbula se tensa al instante.Ahí está. Golpeé justo en el centro de su pequeño ego de porcelana.Da un paso adelante, inclinándose apenas hacia mí. Su perfume caro invade mi espacio, pero no me inmuto.—Ten cuidado cómo me hablas, zorrita, —su voz es un veneno, pero a mí me da igual—. No tienes idea de con quién estás tratando.—Y no me interesa saberlo, —respondo con absoluta indiferencia—. Porque, por lo que veo, no eres nadie importante.Su boca se abre ligeramente, pero se contiene. Le dolió. Lo sé porque sus ojos me atraviesan con furia.Se endereza de nuevo, re
ANTONELLA Me dejo llevar por la sensación de limpieza momentánea, pero no tardo demasiado. No quiero estar aquí más tiempo del necesario.Me visto rápido con la ropa que me dejaron. Cuando salgo de la ducha la mujer que estaba antes ya ha desaparecido. Me toma un momento ubicarla en la otra habitación. Está de pie, sosteniendo una bandeja de plástico en sus manos.Mi estómago se revuelve al pensar que es comida. No sé si podría soportar otro intento de obligarme a comer. Pero cuando me acerco un poco más, me doy cuenta de que la bandeja no tiene alimentos.Son vendajes, frascos pequeños, que a mí ver, parecen ser remedios. Cosas para curar.Levanto la mirada y me encuentro con los ojos fríos de la mujer. Me dice otra vez algo en ruso. Su tono es plano, sin emociones al igual que antes.Sigo sin entender una maldita palabra, pero cuando señala la cama con la cabeza, lo capto.Quiere que me siente o me recueste.Camino hacia ese lugar y me dejo caer en la orilla de la cama, no lo hago