Antonella Mancini es la hija menor del poderoso líder de la mafia italiana. Intrépida, rebelde y audaz, Antonella lleva en su sangre el peligro y la pasión que caracterizan a su padre. Sin embargo, sus padres, conscientes de los riesgos del mundo en el que viven, hacen todo lo posible por mantenerla alejada de esa oscuridad. Desde pequeña, Antonella es enviada a un estricto internado de monjas, pero su espíritu indomable siempre encuentra la manera de desobedecer y causar problemas. Tercer libro de la saga “Legado de Sangre”
Leer másANTONELLACuando termino de escribir la última letra, no hay alivio. Debería haberlo. Debería sentir aunque sea un pequeño respiro por haber salvado por un tiempo más a mi padre. Pero no. No siento nada más que una presión brutal en el pecho, como si hubiera firmado con sangre un pacto demonial.Dejo el bolígrafo sobre el escritorio con un movimiento seco y retrocedo un paso, como si al alejarme pudiera deshacer lo que acabo de hacer. No hay vuelta atrás. Mi nombre ha quedado marcado con tinta en esos documentos que parece una maldición porque ahora me une a él… legal o no, real o ficticio, nos une.Porque no solo me ha hecho firmar ese maldito acuerdo. Después tuve que escribir mi nombre en otras dos hojas más. Una de ellas con un título claro, y jodidamente enfermo: Acta de matrimonio.Estoy acabada...Crow baja la mirada hacia el papel. Lo toma con sus dedos largos, los mismos que han estado alrededor de mi cuello, marcando un dominio que detesto hasta en mis huesos, y que he queri
Mi mundo se detiene. La saliva se me atora en la garganta. Me toma unos segundos volver a respirar mientras pienso en papá. Esa orden cae como una bomba sobre mi pecho. No puedo permitir que lo lastimen. No otra vez.—¡Espera! —grito antes de que sea demasiado tarde. —Firmaré tu puto papel —siseo entre dientes, el odio burbujeando como lava en mi interior. —Pero deja a mi familia en paz. No toques a nadie más y yo pondré de mi parte.Él niega lentamente con la cabeza, como si yo fuera una niña ingenua que aún cree en reglas y todo ese tipo de mierd@.—Yo decido hasta dónde parar con los Mancini y su gente. Quien pone condiciones soy yo, piccola —responde con una sonrisa diabólica en sus labios.Cierro los ojos un instante mientras pienso, pero no hay mucho en que pensar, si lo hago, él les hará mucho más daño. Pero si con esto consigo mantenerlos con vida, entonces por ahora... por ahora lo dejaré ganar esta batalla.—Está bien —musito, sintiendo como si estuviera tragando cristales.
ANTONELLAAprendí desde muy temprano que sobrevivir no significa respirar, sino saber cuándo callar y cuándo tragar veneno sin vomitarlo frente al enemigo. Y esta vez, ese enemigo tiene nombre y maldita sonrisa: Malik. O Crow. O como quiera llamarse este bastardo con corona de oro y alma podrida.El día empieza como un castigo disfrazado de rutina. Crow no regresó a la habitación después de que se largó con su celular en la mano la noche anterior, cosa que agradecí en silencio. No tenerlo cerca era como quitarse un peso del pecho por unas horas. Pero claro, la paz no dura en este jodido mundo.Escucho unos pasos fuera de la habitación y eso me indica que alguien se aproxima, segundos después la puerta abrirse sin ningún otro aviso. Cuando miro una cabeza asomarse compruebo que se trata del mismo tipo que me arrastró al despacho de Crow antes de ir aquel ridículo evento. Seguro él también disfruta cómo su jodido jefe cómo me fuerzan para someterme, pero no les daré el placer de verme c
—Dime el nombre de la página de la web. —Se escucha que comienza a caminar y después se oye una puerta abrirse y luego cerrarse. Lo siguiente es el rechinido de las patas de una silla al moverse contra el suelo. —Buscaré, esas jodidas fotos, necesito verlas con mis propios ojos. —No debes usar el internet desde tu casa o tu ubicación actual —le recuerda.—No estoy en casa. He venido a la de nuestro padre, así que estoy usando su computadora.—¿Fuiste a ver a papá? ¿Cómo está él? —inquiere con los ojos muy abiertos. Lillie había estado muy preocupada por Lionel; sin embargo, no podía viajar, ya que no había nadie para dejar a cargo de la mansión y de Sicilia.—Él no está nada bien, aunque él diga lo contrario, es lo que yo vi. Él se niega a ir a ver otro médico.—Papá, es muy necio —suelta un suspiro mientras cierra los ojos por unos segundos.—Lo es, y por desgracia tú heredaste esa imperfección —ríe Luca en tono bajo. —Tranquila, hermana, no te sulfures por oír esa verdad —escucha q
MANSION MANCINIMinutos después, Lillie se encierra en el despacho de Dante. Se dirige con una calma, pero su respiración está lejos de estarlo. Cierra la puerta con un leve empujón y se apoya contra ella por un segundo, como si todo el peso del mundo le cayera encima. Entonces se obliga a moverse. Cruza el cuarto hasta el escritorio, abre el cajón superior y toma el nuevo móvil desechable que ha estado usando para comunicarse con Luca.Sus dedos tiemblan apenas al marcar. El primer timbre suena, oyéndose en todo el despacho. Y al segundo, la voz de su hermano rompe la línea con un tono urgente, casi desesperado:—¿Lillie, alguna novedad?Su voz tiene esa mezcla de miedo y esperanza que solo un hermano desesperado puede cargar. Era como si hubiese estado esperando su llamada.—La hay —responde ella con una calma, pero hay un matiz apenas perceptible en su tono, una grieta en la fachada.Luca lo nota. Ha aprendido a conocerla muy bien. No deja que ella continúe.—¿Qué sucede? ¿Los much
ITALIA, SICILIAMANSIÓN MANCINI.La tarde transcurre con una calma tensa, como si el silencio ocultara una tormenta por estallar. Anna, la hija de Alexa y Leo, está recostada en el sofá del salón principal, deslizando su dedo por la pantalla de su tablet mientras observa celebridades del medio oriente vestidos con elegantes ropas y joyas muy costosas. Está hipnotizada por las imágenes de un reciente evento en Dubái, ya que a ella siempre le ha llamado la atención ese estilo de vida, pero más que nada la moda. De repente, sus ojos se detienen en una fotografía la cuál le hace fruncir el ceño. Con sus dos dedos hace zoom a la imagen para verla más de cerca.Es una joven rubia, está justo a lado de un hombre muy atractivo que lleva un traje oscuro de etiqueta, pero no es la ropa fina lo que esta vez le robo su atención, sino la complexión y el rostro de ella, aunque en la parte de sus ojos lleve un antifaz. Le resulta inquietantemente familiar.—¿Esto es posible…? —musita sin dejar de
ANTONELLA Suena un celular en alguna parte de la habitación, es hasta que lo veo salir por una de las puertas que hay más, con el móvil en la mano viendo la pantalla. Al parecer ha recibido una llamada, pero en vez de responderla, envía un mensaje porque lo veo cómo mueve los dedos mientras escribe algo. Lo observo unos segundos y sin mirarme siquiera o decirme algo, se marcha. Ni suelta una orden, ni una amenaza. Solo se va. Y eso me enoja más de lo que debería. No voy a quedarme aquí. No en este maldito lugar. No en su guarida de lobo. En cuanto la puerta se cierra tras él, me levanto de la silla con el cuerpo todavía tenso y corro directo hacia ella. Giro el picaporte varias veces haciéndolo con fuerza, empujo con el hombro, incluso golpeo. Pero no consigo nada. Está bloqueada desde afuera. El desgraciado me dejó sola; sin embargo se aseguró de dejarme bajo llave para que no escapara. —Mierd@... —murmuro entre dientes, con la rabia colgando de cada sílaba. No voy a
ANTONELLAMi piel aún arde por la cercanía con ese maldito bastardo, por cada palabra que ha pronunciado con esa soberbia que lo define. Lo odio. Lo odio más de lo que creía posible, y sin embargo, aquí estoy, atrapada en su juego.Me quedo quieta en medio de la habitación, sintiendo la opresión de cada pared, de cada rincón, de este maldito lugar. Es la primera vez que pongo un pie en su dormitorio, y la sensación de estar aquí me produce un asco visceral. Todo en esta maldita habitación es una extensión de él: el lujo opulento, el aroma penetrante a su loción, la frialdad imponente de su presencia. No hay barreras invisibles que me separen de su mundo esta vez. Ahora, según él, soy parte de él, aunque me repugne admitirlo. Un nudo de frustración se forma en mi pecho, sofocándome, haciéndome sentir como un animal enjaulado.—¿Todo esto fue por una maldita coronación familiar? —rompo el silencio, sin poder contenerme más. Mis palabras son veneno, cada sílaba cargada de furia—. ¿Eres
CROWEl silencio en el auto apenas se rompe con el zumbido del motor mientras mi escolta cruza las puertas de la mansión. Ella no ha dicho una palabra desde que subimos y me acribillo con un interrogatorio del que pude persuadir un poco.La rabia todavía arde en sus ojos, como brasas a punto de encenderse. Y, sin embargo, esa furia es justo lo que me mantiene atento. No quiero que se apague. Quiero verla consumirse con ella.La observo desde mi asiento, ligeramente girado hacia su dirección, con el codo apoyado en el reposabrazos y los dedos tamborileando con paciencia.Antonella es peligrosa. No solo por su físico ni por su influencia, sino porque tiene fuego en el alma. Uno que no se doblega con facilidad. Y ese fuego me pertenece, así no lo entienda todavía.—Ese silencio en ti no es usual—comento, dejando que mi voz quiebre el silencio como una hoja de acero.No responde. Solo me lanza una mirada gélida, una que en cualquier otro contexto habría hecho retroceder hasta al más arrog