Antonella Mancini es la hija menor del poderoso líder de la mafia italiana. Intrépida, rebelde y audaz, Antonella lleva en su sangre el peligro y la pasión que caracterizan a su padre. Sin embargo, sus padres, conscientes de los riesgos del mundo en el que viven, hacen todo lo posible por mantenerla alejada de esa oscuridad. Desde pequeña, Antonella es enviada a un estricto internado de monjas, pero su espíritu indomable siempre encuentra la manera de desobedecer y causar problemas. Tercer libro de la saga “Legado de Sangre”
Leer más—¡¿Lo harás tú o lo hago yo?! —bramó Santino, su voz cargada de frustración.Santino tenía a Adamo agarrado de la chaqueta de cuero con una fuerza que dejaba claro que no iba a soltarlo fácilmente. Su mirada ardía con furia contenida, mientras su mandíbula apretada reflejaba la tensión del momento. La desesperación lo había llevado al límite, igual que su madre, y su rabia se centraba ahora en Adamo, a quien veía como el responsable de tomar una decisión que parecía tardar demasiado. No solo estaba la vida de su padre en peligro, sino también la de la chica que amaba. Para él, esperar no era la mejor opción.Adamo apenas se movió, aunque sus ojos se oscurecieron con una mezcla de molestia y autocontrol. Estaba reprimiendo las ganas de responder de manera violenta, su paciencia tenía un límite.—Más vale que me sueltes —masculló, con los dientes apretados.Ellos nunca habían sido amigos, apenas podían tolerarse. Adamo detestaba la relación de Santino con su hermana, y Santino, a su ve
La línea quedó en silencio por un segundo, antes de que el hombre respondiera con un tono más serio.—Dime, ¿qué sucede?Lillie cerró los ojos un momento, dejando que sus palabras salieran con precisión.—Una vez dijiste que si alguna vez necesitaba algo de suma importancia, como el salvar nuestras vidas, te llamará. Hoy es ese momento.Lillie sintió que su corazón daba un vuelco cuando la risa sonó al otro lado de la línea. No era una risa alegre, sino cargada de emociones complejas: un eco de anhelo, un vestigio de afecto y la sombra de viejos reproches. Era una mezcla de dolor y aceptación, como si la otra persona esperara esta llamada desde hacía mucho tiempo.Ella tragó saliva, recordando las promesas pasadas. Promesas de no volver a ponerlo en peligro. Promesas que ahora rompía por necesidad.—Digo, si quieres hacerlo… —añadió Lillie, su voz apenas un murmullo, cargada de dudas y culpa.—Por supuesto, por ti haría cualquier cosa. Si darle mi alma al diablo es lo que necesitas, l
—Le dije que no fuera, le advertí que era momento de retirarse, pero ¿qué hizo? Ignorarme, como siempre lo hace cuando se trata de Dante. ¡Esa maldita fidelidad suya a ese demonio! —espetó Mikaela, con el rostro enrojecido por la furia, mientras caminaba de un lado a otro de la habitación.—Mikaela... solo estás molesta. No permitas que el enojo te haga decir cosas que luego lamentes —intervino Lillie con voz serena, aunque por dentro luchaba contra la misma angustia que su amiga. Mantenía la calma, aunque ni ella sabía de dónde sacaba esa fuerza. Estaba tan preocupada como todas las demás.La noticia sobre el destino de sus esposos las tenía al borde del colapso. Aunque no era la primera vez que enfrentaban situaciones como esta, tanto Dante como Iván ya no tenían el vigor físico de años atrás para soportar el tipo de tortura que seguramente estaban sufriendo. Y, aun así, sus esposas nunca dejaban de preocuparse. Cada vez que salían de sus hogares para negocios arriesgados, vivían co
ANTONELLAUn zumbido fuerte me acribilla la cabeza. No sé qué ha pasado. Lo último que recuerdo es que se oyeron detonaciones muy fuertes, luego se vio fuego, y de la nada un gas floto por el aire. No tuve tiempo de nada, mis ojos se cerraron de golpe y ahora me está costando abrirlos.Parpadeo unas cuantas veces para acostumbrarlos de nuevo, y cuando lo consigo, mi vista se encuentra con solo paredes desgastadas. El lugar es oscuro, no hay ni un rayo de luz del exterior o alguna luz artificial de una lámpara, solo oscuridad.En eso resuena una voz profunda:―Nos volvemos a ver, piccola diavolo —pronuncia “pequeña, diablo” en italiano.Y mis ojos se clavan en esa profundidad. Su mirada gris es un abismo sin fondo, tan intensa que parece capaz de penetrar el alma de quien la mira, excepto la mía. Esa profundidad es inquietante, como si albergara secretos tan oscuros. En sus ojos hay una sombra de maldad palpable, una frialdad que helá la sangre de cualquiera; no conocen la piedad y es
La música retumba en mis oídos y las risas estallan a mi alrededor, pero yo solo quiero desaparecer.Estoy de vuelta en esta maldita fiesta que ni siquiera quería, y mi humor está más podrido que nunca. Lo que pasó con Santino me tiene hirviendo por dentro, como si todo lo que fuera normal en mi día acabara de desmoronarse.Miro alrededor, viendo las caras sonrientes de todos los invitados mientras aplauden, esperando que comience el espectáculo de abrir regalos. Yo, en cambio, me cruzo de brazos con la cara de pocos amigos. Los que me ven les digo que no me hablen, o los amenazo con clavarles un puñal en el pecho.Mi madre se me acerca con una sonrisa que intenta contagiarme, pero no logra nada.—Antonella, amor, es hora de abrir los regalos —dice animada, pero su tono me molesta más de lo que debería.—No quiero abrir nada —le suelto, con un tono tan seco que incluso ella parpadea. Pero sigue insistiendo, como siempre.—Venga, es tu cumpleaños, todos te trajeron cosas bonitas —repli
Con mis ojos muy abiertos me quedo congelada en mi lugar, sin consigo reaccionar a tiempo. Cuando finalmente mi cerebro se pone en marcha, lo aparto bruscamente con mis dos manos lo empujo contra su pecho.—¡¿Qué se supone que haces?! —bramo, colérica.Siento como mi corazón golpea como un martillo contra mi pecho. Todo lo que había sido tranquilo y fácil entre nosotros se ha roto en solo unos segundos, dejando un ambiente incómodo e insoportable.Santino me ha besado. Sacudo mi cabeza como si eso borrara lo que paso.Es la primera vez que beso a alguien, o más bien, que alguien me besa. Y no sé cómo sentirme al respecto.Me doy la vuelta rápidamente, dispuesta a irme, pero siento me toma del brazo para detenerme.—Espera, Antonella, —dice con su respiración muy agitada, pero me giro bruscamente, levantando un puño en el aire por puro instinto.Y sin pensar nada, mi puño estampa en su ojo izquierdo, cosa que ayuda a que me suelte. Este se tambalea hacia atrás mientras se cubre el ojo
Después de hartarme de tanto pastel, felicitaciones y abrazos, decido que ya he soportado suficiente por una noche o al menos hasta que mi madre lo decida. Entre la multitud, logro escabullirme sin que nadie me note y, antes de irme, le arrebato una botella de whisky a un camarero que anda ofreciendo tragos. Con una mano sujetando la falda de mi vestido y la otra firmemente agarrando el cuello de la botella, empujo la puerta francesa con el hombro y salgo al jardín.Camino hacia la fuente alta en el centro, me quito los tacones con una patada y me dejo caer al suelo, me acomodo para sentarme con las piernas enredadas y apoyo la espalda en el borde de la fuente. Intento abrir la botella con la boca, pero estos corchos siempre dan problemas.De repente, percibo una sombra en la oscuridad, una figura alta se acerca. Rápidamente, llevo mi mano por abajo de mi falda y me pongo en alerta, lista para sacar la daga que traigo conmigo—sí, siempre preparada—, pero cuando la luz de la luna ilumin
Miro con resignación el vestido que, aunque bonito, preferiría no llevar en absoluto. Las fiestas no son lo mío, pero aquí estoy, siendo la estrella del show en una que ni siquiera pedí. Sin embargo, no puedo evitar reírme de lo irónico que resulta todo: yo, la que se siente más cómoda en vaqueros y camisetas, ahora en un vestido digno de una alfombra roja.—Vas a estar increíble —dice Asha, dándome una palmadita en la espalda mientras me arregla el último mechón de cabello.—Si por “increíble” te refieres a “fuera de lugar”, entonces sí, lo estaré —respondo, con una sonrisa de medio lado.Stefano se acerca por detrás, esta vez sin hacer bromas pesadas, pero con su habitual sonrisa burlona.—Te ves como una princesa… aunque una princesa medio rebelde que estaría mejor con botas de combate. —Lo miro de reojo y sonrío.—Oye, ¿por qué me conoces tan bien? —bromeo—. Me pondría las botas ahora mismo si no fuera porque mamá me asesinaría.—Es que es muy fácil conocerte —replica él—. Eres co
Llegó mi siguiente día de tortura. Hoy es mi cumpleaños número dieciocho y la dichosa fiesta que mi madre organizó, con la ayuda de Asha, está a punto de comenzar.Una parte de mí se siente contenta porque muchas personas que no he visto en más de un mes están por llegar. Pero aún estoy sentada frente al tocador, con varias personas moviéndose detrás de mí, maquillándome y peinándome como si estuviera siendo preparada para algún tipo de ritual. Solo ellos se estresan por cosas insignificantes como estas.—¿Qué te parece este tono? —pregunta el hombre que me está maquillando los ojos. Al parecer, es muy amigo de mi tía Mika, y mi madre lo llamó para que trajera a su equipo de belleza y me transformaran en toda una princesa.A veces pienso que mi madre todavía cree en Santa Claus.—No me gusta —respondo—. Quiero uno más oscuro.—Antonella, es mejor un púrpura claro; tu vestido ya es oscuro —me recuerda mi madre, como si no lo supiera ya.—No importa. Si fuera por mí, me vestiría y maqui