Laia siempre había soñado con el amor verdadero y creyó encontrarlo en su mate, un alfa formidable que no dudó en buscarla el mismo día que se presentó su transformación. Sin embargo, las promesas de amor se desvanecieron bajo su indiferencia. Caleb, líder de la manada ShadowMoon, era un alfa prodigio, respetado y temido por los lobos, y hasta los propios cazadores sabían de su existencia. Aunque él reclamó a Laia como su luna, nunca le demostró el afecto que ella esperaba recibir. Tras una traición devastadora, Laia se dio cuenta de que jamás sería amada y abandonó la manada en busca de su identidad y poder interior. Tiempo después, tras reencontrarse con Caleb, él descubrió que Laia no solo había crecido en fuerza y que ya no era la misma mujer inocente que conoció, sino que también guardaba un inesperado secreto acerca de la diosa Luna, un misterio que podría cambiar el destino de los hombres lobo. Juntos debían unir fuerzas para cumplir una profecía y enfrentar una amenaza mayor que acechaba al mundo entero, mientras Caleb luchaba en su interior por redimirse y reconquistar el corazón de Laia, recibiendo desprecio por parte de ella. ¿Podrá Laia encontrar la verdad detrás de la profecía y la oscuridad que amenaza su mundo? ¿Podrán ambos perdonarse por el daño que se han hecho y darse una segunda oportunidad?
Leer másCaleb.—¿Estás seguro de ir por ella? Si son los Cuervos Rojos, no sabemos de qué son capaces —cuestionó Xavier, caminando de un lado a otro—. Todavía no puedo creer lo que le hicieron a Claire.Estábamos en la entrada de la mansión ShadowMoon y yo estaba dispuesto a ir por Laia después de la amenaza que me escribieron.Haber mandado la cabeza de Claire, fue algo que jamás pensé que los cazadores serían capaces de hacer. Se suponía que ellos buscaban proteger el mundo a su manera, en donde nos consideraban enemigos, pero ellos no tendrían tanta maldad en su corazón.Esos Cuervos Rojos eran superiores, tenía que descubrir qué ocultaban o por qué de repente apareció esa organización.—¿Vas a cuestionarme, Xavier? —inquirí, alzando una ceja.—No, alfa —Se inclinó.—Solo iremos nosotros dos. No envíes ni a un solo ejecutor, mucho menos algún explorador que nos cubra el culo —ordené, saliendo de la mansión junto a él—. Terminaremos perdiéndolos. Es mejor ir con cuidado y evitar pelear si n
Laia.¿Iba a morir? ¿Era ese mi final?Porque empecé a escuchar un pitido en mis oídos que me hizo ignorar todo a mi alrededor. Ver que la mano de Charles caía como lo había hecho la de mi padre... Me rompió el corazón otra vez.Sus ojos se cerraron y dejó escapar su último aliento, dejándome igual de devastada porque lo consideraba un segundo padre para mí, a pesar de que solo nos habíamos conocido un año.¿Por qué me quitaban todo lo que quería? ¿Por qué?¡Me la iban a pagar todos!Apreté mi pecho, sintiendo uno, dos, tres latidos, feroces y llenos de una ira descomunal que se estaba cargando como una batería.—¿No vas a defenderte? —cuestionó el hombre.Me giré en su dirección. Pude analizarlo en cuestión de segundos y el miedo no era parte de su expresión. No sabía cuáles eran los rangos de los cazadores, pero estaba claro que ese no era un simple novato.¿Por qué sentí una pizca de fuerza sobrenatural dentro de él?Era imposible.—Me la vas a pagar... —mascullé, subiendo mis mang
Laia.Un año había pasado y seguía teniendo sueños con la diosa, en donde me repetía lo mismo. Aunque no eran muy frecuentes.Me había vuelto mucho más fuerte, dominando mi sentido de la audición, el olfato y mi fuerza. Lo único que no logré descifrar en el proceso, fue aquél poder que se desató cuando acabé con la vida de un cazador.—Laia, hoy habrá reunión en la hoguera —comentó Charles, pasando por mi lado.Yo iba cargando una cesta con manzanas sobre mi hombro sin ningún problema.—Recibido —acaté—. ¿De qué se hablará?—En vista de que todos han estado entrenando duro, haremos una pequeña celebración con lo que hemos podido conseguir. Para eso las manzanas —indicó, aguantándose de su bastón.—A Zoé le encantará —respondí, con una sonrisa.Seguí con mi camino y dejé la cesta en donde me lo habían pedido. Me di cuenta que habían varias mujeres de la manada preparando la comida.Ya casi atardecía, así que fui a la cabaña para ponerme una ropa adecuada.Suspiré.¿Cómo le estaría yend
Caleb.*Un año después*No había visto a Laia desde hace más de un año. Sabía que estaba viva porque de alguna manera sentía el latido de su corazón resonar en mis oídos cada vez que pensaba en ella.Ninguna otra loba me volvió a satisfacer como lo hacía Claire, aunque la terminé exiliando porque me aturdía cada vez que hablaba.—Alfa Caleb, hemos tenido un ligero contacto con Orión en el sur, pero se retiró al instante —informó uno de mis exploradores.—Sigan su rastro. Tarde o temprano tendré que enfrentarme a él otra vez —ordené, dejando el plato vacío a un lado.Había terminado de comer y estaba dispuesto a ir a mi habitación para dormir.Orión era otro dolor de cabeza. Quería encontrarlo y arrancarle el corazón de una vez por todas. Llevaba años buscándolo, y él a mí. Lo único que encontraba de él eran mínimos rastros. Ese imbécil sabía esconderse.Era el líder de la mejor organización de cazadores: La Orden Plateada.—Sí, señor —acató el joven, marchándose.—Disculpe, alfa... ¿L
Laia.***—Ayúdame, por favor...De nuevo esa angelical voz me llamaba. Yo estaba de pie en lo más alto de una montaña. La luna resplandecía como nunca y por más que volteara a mi alrededor, no conseguía a nadie.—¿Eres la diosa? ¡Dime qué necesitas! —exclamé, buscando respuestas.De pronto, todo se tornó silencioso y el suelo bajo mis pies se quebró. No me caí, más bien aparecí en otro escenario, frente al Roble de la Diosa, ese que Charles ya me había mostrado.Poco a poco, un remolino de mariposas se formó bajo el árbol, dejándome intrigada al ver que se formaba una figura humana. La misma mujer que vi en mi primer sueño.Si estaba soñando, tenía que aprovechar de resolver mis dudas.—Laia... Pronto empezará el caos en el mundo —expresó, su cabello se movía con el viento—. Debes detenerlo.—¿Detener qué? ¿Cómo? —pregunté.—No tengo mucho tiempo. Te guiaré como pueda, Laia... Pero todo depende de ti —confesó, y empezaba a desvanecerse.—¡Espera! —Estiré mi mano hacia ella, buscando
Laia.Entré junto al señor Charles a su cabaña. La misma en donde me había salvado la vez que me desmayé. Se sentó en medio del lugar, invitándome a tomar asiento frente a él.Dejó su bastón a un lado.—¿Qué te dijo en tu sueño? —preguntó, directo al grano.—Eh... Bueno, que el equilibrio natural estaba en peligro —respondí, nerviosa.—Laia, debes saber que soñar con la diosa es mucho más importante de lo que imaginas —explicó, juntando sus manos—. Significa que quiere darnos un mensaje importante.—Pero no pude escuchar más, así como apareció, se desvaneció con esa simple frase —solté, sintiéndome frustrada por no poder recordar más.—Es difícil lograr recibir sus mensajes, pero si ella te eligió a ti para transmitirlos, debes estar pendiente porque no va a rendirse —demandó, con unos ojos serios.—¿Dice que volveré a soñar con ella? —cuestioné—. Es imposible. Eso fue hace un mes.—Puede llevar el tiempo que sea necesario, Laia. Un mes, o un año —aclaró, con la voz profunda—. Lo impo
Laia.Había pasado un mes en la manada DarkMoon, y no esperé que me recibieran con tanta amabilidad. Como no había jerarquía, todos se sentían iguales de poder, sin ser superiores a nadie.El señor Charles fue el que me rescató y me dio una oportunidad ahí. Se trataba de un hombre bastante mayor, que había estado en muchas manadas antes, hasta que decidió forjar la suya.—¡Buen día, Laia! —exclamó una pequeña.Bueno, era una chica de quince años que ya había logrado transformarse. Todos pensábamos que sería una prodigio por haberlo conseguido a una temprana edad.Además, ambas compartíamos la misma cabaña, muy poco espaciosas eran, pero no me quejaba. Por lo menos tenía cama.—Hey, Zoé, ¿qué tal estás? —pregunté.—Muy bien, pero el señor Charles quiere verte —resopló, con ambas manos detrás de su nuca.La joven tenía el cabello negro como el carbón y largo. Sus ojos eran diminutos y a penas se notaba el color marrón en estos. Todavía seguía teniendo un cuerpo de niña, pero era entendi
Caleb.—¿No te gusta lo que te hago? —cuestionó Claire.Me estaba tocando un poco en mi zona más íntima, pero la misma no le quería responder como ella esperaba.Me levanté de la cama, dispuesto a ponerme la ropa después de que nuestro encuentro no diera los frutos que deseaba.Habían semanas desde que Laia dejó la manada, y muchos estuvieron impactados, pero no dudaron de mi decisión, ni de la suya.—Vístete —ordené.—Pero ni siquiera hemos terminado —se quejó, cubriendo su torso desnudo.—Tengo cosas que hacer.—Es por ella, ¿verdad? ¿Acaso se te ablandó el corazón? Porque te recuerdo que tú fuiste el que me buscó ese día —masculló, señalándose a sí misma.Claire y yo teníamos una relación casual. Nos dábamos el placer que necesitábamos, sin tener que llegar a una relación seria. Yo no podía comprometerme con nadie, ni con mi propia luna.Me juré que jamás lo haría, porque no iba a pasar por lo mismo otra vez.—No pidas explicaciones a esta relación fantasma, Claire. Sabes bien lo q
Laia.Mi padre había muerto en mis brazos y yo no pude hacer nada para evitarlo. Me sentía inútil, débil, la peor hija, por más que él pensara lo contrario.El hecho de no poder controlar mi poder, ya me volvía un blanco fácil para cualquiera. Toda la manada Eclipse estaba muerta. Lo que una vez fue mi hogar, se desvaneció entre la penumbra de la noche.Esa noche juré tomar venganza cuando pudiera.Me fui de ahí, sin saber a dónde ir porque no conocía ningún otro lugar, y tampoco planeaba regresar con Caleb después de lo que pasó.Emprendí rumbo a lo desconocido. Iba a ciegas, pero era algo que no me importaba, ya no tenía nada en el mundo.—Padre... —balbuceé.Terminé sentándome debajo de un árbol con forma de banca. Me dejé caer y hundí mi cara entre mis rodillas, lamentando no tener la suficiente fuerza.¿Cómo iba a defenderme estando sola?Ni siquiera sabía cuáles eran mis habilidades, más allá de escuchar los sonidos a larga distancia.Una pesadez me invadió, como si mi cuerpo se